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Educación y Redención - La Educación

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).

En el más alto sentido de la palabra, la obra de Educación y Redención son una. Educar es salvar. La educación es un don precioso que también desciende de los alto, del Padre de las luces (Santiago 1:17).
La Biblia cuenta una larga historia acerca de Dios y su pueblo. A veces se la considera una historia de amor que terminó mal, al menos temporalmente. O puede verse como una historia de un padre y sus hijos rebeldes, que al final entran en razón.
Pero, para los propósitos de la lección de esta semana, descubriremos otra temática en la historia bíblica, a saber, la de un maestro y sus alumnos. 
Ellos siguen desaprobando sus exámenes, pero él les explica pacientemente sus lecciones vez tras vez, hasta que, por fin, algunos aprenden.

La historia bíblica no difiere mucho de nuestras propias historias humanas que conocemos tan bien, con una excepción: la historia de Dios y su pueblo tiene garantizado un final feliz; logra su objetivo. La gracia divina hacia su pueblo asegura ese resultado. La responsabilidad humana en esta relación a menudo ha sido malinterpretada, e incluso temida, por muchos que la han considerado onerosa. 
Pero, de hecho, la historia de la Biblia es esencialmente una invitación a conocer a Dios y comprender su voluntad.

Por cierto, aprender a conocer a Dios es nuestra principal respuesta a su gracia. No podemos ganar esa gracia, pero podemos aprenderla; y ¿qué es la educación cristiana, si no la educación que nos enseña acerca de esta gracia?

I. A IMAGEN DE DIOS

¿Qué nos enseñan Génesis 1:26 y 27; y 5:1 y 3 acerca de cómo Dios creó originalmente a la humanidad y lo que sucedió con la humanidad después del pecado?

La frase “a imagen de Dios” ha cautivado a los intérpretes de la Biblia durante siglos. ¿Cuál es esta imagen con la que se creó a los primeros seres humanos? 
Por ejemplo, ¿significa que Dios se miró en un espejo y formó su nueva Creación parecida a sí mismo? ¿O significa que los seres humanos se asemejan más a Dios que a todas las demás formas de vida? ¿O se refiere a una similitud y compatibilidad espiritual e intelectual entre el Creador y su creación humana?

Las Escrituras no dan ninguna explicación precisa de esta expresión, a pesar de que los eruditos han extraído de las Escrituras muchas interpretaciones de lo que podría significar. Sin embargo, podemos ver que después del pecado esta imagen cambió, fue distorsionada; razón por la cual Elena de White escribió que el objetivo de la educación es restaurar en el hombre la imagen de su hacedor (Ed, 14-16).

¿Cómo puede la educación lograr un objetivo tan notable?

En primer lugar, debemos recordar que Dios hizo que tuviésemos una relación con él, algo similar a lo que hacen los padres con sus hijos. Nos hizo a su imagen, de la misma manera en que los padres humanos tienen hijos a su imagen (Génesis 5:1), para que él pudiera educarnos como hijos suyos que pertenecen a su familia. El Señor se puede comunicar con nosotros y formar una relación duradera con nosotros. 

Por ende, la imagen de Dios es más una “imagen mental” que permite que dos seres, uno divino y otro humano, tengan una convergencia de ideas. Esto es precisamente lo que sucede en la educación, primero en el hogar entre padres e hijos, y luego en la escuela, cuando los maestros se hacen cargo de la obra educativa. 

Evidentemente, Dios planificó este proceso de educación, que conocemos tan bien, cuando al distinguirnos de muchas otras formas de vida nos hizo a su imagen: lo hizo para poder enseñarnos y para que podemos aprender de él, hasta que su imagen (su mente) se refleje en la nuestra.

La historia de la Redención es una historia de educación desde la Creación hasta la Encarnación, y desde la Encarnación hasta la Recreación. Dios es un Maestro, y el 
cielo es una escuela por la eternidad (ver Ed, 301).

¿Cuáles son las implicaciones de este pensamiento para nuestro compromiso con la educación cristiana en el hogar, en la iglesia, en la escuela, en la universidad y durante toda la vida?

