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El Señor oye y salva

“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:17).

Una y otra vez, Salmos pone de relieve la verdad de que el Señor soberano, quien creó y sostiene el Universo, también se revela como un Dios personal que inicia y mantiene una relación con su pueblo.

Dios está cerca de su pueblo y de su Creación, tanto en el Cielo como en la Tierra (Salmos 73:23, 25). Aunque “estableció en el cielo su trono” (Salmos 103:19) y “cabalga sobre las nubes” (Salmos 68:4), también “está cerca de todo el que lo invoca, del que lo invoca de veras” (Salmos 145:18). Los salmos sostienen invariablemente la verdad de que el Señor es el Dios vivo, que actúa en favor de quienes lo invocan (Salmos 55:16-22). Los salmos son significativos precisamente porque están motivados y dirigidos al Dios vivo, que escucha y responde a las oraciones.

Debemos recordar que la respuesta adecuada a la cercanía del Señor consiste en una vida de fe en él y de obediencia a sus mandamientos. Nada que no sea esta fe y esta obediencia será aceptable para él, como a menudo lo reveló la historia de Israel.

I. NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS

Lee Salmo 139:1 al 18. ¿Cómo describe poéticamente el poder (Salmos 139:1-6), la presencia (Salmos 139:7-12) y la bondad (Salmos 139:13-18) de Dios? ¿Qué dice la grandeza de Dios acerca de sus promesas?

¿Alguna vez quisiste ayudar a alguien, pero no tenías medios? Del mismo modo, algunos intentaron ayudarte, pero no comprendieron tus necesidades. A diferencia incluso de las personas más afectuosas y con las mejores intenciones, Dios nos conoce perfectamente y sabe quiénes somos, cuáles son nuestras circunstancias, y también cuáles son los medios para ayudarnos. Por eso, sus promesas de ayuda y liberación no son temas superficiales, sino certezas firmes.

El conocimiento que Dios tiene del salmista es tan grande y único que ni siquiera el vientre de su madre podría ocultarlo de Dios (Salmos 139:13, 15). El conocimiento divino abarca el tiempo (Salmos 139:2), el ser interior (Salmos 139:2, 4) y el espacio (Salmos 139:3): toda la existencia del salmista. El maravilloso conocimiento de Dios proviene del hecho de que él es el Creador y de su estrecha relación con las personas, y se manifiesta en su cuidado por ellas.

Esta maravillosa verdad de que Dios nos conoce íntimamente no debe asustarnos, sino impulsarnos a los brazos de Jesús por lo que él ha logrado por nosotros en la Cruz. Porque por la fe en Jesús se nos ha dado su justicia, “la justicia de Dios” mismo (Romanos 3:5, 21).

La presencia de Dios se pone de relieve al describir que Dios llega hasta el “sepulcro” (sheol) y las “tinieblas” (Salmos 139:8, 11, 12), lugares en los que Dios no suele habitar (Salmos 56:13). Su presencia también se representa como si tomara “las alas del alba” (este) para llegar “hasta el extremo del mar” (oeste) (Salmos 139:9). Estas imágenes transmiten la verdad de que no hay lugar en el Universo donde podamos estar fuera del alcance de Dios. Aunque Dios no forma parte del Universo, como algunos creen, está presente en él, pues no solamente lo ha creado, sino también lo sostiene (ver Hebreos 1:3).

Como aquel que sabe todo sobre nosotros, Dios puede ayudarnos y restaurarnos. El nuevo descubrimiento de su grandeza provoca en el salmista un estallido de alabanza y confianza renovada. Acoge el escrutinio divino como el medio que puede eliminar de su vida todo lo que perturba su relación con Dios.

Para algunos, el hecho de que Dios sepa tanto sobre ellos, incluso sus secretos más oscuros, puede ser un pensamiento bastante aterrador. ¿Por qué entonces el evangelio es nuestra única esperanza?

II. LA SEGURIDAD DEL CUIDADO DE DIOS

Lee Salmos 40:1 al 3; 50:15; 55:22; y 121. ¿Cómo interviene Dios en nuestros asuntos cotidianos?

El Señor se revela en las Escrituras como el Dios vivo que actúa en favor de quienes lo invocan. El salmista afirma: “Al Señor he puesto siempre ante mí” (Salmos 16:8). Por eso confía en Dios y lo invoca (Salmos 7:1; 9:10). El Señor lo escuchará incluso cuando clame desde lo “profundo” (Salmos 130:1, 2), dando a entender que ninguna circunstancia de la vida escapa al dominio soberano de Dios. Así, el clamor del salmista, aunque es urgente, nunca carece de esperanza.

Salmos 121, por su parte, celebra el poder del Creador en la vida del que es fiel. Este poder incluye:

(1) “No dejará que tu pie resbale” (Salmos 121:3). La imagen del “pie” a menudo describe el camino de la vida (Salmos 66:9; 119:105; Proverbios 3:23). La palabra hebrea para “resbalar” describe la seguridad que Dios da al mundo (Salmos 93:1) y a Sion (Salmos 125:1).

