DANIEL 5:1-22
El orgullo siempre fue uno de los mayores problemas del mundo. Fue el pecado que originó todos los males del planeta Tierra. En realidad el orgullo es el deseo de tener importancia, de ser el más importante. Éste fue el mismo pecado de Adán y Eva que algunos le llaman desobediencia, pero en realidad Adán y Eva querían ser tan importantes como Dios. Y Satanás los indujo con el mismo pecado que él había cometido y nuestros primeros padres cayeron. Desde ese entonces, todas las personas incluso los niños, adolescentes, jóvenes y adultos quieren ser reconocidos como personas importantes.
Y muchas veces este deseo de ser importantes los lleva a herir sus vidas porque trabajan mucho para comprar muchas cosas caras para, de esta manera, ser reconocidos como personas importantes, comprar lo que no necesitan para ser reconocidos como alguien importante. Hacer muchos viajes para poder mostrar a sus amigos que ellos son personas importantes. Es por eso que las redes sociales hoy día tienen tanta fuerza, porque en las redes sociales todos pueden ser muy importantes y pueden mostrar una vida que en realidad no tienen y mostrar una persona que no son.
Esto también le sucedió a un rey llamado Belsasar que la Biblia describe en el capítulo cinco de Daniel. Él era nieto de Nabucodonosor y a pesar de que era su nieto y que había crecido en el palacio del rey, con el paso de los años no había aprendido las lecciones que Dios le había enseñado a su abuelo.
La Biblia cuenta que Belsasar dio una gran fiesta para 1000 invitados importantes y que después que habían bebido, - danzado y practicado muchos actos inmorales entonces se le ocurrió traer los vasos sagrados del templo de Dios para que pudiesen beber en ellos él, sus concubinas y todos los invitados. Entonces los vasos fueron traídos y mientras ellos estaban bebiendo y adorando a los dioses de Babilonia apareció una mano que escribió un mensaje en la pared del palacio Real, sin embargo, el rey no podía entender su escritura.
Entonces la música paró, las personas dejaron de danzar, y las rodillas del rey comenzaron a temblar. El veía una mano escribiendo, pero no veía un cuerpo, no veía una cabeza y entonces, asustado, mandó a llamar a todos los sabios de Babilonia para que pudieran darle la interpretación y ofreció muchos presentes para el que pudiese hacerlo. Pero nadie pudo descifrar el mensaje. Entonces su madre se acordó de una persona llamada Beltsasar, que en realidad su nombre hebreo era Daniel. Daniel ya debería tener cerca de 83 años de edad y fue llamado a la presencia del rey Belsasar para que pudiera darle la interpretación el rey le dijo a Daniel: “si tú me revelas lo que está escrito te voy a dar un cordón de oro y yo mismo te lo pondré en tu cuello, te daré un anillo real y serás el tercero en mi reino, si tan solo me dices lo que está escrito”. Entonces Daniel le respondió: “yo no tengo capacidad de interpretar, pero hay un Dios en el cielo que si es capaz de revelar todos los misterios y ese Dios te revelará cuál es el mensaje de la escritura en la pared”. Entonces Daniel a partir de ese momento le dice a Belsasar que algunos años atrás su abuelo se había llenado de orgullo y pensaba que él era más importante que el Dios del cielo y realmente su abuelo tenía mucho poder porque aquí a quien quería matar, mataba; a quien quería soltar, soltaba; a quien quería dar libertad, daba libertad; y su corazón se fue llenando de orgullo, esto es, se fue llenando de un sentimiento que muchas personas tienen que es creer que pueden vivir una vida sin Dios. Hay muchas personas que piensan que pueden tener una familia y educar una familia sin Dios. Hay muchas personas que piensan que Dios no es una persona importante para tener una familia feliz, hijos bien educados, un matrimonio exitoso y vivir una vida como si Dios no existiera. Éste fue el sentimiento del que se nutrió el corazón de Nabucodonosor y cuando llegó a un punto exagerado, Dios permitió que Nabucodonosor durante siete años viviese con un animal. Ya no dormía en su palacio real. Dormía junto a las bestias del campo. Andaba lleno de barro, sus uñas le crecieron como las uñas de un águila, sus cabellos todos desgreñados, le crecieron pelos como de animal, todos sus hábitos fueron cambiados de ser humano a bestia del campo. Hasta que reconoció que sin Dios es imposible vivir y luego de esos siete años recobró todos los sentidos y fue capaz de decir lo que está escrito en el capítulo 4 del libro Daniel y los últimos versículos, 34 en adelante: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Daniel 4:34-37).