II. JESÚS COMO MAESTRO

¿Cómo veía la gente a Jesús cuando anduvo en la tierra?
Si buscas en los 4 evangelios la palabra "Redentor" no encontrarás nada. Si intentas buscar "Salvador" solo aparece 3 veces (dos fichas por un ángel antes que naciera), pero si buscas Rabí o maestro, podrás ver cómo la gente percibía a Jesús. Por supuesto él era más que un maestro. Pero la cuestión es que nunca dejó de ser un Maestro; su obra de salvación está vinculada con su obra de enseñanza.
La Biblia utiliza muchos términos para describir a Jesús. Él es el Hijo de Dios, el Mesías, el Hijo del Hombre, el Salvador, el Redentor, el Señor, el Cordero de Dios, por mencionar tan solo algunos. Pero, para quienes lo conocieron mejor durante sus más de tres años de ministerio público en Judea y Galilea, era un Maestro. 
Lo llamaban “Maestro”, o “Rabí”. Ambos significan lo mismo, a saber, “Maestro”.
Por lo tanto, la profesión docente y la obra de enseñanza debieron haber sido una forma particularmente adecuada para que Jesús llevara a cabo su ministerio público. 
De alguna manera, su obra de redención es similar a la obra de enseñanza. Es más, el profeta evangélico lo predijo.

Leamos Isaías 11:1 al 9. 
¿Qué revela sobre la función docente de Jesús?
¿Cómo afecta este aspecto nuestra manera de compartir el evangelio y qué tipo de educación deberíamos obtener?
Existen dos tipos de profesores: Los que tienen conocimiento y los que tienen poder. Jesús tenía ambos. 
En cambio, Eva, en el jardín del Edén, obtuvo el conocimiento, pero todo salió mal.

Una de las profecías mesiánicas más sorprendentes en las Escrituras se encuentra en Isaías 11. Los versículos 1 al 3 retratan al Mesías venidero en términos educativos, alguien que aporta conocimiento, consejos, sabiduría y entendimiento. Todo el pasaje concluye con esta notable promesa: “La tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías11:9).

Quizás esas enseñanzas de las Escrituras hayan sido las que inspiraron a Elena de White, en su libro sobre la educación, a señalar que la obra de la educación y la obra de la redención son una (ver Ed, 30).

Lee Juan 3:1 al 3. Nicodemo se dirigió a Jesús como un rabino, y además identificó que los dones de enseñanza de Jesús provenían de Dios, debido a las señales que Jesús realizó: sus milagros y sus revelaciones sobre el significado de la vida. Indudablemente, Jesús reconoció el origen de sus dones de enseñanza (si bien no el título que este le dio) cuando respondió a Nicodemo que debía nacer de nuevo para ver (comprender y entrar en) el Reino de Dios.
Nicodemo vino por velo de la noche. Le dice: Rabí, nosotros sabemos. Pero parecía que no sabían nada...

Esto significa que la autoridad para enseñar a los demás, incluso en el caso de Jesús, proviene de Dios.
Sin duda, la enseñanza es un don de Dios. Es encomendado por Dios, fue adoptado por Jesús, y quienes reciben la enseñanza reconocen que tiene autoridad divina.
Hoy el maestro cristiano tiene el poder de la influencia. Su responsabilidad no es tan solo académica.

¿Cuál es nuestro papel al observar el cumplimiento de esta profecía en cuanto al conocimiento del Señor que se esparce por todo el mundo?

III. MOISÉS Y LOS PROFETAS

¿Qué nos enseña 2 Timoteo 3:14-17 sobre el papel de las Escrituras en la educación cristiana?

La palabra para la primera parte de la Biblia, la Torá, a veces se traduce como “la Ley”, en parte porque hay muchas leyes en estos libros. Pero la Torá realmente significa “enseñanza”, o “instrucción”. 

Esta interpretación es muy diferente de lo que muchos piensan que es la “Ley” en la Biblia: las normas y los reglamentos que debemos seguir para contar con la buena voluntad de Dios. No es así; la Ley es un material didáctico que nos enseña a vivir en forma exitosa y segura en una relación de pacto con Dios, que él tuvo en mente ya al crearnos.

Las siguientes partes de la Biblia hebrea, los profetas, informan con cuánto éxito el pueblo de Dios dominó este material didáctico y lo puso en práctica (los profetas primeros, o libros históricos), y lo que debería haber aprendido de este material didáctico (los profetas postreros). 
La parte restante del Antiguo Testamento (llamada “escritos”, en hebreo) está llena de ejemplos de maestros y alumnos exitosos y no tan exitosos, junto con sus experiencias educativas. Ejemplos de éxito educativo en estos libros serían Ester, Rut, Daniel y Job. Entre los fracasos, estarían los cuatro amigos de Job. Por supuesto, el libro de Salmos es un himnario, pero este incluso tiene al menos tres salmos educativos: Salmo 1, Salmo 37 y Salmo 73.

Los evangelios abundan en materiales destinados a fines educativos, especialmente en las parábolas de Jesús. Muchas de las cartas de Pablo comienzan con una fuerte proclamación del evangelio, pero terminan con material educativo, lecciones prácticas sobre la vida diaria de los cristianos. 

