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Victoria definitiva - Esperanza para un mundo en crisis

En las Olimpíadas de 1968, una hora después que el vencedor de la maratón cruzara la línea de llegada, el tanzano John Stephen Akhwari también cruzó la marca de la línea de llegada rengueando, lastimado por una caída al comienzo de la carrera. Cuando se le preguntó por qué no desistió, dijo: “Mi país no me envió a 7.000 millas de distancia para comenzar la carrera. Mi país me envió para terminarla”.

No es difícil comenzar una maratón. La mayoría de las personas logra dar los primeros diez pasos, pero terminar es otra cosa. Pero todavía falta una conquista más: terminar teniendo fuerzas. Una de las decla- raciones más poderosas sobre esto está en las palabras finales del apóstol Pablo registradas en 2 Timoteo 4:6-8. Leamos para intentar entender el pequeño contexto de 2 Timoteo que nos ayudará a comprender el significado de este pasaje.

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

EL CONTEXTO DE 2 TIMOTEO

El libro 2 Timoteo es la última carta de Pablo, fue escrita desde la prisión en Roma poco antes de su muerte en algún período entre los años 64 y 66 d.C. Es su última voluntad y testamento, escrito para animar a su joven pupilo Timoteo a continuar fuerte en su ministerio pastoral/evangélico. Esta fue la se- gunda vez que Pablo estuvo en prisión en Roma. Estuvo preso anteriormente en el 63 d.C. y nuevamente en el año 66 d.C. Su prisión anterior fue una prisión domiciliaria, en la cual todavía tuvo la oportunidad de compartir su fe. Esta vez, estaba encadenado a un soldado romano en una celda oscura, húmeda y sucia. La mayoría de los estudiosos cree que fue mantenido en la prisión Mamertina. Recientemente he visitado la prisión Mamertina, y no es el tipo de lugar donde a nadie le gustaría pasar mucho tiempo. El objetivo de aquellas celdas era mantener al prisionero solo por un corto período de tiempo. No importa cuán corta fuera la sentencia, los suficientemente desafortunados como para terminar allá eran recibidos por el ambiente más horrible. Las condiciones en esas mazamorras eran más semejantes a un tanque de aguas residuales que a una celda de prisión. La prisión Mamertina no fue la excepción. Las personas sim- plemente eran arrojadas en las celdas y olvidadas mientras esperaban su ejecución; a veces, las personas morían de hambre mucho antes de que sus sentencias se cumplieran.

¿Por qué Pablo terminó preso en una mazmorra como esa? ¿Por qué fue prisionero allá? En el gran in- cendio romano del año 64 d.C., diez de sus catorce distritos fueron totalmente quemados o severamente damnificados. Nerón culpó a los cristianos por la destrucción de la ciudad y siguieron persecuciones fe- roces.

El historiador romano Tácito escribió sobre la cruel persecución a los cristianos por parte de Nerón, quien los acusó de incendiar Roma en el 64 d.C. “Por lo tanto, primero fueron presos los que confesa- ron [ser cristianos] [...] Además de ser condenados a la muerte, ellos fueron transformados en objetos de diversión; fueron vestidos con pieles de animales y dilacerados hasta la muerte por animales; otros fueron crucificados, otros incendiados para iluminar la noche cuando faltaba luz del día”.

PABLO ANTE NERÓN

Cuando Pablo finalmente fue convocado a comparecer delante el emperador Nerón para el juicio, fue con la perspectiva de la muerte segura. La gravedad del crimen por el cual se lo acusaba, la sedición contra el gobierno romano y el odio de los romanos contra los judíos realmente dejaron a Pablo con pocas posibilidades de liberación. En aquella época, Nerón tenía treinta y pocos años y Pablo sesenta y pocos. Nerón era un político astuto, un líder despótico cruel y un playboy inmoral, degradado y fiestero. Pablo era un devoto seguidor de Cristo, evangelista, pastor, plantador de iglesias y misionero internacional.

