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Fe contra todo pronóstico - El gran conflicto

“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmos 119:11).

Los reformadores protestantes tenían algo que el siglo XXI necesita desesperadamente: un propósito para su vida. En su libro The Empty Self [El yo vacío], el prestigioso psicólogo estadounidense Philip Cushman habla de quienes viven sin propósito. Sus creencias son superficiales, pocas cosas les importan y no tienen nada por lo que merezca la pena morir o vivir.

Pero los hombres, las mujeres y los niños de la Reforma protestante eran radicalmente diferentes. Tenían un propósito permanente por el que valía la pena vivir. Lo que creían era importante, y no estaban dispuestos a comprometer su integridad. Sus creencias fundamentales formaban parte inseparable de ellos; negarlas era negar su propia identidad. Ante la muerte misma, tenían paz interior.

En el estudio de esta semana, con ejemplos de la Reforma, exploraremos de qué manera las enseñanzas transformadoras de las Escrituras ofrecen un verdadero significado para la vida. Comprender estas verdades eternas nos preparará para la crisis final en el gran conflicto entre el bien y el mal. La batalla que libraron los reformadores aún no ha terminado, y nosotros hemos sido llamados a retomarla donde ellos la dejaron. Nosotros también podemos descubrir a un Dios lo suficientemente grande para todos los desafíos que enfrentamos, un Dios que da sentido y propósito a nuestra vida como nada en el mundo.

El tema de hoy se basa en El conflicto de los siglos, capítulos 7 al 11.

I. SOLO LA PALABRA DE DIOS

"¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira". Salmos 119:103, 104, 

"Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra". Salmos 119:147 

"Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos". Salmos 119:162. 

¿Cuál era la actitud de David hacia la Palabra de Dios? 
¿Cómo influyó esto en los reformadores, y cómo influye en nuestra vida en la actualidad?

La Biblia era el fundamento de la fe de los reformadores y la esencia de su enseñanza. Comprendieron que estaban tratando con la inspirada “palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Atesoraban cada palabra. A medida que leían sus páginas y creían en sus promesas, su fe se fortalecía y su valor se renovaba. “Así sucede con todas las promesas de la Palabra de Dios. En ellas, nos habla a cada uno en particular, y de un modo tan directo como si pudiéramos oír su voz. Por medio de estas promesas, Cristo nos comunica su gracia y su poder. Son hojas de ese árbol que son ‘para la sanidad de las naciones’ (Apocalipsis 22:2). Recibidas y asimiladas, serán la fortaleza del carácter, la inspiración y el sostén de la vida. Nada tiene tal virtud curativa. Ninguna otra cosa puede impartirnos el valor y la fe que dan energía vital a todo el ser” (MC, 85).

Las Escrituras:
Dan gozo a nuestro dolor, esperanza a nuestro desaliento, luz a nuestra oscuridad. 
Dan dirección a nuestra confusión, certeza a nuestra perplejidad, fortaleza a nuestra debilidad y sabiduría a nuestra ignorancia. 
Cuando meditamos en la Palabra de Dios y confiamos por fe en sus promesas, el poder vivificador de Dios vigoriza todo nuestro ser, física, mental, emocional y espiritualmente.

Los reformadores saturaban su mente con las Escrituras. Vivían por la Palabra, y muchos de ellos murieron por la Palabra. No eran cristianos casuales, complacientes y descuidados, con una vida devocional superficial. Sabían que sin el poder de la Palabra de Dios no resistirían las fuerzas del mal dispuestas contra ellos.

La pasión de John Wycliffe era traducir la Biblia al inglés a fin de que la gente común pudiera leerla y entenderla. Como eso era ilegal, fue juzgado por su fe, condenado como hereje y sentenciado a muerte. En su juicio, Wycliffe hizo un serio llamado: “ ‘¿Contra quién piensan que están contendiendo? ¿Contra un anciano que ya está al borde del sepulcro? ¡No!, ¡contra la Verdad!; ¡la Verdad que es más fuerte que ustedes y que los vencerá!’ ” (CS, 85).

"La verdad está inspirada y guardada por Dios; y triunfará contra toda oposición". (HAp, 10, 11).