(2) La imagen del Señor como Guardián de Israel, que no se adormece ni duerme, pone de relieve la constante vigilancia y disposición del Señor para actuar en favor de sus hijos (Salmos 121:3, 4).

(3) El Señor es “tu sombra” (Salmos 121:5, 6), lo que evoca la columna de nube durante el Éxodo (Éxodo 13:21, 22). Del mismo modo, el Señor brinda refugio físico y espiritual a su pueblo.

(4) Dios está a tu diestra (Salmos 121:5). La mano derecha suele designar la mano más fuerte de una persona, la mano de la acción (Salmos 74:11; 89:13). Aquí transmite la cercanía y el favor de Dios (Salmos 16:8; 109:31; 110:5).

(5) La protección de Dios a su pueblo se confirma claramente en Salmos 121:6 al 8. Dios preservará a sus hijos de todo mal. Ni “el sol” ni “la luna” los afectarán. Dios preservará su “salida” y su “entrada”. Estas figuras poéticas subrayan el cuidado integral e incesante de Dios.

En resumidas cuentas, el salmista confiaba en el amoroso cuidado de Dios. Nosotros, por supuesto, deberíamos hacer lo mismo.

¿De qué manera práctica puedes experimentar mejor la realidad del cuidado de Dios? ¿Cómo puedes cooperar mejor con Dios para que él pueda obrar en ti y por ti?

III. EL SEÑOR ES REFUGIO EN LA ADVERSIDAD

Lee Salmos 17:7 al 9; 31:1 al 3; y 91:2 al 7. ¿Qué hace el salmista en tiempos difíciles?

El salmista se encuentra con diversos tipos de problemas y, en medio de ellos, se dirige al Señor, que es un refugio en toda adversidad. La confianza es la decisión deliberada de reconocer el señorío de Dios sobre nuestra vida bajo todas las circunstancias. Si la confianza no funciona en medio de la adversidad, entonces no funcionará en ninguna ocasión.

El testimonio del salmista: “Diré al Señor: ‘Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien confío’ ” (Salmos 91:2) surge de su experiencia pasada con Dios y ahora sirve para fortalecer su fe en el futuro. El salmista llama Altísimo y Todopoderoso a Dios (Salmos 91:1, 2), recordando la incomparable grandeza de su Dios.

El salmista también habla de la seguridad que podemos encontrar en Dios: el “abrigo” (o “escondite”), la “sombra” (Salmos 91:1), el “refugio”, la “fortaleza” (Salmos 91:2), las “alas”, el “escudo”, la “defensa” (Salmos 91:4) y la “habitación” (Salmos 91:9). Estas imágenes representan refugios seguros en la cultura del salmista. Basta pensar en el calor insoportable del sol en aquella parte del mundo para apreciar el abrigo (o la sombra), o recordar los tiempos de guerras en la historia de Israel para valorar la seguridad que brinda el escudo o la defensa.

Lee Salmos 17:8 y Mateo 23:37. ¿Qué imagen se utiliza aquí y qué revela?

Una de las metáforas más íntimas es la que se refiere a estar “bajo la sombra de tus alas” (Salmos 17:8; 57:1; 63:7). Esta metáfora produce consuelo y seguridad al señalar la protección de un ave madre. Se compara al Señor con un águila que protege a sus crías con sus alas (Éxodo 19:4; Deuteronomio 32:11) y con una gallina que junta a sus polluelos bajo las alas (Mateo 23:37).

No obstante, ¿cómo afrontamos los momentos en que la calamidad nos golpea y no podemos ver la protección del Señor? ¿Por qué estos traumas no significan que el Señor no está con nosotros?

¿Cómo se entienden estas situaciones y cómo pueden sucederle a la gente, incluso con todas las maravillosas promesas de Salmos respecto de la protección de Dios? Piensa también en esto: acaso el salmista, que escribió acerca de esas maravillosas promesas, ¿no sufrió adversidades o no conoció a personas fieles que también las sufrieron?

IV. DEFENSOR Y LIBERRTADOR

Lee 1 Corintios 10:1 al 4. ¿Cómo describe Pablo la historia del Éxodo? ¿Qué lección espiritual busca enseñar con ella?

Lee Salmos 114. ¿Cómo se describe poéticamente aquí la liberación divina del pueblo de Israel de Egipto?

En Salmos 114 se describe poéticamente la maravillosa liberación de los hijos de Dios de la esclavitud en Egipto. A lo largo de todo el Antiguo Testamento, e incluso en el Nuevo Testamento, la liberación de Egipto es considerada un símbolo del poder de Dios para salvar a su pueblo. Pablo, en estos versículos de Corintios, hace exactamente eso, al considerar toda la historia real como una metáfora, un símbolo de la salvación en Jesucristo.