Este relato muestra que Nabucodonosor finalmente humilló su corazón y el Espíritu Santo de Dios convirtió su vida, se transformó en una persona humilde, porque ser humilde es reconocer que necesitamos de Dios todos los días de nuestra vida y andar con ese Dios. Cuando Daniel contó esta historia, el ambiente diversas estar vinieron muchos recuerdos, vinieron muchas imágenes; es como si una película comenzara a pasar en su mente y recordó aquellos tiempos de muchacho, de juvenil, cuando vio todas estas cosas suceder delante de sus ojos pero no entendía. Su abuelo vivió como un animal durante muchos años y el no podía entender tal vez llegó hasta a preguntarle a su madre qué es lo que le pasaba a su abuelo, por qué vivía de esa manera por qué ya no dormía en su palacio, por qué ya no comían juntos en la mesa real, por qué vivía como estaba viviendo; y probablemente su madre, quien en realidad era su abuela, debe haberle dicho: “ Belsasar aún eres un niño, no podrías entender lo que está sucediendo pero cuando crezcas yo te voy a contar la historia y vas entender”. Los años pasaron y él no aprendió de los errores de su abuelo. Cuando creció y asumió el trono cometió los mismos pecados, guardó el mismo orgullo en el corazón. Por eso las palabras de Daniel en el capítulo cinco y el verso 22 dicen: “Sin embargo, y a pesar de saber todo esto, tú, que eres hijo de Nabucodonosor, no has humillado tu corazón”. Daniel expresó en esa frase el gran problema de los seres humanos. No somos capaces de aprender de nuestros propios errores. Una y otra vez caemos en las mismas trampas que nosotros mismos nos colocamos. Dicen que sabio es aquel que aprende con el error ajeno e intenta no andar por el mismo camino. Dicen que solo es aquel que cae una y otra vez y nunca aprende. Daniel lo mira a Belsasar y le dice que lo que está escrito en la pared significa que su reino ha sido pesado en una balanza y que fue encontrado en falta, su reino será dividido. Fue exactamente por esto que Daniel no quiso recibir los presentes que el rey quería darle, porque sabía que el rey no podría entregarlos. En aquella misma noche Belsasar fue muerto y todos sus invitados también. Fue en aquella noche que los medos y los persas entraron por debajo de los muros de Babilonia y destruyeron el reino de los babilonios. Se cumplieron las palabras de la Escritura.
CONCLUSIÓN
Ahora hay una pregunta que podemos hacernos: ¿La historia de Belsasar tenía que terminar así? ¿Era este el propósito de Dios para su vida? Claro que no. Él podría haber tenido una vida completamente diferente si tan solo hubiese atendido las invitaciones que a lo largo de su vida Dios le había hecho; si a lo largo de su vida hubiese sido humilde y andado en los caminos del Señor. Si tan solo hubiese aprendido con los errores que su padre había cometido, su vida habría sido más tranquila, más larga y más feliz. Existen en esta historia lecciones para todos nosotros, lecciones que debemos aprender dentro de nuestra casa donde muchas veces nuestros padres pueden cometer errores, que nosotros con la ayuda de Dios y con humildad podemos no cometer. Existen ejemplos que podemos imitar dentro de nuestra casa, y si no hay buenos ejemplos, podemos imitar a nuestro salvador Jesús en quien podemos nortear toda nuestra vida. Solo existirá una familia feliz o más feliz si dejamos el orgullo de lado, aprendemos de nuestros errores del pasado y si pedimos fuerzas al Espíritu Santo para andar por caminos nuevos en humildad de corazón.
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