El sermón mostrará ejemplos de personajes de la Biblia que aceptaron esta invitación y respondieron: “YO QUIERO IR”.
Prepare ocho niños con ropa típica de los tiempos bíblicos. Cada uno representará un personaje de la Biblia. Haga seis placas con la frase escrita en azul “Yo quiero ir” y dos placas con la frase escrita en rojo “Yo no quiero ir”. Los seis personajes que llevarán las placas “Yo quiero ir” son: Isaías, Ester, Jesús, uno de los hijos de la
parábola, Pablo y Felipe; y dos con la placa “Yo no quiero ir” son Jonás y otro de los hijos de la parábola.
Los niños con las placas y ropas típicas pueden ir al frente o levantarse a medida que los nombres bíblicos son mencionados.
Otra manera de hacer la presentación de los personajes es dar unas tres o cuatro características de unos cuatro personajes y pedir a la iglesia que descubra quiénes son.
Por ejemplo:
1. Este fue un profeta que escribió un libro con 66 capítulos.
2. Su libro está en la Biblia entre los “Profetas Mayores”.
3. Su nombre comienza con Isa y termina con…: ¡Isaías!
Actividades
Actividad 1: “Yo quiero ir a dar juguetes a los pobres”.
Haga una campaña entre los niños y los adultos de la iglesia para recoger juguetes usados y otras donaciones para entregar a las familias carentes. El sábado de tarde los niños y los aventureros visitarán las casas de personas necesitadas y
orfanatos si los hubiera, para compartir los juguetes y el amor de Jesús. No se olviden de invitar a los niños visitados a participar del Club de Aventureros y de las Clases de menores de la Escuela Sabática.
Actividad 2: preparar tarjetas de recuerdo para cada persona de la iglesia con las frases:
“Id y predicad el evangelio a todas las personas” Marcos 16:15
“Yo quiero ir” – Nombre: __________________________________
Entregue esas tarjetas antes del sermón. Al final, ore por cada uno de los que aceptaron ir donde Dios mande.
Que el Señor bendiga a cada iglesia y congregación en los preparativos, para que los más pequeños comprendan la misión de evangelizar. Y que estén motivados y dispuestos a ir y hacer su parte para terminar la predicación del evangelio.
Personajes bíblicos
Historias “Yo quiero ir”
1. Isaías – Decido ir... ¡Heme aquí, envíame a mí!
2. Ester – Tengo miedo, pero oren por mí y yo iré.
3. Jonás – No quiero ir, huiré.
4. Jesús – Yo quiero ir a salvar al mundo.
5. La parábola de los dos hijos - Uno dijo: No quiero ir. El otro: Sí, yo quiero ir.
Pero ellos hicieron lo contrario de lo que prometieron.
6. Pablo – Quiero ir y hablar a los gentiles.
7. Felipe – Dios me dijo que debo ir por ese camino; entonces iré.
INTRODUCCIÓN
A través de la historia Dios ha dado a sus seguidores trabajos importantes para hacer, diciéndoles: “¡ID!” La lista de los que fueron llamados es larga: Abraham, Moisés, Jonás, Gedeón, Pablo, Felipe, los discípulos y otros.
Hoy tengo algunos amigos conmigo que quieren expresar su decisión de ir dónde Jesús los mande y que desean recordarles las fascinantes experiencias de los mensajeros de Dios en el pasado.
Antes que se presenten, por favor, abran sus Biblias en Marcos 1. Quiero que vean como él comenzó y terminó su Evangelio.
Marcos 1:35-38: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido”.
Desde el primer capítulo de Marcos, oímos que Jesús está diciendo a Pedro y a los otros discípulos que estaba aquí con un propósito, estaba en su misión. Quiero ir a los lugares vecinos y predicar a ellos también, dijo, porque para esto vine.
Marcos, Mateo, Lucas y Juan comentan las historias maravillosas de lo que ocurrió cuando Jesús iba de lugar en lugar hablando a las personas sobre Dios, invitándolas a ser parte del reino de los cielos.
En el capítulo 16, el último capítulo
de Marcos, encontramos su última historia. Jesús había SIDO crucificado, pero volvió a la vida y salió de la tumba donde había sido sepultado.
Luego, comenzando en el versículo 14, leemos: Marcos 16:14-16: “Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo […]”.