EL CONTRASTE ENTRE NERÓN Y PABLO

Imagínese a Pablo ante Nerón, ¡qué contraste impresionante! El monarca orgulloso y arrogante delante del cual el hombre de Dios debería responder por su fe había alcanzado el auge del poder, autoridad y riqueza terrenales, así como también las profundidades del crimen y de la iniquidad. En poder y grandeza, permaneció inigualable. No había nadie que cuestionara su autoridad, nadie resistiera su voluntad. Los reyes colocaron sus coronas a sus pies. Ejércitos poderosos marcharon bajo su comando y las naves romanas navegaron a playas distantes solo por sus órdenes. Su estatua fue levantada en los corredores de la justicia, y los decretos de los senadores y las decisiones de los jueces eran el eco de su voluntad. Millones se inclinaban en obediencia a sus órdenes. El nombre de Nerón hacía temblar al mundo. Incurrir en su desagrado era perder propiedad, libertad, vida, y su ceño fruncido era más temido que una peste.

El rostro del emperador tenía el registro vergonzoso de las pasiones que se arraigaron por dentro; el rostro del apóstol acusado hablaba de un corazón en paz con Dios.

La vasta sala del tribunal estaba apiñada por una multitud ansiosa e inquieta que se aglomeraba y se apretaba al frente para ver y oír todo lo que sucedería. Los altos y bajos estaban allá, los ricos y los pobres, los eruditos y los ignorantes, los orgullosos y los humildes, los ignorantes del evangelio de Cristo.

Las personas y los jueces miraban sorprendidos a Pablo. Habían estado presentes en muchos juicios y vieron a muchos criminales, pero nunca habían visto a un hombre con una apariencia de calma tan santa como el prisionero que estaba ante ellos. Los ojos penetrantes de los jueces, acostumbrados a leer el semblante de los prisioneros, escrutaban el rostro de Pablo en vano en busca de alguna evidencia de culpa. Cuando se le permitió hablar en su propio nombre, todos escucharon con gran interés.

EL PODEROSO LLAMADO DE PABLO EN EL TRIBUNAL DE NERÓN

Una vez más Pablo aprovechó la oportunidad para levantar ante una multitud la maravillosa bandera de la cruz. Al contemplar la multitud frente a él, judíos griegos romanos, y extranjeros de muchas tierras, su alma fue movida por un deseo intenso por su salvación. Puedo imaginar que, con más que elocuencia humana, Pablo presentó las verdades del evangelio. Señaló a sus oyentes el sacrificio hecho a favor de la raza caída. Declaró que fue pagado un precio infinito por la redención del hombre.

El apóstol era fiel entre los infieles, leal entre los desleales, era el representante de Dios, y su voz era como la voz del Cielo. No había miedo, ni tristeza, ni desánimo en palabras o miradas.

Sus palabras fueron como un grito de victoria por encima del rugido de la batalla. Él declaró la causa a la cual dedicó su vida como la única causa que nunca puede fallar. Aunque él pudiera perecer, el evangelio nunca perecería. Dios vive, su verdad triunfará.

La verdad, clara y convincente, derrotó el error. La luz brilló en las mentes de muchos. Las verdades expresadas ese día estaban destinadas a conmover a las naciones y se extenderían a lo largo de los siglos, influenciando el corazón de los hombres cuando los labios que las habían pronunciado se silenciaran en la sepultura de un mártir.

Nerón nunca había oído la verdad como la oyó en esa ocasión. La luz del Cielo perforó las cámaras contaminadas por el pecado de su alma, y se estremeció de terror al pensar en el juicio final.

Por un momento el Cielo fue abierto para el culpable e insensible Nerón, y su paz y pureza parecían deseables, pero él estranguló los impulsos del Espíritu en su corazón endurecido.

“Después mandó que volviesen a llevar a Pablo a la mazmorra; y al cerrarse la puerta tras el mensajero de Dios, se cerró para siempre al emperador de Roma la puerta del arrepentimiento. Ya ningún rayo de luz del cielo había de penetrar las tinieblas que le rodeaban. Pronto iba a sufrir los juicios retributivos de Dios” (HAp, 395).