Las últimas palabras de Wycliffe se cumplieron cuando la luz de la verdad de Dios disipó la oscuridad de la Edad Media.

"El gran principio que sostenían estos reformadores —el mismo que sustentaron los valdenses, Wiclef, Juan Hus, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos— era la infalible autoridad de las Santas Escrituras como regla de fe y práctica… La Biblia era su autoridad y por las enseñanzas de ella juzgaban todas las doctrinas y exigencias. La fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando entregaban su vida en la hoguera. “Ten buen ánimo —decía Látimer a su compañero de martirio cuando las llamas estaban a punto de acallar sus voces—, que en este día encenderemos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará” (CS, 254, 255).

"El marino que dispone de mapa y brújula, pero no los usa, es responsable de poner en peligro la vida de los que van a bordo de su nave; la embarcación puede naufragar por su negligencia. Disponemos de un libro guía, la Palabra de Dios, y no tendremos excusa si perdemos el camino que conduce al cielo, siendo que hemos recibido clarísimas instrucciones. La Biblia presenta una perfecta norma de carácter; es un guía infalible en todas las circunstancias, aun hasta el fin del viaje de la vida (Mi vida hoy, 21 de enero, p. 29).

"Si deseáis conocer al Salvador, estudiad las Santas Escrituras. Llenad vuestro corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que descendió del cielo (CC, 88).

¿De qué manera te han consolado las Escrituras en tiempos de prueba?

II. TRANSMITIR LA PALABRA DE DIOS

"Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". 2 Corintios 4:1-6 

"Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento" 2 Corintios 2:14. 

¿Qué nos dicen estos pasajes acerca de la confianza que tenía Pablo, a pesar de los desafíos que enfrentaba al proclamar la verdad de la Palabra de Dios?

El apóstol Pablo enfrentó dificultades abrumadoras en su tarea de difundir el evangelio; sin embargo, tenía la confianza de que la Palabra de Dios acabaría triunfando, “porque”, como dijo, “nada podemos contra la verdad, sino solo en favor de la verdad” (2 Corintios 13:8).

Los reformadores se enfrentaron a pruebas similares; no obstante, por fe permanecieron fieles a la Palabra de Dios. Un ejemplo de valentía frente a probabilidades aparentemente abrumadoras es William Tyndale. El mayor deseo de Tyndale era dar a Inglaterra una traducción exacta y legible de la Biblia. Decidió traducir la Biblia a partir de los idiomas originales y corregir algunos de los errores de la traducción de Wycliffe de hacía doscientos años. Finalmente, Tyndale también fue arrestado y juzgado. Muchos ejemplares de su versión de la Biblia, impresas en Worms, Alemania, fueron confiscadas y quemadas públicamente. Su juicio tuvo lugar en Bélgica en 1536 d.C. Fue condenado a la hoguera por herejía. Sus verdugos lo estrangularon mientras lo ataban a la hoguera y luego quemaron su cuerpo. Sus últimas palabras fueron pronunciadas con celo a viva voz y se describen como: “Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra”. Dios respondió milagrosamente a la oración de Tyndale.

A los cuatro años de su muerte, se publicaron cuatro traducciones inglesas de la Biblia. En 1611 se imprimió la versión bíblica del Rey Jacobo (King James), basada en gran medida en la obra de Tyndale. Los 54 eruditos que elaboraron la obra se basaron mayormente en la anterior traducción inglesa de Tyndale. Una estimación sugiere que el Antiguo Testamento de la Biblia King James de 1611 es en un 76 por ciento traducción de Tyndale; y el Nuevo Testamento, en un 83 por ciento. En 2011, la versión King James celebró su 400º aniversario, y superó el hito de los mil millones de Biblias impresas. Al haber sido traducida a 2.454 idiomas, ha impactado a decenas de millones de personas en todo el mundo. El sacrificio de William Tyndale valió la pena.

Sin importar lo difícil que pareciera ni lo desafiantes que fueran las circunstancias, Tyndale y sus colegas creyentes en la Biblia confiaban en que Dios estaba obrando según el propósito de su voluntad. La vida de Tyndale fue determinante para la Eternidad.

