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Si mantenemos nuestros ojos en Jesús

By
Grant Lottering

Apocalipsis 1:1-3.
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.


Introducción

Las cárceles alrededor del mundo albergan muchos criminales que han cometido crímenes graves. A veces, estos tratan de escapar. Al planificar su escape, saben que solo pueden intentarlo cuando nadie los ve. Por lo general, esperan a la noche cuando la mayoría de los prisioneros y el personal están durmiendo y hay poco movimiento. 
Pero incluso si intentan escapar por la noche, la mayoría de las cárceles tienen torres de vigilancia, por lo que las chances de tener éxito son bajas. Los guardias de seguridad sirven como centinelas en estas torres y continuamente patrullan, buscando a cualquiera que esté tratando de escapar. Grandes reflectores brillan desde las torres e iluminan todas las instalaciones de la cárcel. Mientras brillen, los prisioneros tienen muy pocas probabilidades de cruzar el lugar sin ser vistos. Si un prisionero quiere escapar, su mejor chance sería, de alguna manera, apagar las luces que brillan desde las torres.

I. La revelación de Jesús viene a través del testimonio de Jesús

Así como la luz que brilla desde la torre de vigilancia, Dios nos ha dado luz que expone al diablo al tratar de moverse a través del terreno del planeta Tierra. Jesús dijo “Yo soy la luz del mundo”. A la luz de Jesús, el diablo queda expuesto. Cuando miramos al carácter amoroso e incomparable de Jesús, el diablo es puesto en claro contraste con Jesús. El diablo trató de deshacerse de Jesús y pensó que había tenido éxito en el Monte Calvario aquel viernes de tarde. Pero el domingo de mañana, esa Luz brilló desde la sepultura, con mucho más poder que antes de la tumba.
En Apocalipsis 1:2 leemos que la revelación de Jesús vino a través de la Palabra de Dios. 
El salmista David escribió: “lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. 

En un momento, Satanás trató de deshacerse de las Sagradas Escrituras. Hubo un tiempo en la historia de la iglesia donde solo los clérigos estudiosos tenían acceso a los sagrados oráculos de Dios. Las personas laicas eran dejadas en la oscuridad, ignorantes de la Palabra de Dios, hasta que reformadores como Juan Wycliffe y Martín Lutero tradujeron la Biblia al lenguaje común del pueblo. La historia registra que “el papado tuvo un éxito muy amplio en evitar la circulación de las Escrituras para que la luz del conocimiento de la Biblia, con sus elevadoras influencias, fuera casi del todo excluida”. Hoy, no solo las Biblias impresas son muy accesibles en muchas partes del mundo, sino que también millones tienen acceso electrónico a una variedad de versiones. Actualmente, tener una Biblia es un privilegio por el cual muchos cristianos del pasado pagaron con sus vidas.

Apocalipsis 1:2 afirma que la revelación de Jesús también viene a través del testimonio de Jesucristo. Veamos qué más nos dice la Biblia sobre el testimonio de Jesucristo.

Apocalipsis 12:17 registra: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Según el griego, el “testimonio de Jesucristo” no es el testimonio que alguien da acerca de Jesús. No es como que cuando salgamos de la iglesia hoy tengamos la oportunidad de dar un testimonio sobre Jesús. No es ese tipo de testimonio, El testimonio de Jesús es el testimonio dado por Jesús mismo. Y el diablo está enojado acerca de este testimonio porque testifica contra él. Como acabamos de leer, Satanás les hace la guerra a los que tienen el testimonio de Jesucristo. El diablo está intentando deshacerse del testimonio de Jesús ahora. Pero ¿qué es el testimonio de Jesús?

II. El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía

Juan, el revelador, escribió en Apocalipsis 19:10: “Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: ‘Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía’”. Ahora, uno podría decir “entiendo que Cristo es la luz, porque él mismo lo ha dicho ’yo soy la luz’. Entiendo que la Palabra de Dios es la luz, porque la Biblia dice ‘lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino’. Pero ¿cómo la profecía es una luz?”. El apóstol Pedro escribió lo siguiente en 2 Pedro 1:19 “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.

"Nunca hubo un tiempo en el que Dios instruyera a los suyos con más fervor que ahora en lo que respecta a su voluntad y la conducta que quiere verles seguir. Pero ¿Aprovecharán sus enseñanzas? ¿Recibirán sus reprensiones y oirán sus amonestaciones? Dios no acepta ninguna obediencia parcial; no sancionará ninguna transigencia con le yo" 4TI, 148.

