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Los Crisoles venideros - En el Crisol con Cristo

"Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12, 13).

En los laboratorios de química, a menudo se colocan varios materiales en un recipiente pequeño y se calientan a temperaturas extremas. A medida que el recipiente se calienta, los materiales se derriten, chisporrotean, saltan o arden intensamente, según de qué estén hechos. El recipiente se llama crisol.

El diccionario define crisol como (1) recipiente que se utiliza para derretir una sustancia que requiere una temperatura muy elevada; (2) prueba difícil; (3) lugar o situación en el que interactúa una concentración de fuerzas para causar o influir en el cambio o desarrollo.

Estas definiciones también nos dan una idea práctica de lo que sucede en nuestra vida espiritual. Esta semana resaltaremos algunas razones por las que de repente podemos encontrarnos bajo presión y experimentar pruebas en ámbitos en que las circunstancias nos hacen cambiar, desarrollar y crecer en carácter. Esto nos ayudará a ser conscientes de lo que Dios está haciendo en nuestra vida, para que cuando entremos en un crisol tengamos una idea de cómo responder.

¿Cuáles son las causas de los momentos difíciles que experimentamos a lo largo de la vida?

I. SORPRESAS

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12).

Las sorpresas, y especialmente las dolorosas, pueden llegar de muchas formas. Un automóvil que vira bruscamente en la carretera y se te cruza por delante. Una notificación repentina de que perdiste el trabajo. El resultado de un examen médico con malas noticias inesperadas. La traición de alguien a quien amabas y creías que te amaba. El dolor puede ser intenso, pero el elemento sorpresa siempre lo empeora.

Esta semana veremos algunos tipos específicos de situaciones dolorosas o crisoles que no deberían tomarnos por sorpresa.

Para empezar, volvamos a 1 Pedro 4:12. La palabra griega para “sorprendáis”, en 1 Pedro 4:12, significa ser “extraño” o “extranjero”. Pedro insta a sus lectores a no caer en la trampa de creer que las pruebas de fuego son ajenas a la experiencia cristiana; al contrario, debemos considerarlas normales: son de esperar.

La palabra usada para “fuego de prueba”, o “prueba de fuego” (RVC), proviene de otra palabra griega, y significa “quemadura”. En otros lugares se traduce como “horno”. Por ende, esta experiencia de sufrir por nuestra fe podría considerarse un “proceso de fundición”, el proceso del crisol.

A muchos el sufrimiento nos sorprende porque en muchos casos tenemos una visión demasiado simplista de la vida cristiana. Sabemos que hay dos bandos: Dios, que es bueno; y Satanás, que es malo. Pero a menudo automáticamente ponemos todo lo que está bien en la casilla de Dios, y todo lo que está mal en la casilla de Satanás. Pero la vida no es tan sencilla. No podemos usar nuestros sentimientos para decidir qué hay en las casillas de Dios y de Satanás. A veces, caminar con Dios puede ser desafiante y difícil. Y seguir a Satanás podría parecer que trae grandes recompensas. Job, que era justo pero sufría, ilustra esto cuando preguntó a Dios: “¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aun crecen en riquezas?” (Job 21:7).

II. LOS CRISOLES DE SATANÁS

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

¿Alguna vez viste a un león hambriento? Es impresionante, porque sabes que puede atrapar y comer casi cualquier cosa que quiera. Pedro dice que Satanás merodea de la misma manera. Cuando miramos a nuestro alrededor, podemos ver las consecuencias de su deseo de matar. La muerte, el sufrimiento, la tergiversación y la perversión de la moral y los valores están por todas partes. No podemos evitar ver la obra de Satanás.

¿Cómo deberían reaccionar los cristianos ante el asecho de Satanás?

Pedro escribe estas palabras en el contexto de cómo responder a los ataques de Satanás en contra de la fe cristiana. Pero, como ya mencionamos, Satanás actúa de muchas formas diferentes. Y, aunque debemos ser conscientes de la realidad y el poder de nuestro enemigo, nunca debemos desanimarnos, porque siempre debemos recordar que Jesús ha vencido a Satanás; que Satanás es un enemigo derrotado; y que mientras estemos conectados con Jesús, mientras nos aferremos a él con fe, tampoco nos podrá derrotar a nosotros. Gracias a la Cruz, la victoria de Cristo es nuestra.

III. LOS CRISOLES DEL PECADO

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18).

Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Si te paras al rayo del sol con un helado, sin duda se derretirá. Causa y efecto siempre van de la mano. Y, por más que queramos que las cosas sean diferentes, con el pecado ocurre lo mismo: siempre trae consecuencias. No es que Dios esté en el cielo de brazos cruzados preguntándose qué cosas terribles podría hacerles a quienes pecan; no, el pecado en sí conlleva sus consecuencias inherentes.