Lee Daniel 12:3 y Apocalipsis 14:13. ¿De qué manera se aplican estos textos a la vida de Tyndale? Ahora piensa en tu propia vida y en tu impacto sobre los demás. ¿Qué estímulo te dan estos textos respecto de la oportunidad que tienes de influir sobre los demás para la Eternidad?

III. ILUMINADO POR EL ESPÍRITU

Un día, mientras estudiaba en la biblioteca de la Universidad, Martín Lutero llegó a un punto de inflexión en su vida. Descubrió un ejemplar de la Biblia en latín. Con gran deleite, leyó capítulo tras capítulo, versículo tras versículo. Le asombraba la claridad y el poder de la Palabra de Dios. Mientras estudiaba sus páginas detenidamente, el Espíritu Santo iluminó su mente. Sintió la dirección del Espíritu Santo cuando las verdades ensombrecidas por la tradición parecían saltar de las páginas de la Sagrada Escritura. Al describir su primera experiencia con la Biblia, escribió: “¡Oh, que Dios me diera un libro así para mí!”

¿Qué principios podemos extraer de los siguientes pasajes sobre cómo debemos interpretar la Biblia?

"Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho". Juan 14:25, 26

"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber". Juan 16:13–15

"Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo". 2 Pedro 1:20, 21

"La predicación de la palabra sería inútil sin la continua presencia y ayuda del Espíritu Santo. Este es el único maestro eficaz de la verdad divina. Únicamente cuando la verdad vaya al corazón acompañada por el Espíritu vivificará la conciencia o transformará la vida. Uno podría presentar la letra de la Palabra de Dios, estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero a menos que el Espíritu Santo grabe la verdad, ninguna alma caerá sobre la Roca y será quebrantada. Ningún grado de educación ni ventaja alguna, por grande que sea, puede hacer de uno un conducto de luz sin la cooperación del Espíritu de Dios". (DTG, 625, 626).

Lo excepcional de estos versículos es la seguridad de que el mismo Espíritu Santo que inspiró a los autores de la Biblia nos guía a nosotros cuando leemos las Escrituras. Él es el Intérprete divino de la verdad divina. Lamentablemente, muchos cristianos profesos hoy minimizan el elemento sobrenatural en la Biblia y exageran el elemento humano. Como Satanás ya no nos puede mantener alejados de la Biblia, su mejor alternativa es despojarla de su carácter sobrenatural, convertirla meramente en buena literatura o, peor aún, en una herramienta opresiva de la religión para controlar a las masas.

"Los que piensan que pueden simplificar las pretendidas dificultades de las sencillas Escrituras, calibrando con su regla finita lo que es inspirado y lo que no es inspirado, mejor sería que se cubrieran el rostro, como Elías cuando le habló la tenue vocecilla, pues están en la presencia de Dios y de los santos ángeles, que durante siglos han comunicado a los hombres luz y conocimiento, diciéndoles qué hacer y qué no hacer, desplegando delante de ellos escenas de emocionante interés, hito tras hito, en símbolos, representaciones e ilustraciones…

No se ocupe ninguna mente ni mano en criticar la Biblia. Esa es una obra que Satanás se deleita en que alguien la haga, pero no es una obra que el Señor nos ha indicado hacer. Los hombres debieran dejar que Dios cuide de su propio Libro, de sus oráculos vivientes, como lo ha hecho durante siglos (1MS, 18-20).

Los reformadores vieron claramente que el Espíritu Santo (no los sacerdotes, los prelados ni los papas) era el Intérprete infalible de las Escrituras. Hay un interesante intercambio registrado entre John Knox, el reformador escocés, y María, reina de Escocia. “María respondió: ‘Usted interpreta las Escrituras de un modo, y ellos [los maestros católico-romanos] las interpretan de otro; ¿a quién creeré y quién será juez [en este asunto]?’ ”

El reformador contestó: “ ‘Debe creer en Dios, que habla con sencillez en su Palabra; y más de lo que la Palabra le enseñe, no debe creer ni a unos ni a otros. La Palabra de Dios es clara en sí misma; y si parece haber oscuridad en algún lugar, el Espíritu Santo, que nunca se contradice a sí mismo, lo explica con más claridad en otros lugares, de modo que no queda lugar a duda sino para quien decide, obstinadamente, permanecer ignorante’ ” (CS, 257).