III. El espíritu de profecía se manifestó en la vida y el ministerio de Elena de White

El 26 de noviembre de 1827, en una granja en Gorham, Maine, un granjero llamado Robert Harmon y su esposa Eunice le dieron la bienvenida a la séptima y la octava adición a su familia: mellizas. A una la llamaron Elizabeth, y a la otra, Elena. Robert Harmon fabricaba sombreros, y con su trabajo proveía financieramente para su familia. 
Las mellizas eran las más pequeñas de los hijos; la pequeña Elena en particular amaba a los animales de la granja y disfrutaba los paseos en la naturaleza con su hermana melliza. 
A veces, Elena tenía que ayudar a su hermana Elizabeth, que era más bien gordita, a pasar por sobre los troncos que a veces bloqueaban su camino.
Elena era una niña que se preocupaba por los demás. Cuando los niños Harmon caminaban por el bosque para recolectar nueces, “Elena, siempre compasiva, llevaba con ella una pequeña bolsa con maíz. Cuando encontraba un alijo de nueces en un agujero en un árbol hueco, con entusiasmo tomaba su hallazgo y procedía a sustituirlo con el maíz que había llevado, esperando que el intercambio no decepcionara a las laboriosas ardillas”. Las ardillas son conocidas por recolectar y esconder nueces para comerlas en otra ocasión.
La vida de la niña Elena fue marcada por una triste experiencia. Una tarde, al regresar a su casa con Elizabeth y otra amiga, un incidente cambió su vida para siempre. Una niña que se había enojado con ellas les tiró una piedra que impactó a Elena en la cara, justo cuando se había dado vuelta para ver qué tan cerca estaba la niña de ellas. Ese incidente deformó el rostro de Elena y permaneció en coma por tres semanas. Muchos creyeron que no sobreviviría al incidente.
Durante este tiempo, el padre de Elena estaba fuera, en Atlanta, Georgia debido a su trabajo. Cuando regresó, no reconoció a la pequeña Elena. Cuando ella tuvo la fuerza suficiente para levantarse, se acercó a un espejo para verse. Una rápida mirada, y se horrorizó. Elena deseó que el incidente la hubiera matado en lugar de haberla dejado de esa manera. ¿Quién puede culparla por sentirse así? Solo tenía nueve años.
Elena Harmon tuvo que dejar la escuela debido a las complicaciones del accidente. La herida dañó su vista y tenía dificultades para escribir, ya que sus manos temblaban cada vez que sostenía algo. Escribiendo sobre esto muchos años después, ella notó: “Este infortunio probó ser una bendición disfrazada. El cruel golpe que arruinó las alegrías de la tierra fue el medio de elevar mis ojos hacia el cielo. Puede que nunca conociera a Jesús, si no fuera porque el sufrimiento que nubló mis primeros años me llevara a buscar consuelo en él” (Review & Herald, 25 de noviembre de 1884). De adolescente, Elena entregó su corazón al Señor y se bautizó en la Iglesia Metodista. 
Durante este mismo tiempo, un predicador llamado Guillermo Miller llegó a Portland, Maine, y predicó sobre la segunda venida de Cristo, la que, según Miller, era inminente. Todas estas reuniones dejaron a Elena insegura sobre si estaba en condiciones aceptables para encontrarse con su Creador, por lo que continuamente oraba para que Dios la ayudara a estar lista cuando Jesús volviera. Al estudiar las profecías relacionadas con Daniel 8:14 con respecto a la purificación del santuario, los mileritas creían que Cristo regresaría el 22 de octubre de 1844. Como ya sabemos, Jesús no regresó ese día. 
Hoy conocemos esa fecha como el Gran Chasco, pero, aunque fue un chasco para muchos creyentes, Elena recordaba que el año que había precedido el propuesto regreso de Jesús había sido el más feliz de su vida. ¿Por qué? Ella, junto a muchas otras personas alrededor del mundo, se estaban preparando para encontrarse con Jesús cuando viniera en las nubes.
Cuando Jesús no regresó, los efectos colaterales del chasco dividieron al movimiento adventista millerita en varios grupos. Un grupo se apartó de la religión por completo. 
Otro grupo de creyentes volvió a las iglesias de las cuales se habían separado. Un tercer grupo creía que Jesús sí había venido, pero lo había hecho en secreto. Un cuarto grupo creía que la fecha era correcta, pero el evento no.
El siguiente día, un hombre llamado Hiram Edson estaba yendo a visitar a un grupo de adventistas chasqueados y desanimados. Desanimados porque Jesús no había vuelto el día anterior, se habían juntado para consolarse unos a otros y estudiar más la Biblia para ver si podían encontrar en qué se habían equivocado al entender la profecía. Mientras Edson caminaba por el campo de maíz, repasando los servicios del santuario terrenal y sus implicaciones proféticas, llegó a una nueva comprensión que llevó a los creyentes a que ese día estudiaran las Escrituras cuidadosamente.
El estudio cuidadoso del servicio del santuario terrenal reveló en qué se habían equivocado en su previa comprensión de la segunda venida de Jesús. En el Día de la Expiación, el sumo sacerdote terrenal pasaría del lugar santo al lugar santísimo. Esto 
iniciaría un tiempo de juicio mientras el sumo sacerdote intercede ante Dios en nombre de su pueblo. El ministerio del sumo sacerdote en el lugar santísimo culminaría con la purificación del santuario.