Eventualmente, el infeliz tirano terminó con su vida por sus propias manos. Murió a la edad de treinta y dos años.

Antes de su trágico suicidio, Nerón sentenció a Pablo a muerte por decapitación. Fue aquí en la prisión Mamertina, esperando la ejecución que el anciano apóstol escribió sus palabras finales a Timoteo.

Las palabras finales del apóstol Pablo: 2 Timoteo 4:6-8

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano [...]”

Una traducción literal de este pasaje dice: “Estoy siendo derramado como una ofrenda de libación”. La ofrenda de libación era una ofrenda de vino, derramado en la fuente del altar del sacrificio, como el último acto de servicio sacrificial en el patio. En Génesis 35 versículo 14, Jacob levantó una columna en el lugar en que se había encontrado con Dios y derramó una ofrenda de libación sobre ella. En Éxodo 29, los sacerdotes ofrecían una ofrenda de libación al final del servicio sacrificial de una ofrenda de carnero. Esta representaba la vida de Cristo derramada por nosotros en la cruz. Así como la vida de Jesús fue derramada en la cruz del Calvario en amor abnegado, siguiendo los pasos de su Maestro, el apóstol Pablo derramó su vida en servicio y amor abnegado. Su muerte fue su acto final de compromiso con Cristo que había dado tanto por él. La vida de Cristo no fue perdida en la cruz, sino dada o derramada en sacrificio por nosotros.

A lo largo de sus escritos, el apóstol nos exhorta a dar nuestras vidas en amor abnegado.

Durante la primera vez que estuvo en prisión, el apóstol también usó esa misma expresión de una vida siendo derramada en amor abnegado.

Leamos Filipenses 2:16, 17

“[...] asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”.

La vida de Pablo, como la vida de su Maestro, fue derramada en servicio amoroso a los demás. Hay una imagen fascinante de un toro parado entre un altar y un arado con la inscripción “Listo para cualquiera de los dos”.

Abra su Biblia en Romanos 12:1, 2. El apóstol capta ese pensamiento también aquí:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos [su- mata, la suma colectiva de quien es uno, cuerpo, mente, emociones]en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional [un acto de adoración inteligente]”.

Cualquier vida enfocada especialmente en sí mismo, restringida a los confines claustrofóbicos de su propia pequeñez es una vida muy pequeña. El apóstol Pablo nos llama a la grandeza, la sublime grandeza de una vida comprometida con el servicio, dedicada a bendecir a otros. Él nos llama a mirar más allá de nuestras propias heridas, tristeza y dolor para tocar a otra persona con la gracia de Dios. Él nos llama de la mezquindad de nuestros pequeños mundos hechos por nosotros mismos para la amplitud del mundo que él vino a redimir. Así como la ofrenda de libación fue derramada como un sacrificio en el suelo, en- tonces la vida de Pablo fue derramada como un sacrificio en el servicio de Cristo. Existen cosas en la vida que podemos querer hacer y que son legítimas en sí mismas, pero no las haremos para tener más tiempo para hacer avanzar la causa de Dios. Hay algunos placeres que no buscaremos por causa de Cristo. Hay algunos lugares a los cuales podemos haber ido, pero no iremos debido a nuestro compromiso en el ser- vicio de Cristo. Existen cosas que podríamos comprar, pero optamos por no comprarlas y sacrificarlas por el avance de la causa de Cristo.

Cuando usted derrama su vida por amor a Cristo, no la está desperdiciando, está haciendo una in- versión. Todos damos nuestra vida por algo. Algunas personas derraman su vida en su trabajo. Algunas personas derraman su vida en los deportes. Algunas personas derraman su vida en los placeres y entretenimientos. Algunas personas dedican su vida a buscar en los medios digitales cosas que absorben, entorpecen y nublan la mente. El tiempo está pasando, todos estamos derramando nuestra vida por algo. Un día desaparece y viene el siguiente. Una semana pasa rápidamente para el próximo mes, y el próximo año y pronto pasan las décadas. ¿Usted está derramando su vida por algo que vale la pena? El apóstol Pablo derramó su vida por Cristo y por el avance de su reino.

