Desde mi infancia aprendí que, primeramente, antes de separar el dinero para cualquier cosa, debemos reservar la parte del Señor. Cuando dejamos la parte del Señor por último, parece que todo falta, y el Diezmo y la ofrenda acabam quedando para después. Mas cuando separamos la parte de Dios, nos damos cuenta, después, que el dinero que parecía que iba a faltar acaba sobrando, increíblemente. A veces, negligenciamos ese importante asunto. Y el resultado de eso es que acabamos robando aquello que es de Dios. “Este mes, no va ser posible ser fiel a Dios en el diezmo ¡Dios tendrá que entender mi situación! No, yo no dejaré de devolver, solo no puedo hacerlo ahora; mas, así que sea posible, yo lo haré.” Y la cuenta con Dios ¡Sigue aumentando! Esa es la situación de muchos de nuestros queridos hermanos. No es que ellos quieran hacerlo intencionalmente, mas argumentan: “Tenemos que ser racionales...” Muchos llegan a una situación tan difícil que acaban desistiendo de
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.