IV. SOLO CRISTO... SOLO LA GRACIA

¿Existen peligros si no se entiende correctamente el concepto de “salvación por gracia”? ¿A dónde puede conducir ese malentendido?

Lee Efesios 2:8 y 9; y Romanos 3:23 y 24; 6:23; y 5:8 al 10. ¿Qué enseñan estos versículos sobre el Plan de Salvación?

Dios proveyó la salvación como un regalo. Su Espíritu nos lleva a aceptar por fe lo que Cristo ha provisto gratuitamente mediante su muerte en la Cruz. Jesús, el divino Hijo de Dios, ofreció su vida perfecta para expiar nuestros pecados.

La justicia divina exige una obediencia perfecta. La vida perfecta de Cristo sustituye nuestra vida imperfecta. La Ley divina que hemos quebrantado nos condena a la muerte eterna. La Biblia es clara. Con nuestras decisiones pecaminosas, no alcanzamos el ideal de Dios para nuestra vida. Hemos pecado. Abandonados a nuestra suerte, no podemos satisfacer las justas exigencias de un Dios santo. Como resultado, merecemos la muerte eterna. Pero hay buenas noticias. El apóstol Pablo nos asegura: “Porque la paga del pecado es la muerte, pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Es un don inmerecido; si fuera por obras, nos la ganaríamos, y si hay una verdad que brilla en el evangelio es que no podemos ganarnos la salvación.

Martín Lutero y los reformadores protestantes descubrieron que solo Cristo era su Fuente de salvación. Entonces, Lutero comenzó a predicar el mensaje de su gracia salvífica. Las multitudes acudían en masa a escuchar sus mensajes sinceros y movilizadores. Sus palabras eran como un sorbo de agua fresca en el desierto estéril de su vida. La gente estaba encadenada a las tradiciones de la iglesia medieval y sometida a rituales vacíos que no ofrecían vida espiritual. Los mensajes bíblicos de Lutero llegaban al corazón, y la vida cambiaba.

Al leer el Nuevo Testamento, Lutero se sintió abrumado por la bondad de Dios. Le asombraba el deseo de Dios de salvar a toda la humanidad. La visión popular que enseñaban los líderes eclesiásticos de la época era que la salvación era en parte obra humana y en parte obra de Dios. Lutero descubrió que la muerte de Cristo en la Cruz era suficiente para toda la humanidad.

“Cristo fue tratado como nosotros merecemos, para que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por causa de nuestros pecados, en los que no había participado, con el fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por medio de su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte que era nuestra, para que pudiésemos recibir la vida que era suya” (DTG, 16).

Qué resumen tan maravillosamente escrito del evangelio, que podíamos ser justificados por una justicia “en la cual no habíamos participado”. ¡Qué promesa!

¿Por qué crees que es tan fácil permitir que nuestra mente caiga en el legalismo? ¿Cómo definirías el legalismo? Por qué es tan perjudicial para nuestra fe cristiana?

Si la salvación es obra de Dios en Cristo, ¿qué función desempeñan nuestras buenas obras en la vida cristiana? ¿Cómo podemos confirmar la importancia de las buenas obras, pero sin hacer de ellas el fundamento de nuestra esperanza?

¿Cómo podemos explicar el equilibrio entre la gracia y la Ley, entre la fe y las buenas obras?

¿Qué quieren decir algunos cuando utilizan la expresión “gracia barata”? La gracia ¿es barata?

V. LA OBEDIENCIA: EL FRUTO DE LA FE

Lee Romanos 3:27 al 31; 6:15 al 18; y 8:1 y 2. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la salvación solo por la justicia de Cristo?

Un nuevo viento soplaba en la iglesia cristiana en los días de Lutero. A decenas de miles de personas se les enseñó a apartar la mirada de su yo pecaminoso y a contemplar a Jesús. Indudablemente, estas personas, al mirarse a sí mismas y comprobar cómo eran, solo veían cosas que las desanimaban. ¿Qué creyente no tiene la misma experiencia actualmente? Por eso tenemos que mirar a Jesús.