Desde el comienzo, Jesús dijo a sus discípulos: “Quiero ir a predicar”. Y
exactamente antes de volver al cielo, ¿qué pedido oyeron los discípulos? “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”.
El evangelio son las buenas noticias que:
Jesús nos ama;
Quiere perdonar nuestros pecados y enseñarnos a hacer elecciones correctas;
Fue al cielo para prepararnos un lugar;
Está por volver para llevar a todos los que lo acepten a su reino.
Necesitamos ir y proclamar al mundo el amor de Jesús. Ellos necesitan conocer todas las cosas buenas que Jesús ha hecho.
Tenemos que enseñar, predicar,
amar, guiar y compartir lo que sabemos.
Tenemos que ir a proclamar al mundo el amor de Jesús.
¿Cuál es la edad apropiada para ser un mensajero de Jesús?
Si tienes edad suficiente para hablar, también tienes edad suficiente para hacer esta tarea. Y así como tú conoces a Jesús, ya tienes algo para decir.
Un día, cerca del mediodía, Jesús encontró una mujer samaritana y conversó con ella sentado al lado de un pozo de agua. Mientras hablaban, ella aprendió que Jesús era el Hijo de Dios.
“Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido”.
Pero Jesús ya lo sabía. Entonces ella corrió a su pueblo y dijo a todos los que encontraba:
“Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:16, 29)
Pronto hubo una gran multitud en el pozo escuchando a Jesús. Ellos lo invitaron a estar con el pueblo y a permanecer con ellos por unos días, para que les enseñara sobre Dios.
¿Ustedes piensan que él aceptó esta invitación? ¡Claro que sí!
Todo comenzó con tan solo una mujer que fue enviada a invitar a sus amigos y vecinos para que vinieran al pozo. Ella no conocía mucho sobre la Biblia, pero por decir al pueblo lo que sabía, en seguida casi toda la ciudad oyó de Jesús y comprendieron que él había venido del cielo para salvarlos.
En los versículos que leímos de Marcos 16, hay un momento en que Jesús estaba hablando con sus discípulos, cuando les dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura”, pero esa tarea es para ustedes también.
Cada uno tiene una parte que nadie más puede hacer tan bien como ustedes.
Jesús siempre quiere que hablemos de él a nuestros amigos, y a veces nos envía a personas que ni siguiera conocemos. Cada vez que vamos a hablar a alguien sobre Jesús estamos haciendo lo que él nos pidió. Ahora les presentaré a algunos de mis amigos de los tiempos bíblicos que aceptaron realizar la misión especial de Jesús.
¿Quién es el primero?
Isaías: Decido ir,
¡heme aquí, envíame a mí!
En una visión, el profeta Isaías vio a Dios sentado en un trono alto y sublime. Y vio ángeles que clamaban: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; Isaías estaba preocupado, pues era un ser humano pecador y al ver a Dios podía morir. Pero un ángel voló hasta él con algo que parecía un pedazo de carbón en brasa y le
tocó los labios. En vez de quemarlo, el ángel le dijo que sus pecados habían sido perdonados, y entonces volvió al cielo. Isaías oyó la voz del Señor:
“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: ‘Heme aquí, envíame a mí’” (Isaias 6:8).
Yo quiero ser como Isaías, ¿y ustedes?
Cuando Dios necesitó a alguien para dar un mensaje importante a los israelitas, Isaías se ofreció. Hubiera sido maravilloso, si el pueblo se hubiera sentido feliz de escuchar el mensaje de Isaías que venía directamente de Dios. Pero, ellos no se sintieron así, aun cuando lo que les decía era correcto. Esto hizo que el profeta fuera bien conocido, sin embargo, bien impopular.
A pesar de eso, por casi 60 años, Isaías continuó recibiendo mensajes de Dios y hablando a la gente sobre esos mensajes.
Años más tarde, después que Isaías murió, las cosas que él había dicho sucedieron y las personas se sintieron felices de leer lo que había escrito y aprendieron las lecciones que Dios quería enseñarles.
Ahora los mensajes que él dio son parte de la Biblia y todos podemos leerlos.
Me alegra que Isaías se haya ofrecido cuando Dios le preguntó a quién podía enviar.
