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Jesús y la zaga del dragón - Más allá de las estrellas

"Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Apocalipsis 12:4, 5).


Materiales 

NECESARIOS

un cronómetro, un silbato (opcional), una lapicera, al- gunos pedazos de papel, cinta adhesiva, sillas en círculo y una sala con puerta.

PREPARACIÓN DEL AMBIENTE

Los participantes realizarán dos actividades relacionadas a la interpretación de mensajes y a la obediencia a un líder:

  1. La primera actividad se llama “Siga al maestro” y funciona así: se forma un círculo y se elige un líder entre los participantes, la primera vez. Él da una orden usando la expresión: “El maestro mandó...” y todos obedecen. Ejemplo: “El maestro mandó poner la mano izquierda en la cabeza”. Quien se equivoca sale del juego. El líder debe alternar la orden, a veces usando la expresión “El maestro mandó” y otras veces solo da la orden. Cuando los participantes obedecen sin esa expresión, quedarán fuera del juego. Ejemplo: “Salten en un solo pie”. Si no menciona la expresión “El maestro mandó”, no deben obedecer la orden. Jugar hasta completar la ronda.

  2. La segunda actividad consiste en hacer, individual- mente, lo que esté escrito en el papelito pegado con cinta adhesiva debajo del asiento de cada par- ticipante. Antes de comenzar la reunión, sin que nadie vea, el coordinador preparará por lo menos tres papelitos y los pondrá debajo de los asientos, con estas instrucciones:

  1. Haciendo un gesto bien exagerado, “escribe” en el aire, con letras grandes, cuál es tu comida favorita. El grupo intentará “leer” y entender las palabras. Si resultara muy fácil, haga esto en otro idioma o revele más cosas sobre usted (su color preferido, libro de cabecera, pasatiempo, etc.).

  2. Sin emitir sonido, pero moviendo la boca exagera- damente, “pronuncie” el nombre completo de tres personas bien cercanas a usted (familiares, colegas, amigos o conocidos). El grupo intentará leer sus labios y decir el nombre de la persona. Si ninguno acierta, entonces diga solo el primer nombre.

  3. Informe al grupo que usted representará, con mí- micas, la historia de un personaje bíblico. Haga todos los gestos y movimientos que usted crea ne- cesarios y espere para ver quién logra descubrir cuál es el personaje. El que acierta la respuesta será el próximo en hacer mímicas. El juego continuará hasta que todos hayan participado o hasta que el coordinador indique que el tiempo terminó.

ILUSTRACIÓN (OPCIONAL)

¿Y si no te quieres rendir?

El pastor Pavel Goya, cuya historia está relatada en el libro Un milagro tras otro (ACES), contó en una pre- sentación una experiencia por la cual pasó dentro de un avión. Con una agenda intensa, él estaba muy cansado al volver de un viaje largo. A pesar de que le gustaba


Conversar con las personas y de hablarles de Jesús, en esa ocasión él estaba tan cansado que le pidió a Dios que nadie se sentara a su lado en el avión, o que por lo menos tuviera la oportunidad de dormir sin que lo “molestaran”.

En un primer momento, la impresión que sintió fue de que la oración tuvo efecto contrario, pues quedó entre dos mujeres. Una de ellas, que estaba sentada al lado de la ventana, lloraba sin parar, y la otra estaba buscando conversación todo el tiempo.

Él insistió con Dios en la oración. “Señor, hoy estoy muy cansado. Por favor, discúlpame. Siempre hago lo que me pides, pero hoy estoy muy cansado. No quiero conversar”. Sin embargo, la situación no cambió en nada. Entonces, oró nuevamente pidiendo que el Señor lo ayudara a rendirse a la voluntad de Dios. Comenzó a dar atención a la señora que insistía en conversar. Por fin, terminó contando sobre su conversión como había aprendido a obedecer a Dios, habló de los milagros que Dios había realizado hasta entonces en su vida.

Cuando menos lo notó, la mujer que estaba llorando dejó de hacerlo y comenzó a escuchar y también a par- ticipar de la conversación. Él le obsequió el libro que contaba su historia. Como era un viaje largo, ella logró leer todo el libro durante el camino.

Cuando llegaron al aeropuerto ella le confesó a Pave Goya que estaba pensando quitarse la vida cuando lle- gara a casa. Pero que había cambiado de idea después de oír el testimonio y leer el contenido del libro. Dios había obrado un milagro más allí mismo. Y todo porque alguien decidió someterse a la voluntad del Maestro.

APLICACIÓN Y TRANSICIÓN

En nuestra lucha diaria, a veces intentamos entender quién es Dios y qué quiere de nosotros. Pero, cuando nos colocamos por entero en sus manos, él se nos revela de una forma muy especial haciendo que tengamos una experiencia de fe con él.