Algunas personas dicen: “Me gustaría hacer más por Cristo y su iglesia, pero simplemente no tengo tiempo”.

¿Por qué está derramando usted su vida? La única manera de tener más tiempo para Cristo ¿es tener menos tiempo para otra cosa? ¿Existen algunos ajustes que deben ser hechos en su vida para liberar más tiempo para el reino de Dios? Eso es algo que solo usted y Dios pueden resolver.

Cuando lleguemos al final de nuestra vida, como el apóstol Pablo, no desearemos haber pasado más tiempo mirando televisión, navegando en Internet o en Facebook. No desearemos haber pasado más tiempo ganando dinero, acumulando más cosas o mirando más eventos deportivos. No nos preocupa- remos con lo que acumulamos o los ascensos que recibimos. Nuestra única alegría cuando esta vida ter- mine la encontraremos en la bendición que hemos sido para nuestra familia, en nuestro servicio a otros, en nuestro compromiso de hacer avanzar el reino de Cristo y el ministerio amoroso hacia quienes nos rodean.

Cuando John Paton estaba preparándose para partir hacia el servicio misionero en las Islas Hébridas, en el Pacífico Sur, muchos de sus amigos y otros miembros de la iglesia intentaron disuadirlo de ir. Un viejo caballero cristiano llamado hermano Dickerson estaba particularmente convencido de que estaba cometiendo un error y de que desperdiciaría su vida si se iba. Usó todos los argumentos posibles y con- cluyó diciendo: “Joven, si usted se va puede ser que termine comido por los caníbales”. John Paton pensó por un momento y respondió algo como: “Sr. Dickerson es verdad. Puede ser, pero la verdad es que, en su vejez, usted también pronto será comido... por gusanos”. En otras palabras, todos nosotros moriremos algún día si Jesús no viene antes. ¿Es usted será capaz de decir con Pablo: “Mi vida fue derramada como una libación al servicio de Jesús”?

Como Charles Studd escribió con tanta elocuencia:

“Un día escuché dos pequeñas líneas, nada más, mientras viajaba ocupado en una vida falaz; aquello, al corazón, trajo seguridad presente, y nunca más salió de mi pensamiento y de mi mente; solo una vida, que pronto pasará solo lo que es para Cristo quedará”. (Traducción de Mario Persona)

El apóstol Pablo continúa en su última voluntad y testamento. 2 Timoteo 4:6:
“[...] y el tiempo de mi partida está cercano”.

Este es un término militar: “Estamos desarmando nuestras carpas y listos para seguir adelante...”.
Este es un término náutico: “Estamos levantando nuestra ancla o cortando nuestras amarras y seguiremos navegando”.

Para el apóstol Pablo, la muerte no era el fin; era el inicio de una jornada para la eternidad. Pablo sabía que en este mundo ninguna victoria es perpetua y ningún fracaso es eterno.

Para el cristiano, de cierto modo, la muerte es como esperar el vuelo de partida. Supongamos que usted esté volando del Aeropuerto Internacional Washington Dulles para Londres, Inglaterra. El vuelo puede atrasarse, pero usted sabe que pronto el horario del vuelo llegará. Está listo para dejar el país. Su pasaporte está en sus manos. Con entusiasmo creciente espera la hora de partida. De eso está hablando Pablo aquí. La muerte está a su puerta, el verdugo está en camino. Pronto la espada de dos filos brillará en el sol del Mediterráneo y cortará su cabeza, pero Pablo mira más allá del dolor, reconoce que está en una jornada hacia la eternidad. Cristo vendrá un día para llevarlo a casa. Sus ojos no están en la espada del verdugo, sino en Cristo que murió para perdonar su pasado, en Cristo que vive para siempre para forta- lecer su presente y en el Cristo que vendrá en gloria para liberarlo.

HE PELEADO LA BUENA BATALLA...

