ABSOLUCIÓN TOTAL, FINALMENTE LIBRE DE LA CULPA Y DE LA DEUDA
La gran pregunta en la mente de las personas durante la Edad Media era cómo tratar con el sentimiento de culpa. Probablemente hoy todavía sea la misma. Tal vez ya no hablamos mucho de eso ahora, pero sobrecargamos a las compañías de planes de salud y a los médicos con nuestras preocupaciones. Muchas enfermedades nos sobrevienen por causas psicológicas, lo que significa que las causas fundamentales se encuentran más en la forma como vemos la vida que en lo que podríamos cambiar con nuestro estilo de vida saludable.
Por ejemplo, cuando surgen problemas, decimos: “Me duele el estómago” o “esto me está quitando el sueño”, o al final, puede llevarnos a un cáncer de estómago o a noches de insomnio que aparentemente solo conseguimos vencer con medicamentos. Todo lo que nos sobrecarga nos destruye y se roba nuestra alegría. Una de esas cosas es el sentimiento de culpa que no logramos olvidar.
En la Edad Media, con frecuencia, la culpa se hacía pública, las personas eran humilladas públicamente al ponerlas en cadenas o en troncos. Si la culpa podía probarse, entonces el castigo significaba ser excluido de la sociedad, por lo menos por cierto tiempo, o si no, para toda la vida. Si tenía “suerte”, era “sentenciado” para ir a una peregrinación a Tierra Santa, en Palestina. Pero, en muchos casos, eso terminaba siendo una sentencia de muerte. Además, otros quedaban marcados para toda la vida como resultado de las medidas tomadas por la Inquisición.
Cualquiera que fuera el caso, los ofensores u otros acusados de serlo eran marcados como criminales. Eran tratados como proscritos en la sociedad, excluidos fuera de la seguridad de los portones de la ciudad; no había seguridad para ellos.
CONTEXTO HISTÓRICO E INTERPRETACIÓN DE LA PINTURA
Cuando Lutero compareció ante la Dieta de Worms, ya era un fugitivo. Ya había sido rechazado por el Papa, declarándolo públicamente como un hereje que había perdido el derecho de vivir. Después de dar su testimonio en la Dieta de Worms, el 18 de abril de 1521, el emperador también lo condenó como un criminal y lo colocó bajo destierro imperial. Eso significaba que quien lo encontrara podría entregarlo a las autoridades, o simplemente matarlo en el lugar, sin que ese acto fuera considerado un crimen. De manera que Lutero también formó parte de los excluidos de la sociedad. Por eso, tuvo que permanecer escondido en el Castillo de Wartburg en los meses siguientes, a n de que la polvareda se calmara, por lo menos era eso lo que su defensor, el príncipe Federico esperaba.
En el panel de la derecha del Alter de la Reforma hay una representación del perdón de los pecados. Vemos a Johannes Bugenhagen, amigo de Lutero y su sucesor como pastor de la iglesia de Wittenberg, y como reformador en el norte de Alemania, en Pomerania y Dinamarca, arrodillado ante el púlpito. El pastor está arrodillado frente a toda la congregación y ante Dios, junto con otra persona que humildemente inclina la cabeza. La escena parece mostrar a una persona confesándose y diciendo: “Dios, ten misericordia de mí pecador”. Entonces el pastor puede asegurarle la promesa de Dios de que perdonará el pecado, como está expresado en Isaías 43:25:
“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”.
Todavía hay más para ver en la pintura: Bugenhagen, el pastor, sostiene una llave sobre la cabeza del pecador arrepentido de sus pecados.
En la Edad Media, ese era un símbolo del “poder de las llaves” entregadas a Pedro. De acuerdo a Mateo 16:19 se creía que la llave que garantiza el perdón, y por lo tanto la entrada en el Reino de Dios, había sido dada a Pedro y a los papas y que solamente ellos tenían esa autoridad. Pero en la nueva iglesia protestante, el papa ya no tenía autoridad.