Quiero ser como Isaías. Estoy deseoso de ser enviado por Dios, ¿y ustedes?
Ester: Tengo miedo de ir
Pero oren por mí y yo iré.
Ester era la reina de Persia, el reino más poderoso sobre la tierra en ese tiempo.
Pero, había un gran problema.
Amán, un consejero malo y traidor, convenció al rey de matar a todos los judíos del reino. Además, se estableció una fecha para esto. Lo que ni él, ni el rey sabían era que la reina Ester también era judía.
A través de su primo Mardoqueo, Ester se enteró de la terrible conspiración. Ella envió a uno de sus siervos a preguntar qué estaba sucediendo y por qué Mardoqueo estaba delante de la puerta del rey, clamando con gran amargura con
sus vestidos rasgados, vestido de cilicio y de ceniza. El siervo volvió con la notica del terrible decreto.
Ester se horrorizó y sintió mucho miedo. Pero, había algo más, su primo Mardoqueo quería que fuera hasta la presencia del rey y le pidiera que perdonara su vida y la de todo su pueblo.
Esto hizo que sintiera más miedo todavía, porque era contra la ley que alguien entrara en la sala real, sin ser invitada. Si alguien quebrantaba esa ley podría morir, incluso la propia reina, a menos que el rey le extendiera su cetro y le diera permiso.
Esto era algo que él no hacía con frecuencia, pero para salvar a su pueblo, ella aceptó ir. Pero antes, ella pidió que todos los judíos de todo el reino ayunaran por tres días y se mantuvieran en oración por ella para que Dios salvara a todos. Después de tres días, prometió: “Entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca”. Dios respondió a sus oraciones.
El rey Asuero extendió su cetro y dio la bienvenida a la reina Ester, permitiendo que ella se sentara a su lado. Él quería saber qué cosas tan importantes tenía al punto de arriesgar su vida y venir a su presencia sin ser invitada.
Ella no le dijo el problema en ese momento, sino que lo invitó junto con Amán a un banquete especial. Más tarde, cuando el rey supo cómo Amán lo había engañado al elaborar esa orden tan terrible de matar a todos los judíos, se enfureció y mandó matarlo, pero el pueblo judío quedó a salvo.
Ester tuvo miedo, pero ella sabía lo que tenía que hacer y lo hizo con mucha valentía.
Quiero ser valiente como la reina Ester. Quiero hacer lo que Dios desea que haga, ¿y ustedes?
Jonás: No quiero ir
Huiré.
Jonás no quería ir a Nínive. Esa ciudad era la capital de Asiria, un país enemigo de Israel. Las personas de ese lugar eran muy pecadoras. Y Jonás no quería hacer
nada por ellas. Pero, Dios le había dicho: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí”.
Y Dios también le dijo que en cuarenta días serían destruidos. Entonces, Jonás compró un pasaje y subió a un barco que no iba a Nínive, sino a otro lugar. Jonás estaba
huyendo de lo que Dios le había dicho que hiciera.
Pero Dios tenía un propósito, quería que Jonás advirtiera al pueblo de Nínive.
Entonces, envió una gran tempestad. Las personas en el barco tuvieron mucho miedo que el barco se hundiera y todos murieran.
Jonás les dijo que esa tempestad estaba sucediendo porque él estaba desobedeciendo a Dios y que si lo echaban al agua, los demás salvarían sus vidas.
Ahora, ellos estaban realmente con miedo, pero obedecieron. Jonás fue arrojado del barco a las olas tempestuosas del mar, se hundió y desapareció a la vista de todos.
Da la impresión de que la historia de Jonás terminaria aquí, pero Dios realmente quería que él fuera a Nínive. Entonces, de un modo asombroso, un gran pez tragó a Jonás.
Los tres días siguientes, el pez nadó hacia Nínive y Jonás viajó en el estómago del pez en medio de todo lo que ese animal acuático había comido.
¿Sería ese el fin de la vida de Jonás? Él oró para que Dios lo perdonara. Ahora él quería ir a Nínive.
El pez lo vomitó y lo lanzó directamente en la playa. Entonces, él se dirigió a Nínive, la ciudad de sus enemigos y les transmitió las advertencias divinas.
