Salmos 84:1, 2, 10
“¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová [...] Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”.
Precedente bíblico: La historia habla de una familia que era antigua portera del templo del Señor, esto deja claro que ya se practicaba la recepción en la puerta del templo de Jerusalén.
“Salum hijo de Coré, hijo de Ebiasaf, hijo de Coré, y sus hermanos los coreítas, por la casa de su padre, tuvieron a su cargo la obra del ministerio, guardando las puertas del tabernáculo, como sus padres guardaron la entrada del campamento de Jehová”. 1 Crónicas 9:19.
Salum se sentía orgulloso de pertenecer a una familia que por cuatro generaciones sirvió como “portera” del templo:
Alguien dijo que la buena recepción es un arte. Muchas personas no tienen siquiera tiempo de saludarse; el acto de visitar a un amigo, o un pariente, casi está en extinción. ¿Quién tiene tiempo para eso? A veces, hasta recibir una visita en casa puede resultar un martirio estresante para algunos, ya que la preocupación casi siempre es la misma: organizar la casa, servir algo especial y estar dispuesto a conversar y dar atención a la visita. Pero, la Biblia nos relata la historia de una visita muy interesante de una reina de Sabá, quien oyó hablar sobre el rey Salomón y que él había construido un hermoso templo.
“Oyendo la reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre de Jehová, vino a probarle con preguntas difíciles”. 1 Reyes 10:1
En el siglo X a.C. no existían los informativos de la televisión o de la radio, pero las noticias sobre la sabiduría del rey Salomón, y del templo que había construido recorrían todos los lugares. Esa reina no midió esfuerzos, viajó durante 75 días. Su caravana de camellos partió del sur de Arabia hasta Jerusalén, atravesando un desierto de casi dos mil kilómetros para hacer una visita muy especial.
El texto nos revela cuán impresionada quedó la reina con la manera en la que Salomón respondió a sus preguntas: Versículo 3: “Y Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que el rey no le contestase”. Pronto había cumplido su objetivo, valió la pena venir de tan lejos; en realidad el sabio Salomón era exactamente como le habían comentado, ¡qué fantástico! Versículos 4-6: “Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, y la casa que había edificado, [...] se quedó asombrada. [...] Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría”.
Las mujeres siempre están preocupadas cuando reciben a alguien en casa, son observadoras, se detienen en los detalles y les gusta mucho ser recibidas en una casa organizada y bonita. La reina de Sabá, como cualquier mujer, no se contuvo; versículo 5: “asimismo la comida de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado y los vestidos de los que le servían, sus maestresalas, y sus holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová, se quedó asombrada”.
Al leer estos versículos intenté pasar el escenario de una casa a la iglesia y pensé: ¿qué impresión causamos en nuestros amigos que vienen a la iglesia?
¿Estamos listos para responder a todas sus preguntas?
¿Ofrecemos lo mejor que tenemos: nuestro amor, nuestra amistad, nuestro tiempo, compañerismo y atención?
¿El alimento para nuestros amigos es delicioso? (sermón, lección, seminarios, programas, etc.)
La reina observó algunos detalles como:
“La casa que Salomón edificara”
“La comida sobre la mesa”
“Los asientos de sus siervos y su vestimenta”
“Los sacrificios que ofrecían”
Nuestros amigos que nos visitan también quedan encantados con:
¿“El templo que edificamos para el Señor”?
¿”La comida que les ofrecemos”?
¿”Nuestra vestimenta y nuestra conducta”?
¿”El alimento espiritual que ofrecemos es el de mejor calidad”?
Todos debemos empeñarnos en atender amigos y hermanos de manera que queden encantados y deseosos de volver al templo del Señor. Necesitamos atenderlos en lo que es más importante para ellos, pues cada uno tiene una necesidad diferente. Las personas necesitan encontrar un lugar de refugio, donde puedan sentirse amadas, protegidas y cómodas. ¿Quién hará esto? Usted, yo, nosotros podemos hacer la diferencia en sus vidas.
1. Algunos detalles simples pueden hacer toda la diferencia:
Mirar a los ojos de las personas.
Dar una sonrisa sincera.
Estar atentos a las personas que nos rodean.
Saludar a los hermanos y amigos.
Intentar memorizar cada nombre.
Demostrar interés en que vuelvan.
Entrar en contacto durante la semana.
Hasta Jesús cuando estuvo aquí en la tierra mencionó el poder de esta visita al mencionar la historia de la reina de Sabá y Salomón en Mateo 12:42: “ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón [...]”.
Por cierto esa visita cambió la historia de la reina. Ella no solo quedó impresionada con la sabiduría del sabio Salomón, sino con todo lo demás que vio en su casa. A través de ese testimonio, creyó que el Dios de Salomón era el Dios verdadero, y como resultado, se puso a alabar y enaltecer al Señor.
“Cada persona que entra en nuestros templos, sea hombre, mujer, joven o niño, es alguien por quién Cristo dio su vida y nuestra función como cristianos es facilitar el acceso a Jesús” (Autor desconocido).
2. El consejo de Pablo para una iglesia receptiva: Colosenses 3:23, 24.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
3. Principios importantes para una iglesia receptiva.
a. Amarse unos a otros. Romanos 12:9, 10.
“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”.