Salmos 114 también describe la liberación divina mediante la soberanía de Dios como Creador sobre los poderes de la naturaleza, que fue la manera en que salvó a su pueblo en el Éxodo. El mar, el río Jordán, los montes y las colinas representan poéticamente los poderes naturales y los humanos que se oponían a Israel en su camino hacia la Tierra Prometida (Deuteronomio 1:44; Josué 3:14-17). Sin embargo, Dios es soberano sobre todos ellos.

Por cierto, para muchos de los hijos de Dios de todos los tiempos y los lugares, el camino hacia la Jerusalén celestial está plagado de peligros. Los salmos los animan a mirar más allá de las colinas, hacia el Creador del cielo y de la Tierra (Salmos 121:1).

El espíritu de Salmos 114 queda plasmado en el hecho de que Jesús calmó la tormenta del mar y proclamó que la iglesia no tiene nada que temer porque él ha vencido al mundo (Mateo 8:23-27; Juan 16:33).

Las grandes obras del Señor en favor de su pueblo deberían inspirar a toda la Tierra a temblar ante su presencia (Salmos 114:7). El temblor debe entenderse como reconocimiento y adoración más que como terror (Salmos 96:9; 99:1). Con Dios de su parte, los creyentes no tienen nada que temer.

¿Cuáles son algunos de los peligros espirituales a los que nos enfrentamos como creyentes, y cómo podemos aprender a apoyarnos en el poder del Señor para cuidarnos de no sucumbir a estos peligros, que son tan reales para nosotros ahora como lo fueron para el salmista?

V. AYUDA DESDE EL SANTUARIO

Lee Salmos 3:4; 14:7; 20:1 al 3; 27:5; 36:8; 61:4; y 68:5 y 35. ¿De dónde procede la ayuda en estos pasajes?

La figura del refugio y la ayuda espiritual y física aparece notablemente en el contexto del Santuario. El Santuario es un lugar de ayuda, de seguridad y de salvación. El Santuario da cobijo a los atribulados. Dios defiende a los huérfanos y a las viudas, y da fuerza a su pueblo desde su Santuario. Cuando “desde Sion, dechado de hermosura, resplandece Dios” (Salmos 50:2), se proclaman los justos juicios de Dios y surge la bendición del Señor (Salmos 84:4; 128:5; 134:3).

El refugio en el Santuario supera la seguridad que ofrece cualquier otro lugar del mundo, porque en el Santuario Dios habita en persona. La presencia de Dios, y no meramente el Templo como edificio firme, brinda seguridad. Del mismo modo, al ser el monte donde mora el Señor, el monte Sion supera a otros montes, aunque en sí mismo era una colina no muy grande ni elevada (Salmos 68:15, 16; Isaías 2:2).

“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15, 16).

¿En qué se parecen estos versículos a lo que describe el salmista acerca del Santuario?

La santidad del Santuario de Dios lleva al salmista a reconocer que toda la humanidad es pecadora y completamente indigna del favor de Dios, y afirma que la liberación se basa únicamente en la fidelidad y la gracia de Dios (Salmos 143:2, 9-12). No hay en nosotros nada que nos dé algún mérito delante de Dios. Únicamente cuando las personas mantienen una relación correcta con Dios mediante el arrepentimiento y la aceptación de su gracia y su perdón pueden invocar la garantía divina de liberación. El servicio del Santuario representaba la salvación que se encuentra en Jesús.

CONCLUSIÓN

¿Cómo podemos desarrollar una confianza incondicional en Dios en todas las circunstancias (por ejemplo, Salmos 91:14; 143:8, 10; 145:18-20)? ¿Qué puede hacernos perder esta confianza? ¿Por qué la confianza en Dios en los buenos momentos es crucial para aprender a confiar en él también en los malos ratos?

Lee Patriarcas y profetas, “Una noche de lucha”, pp. 173-180. ¿Qué podemos aprender, de la experiencia de Jacob, acerca del poder de la oración inoportuna y la confianza plena en Dios?

Los salmos fortalecen nuestra fe en Dios, quien es el Refugio inagotable para quienes confían su vida en sus poderosas manos. “Dios hará cosas maravillosas por los que confían en él. El motivo por el que los que profesan ser sus hijos no tienen más fuerza consiste en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no le dan al Señor ocasión de revelar su poder en favor de ellos. Él ayudará a sus hijos creyentes en toda emergencia, si ponen toda su confianza en él y lo obedecen fielmente” (PP, 467).

Sin embargo, algunos salmos pueden plantear un serio desafío cuando lo que prometen y nuestra situación actual no coinciden. En momentos así, solo tenemos que aprender a confiar en la bondad de Dios, revelada con mayor fuerza en la Cruz.

Además, a veces, algunos salmos pueden utilizarse para fomentar falsas esperanzas. La respuesta de Jesús al mal uso que Satanás hizo de Salmo 91:11 y 12 demuestra que no debemos confundir confiar en Dios con tentar a Dios (Mateo 4:5-7), ni pedirle presuntuosamente que haga algo que es contrario a su voluntad.

“Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la Omnipotencia” (PP, 201, 202).

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