Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos". Mateo 8:1-4. Había algo maravilloso en Jesús. Las personas iban a donde Él estaba. Había algo extraordinario en el mensaje y en las palabras del Maestro de Galilea. Hoy tenemos mucho que aprender de la manera cómo el Señor Jesús predicaba el evangelio. Él no gastaba dinero haciendo invitaciones, nunca mandó a preparar afiches, no colocó anuncios en el periódico, ni en la radio, ni en la televisión; sin embargo, multitudes lo buscaban. No tenía un momento de tranquilidad. Las personas querían escucharlo, porque sus palabras traían esperanza, perdo...
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.