Cuando estamos absortos en nosotros mismos no lograremos mirar al otro con la mirada de Jesús. No lo miraremos con la mirada de Dios, no nos interesaremos en ellos. Los veremos como “intrusos” en nuestro territorio y nuestras acciones y nuestras palabras demostrarán exactamente eso, una simpatía fingida. Nuestro desafío es amar como Cristo amó.
b. Aceptarse unos a otros. Romanos 15:7
“Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”.
Este ministerio de aceptación mutua se basa en las enseñanzas de Cristo del amor incondicional, libre de prejuicios de color, raza y posición social. Sin amor verdadero no habrá recibimiento sincero. El saludo verbal, el apretón de manos, son maneras sencillas de iniciar y expresar aceptación que lleva al recibimiento. “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo” (Romanos 16:16). El toque tiene propiedades curativas. Los psicólogos han escrito sobre la importancia del abrazo y del contacto de las manos, como terapias modernas.
Hoy, el apretón de manos, los abrazos, la palmada en la espalda son las prácticas más usadas entre amigos.
(Dinámica con la iglesia: pedir que todos se saluden y digan: “Eres importante para mí. Estoy feliz de verte aquí. Quiero que te sientas bien en este lugar”).
c. Ser corteses con los demás. Romanos 12:10: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”.
Cuando usted es cortés demuestra interés en el otro y trata de atender sus necesidades. Muchos de los que vienen a la iglesia están cansados, preocupados, algunos con autoestima baja y sentimientos de rechazo.
No es nuestra tarea atender a alguien por su comportamiento, pero se espera que seamos quien ayude a las personas con palabras bondadosas, a encontrar sentido para sus vidas y tener una amistad más profunda con Jesús. Todos necesitamos amar para recibir y atender con cortesía.
d. Cuidar unos de otros. Isaías 58:6, 7. “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?”. La hospitalidad verdadera es estar dispuestos a cuidar porque se tiene interés en el otro. Esta es la religión verdadera. No aceptaríamos jamás entrar en un hospital, recibir el medicamento y ser dejados en una camilla sin que alguien se interese por nosotros y atienda nuestras necesidades. Cuando el profeta habla de desatar las ligaduras, las ataduras, y no esconderse y olvidar, podemos atender su llamado y practicar el cuidar del otro, que es el amor en acción.
4. La necesidad de una iglesia receptiva y cálida.
Una iglesia cálida, amiga, atenta y preocupada en atender bien a todos, hará la diferencia en la vida de quienes buscan encontrar respuestas a sus ansiedades. Cuando Pablo describió su naufragio habló sobre la bondad de las personas que lo recibieron. Hechos 28:2: “Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío”.
En la frialdad de este mundo, se necesitan personas que enciendan las llamas de bondad.
Bondad hacia los invitados que se sienten extraños en el ambiente.
Bondad hacia los ancianos que se sienten solitarios.
Bondad hacia los niños que comienzan a caminar y madres con bebés pequeños.
Bondad hacia personas con necesidades especiales.
Bondad hacia los que llegan tarde o enfermos.
Bondad hacia los adolescentes.
Bondad hacia todos.
Ejemplos de personas: Una manera mejor de hacer las cosas.
Sam Walton: Dueño de las redes del mercado Wal-Mart, en los Estados Unidos y que también se extendió a Brasil y otros países, tenía una estrategia para con todos los que venían a su tienda. Su estrategia consistía en tres puntos:
1. Calidad a un precio reducido para que todos tuvieran acceso a los productos.
2. Disponibilidad de amplio estacionamiento.
3. Recepción amigable.
La regla de sus vendedores era:
“De hoy en adelante a cada cliente que se acerca, no importa lo que esté haciendo, lo miraré a los ojos, le sonreiré y saludaré con un “buenos días” o “buenas tardes”, o “qué puedo hacer para ayudarlo”. En el 2001, llegó a ser más rico que Bill Gates.
Dwight Moody, también tenía la fórmula amigable cuando fundó la mayor escuela dominical de Chicago. Su estrategia estaba enfocada en tres puntos:
1. Atender a los niños de la calle y familias pobres ignoradas por las demás iglesias.
2. Enseñar a los niños el evangelio, a través de coros y música evangélica.
3. Practicar una recepción acogedora y amigable.
Hoy, la Iglesia Adventista también tiene su fórmula para hacer un cambio y lograr transformar la iglesia que una más amable y amigable que existe: Amar, atraer, atender y acompañar.
El amor nos lleva a atraer a los que llegan. El atraer nos hace atender a las personas en lo que necesitan y somos impulsados a acompañar a cada persona, para que el vínculo permanezca y la relación con el Señor se haga eterna.
CONCLUSIÓN
Queridos amigos, recibir es más que un arte, es una expresión de amor que nos une con Dios. Por lo tanto, acerquémonos más a las personas, pronunciemos palabras de bondad, preocupémonos de cada una y hagamos la diferencia en sus vidas. Ahora es el tiempo, este es el momento.
Debemos estar orgullosos de pertenecer a una familia que por muchas generaciones sirve al Rey del universo. El Señor quiere que seamos guardianes de las puertas de su templo; él espera que hagamos lo mejor que podamos, que amemos, atendamos y acompañemos a las personas, así como él lo hace con nosotros.
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