El dragón y la antigua superpotencia

Leer Apocalipsis 12:1-6. Hoy estudiaremos otras dos profecías de tiempo, pero un poco menores que las de las 2.300 tardes y mañanas o días/años proféticos. Solo para recordar, los 2.300 años comienzan con la recons- trucción de Jerusalén en el 457 a.C., al fin del cautive- rio babilónico, y terminan cuando Jesús pasa del Lugar Santo al Santísimo en el Santuario celestial, en 1844 d.C. Bien, las dos profecías de hoy están dentro de esa profecía mayor, de los 2.300 años. La primera tiene que ver con el período de 1.200 días proféticos durante los cuales la iglesia verdadera de Dios, representada por una mujer vestida de blanco, es perseguida por un dragón.

¿Y quién es el dragón? La respuesta está en Apocalipsis 12:9. El gran dragón es la antigua serpiente, también conocida como diablo y Satanás. Entre otras palabras, el dragón es el enemigo del Señor. El niño es Jesús, el Li- bertador. El texto que leemos dice que el niño persegui- do por el dragón reinaría con un cetro de hierro, o sea, que sería un rey. Aunque había nacido en un establo y en una familia humilde, Jesús fue tratado como rey por los sabios de Oriente (Mat. 2:1, 2), hombres que estudiaban y conocían bien las profecías bíblicas. Antes de morir, Jesús declaró que su reino no era de este mundo, sino un reino eterno. Pero la mujer mencionada en Apocalipsis 12, no puede ser María, porque María no vivió 1.260 años, como la mujer descrita en el texto. Esa mujer re- presenta al pueblo de Dios a través de los siglos.

¿Qué sucede en la historia? El dragón intenta matar al niño Jesús. El dragón, por lo tanto, no solo representa al diablo; representa también a la nación o imperio que el enemigo usa para hacer lo que él quiere. En ese caso, el dragón usó a Roma para perseguir y matar a Jesús. Por lo tanto, Roma es la superpotencia mundial de la historia de hoy. En efecto, durante varios siglos, Roma dominó tanto el Occidente como parte del Oriente.

Vean esta explicación de Elena de White: “El dragón que trató de destruir a Cristo cuando nació, es Satanás (Apoc. 12:9); fue él quien impulsó a Herodes a procurar la muerte del Salvador [Mat. 2:13-23]. Pero el principal agente de Satanás, al guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos del cristianismo, fue el Im- perio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Por lo tanto, este dragón también representa, en sentido secundario, a la Roma pagana” (Los rescatados, p. 222).

PRESTEN ATENCIÓN: con todas esas características presentadas por la Biblia, es difícil creer que el dragón es un ser buenito y amigo, aunque esté representado en algunos entretenimientos.

pesar de la importancia de esa profecía, existe otra todavía más importante, porque es la que predice el año del bautismo y la muerte de Jesús. Es una de las profecías más poderosas y convincentes del Antiguo Testamento para entender que Jesu- cristo, en realidad, es el Mesías, el Libertador prometido a Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y otros patriarcas bíblicos. Se trata de la profecía de las 70 semanas, que aparece en Daniel capítulo 8, y es parte de la explicación que el ángel Gabriel dio al profeta en Daniel 9.

Recordemos que en esa época los israelitas estaban cautivos en Babilonia, y los 70 años previstos por Jeremías estaban por terminar (Jer. 25:11; 29:10). Daniel entonces oró a Dios suplicando la liberación de Israel (Dan. 9:1-19). En respuesta, Dios envió al ángel Gabriel para explicarle la visión (Dan 9:24-27). El ángel le dijo a Daniel que, dentro de un período de 70 semanas proféticas (o sea, 490 años), muchas cosas ocurrieron en la historia del pueblo judío y en Jerusalén. Puede parecer difícil de comprender.


Cuanod María dio a luz en Belén vinieron unos sabios de Oriente, por ser estudiosos de las profecías tenían conoci- miento de que había nacido el Salvador. Pero en Israel ni el sacerdote que lo presentó como bebé en el templo fue capaz de reconocerlo (Luc. 2: 22-35). Vea lo que dice aquí en Juan 1:10-12 acerca de Jesús “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.

Si ustedes hubieran estado en Tierra Santa en los siete últimos años de la profecía de las 70 semanas, hubieran visto los muchos milagros de Jesús, escuchado sus men- sajes y aprendido sus enseñanzas. Hubieran notado que era diferente a cualquier otro que haya pisado la tierra. Entendiendo o no las profecías, hubieran notado que él tenía algo especial. Lo más probable es que se hubieran convencido de que él era el Hijo de Dios, el Mesías.