Los creyentes en el advenimiento pronto se dieron cuenta de que en lugar de regresar a la Tierra el 22 de octubre de 1844, Jesús, nuestro sumo sacerdote, había pasado del lugar santo del santuario celestial al lugar santísimo, para comenzar la obra del juicio investigador y la purificación del santuario celestial en el gran antitípico Día de la Expiación. Sería al final de esta purificación del santuario celestial cuando Jesús de hecho regresaría a la Tierra para llevar a los redimidos al cielo con él.
También en 1844, a la edad de 17 años, Dios llamó a Elena Harmon a ser su mensajera para su incipiente iglesia remanente. Dios había dado visiones similares a otros dos hombres. William Ellis Foy, un predicador millerita negro, compartió lo mejor que pudo los mensajes que había recibido de Dios, pero el clima racial en los Estados Unidos en ese tiempo impidió su progreso. Hazen Foss, otra persona a la que Dios le habló rechazó la oportunidad de compartir lo que Dios le había mostrado. Más adelante, lo lamentó amargamente, cuando los mensajes le fueron quitados. Consecuentemente, fue con gran aprehensión que la joven Elena Harmon respondió al llamado de Dios para ser su mensajera.
El llamado a Elena Harmon, más adelante Elena de White luego de su matrimonio con Jaime White, y el don profético manifestado en su vida y ministerio hacen parte de las creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La creencia fundamental número dieciocho de la Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma:
“Las Escrituras dan testimonio de que uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una señal identificadora de la iglesia remanente y creemos que se manifestó en el ministerio de Elena de White. Sus escritos hablan con autoridad profética y proporcionan consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. 
También establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual debe ser probada toda enseñanza y toda experiencia”.
Noten cuidadosamente que la Biblia es el único fundamento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y sus creencias. Los escritos de Elena de White, el resultado del trabajo del Espíritu Santo en su vida y ministerio no reemplaza ni está por sobre la Biblia. De hecho, los escritos de Elena White son un medio de señalar a sus lectores la Biblia. Sus consejos inspirados se encuentran dentro de los más cristocéntricos de cualquier escritor cristiano de cualquier época. Una lectura cuidadosa de sus escritos revela unos 840 nombres, títulos, y apelativos con los cuales ella se refiere a Jesús. Ella lo llama “Príncipe de Paz, Rosa de Sarón, Divino, Hijo de Dios, Luz Celestial, Belleza, Pastor, Amable, Firma del cielo, Amoroso, Redentor, Rey, Salvador”, y muchos más.
Los adventistas del séptimo día estamos agradecidos por el ministerio de Elena G. de White. No estamos avergonzados de su vida ni de su ministerio. Sus libros se encuentran entre sus más preciadas posesiones y muchos los tienen a su alcance, siempre disponibles para ofrecer algún vistazo de Dios, alguna palabra de esperanza, algo de ánimo o consejos. Mientras que otros escritores cristianos han enriquecido las vidas de los creyentes alrededor del mundo, imaginen el impacto en la vida de aquellos que siguen a Cristo si pasaran algunas horas de reflexión con El camino a Cristo, El Deseado de todas las gentes, El discurso maestro de Jesucristo, o El Gran Conflicto.