El problema es que muchas veces pensamos que de alguna manera podemos ser más listos que Dios y pecar sin experimentar las consecuencias. Nunca es así. Pablo deja bien en claro que el pecado tiene consecuencias, no solo para la Eternidad; también produce consecuencias dolorosas y angustiantes en la actualidad.

Un par de versículos antes, Pablo describe estas consecuencias como la “ira de Dios” (Rom. 1:18). La ira de Dios, en este pasaje, simplemente denota que Dios permite que la humanidad coseche lo que siembra. Aun con respecto a los cristianos, Dios no siempre interviene de inmediato para eliminar el dolor ocasionado por nuestras propias acciones. Muchas veces nos permite experimentar las consecuencias de nuestros actos a fin de que entendamos cuán profundamente dañino y ofensivo es nuestro pecado.

Hemos considerado las consecuencias de transgredir las leyes morales de Dios. Y ¿qué decir de quebrantar las leyes de salud de Dios? Nuestro cuerpo es el hogar de Dios. Si abusamos de nuestro cuerpo al no comer de manera saludable o al no hacer ejercicio, o si trabajamos en exceso con regularidad, esto también es pecar contra Dios, y tiene consecuencias que pueden crear las condiciones de un crisol.

IV. LOS CRISOLES DE PURIFICACIÓN

“Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo?” (Jeremías 9:7).

“Si el Espíritu de Dios trae a tu mente una palabra del Señor que te hiere, puedes estar seguro de que hay algo en ti que él quiere herir hasta que muera” (O. Chambers, My Utmost for His Highest, p. 271).

¿Cuál es tu experiencia con los dolores que implica el proceso de purificación?

El refinamiento y la prueba de Dios entrañaron una acción drástica. Probablemente haya tres razones por las cuales refinar y probar puede asemejarse a un crisol. 

En primer lugar, experimentamos dolor cuando Dios permite que las circunstancias llamen nuestra atención sobre nuestro pecado. Un poco antes, Jeremías escribe con tristeza: “Los fuelles soplan con furor, y el plomo se derrite en el fuego, pero los malvados no se purifican; ¡de nada sirve que se les refine!” (Jeremías 6:29, NVI). Por lo tanto, ocasionalmente se necesita una acción drástica para llamar nuestra atención. 
En segundo lugar, experimentamos angustia cuando sentimos dolor por el pecado que ahora vemos claramente. 
En tercer lugar, experimentamos frustración cuando intentamos vivir de manera diferente. Puede ser bastante incómodo y difícil seguir eligiendo renunciar a las cosas que han sido una parte tan importante de nosotros.

Piensa en los pecados con los que luchas. Si Dios te refinara y te probara hoy, ¿cómo lo haría? ¿Qué medidas podrías tomar ahora para resolver esto antes de que Dios decida tomar medidas drásticas contigo, como lo hizo con Israel?

V. LOS CRISOLES DE LA MADUREZ

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera” (2 Corintios 12:7).

Hay una gran diferencia entre cortar y podar. Cortamos las plantas que ya no queremos; podamos las plantas que queremos que desarrollen una mayor productividad. Sin embargo, ambos procesos implican una herramienta afilada. Por cierto, la poda requiere cortar partes de la planta que, a criterio de un jardinero novato, sería como destruirla. En un contexto espiritual, Bruce Wilkinson escribe: “¿Oras por las bendiciones sobreabundantes de Dios y suplicas que él te haga más semejante a su Hijo? “Si tu respuesta es sí, entonces estás pidiendo las tijeras” (B. Wilkinson, Secrets of the Vine, p. 60).

Muchos se preguntan qué quiso decir Pablo con “un aguijón en mi carne” (2 Corintios 12:7). Las ideas son muy variadas: desde que Pablo sufría ataques constantes de sus enemigos hasta que tenía dificultades para hablar. En realidad, parece que tenía problemas oculares (ver Comentarios de Elena de White, 6CBA, 1107). Curiosamente, Pablo creía que su “aguijón” le “fue dado”.

Fíjate que el “aguijón” de Pablo tenía un propósito determinado: “Para que no me enaltezca sobremanera” (2 Corintios 12:7). No fue por ningún pecado específico que hubiese cometido, sino para evitar que pecara en el futuro. Pablo reconoció que por naturaleza tenía una debilidad para pecar, y que este “aguijón” podía protegerlo.

CONCLUSIÓN

“El que lee los corazones de los hombres conoce sus caracteres mejor que ellos mismos. Él ve que algunos tienen facultades y aptitudes que, bien dirigidas, pueden ser aprovechadas en el adelanto de la obra de Dios. En su providencia, los coloca en diferentes situaciones y variadas circunstancias para que descubran en su carácter los defectos que permanecían ocultos a su conocimiento. Les da oportunidad para enmendar esos defectos y prepararse para servirlo. Muchas veces permite que los fuegos de la aflicción los asalten para que puedan ser purificados” (MC, 373).

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