Eso fue lo que ocurrió con María de Magdala. Ella no tenía dudas de que Jesús era el Mesías, por eso, con la intención de homenajear a Jesús, fue hasta el lugar del banquete que Simón, el fariseo, había preparado para Jesús, sus discípulos, Lázaro y otros invitados. Hay algunos detalles interesantes involucrados en esta his- toria. Uno de ellos es que Simón de Betania se conside- raba un discípulo de Jesús. No era fácil para los fariseos admitir eso públicamente. El problema es que Simón hasta reconocía a Jesús como Maestro y esperaba que él fuera el Mesías, pero todavía no lo había aceptado como Salvador.

Observen en la historia de Simón que, el hacer de Jesús un invitado de honor, no garantiza la entrega de su co- razón a él.

En esa semana de Pascua, los judíos de todas partes se habían aglomerado en Jerusalén. Había gran agitación en la ciudad. Cristo y su misión estaban atrayendo más aten- ción que nunca. Los que habían ido a la fiesta de la Pascua observaban atentamente los movimientos de Cristo, y al- gunos lo hacían con ojos hostiles, o sea, desconfiando de quién era Jesús y de cuáles serían sus intenciones.

Los líderes judíos notaban que, desde la resurrección de Lázaro, la simpatía del pueblo hacia Jesús había aumen- tado tanto que sería peligroso hacer algo contra él abier- tamente. Por eso, las autoridades decidieron prenderlo en secreto y juzgarlo lo más silenciosamente posible. Ese era el plan para destruir a Jesús.

Pero, mientras Lázaro estuviera vivo, los sacerdotes y ra- binos sabían que no sería nada fácil. La propia existen- cia de un hombre que había estado muerto por cuatro días y había resucitado por la palabra de Jesús, tarde o temprano causaría una reacción. El pueblo se vengaría

de sus guías si llegaban a quitarle la vida a quien había realizado ese increíble milagro. Por lo tanto, el Sanedrín decidió que Lázaro también debería morir. La envidia y el prejuicio de esos hombres llegaron a ese punto. El odio y la incredulidad de los líderes judíos había crecido hasta que se propusieron quitarle la vida a una persona a quien Dios había librado de las garras de la sepultura.

Mientras ellos tramaban todo eso en Jerusalén, Jesús y sus amigos estaban invitados a la fiesta en la casa de Simón. Como invitado de honor, Jesús ocupaba un lugar especial en la mesa. De un lado estaba Simón, el anfitrión, que tenía un motivo especial para homena- jear a Jesús. Él se sentía muy agradecido porque Jesús lo había sanado de la lepra. Del otro lado, estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de los muertos.

Como de costumbre, Marta, la hermana de Lázaro, estaba sirviendo a los invitados. Pero María, la otra her- mana, escuchaba atentamente las enseñanzas de Jesús. En su misericordia, Jesús había perdonado los pecados de María y resucitado a su querido hermano. Como re- sultado, María estaba muy agradecida. Ella había oído hablar de que la muerte de Jesús se acercaba y en su pro- fundo amor y tristeza deseaba honrarlo. Haciendo un gran sacrificio, María compró un frasco de alabastro, que es un tipo de piedra, con un perfume muy caro, llama- do nardo (Juan 12:3). Su intención era ungir el cuerpo de Jesús con ese perfume. Sin embargo, ahora muchos decían que él iba a ser coronado rey. Su pesar se trans- formó en alegría y ella quiso ser la primera en honrar a su Señor. Rompió el frasco de ese aceite aromático y derramó el perfume sobre la cabeza y los pies de Jesús. Arrodillada, mientras lloraba, los mojaba con sus lágri- mas y los enjuagaba con sus cabellos largos.

Ella no quería ser notada, pero el aroma del perfume llenó la sala y reveló lo que había hecho. Judas la miró con cara de reprobación. En vez de esperar para ver qué diría Cristo sobre el asunto, él comenzó a murmurar las recriminaciones para que los más cercanos oyeran y cri- ticó a Jesús por tolerar ese desperdicio.

María no podía entender todo el significado de su acto de amor. Ella oyó los comentarios negativos que hicieron, pero no pudo responder a sus acusadores. No sabría expli- car por qué había elegido esa ocasión para ungir a Jesús. El Espíritu Santo había planeado eso, y ella solo se dejó guiar por él. Cristo entonces le explicó a María el significado de su acto, y ella debe haber quedado impresionada.