La gracia de Dios nos cambia. Cierto día, John Wesley asistió a una reunión morava en Londres. Wesley quedó asombrado mientras escuchaba la lectura de la introducción de Lutero a Romanos. Por primera vez en su vida, empezó a entender el evangelio. Algo se conmovió en su interior, y se sintió extrañamente atraído por este Cristo que había dado su vida por él. Exclamó: “Sentí que confiaba en Cristo, solo en Cristo para la salvación; y tuve la seguridad de que él había quitado mis pecados, aun los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte” (John Whitehead, The Life of the Rev. John Wesley, M.A. [Londres: Stephen Couchman, 1793], p. 331).

Lee 1 Pedro 2:2; 2 Pedro 3:18; Colosenses 1:10; y Efesios 4:18 al 24. ¿Qué verdades vitales revelan estos pasajes sobre la vida cristiana?

Los reformadores estudiaban sistemáticamente la Palabra para descubrir más verdades. No contentos con el statu quo, ni con una experiencia religiosa rígida con poco o ningún crecimiento, anhelaban constantemente conocer mejor a Cristo. Muchos cristianos de la Edad Media que creían en la Biblia pagaron un precio muy alto por su determinación. Fueron torturados, encarcelados, exiliados y ejecutados. Confiscaban sus propiedades, quemaban sus casas, asolaban sus tierras y perseguían a sus familias. Cuando los expulsaban de sus hogares, buscaban una ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Cuando los torturaban, bendecían a sus torturadores, y cuando languidecían en oscuras y húmedas mazmorras, reclamaban las promesas de Dios de un mañana mejor. Aunque su cuerpo estaba confinado, eran libres: libres en Cristo, libres en las verdades de su Palabra, libres en la esperanza de su pronto regreso.

Al mirarte a ti mismo, ¿qué esperanza de salvación tienes?

CONCLUSIÓN

“Los fieles siervos de Dios no trabajaban solos. Mientras los principados y las potestades de los espíritus malignos se coaligaron contra ellos, el Señor no desamparó a su pueblo. Si sus ojos hubiesen sido abiertos, habrían visto una tan clara evidencia de la presencia y el auxilio divinos como la concedida a los profetas en la antigüedad. Cuando el siervo de Eliseo mostró a su amo el ejército hostil que los rodeaba sin dejarles escapatoria, el profeta oró: ‘Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea’ (2 Reyes 6:17). Y he aquí el monte estaba lleno de carros y caballos de fuego: el ejército celestial estaba apostado para proteger al varón de Dios. Del mismo modo, había ángeles que cuidaban a quienes trabajaban en la causa de la Reforma” (CS, 191).

“Cuando enemigos poderosos se unían para destruir la fe reformada y millares de espadas parecían desenvainarse para combatirla, Lutero escribió: ‘Satanás manifiesta su ira; conspiran pontífices impíos; y nos amenaza la guerra. Exhorten a la gente a que contienda valientemente ante al Trono del Señor, por medio de la fe y la oración, para que nuestros enemigos, vencidos por el Espíritu de Dios, se vean obligados a ser pacíficos. Nuestra más ingente necesidad, la primera cosa que debemos hacer, es orar; hagan saber a la gente que en esta hora ella misma se halla expuesta al filo de la espada y a la ira de Satanás; hagan que oren’ ” (CS, 192).

La justificación por la fe, la gran verdad que Lutero redescubrió, es el fundamento del evangelio, la verdad sobre la que descansa nuestra esperanza de salvación. Su himno “Castillo fuerte” enuncia el evangelio en forma poderosa: “Luchar aquí sin el Señor, cuán vano hubiera sido. Mas por nosotros pugnará de Dios el Escogido. ¿Sabéis quién es? Jesús, el que venció en la Cruz; Señor de Sebaoth, omnipotente Dios, él triunfa en la batalla” (Himnario Adventista [Florida: ACES, 2009]), Nº 400).

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