El libro de Apocalipsis está lleno de material educativo. Por ejemplo, toda la información, o el desarrollo del futuro de la iglesia de Cristo, se revela en un libro que solo el Cordero de Dios, Jesús, el gran Maestro, puede abrir (Apocalipsis 5:1–5).
Algunos quizá digan que no todo el material didáctico en los libros de Moisés se aplica a nuestra época, y eso es cierto. 
Deuteronomio 17:14 al 20, las indicaciones relacionadas con los reyes, tiene algunas instrucciones muy explícitas sobre la selección de alguien para ocupar el cargo real. Hoy, por supuesto, no elegimos reyes en nuestra iglesia. 
¿Cómo determinamos la aplicación adecuada de todo este material didáctico de las Escrituras para nuestro tiempo?

IV. LOS SABIOS

Las palabras escuela, estudio y educación se entienden claramente en la actualidad, pero no son comunes en la Biblia. 
Hay una palabra, sabiduría/sabio, que es mucho más común. Por ejemplo, el Antiguo Testamento menciona a hombres y mujeres sabios (2 Samuel 20:16; Proverbios 16:23).

Lee 1 Reyes 4:29 al 34. ¿Qué nos enseña esto sobre la importancia de la sabiduría?
El rey Salomón se destaca como un hombre muy sabio, que habló con autoridad sobre la vida animal y vegetal, y compuso proverbios con gran sabiduría, es decir, como hombre culto (1 Reyes 4:29–34). 

Los libros de Proverbios y Eclesiastés contienen muchas enseñanzas sabias sobre diversos temas, atribuidas a Salomón, así como a otros sabios maestros de la antigüedad (Proverbios 1:1; 25:1; 30:1; 31:1).

Según la Biblia, la sabiduría es muy semejante a nuestra educación actual. Es algo que uno aprende de padres y maestros, especialmente de joven (Eclesiastés 12:1), pero en realidad una persona acumula sabiduría a lo largo de la vida. 
En segundo lugar, la sabiduría generalmente tiene un lado práctico; por ejemplo, aprende de las hormigas, que recogen en el verano para tener suficiente provisión para el invierno (Proverbios 6:6–8).
Con todo, la sabiduría no es solo práctica; también tiene un lado teórico, ya que comienza con la fe en Dios y sigue ciertos principios fundamentales (Proverbios 1:7). 
La sabiduría nos ayuda a vivir de manera responsable y en beneficio de los demás, y también nos ayuda a protegernos de la desgracia. 

Finalmente, al igual que la educación actual, la sabiduría no responde todas las preguntas que nos planteamos, pero nos permite contentarnos con lo que sabemos mientras continuamos buscando lo que aún no conocemos. 
Y esta es una buena posición desde la cual podemos aprender a conocer a Dios y confiar en su gracia. Según Jeremías 18:18, el rol del maestro sabio es equiparable a los roles de sacerdote y profeta. Los tres transmiten mensajes de Dios a su pueblo, en forma de enseñanza de la Ley, consejos educativos y mensajes especiales de Dios.
¿Cómo podemos aprender la sabiduría y luego transmitirla a los que vienen después de nosotros? ¿Por qué es tan importante que hagamos esto, como pueblo?

V. LA EDUCACIÓN EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Uno de los principios notables de la educación en las Escrituras surge cuando Jesús, el gran Maestro, se prepara para dejar a sus alumnos, o discípulos. Habían estado con él durante tres años y medio, aproximadamente la cantidad de tiempo que destinamos a la educación secundaria o superior. 
Al finalizar cualquiera de estos períodos, según la persona, los estudiantes a menudo consideran que están listos para valerse por sí solos.

Pero Jesús sabía más, y por eso proporcionó a sus seguidores educación continua bajo la tutela del Espíritu Santo. En otro lado se identifica a ese maestro o guía como Consolador, o Abogado (en griego, paracletos), que les será dado a los seguidores de Jesús en forma permanente (Juan 14:16, 17). 
Se lo identifica como el Espíritu de Verdad. Si bien el Espíritu Santo no se identifica como educador, la obra del Espíritu indudablemente es educativa, especialmente en lo que respecta a buscar y encontrar la verdad.

