Cuando emigré a Australia en septiembre de 1981, recibí buenos consejos de amigos emigrante bien intencionados que habían llegado al condado antes que yo. Me sugirieron que debía procurarme un empleo inmediatamente – cualquier empleo – y que no debía ser muy exigente ni difícil en este respecto, ya que mi prioridad era alcanzar cierta medida de independencia financiera. Escuché el consejo, y les dejé saber a mis amigos y a los miembros de mi iglesia que estaba disponible para hacer cualquier tipo trabajo. Muy poco tiempo después, mi reciente amigo Kevin se me acercó después del culto y me dijo que él era gerente de producción y que había una vacante donde él trabajaba, y que yo podía tener ese empleo, si quería. Inmediatamente acepté la oferta, y sentí la necesidad de preguntarle acerca de la naturaleza del trabajo, a causa del consejo que había recibido. Lo único que pregunté fue dónde era el trabajo, cuándo podía comenzar y a qué hora tendía que estar alli
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