Los escritos de Elena G. de White son completamente bíblicos. Un ministro notó que Satanás y sus ángeles buscan formas de destruir los escritos de Elena White porque saben que su habilidad para el engaño no llegará lejos a menos que se deshagan del espíritu de profecía. Casi desde el comienzo del llamado de Elena G. de White, Satanás ha levantado hombres que arrojan calumnias sobre su carácter y ministerio, algunos la acusan de plagio y de mentir. Incluso hoy, algunas personas dentro de la Iglesia Adventista siguen atacando los escritos de Elena de White. Es asombroso para los fieles lectores de sus libros que los miembros de iglesia a los que se les ha enseñado las creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y que las hayan afirmado públicamente, y quienes también creen que el don de profecía fue manifestado en la vida y en el ministerio de Elena G. de White, aun así, terminen por criticarla. Esto suele ocurrir cuando ellos, u otros, visitan sitios y redes sociales anti-Elena G. de White en Internet. Si deseamos ser seguidores de Jesús, especialmente en estos últimos días de la historia de la Tierra, debemos poner nuestra fe en Jesucristo y no en la información errónea que algunas personas descontentas hacen circular en internet y en las redes sociales.
A decir verdad, muchos de los que desprecian los escritos de Elena G. de White normalmente lo hacen porque estos han sido malinterpretados o usados incorrectamente por algunos de nosotros. Mientras que algunos directamente ignoran los consejos, otros los elevan al mismo nivel de la Biblia o incluso por sobre ella. Los adventistas del séptimo día deberían estar emocionados por que Dios haya bendecido a la iglesia con un don tan maravilloso, y deberíamos usarlo con sólidos principios de interpretación y gran cuidado. Si no estamos emocionados o no somos cuidadosos al usar este don especial de la verdad, ¿cómo podemos esperar que otros lo sean?

Es triste el caso de aquellos que son parte de la iglesia y que desprecian y rechazan los escritos de Elena G. de White; normalmente tienen falta de algo en su vida espiritual y este déficit inevitablemente lleva a que también rechacen la Biblia. Elena G. de White creía que un estudio de la Escritura y una disposición a obedecerla eran fundamentales para mantener la fe y la confianza en Dios. Ella una vez escribió: “Si hubieran estudiado la Palabra de Dios, con un deseo de alcanzar la norma bíblica y lograr la perfección cristiana, no habrían necesitado los Testimonios. Es porque han descuidado el conocimiento del Libro inspirado por Dios, por lo que él ha intentado alcanzarlos por medio de testimonios sencillos y directos, llamando su atención a las palabras inspiradas que no han obedecido, y urgiéndolos a armonizar su vida a sus puras y elevadas enseñanzas” (2TI, 535). 
Elena de White creía en la primacía de la Escritura como la suprema regla de fe y práctica de la iglesia.
Otro obstáculo para que algunos acepten los escritos de Elena G. de White es la falta de “frutos” en la vida de quienes dicen leerlos. Un ministro dijo una vez que las personas que eligen no aceptar los mensajes que Dios envió a través de la hermana White son un problema global, pero quienes no los aceptan estarían mucho más dispuestos a hacerlo si pudieran ver los frutos que el espíritu de profecía produce en las vidas de los que lo aceptan.

Satanás quiere que rebajemos los sagrados consejos cuando más los necesitamos. Si el diablo no logra que rechacemos estos escritos, simplemente hará que seamos indiferentes a ellos al estar muy ocupados para leer y digerir las verdades que se encuentran allí. En 2 Crónicas 20:20 dice: “creed a sus profetas, y seréis prosperados”. 
Pero para creer a los profetas, primero tenemos que leerlos. Como nuestra lectura bíblica de hoy lo deja en claro, “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas”.
En una de sus primeras visiones, Elena de White vio que muchas personas se opondrían a sus escritos y lloró amargamente. Le pidió a Dios que le quitara el don porque muchos la odiarían. Recuerden que en ese tiempo ella era apenas una adolescente, pero sentía la responsabilidad de compartir con otros lo que se le había revelado. Antes de dejar de lado los escritos de Elena G. de White, cualquiera que dude que ella era una mensajera de Dios debería leer sus escritos, tal vez comenzando con El Deseado de todaslas gentes, un libro que llevará a sus lectores a una relación más cercana, profunda y de amor con Jesús.