Lee 1 Corintios 2:1 al 16. ¿Qué dice Pablo que es sumamente importante en el contexto de la educación?
Pablo comienza recordando a la iglesia de Corinto que, cuando fue a ellos por primera vez, no habló de nada más que de Jesucristo y de su crucifixión (1 Corintios 2:2): nada de sabiduría astuta, solo la proclamación del evangelio. Pero ese no fue todo (2:6), porque una vez que estos nuevos cristianos maduraran, el apóstol volvería para enseñarles sabiduría, las cosas que Dios escondió antes del comienzo del mundo (2:7), incluso las cosas profundas de Dios (2:10). Todo será estudiado bajo la guía del Espíritu de Dios cuando este se una al espíritu del alumno.
¿Cuán profundo será ese estudio y cuánto acceso al aprendizaje habrá para quienes sean guiados por el Espíritu? El capítulo concluye con una cita del profeta Isaías: “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” (Isaías 40:13). 
El profeta que hablaba a la gente común de su época diría que nadie puede hacer eso. Pero Pablo corrigió esa percepción, al concluir: “Nosotros tenemos la mente de Cristo”, lo que significa que los cristianos llenos del Espíritu tienen acceso incluso a la mente de Dios y, por lo tanto, a cualquier cantidad de aprendizaje y entendimiento (1 Corintios 2:10-13), necesarios para conocer el camino de la justicia.

CONCLUSIÓN

Educar es redimir. Porque una educación cristiana procura:

1. Restaurar la imagen de Dios en el ser humano.
2. Buscar que el ser humano refleje el carácter de Jesús.
3. Integran la gracia, la fe y la salvación como marcos de fondo para todas las demás lecciones
4. Colocan a Dios y las cosas espirituales como guía que ayuda a qué todas las demás Facultades se desarrollen.
5. Porque ambas tienen un objetivo que trasciende el aquí y ahora y vida la vida eterna.
6. Porque tienen como objetivo supremo el conocimiento de Dios.

La relación entre la fe, la razón, la teología académica, el estudio bíblico personal, el papel del Espíritu Santo, la evangelización y la educación adventista es bastante opaca para muchos cristianos.  Muchos están desconcertados sobre por qué deberían enviar a sus hijos a una institución educativa Adventista superior cuando ya tienen la Biblia, los escritos de Elena White y el Espíritu Santo a su disposición. ¿Por qué no ahorrarse miles de dólares y, quizá, hacer un curso de estudió bíblico de evangelización por correspondencia?
"Estás siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" 1 Pedro 3:15.
"Si todo el mundo fuera cristiano, quizá no importaría que todo el mundo se instruyera. Pero, fuera de la iglesia habrá vida cultural, ya sea que exista adentro o no. La buena filosofía debe existir, aunque más no sea porque la mala filosofía necesita una respuesta" CS Lewis
La Gran Comisión evangélica (Mateo 28:18-20) puso en marcha un notable movimiento religioso en todo el mundo. Aquí, unos pocos apóstoles o mi￾sioneros (las dos palabras significan lo mismo: “los que son enviados”) recorrieron todo el mundo y reunieron alumnos, los convirtieron en discípulos, los llamaron a creer en Jesús, los bautizaron, y procedieron a enseñarles todas las cosas que Jesús les había mandado. La imagen es la de cristianos convertidos de todo el mundo, que representan diferentes culturas y hablan diferentes idiomas, que salen de las aguas del bautismo solo para ingresar en una escuela y comenzar su educación. Esto no es de extrañar, ya que todavía tienen mucho que aprender.
La razón por la que los cristianos siempre están aprendiendo no es solo por curiosidad intelectual o el afán de dominar el conocimiento, sino porque la vida y la fe cristianas impregnan cada rincón de la vida diaria. 
Hay mucho que aprender. Debido a eso, las cartas del NuevoTestamento contienen tanto la proclamación sobre Jesús (a veces el Nuevo Testamento utiliza la palabra kerygma para esto) como la educación en todas las cosas que los cristianos tienen que aprender (a veces el Nuevo Testamento la llama didaché). 

Podemos ver un buen ejemplo de proclamación en 1 Corintios 2:2, mientras que la educación comienza en 1 Corintios 4 y continúa de tanto en tanto en el resto de la carta. 
¿Qué es lo que los cristianos tienen que aprender?
Trabajo, descanso, cuestiones sociales, relaciones comunitarias, iglesia y adoración, economía, filantropía, relaciones con las autoridades, asesoramiento, sistemas familiares, relaciones matrimoniales y crianza de los hijos,  comida y su preparación, vestimenta, incluso envejecer y prepararse para el final de la vida, tanto la vida personal como la vida en este mundo. Ser cristiano significa aprender algo sobre todas estas cosas y más. Comprenderlas no es algo que suceda naturalmente; hay que aprenderlas.

¿Cuán importante es la obra educativa para la misión de la iglesia?
¿Qué quiso decir Elena de White cuando escribió: “El cielo es una escuela” (Ed, 301)?
Vuelve a leer 1 Corintios 2:1 al 16. Observa lo que dice Pablo acerca de lo que Dios nos revela mediante la Iluminación. Piensa en su declaración de que los gobernantes y la sabiduría de la época perecen. Si él pudo decir eso en aquel entonces, ¿qué decir de parte de la “sabiduría” de nuestra época también?

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