El cristianismo es una batalla y marcha. Efesios 6:12:

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

Podemos esperar luchas en la vida cristiana. Muchos se sorprenden cuando enfrentan dificultades en sus vidas como cristianos. Se preguntan si Dios los abandonó en sus dificultades. Observe las palabras de Pablo en 2 Corintios 4:8-10

“que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.

Aquí está la traducción de Phillips de este pasaje maravilloso:

“Este tesoro inestimable que guardamos, por decir así, en un pote de barro común, para mostrar que el espléndido poder le pertenece a Dios y no a nosotros. Tenemos deficiencias de todos lados, pero nunca estamos frustrados; quedamos confundidos, pero nunca desesperados. Somos perseguidos, pero nunca tenemos que soportarlo solos; podemos ser derrumbados, ¡pero nunca somos eliminados! Todos los días experimentamos algo de la muerte del Señor Jesús, para que también podamos conocer el poder de la vida de Jesús en nuestro cuerpo. Sí, nosotros los que vivimos estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús pueda verse claramente en nuestra vida mortal”.

La batalla que enfrentamos viene de tres áreas específicas. Existe la batalla interior, la batalla con- tra nuestros deseos egoístas pecaminosos, la naturaleza carnal de nuestro corazón y las debilidades de la naturaleza humana. Existe la batalla exterior, la batalla con el mundo secular y humanista a nuestro alrededor intentando acomodarnos en su molde. Y existe la batalla con las fuerzas del mal de Satanás que está siempre presente con sus ángeles para tentarnos. Aquí está un ejemplo muy relevante de la batalla que muchos están enfrentando hoy con las fuerzas del mal que intentan controlar nuestras mentes.

ILUSTRACIÓN DE LAS REUNIONES CAMPESTRES DE MICHIGAN

Recientemente estuve en una gran reunión campestre en Michigan. Después de la reunión, Teenie y yo visitamos la librería adventista para autografiar libros. Mientras conversaba con las personas en la sección de autógrafos, conocí a uno de los profesores de la Great Lakes Christian Academy, que me dijo que daba clases allá hacía más de treinta años. Le hice esta pregunta: “¿Qué cambios vio en los alumnos en los últimos treinta años?”. Su respuesta fue inmediata: “La obsesión con los medios digitales”. Le pedí que explicara lo que quería decir. Él me dijo que, como resultado de la adicción de los alumnos en sus teléfonos celulares, iPads, Facebook, mensajes de texto, que sus períodos de atención eran mucho más cortos, su capacidad de escribir era mucho más pobre y estaban mucho más inquietos en las clases. Cuando la escuela comenzó a limitar el uso de los medios digitales, muchos alumnos tuvieron síntomas significativos de abstinencia.

Con los medios bombardeándonos con mensajes cada pocos segundos es difícil mantener el foco. Por eso, si usted no logra sentarse en la iglesia sin mirar su teléfono celular o verificar sus mensajes de texto o mirar su página de Facebook, usted está adicto y puede no darse cuenta de eso.

Aquí está la buena noticia. En medio de la lucha de Pablo, en medio del conflicto, en medio de esta batalla entre el bien y el mal, está el eco de esta garantía: “El Señor me librará de toda obra maligna y me llevará a salvo a su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Cualquiera que sea la batalla que enfrentamos internamente, la gracia de Jesús es suficiente para la lucha.
Cualquiera que sea la lucha que enfrentemos externamente, la gracia de Jesús es suficiente para la lucha.
Cualquiera que sea la lucha que enfrentemos contra las fuerzas del mal, del infierno, la gracia de Jesús es suficiente para la lucha.

He acabado la carrera. El apóstol ahora se vuelve a una ilustración de los juegos olímpicos griegos. Leamos 2 Timoteo 4:7 “[...] he acabado la carrera [...]”. ¿Será que Pablo estaba pensando en la decisiva Batalla de Maratona que ayudó a cambiar el curso de la civilización cuando los griegos derrotaron al po- deroso ejército persa? Un corredor fue enviado a correr hasta Atenas para contar la historia de la victoria griega. Fidípides fue el soldado ateniense con órdenes de ir a Atenas a relatar la victoria en Maratona. Él corrió 25 millas lo más rápido que pudo, con armadura completa. Cuando llegó a Atenas, declaró: “Nenikēkamen!” “Fuimos vitoriosos!” En seguida, se desplomó bajo el peso de su armadura y murió exhausto.