Conclusión

Para terminar, enfoquémonos por un momento en la primera visión de Elena de White. 
En esa visión, ella vio a los creyentes adventistas caminando por un camino estrecho que llevaba a la ciudad de Dios. Una luz brillante alumbraba detrás de ellos e iluminaba su camino. Le fue mostrado a Elena G. de White que esta luz representaba el clamor de media noche de aquellos que esperaban ver a Jesús. Delante del grupo de creyentes estaba Jesús, llevándolos hacia la ciudad. Elena de White vio que mientras mantenían sus ojos en Jesús, estaban seguros en su caminar. Cuando dejaban de mirar a Jesús, se cansaban, se desanimaban y se quejaban de que la ciudad estaba muy lejos. También notó que muchos caían del camino hacia la oscuridad. Si tan solo mantenían sus ojos en Jesús, llegarían al reino. Este foco en Jesús fue el fundamento de los 70 años de ministerio de Elena G. de White, y también es el tema recurrente de la Biblia.
Nuestro foco en Jesús fue prefigurado en el desierto cuando se les decía a los israelitas que eran mordidos por las serpientes venenosas que miraran a la serpiente de bronce que Moisés había erigido (Números 21:4-9). En Juan 1:29, Juan el Bautista dijo la conocida frase a sus oyentes el día del bautismo de Jesús “¡Miren! [pongan sus ojos sobre] ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (NTV). 
En Juan 3:14 Jesús mismo declaró que, así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, él sería levantado y todos los que miraran hacia él serían salvos.
¡Debemos mirar y enfocarnos en Jesús! Cuando las olas de la vida se agitan a nuestro alrededor, nuestra única salvaguarda es mirar a Jesús. Mientras Pedro mantuvo sus ojos en Jesús, caminó sobre las aguas. Cuando desvió su mirada, comenzó a hundirse (Mateo 14:22-33). Cuando el primer mártir cristiano enfrentó la muerte, elevó sus ojos al cielo para enfocarse en Jesús. Al hacerlo, vio el cielo abierto y a Jesús allí, mirándolo en la hora de su gran prueba (Hechos 7:54). Porque Esteban mantuvo sus ojos en Jesús, no importaba lo que el mundo pudiera hacerle. Sus ojos estaban puestos en el Dador de la vida, quien puede resucitarlo.
¡Debemos mantener nuestros ojos en Jesús, porque él viene pronto!
Solo alcanza con una mirada al Salvador para cambiarnos. Algunos pueden pensar que una mirada no es suficiente, pero es un comienzo, porque como afirmó un ministro, 
“Cuando lo miro no puedo desviar mi mirada de él. Cuando lo miro, su gracia me atrae. 
Cuando miro a Jesús, reconozco quién soy. Antes de mirar a Jesús puedo pensar que estoy haciendo las cosas bien, pero cuando miro a Jesús, y me veo en la radiografía que Jesús hace de mí, reconozco que no puedo hacer nada. ¡Solo aferrarme a la cruz!”.

Hermanos y hermanas, mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús. Si en algún momento nos desanimamos, si nos preocupamos, recordemos que si solo mantenemos nuestros ojos en Jesús llegaremos de forma segura a casa. Uno podría preguntar, “pero ¿cómo mantengo mis ojos en Jesús?”.
Jesús es revelado a través de su Palabra y su testimonio. 
Si vamos a mantener nuestros ojos en Jesús, debemos buscarlo en nuestra vida diaria y verlo en las providencias de cada día. Debemos leer su Palabra y su testimonio. También debemos oír su Palabra y su testimonio. Por último, debemos obedecer su Palabra y su testimonio.
Mantengamos nuestros ojos en Jesús. Es la única forma de llegar a casa de forma segura. 
Los problemas, las preocupaciones y la ansiedad pueden venir a nosotros desde todos los lados, pero si nuestros ojos están fijos en Jesús, llegaremos a casa. Tal vez, Elena de White lo resumió mejor cuando escribió:
“Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más plenamente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de salvación queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adoración del yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario”.
“Los pensamientos del que contempla el amor sin par del Salvador, se elevarán, su corazón se purificará, su carácter se transformará. Saldrá a ser una luz para el mundo, a reflejar en cierto grado ese misterioso amor. Cuanto más contemplemos la cruz de Cristo, más plenamente adoptaremos el lenguaje del apóstol cuando dijo: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo (Gálatas 6:14)” (DTG, 616).

Que Dios nos sostenga hasta el día que nuestra fe sea vista, cuando podremos abrazar a Aquel a quien hemos buscado y anhelado.

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