Jesús dijo que “se levantarían y caerían los reinos; los nombres de los monarcas y conquistadores serían olvi- dados; pero la acción de esta mujer sería inmortalizada en las páginas de la historia sagrada. Hasta que el tiempo no fuera más, aquel vaso de alabastro contaría la historia


del abundante amor de Dios para con la especie caída” (El Deseado de todas las gentes, p. 515).

Esa historia de la Biblia ilustra por lo menos tres actitu- des humanas ante la persona de Jesús.

La primera está ilustrada por la acción de Simón, el fa- riseo. Él creía en Jesús como Mesías, no como Salvador. No sentía la necesidad de tener un Salvador. Sus ojos esta- ban dirigidos al pasado. Él había recibido lo que quería de Dios, la sanidad de la lepra, pero todavía no había entre- gado lo que el Señor quería de él: el corazón traicionero, lleno de orgullo y prejuicio. Todavía no había pasado por la experiencia de la conversión. Tenía mucha teoría sobre Dios, pero había avanzado poco en su relación con él.

La segunda actitud está ilustrada por Judas Iscariote. La mirada de Judas estaba atenta al futuro. Él seguía a Jesús no por gratitud, como Simón, sino por interés. También veía a Jesús como Mesías, libertador y futuro rey, pero no como Salvador. Y, obviamente, quería ser uno de los mi- nistros del nuevo reino. Era metódico y calculador. Estaba en la iglesia para ofrecer su tiempo, sus talentos y para dar su opinión; no estaba allí para aprender de Jesús.

La tercera y última actitud es la María. Ella quería honrar a Jesús entregándose por completo. Para ella, que el perfume lo ungiera para la sepultura o lo ungiera para el trono no era importante, lo importante era que ella estuviera en la presencia del Señor, entregándole su vida a él. Jesús era su Salvador. Si él, en algún momento, venía a ser un mártir o un héroe, para María eso no era lo principal. Lo principal era disfrutar de la presencia y de las enseñanzas del Salvador.

Por lo tanto, hoy les pregunto: en su opinión, ¿qué es lo más importante que hay en la persona de Jesús? ¿Es el hecho de que cumple exactamente ciertas profecías reveladas cientos de años antes de que naciera? ¿Es el hecho de que él puede sanar, resucitar, restaurar y bendecir? ¿Es el hecho de que él tiene el poder para perdonar sus pecados y ofrecerles vida eterna? ¿Qué les atrae de Jesús? ¿Qué significa para ustedes seguir a Jesús? Al final, ¿qué es ser un discípulo de Jesús? ¿Simón el fariseo y Judas Iscariote eran realmente seguidores de Jesús?

LLAMADO

¿Les gustaría por la fe aceptar a Jesús como Salvador per- sonal y Redentor? O sea, ¿quieren recibirlo como el que perdona sus pecados y les da la gracia del Cielo que uste- des no merecen? ¿Les gustaría escuchar de Jesús palabras de aprobación por la entrega, decisión y coraje en seguir- lo, aun cuando a su alrededor haya burladores y críticos? ¿Desean vencer al dragón con sus aliados y ser parte del “Israel espiritual” que Dios llamó para servirlo? En vez de rechazar a Jesús y crucificarlo por falta de fe, ¿les gustaría decir en alta voz Señor, acepto tu sacrificio en la cruz por mí y quiero ser un fiel discípulo tuyo? Oremos.

ANUNCIO

En el próximo tema veremos como a través de los siglos, en Europa, Dios usó diferentes personas para proclamar el mensaje de salvación, en oposición a los engaños que desviaban la atención del pueblo de la verdad bíblica. Aprenderemos sobre Lutero y otros cristianos fieles que dieron la vida por lo que creían y para mantener a Cristo en el centro de la doctrina de la iglesia.


Hora DE LLAMAR LA ATENCIÓN

(hashtags #Jesuseomessias #AdolescentesDSA)

Para que otras personas aprendan un poco sobre el tema de hoy, elijan una de las siguientes op- ciones y posten en alguna red social lo que hagan:

  1. Un video de 30 segundos un poco más, con su voz y/o imagen, explicando a las personas “que, de acuerdo con el Antiguo Testamento, Jesús es el Mesías”.

  2. Videos cortos o fotos bien interesantes y divertidas de las personas alegres participando de la actividad de la preparación del ambiente para el Tema 5.

  3. Una lista de buenos argumentos (en forma de dibujo, infográfico, audio, video, grabación, etc.) para aceptar a Jesús como Salvador personal.

  4. Una videollamada o visita a una persona, para orar con ella, ayudarla en una tarea, leerle algo y/u ofrecerle aliento espiritual.

  5. El registro escrito o audiovisual del testimonio de alguien que haya tenido una experiencia fuerte de encuentro espiritual con Jesús y su Palabra. 

 

 


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