Jonás todavía tenía mucho que aprender. Cuando el pueblo dejó de hacer las cosas erradas y comenzó a orar a Dios para que los perdonara, Jonás no se sintió feliz.
Él quería que Dios los destruyera, pero en vez de eso, Dios respondió las oraciones del pueblo y todos fueron salvos.
Finalmente, pienso que Jonás aprendió una gran lección.
Después de todo, él escribió la historia para que nosotros pudiéramos aprender de sus errores. Pienso que después, cuando Dios le pedía a Jonás que hiciera algo, él decía “Está bien, estoy listo para ir
Jesús
Quiero ir a salvar al mundo.
Juan 3:16, 17 dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él”.
¿Ustedes piensan que Jesús quería venir a este mundo? SÍ, podemos tener esta seguridad. Un día, Jesús contó una historia que nos ayuda a entender cuánto nos ama y con cuántas ansias quería venir a rescatarnos de Satanás y del pecado.
La historia está en Lucas 15.
Él preguntó a los hombres que lo escuchaban: ¿Qué harían si noventa y nueve de sus ovejas estuvieran seguras en el corral por la noche, pero una de ellas faltara y estuviera perdida?
¿No irían en busca de la que se perdió hasta encontrarla?
Jesús sabía que si ellos eran buenos pastores harían eso.
Y cuando al fin la encontraran, estarían tan felices que la colocarían sobre sus hombros y la llevarían de vuelta al hogar. Después, llamarían a sus amigos y les contarían las buenas noticias, hasta harían una fiesta en celebración. Sí, ese sería un día de mucha alegría.
“Esto es lo que he venido a hacer”, explicó Jesús, a rescatar lo que se había perdido; y cuando los haya rescatado, habrá una gran fiesta en el cielo, con mucha alegría. “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11).
Nosotros podemos estar seguros, porque cuando Dios quiso salvarnos del pecado, Jesús dijo: “Yo voy”. ¿Ustedes están felices por lo que Jesús hizo?
La parábola de los dos hijos:
Yo no quiero ir. Sí, yo quiero ir.
Pero ellos hicieron lo contrario de lo que prometieron.
Ir a donde nos piden y hacer lo que nos piden que hagamos es tan importante que Jesús un día contó una historia sobre esto. Él habló a un grupo de personas que afirmaban ser obedientes a Dios, pero que realmente no lo eran. La historia está en Mateo 21:28-31.
“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario cuando el
hombre habló con el segundo hijo: “Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero”.
Y ellos tenían razón, porque decir “voy” y no ir, no es obediencia y el trabajo que debe ser hecho nunca se realiza. Cuando nuestro Padre celestial nos pide que hagamos algo y nosotros decimos “voy”, entonces levantémonos y cumplamos lo prometido.
Quiero ir donde Dios me envíe, ¿y ustedes?
Pablo: Yo quiero ir
Hablaré a los gentiles.
Pablo era el tipo de persona que quería hacer las cosas cuando estaba convencido de que estas eran correctas. Cuando él apareció por primera vez en la Biblia, en Hechos 8 y 9, su nombre era Saulo. Se sentía incómodo porque algunas personas decían que Jesús era el Hijo de Dios. Él se alteraba porque las personas decían que Jesús había resucitado después de morir en la cruz.
“Quiero ir, le dijo Saulo a los líderes judíos de la iglesia en Jerusalén. Quiero ir para capturar a todas las
personas que están diciendo esas mentiras. Quiero traerlas para que sean castigadas. Entonces, Saulo fue enviado a la ciudad de Damasco para hacer lo que deseaba hacer. Pero, algo atemorizante ocurrió antes que él llegara a su destino.
Repentinamente, una luz brilló sobre Saulo. Ese brillo era tan intenso que lo hizo caer al suelo. Entonces, Jesús mismo le habló. Allí, Saulo se dio cuenta que estaba cometiendo un grave error. Cuando la luz despareció, Saulo abrió los ojos y ya no podía ver; estaba ciego. En visión, Dios habló con un hombre cristiano llamado Ananías, para que fuera a encontrarse con Saulo. Dios le dijo que colocara sus manos sobre los ojos de Saulo y orara por él para que pudiera ver otra vez.