El apóstol también usa una expresión semejante en 1 Corintios 9:24-27:

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

La exhortación de Pablo es que la carrera de la vida no termina hasta que esta termine. Nunca consi- dere su vida cristiana como garantizada. Nunca quite sus ojos de Cristo, continúe creciendo y siguiendo adelante. Nunca podemos decir: “Lo logré”. “Conozco la verdad hace tanto tiempo que estoy seguro de la vida eterna”. El consejo de Pablo es no fallar tan cerca de la línea de llegada. No permita que el diablo robe su corona tan cerca de la línea de llegada. En la fuerza de Jesús, permanezca fuerte hasta el fin. Aguante firme, persevere, resista, nunca desista...

Pablo concluye declarando: “[...] he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).

En otras palabras, “yo no decepcioné a mi Señor y desistí; no deshonré a mi Señor y le fallé en esta hora de crisis. No difamé su nombre en mi vida o carácter”.

SIN CONCESIONES... SIN EQUIVOCACIONES...

En 2 Timoteo 4:8, está escrito: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Corona: stephanos... no una corona de laureles dada a un atleta y que se desvanece rápidamente, sino una corona eterna de gloria sin fin.

Esta es una corona de justicia... La palabra aquí para “justicia” es una palabra que implica cualidades de carácter. La corona de los justos será colocada sobre la cabeza de los que por medio de Jesús fueron redimidos por su gracia, transformados por su gracia y liberados por su gracia. Todo es por medio de la gracia. Ellos han cooperado diariamente con él y permitido que él desarrolle en ellos un carácter justo para la eternidad.

Esa es la historia sobre un pastor mártir de Zimbabue asesinado en un conflicto entre tribus rivales que despreciaban a los cristianos.

Soy parte de la comunión de los que no se avergüenzan. Tengo el poder del Espíritu Santo. El dado fue lanzado. Yo traspasé la línea. La decisión fue tomada, soy un discípulo suyo. Yo no miraré atrás, no me relajaré, ni desaceleraré, ni me apartaré o quedaré quieto. Mi pasado fue redimido, mi presente tiene sentido, mi futuro está garantizado. Dejé atrás una vida sin propósito, un caminar superficial, de rodillas sin marcas, sueños incoloros, visiones domesticadas, conversaciones mundanas, ofrendas baratas y metas pequeñas. Ya no necesito preeminencia, prosperidad, posición, promociones, aplausos o popularidad. No tengo que estar en lo cierto, ser el primero, superior, reconocido, elogiado, respetado o recompensado. Ahora vivo por la fe, me inclino en su presencia, ando por la paciencia, soy elevado por la oración y trabajo con poder. Mi rostro está firme, mi andar es rápido, mi meta es el cielo, mi camino es estrecho y accidentado, mis compañeros son pocos, mi guía es confiable, mi misión es clara. Yo no puedo ser comprado, comprometido, desviado, atraído, rechazado, engañado o atrasado. No voy a retroceder ante el sacrificio, no dudaré en la presencia del enemigo, no cederé en el pozo de la popularidad o vagaré en el laberinto de la mediocridad. No voy a desistir, quedarme quieto, detenerme hasta que haya despertado, levantado, guardado, orado, pagado, predicado por la causa de Cristo. Soy un discípulo de Jesús. Debo ir hasta que él venga, dar hasta caer, predicar hasta que todos sepan y trabajar hasta que él me lo impida. Y cuando él venga por sí mismo, no tendrá problemas en reconocerme. ¡Mi estandarte será claro!

Usted dirá como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Mi oración por usted es que su fe crezca, su vida de oración se profundice, su vida devocional se haga más rica cada día, su testimonio sea más intencional y apasionado; que crezca en la gracia diariamente, y que complete la carrera con fuerzas. ¡Amén!

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