Ananías tenía miedo porque conocía a Saulo. Dios le dijo que lo había escogido para ser un mensajero, especialmente a los gentiles, los reyes y los judíos. Le dijo que ahora Saulo era un cristiano. (Gentiles era el nombre que se daba a los que no eran judíos).
Ananías obedeció y Saulo fue sanado. Ahora Saulo quería encontrarse con los discípulos de Jesús, pero por otra razón, tenía que aprender más sobre Jesús con ellos. Al principio los discípulos tenían miedo de que fuera una trampa. Pasaron varios años hasta que creyeron en él. Su nombre fue cambiado de Saulo a Pablo.
Poco a poco, los cristianos comenzaron a confiar en Pablo y se sintieron muy felices por su decisión y testimonio fiel por Jesús.
Años más tarde, Pablo y su amigo Bernabé fueron enviados como misioneros.
¿Ustedes creen que Pablo quería ir? Claro que sí, él era una persona muy misionera.
Quiero ser como Pablo, quiero ir y hablar a las personas acerca de Jesús.
Felipe: Dios me dijo que debería ir por ese CAMINO.
Entonces iré.
Cierto día, un ángel del Señor le dio instrucciones especiales a Felipe: “Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza […]” (Hechos 2:26).
Inmediatamente, Felipe se puso en camino. Él no estaba seguro a dónde estaba yendo, ni con quien se encontraría, pero siempre respondía: “Sí, yo voy” cuando Dios le pedía algo.
Pronto un carruaje pasó por allí. En él iba un hombre que tenía a su cargo los tesoros de Candace, la reina de los etíopes. Él estaba leyendo cuidadosamente un rollo bíblico.
El Espíritu de Dios impresionó a Felipe. “Acércate y júntate a ese carro” y él lo hizo así.
“Pero, ¿entiendes lo que lees?”, le preguntó Felipe. “Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?”
Felipe se sentó con él en el carro y como entendía lo que el hombre estaba leyendo, explicó al etíope lo que el profeta Isaías había escrito. “¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Felipe le explicó todo lo que Isaías había predicho y había sucedido con Jesús. Le contó cómo Jesús era el prometido Hijo de Dios, cómo había ido de un pueblo a otro diciendo que eran una parte del reino de Dios; cómo sanaba a los enfermos, paralíticos y ciegos. Después, le contó cómo Jesús fue crucificado, tal como Isaías lo había predicho, pero que él ahora estaba vivo otra vez. Felipe le explicó tan bien que el hombre entendió todo.
Sabía que todo era verdad.
Felipe también le explicó sobre el bautismo. Entonces, cuando ellos pasaron por un lugar donde había agua, el hombre le pidió que lo bautizara.
“Quiero ser un cristiano y llegar hasta mi pueblo para decirles lo que he aprendido”.
El carro se detuvo y Felipe y el hombre descendieron al agua. Ellos oraron juntos y Felipe lo bautizó. Después, Felipe se fue, pues el Espíritu del Señor lo llevó a realizar otra tarea.
¡Qué emocionante! Quiero ser como Felipe. Quiero que Dios sepa que estoy dispuesto a ir donde él me envíe. Quiero que Dios vea que estoy dispuesto a hablar a las personas sobre Jesús.
Señor, ¿existe algún lugar donde deseas enviarme? ¡Yo quiero ir!
Hay muchas maneras de compartir las buenas noticias que están en la Biblia.
Podemos contar del amor de Jesús, ofrecernos para ayudar a los necesitados, entregar juguetes, invitar a los amigos para ser aventureros, contar historias de la Biblia llevando lindas lecciones a los niños del vecindario. Solo permitan que el amor de Dios brille a través de ustedes.
¡Yo quiero ir! Quiero ir al cielo cuando Jesús regrese e invitar a todos a que también digan: ¡Yo quiero ir!
Si aceptas hoy la invitación de Jesús, levántate ahora.
Si tu deseo es el mismo de Isaías, Ester, Jesús, Pablo y Felipe, entonces ponte en pie para decir: “¡Yo quiero ir!”.
Padre nuestro que estás en el cielo,
Yo quiero ir y contar a otros que Jesús va a volver.
Todos queremos hablar del gran amor de Jesús e invitar a las personas a estudiar la Biblia.
Por favor, Señor Dios, ayúdanos a ser misioneros en todos los lugares.
En el nombre de Jesús, amén.
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