Aquí vemos que los que recibían el perdón por sus pecados, eran los que pedían perdón a Dios con el corazón arrepentido. Realmente un contraste con el noble mostrado a la derecha del retrato. La expresión desconfiada en el rostro, con cejas sobresalientes y ojos oscuros, deja claro que él no siente remordimiento, y que el perdón no le interesa. Es por eso que se está apartando del altar, apartando de la congregación. No recibirá el perdón. Su carga de culpa seguirá pesando sobre él.
El pintor también destaca esa diferencia con los colores. El amarillo era considerado el color de Judas, que es también como Cranach lo pintó en la escena del panel del medio, y el color de los herejes y pecadores. Y aquí el noble con cejas oscuras también está usando una ropa interior amarilla. En el interior, él sigue lleno de pecado. No experimenta la alegría y la liberación que otorga el perdón. Y al fin, él deja la iglesia que podría ayudarlo a encontrar un nuevo comienzo.
CÓMO EXPERIMENTÓ EL PERDÓN MARTÍN LUTERO
El problema del perdón del pecado y la culpa era fundamental en la Reforma. Fue la cuestión que llevó a Martín Lutero a la comprensión decisiva que dio inicio a la Reforma. Ese asunto no perdió su significado en los años posteriores. Pero, cuando sentimos cuán liberador es saber que Jesús perdonó nuestros pecados, no quiere decir que recibimos un cheque en blanco para seguir pecando en el futuro.
Por eso, en Romanos 6:12-15, leemos:
“Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia. Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!” (NVI).
Lutero sabía que tenemos que luchar con el pecado todos los días. Aunque hayamos vivido con Jesús por muchos años, nadie puede decir aquí y ahora que el pecado no ejercerá más influencia en su vida. Y aún si hubiéramos vivido con Jesús por muchos años y estuviéramos en la esfera de su poder, infelizmente, el diablo todavía no está muerto. Por favor lee lo que dice Juan en 1 Juan 2:1-6:
“Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.
¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios?
Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: ‘Lo conozco’, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad.
En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió” (NVI).
Para Lutero era esencial que todos comprendieran la importancia de pedir perdón a Dios cada día. En su propia experiencia, él tenía consciencia de sus errores ante el concepto de Dios de obediencia y justicia, ya sea debido a la debilidad o al pecado enraizado.
Aunque sea doloroso comprobar que por nosotros mismos no podemos tener mé- ritos ante Dios, todavía hay algo que permanece: la fe que nos hace confiar en Jesús. Porque él murió podemos reivindicar su sacrificio por nosotros. Nada más importa a los ojos de Dios a no ser la fe (sola de).
Aun después de muchos años como uno de los líderes más importantes de la Reforma, en el siglo XVI, Martín Lutero tuvo que confesar que ni su conocimiento o experiencia o su valiente testimonio en la Dieta de Worms, ni todos sus años de enseñanza en la universidad tenían algún mérito a los ojos de Dios
CÓMO PODEMOS VIVIR SIN EL SENTIMIENTO DE CULPA.
Para nosotros es natural hablar de nuestros éxitos y de lo que podemos hacer bien; algunos de nosotros realmente somos especialistas en hablar de esa forma, y no hay problemas. Algunas personas son tan buenas que sus realizaciones sobrepasan el promedio. Tienen grandes posibilidades de encontrar empleos bien remunerados y vivir una vida sin muchas preocupaciones. ¡Ah, si fuera así de fácil!
A pesar de todas las pólizas de seguro, el dinero no puede comprar la garantía de una vida feliz, y ninguna compañía de seguros ofrece una póliza que cubra este aspecto. Entonces, ¿Qué podemos hacer?
Lo mismo sucede con el amor, todo lo que podemos hacer es con ar por medio de la fe. Exige mucho valor admitir nuestra culpa y nuestros errores. Preferiríamos dar una interpretación diferente a las cosas.
Definitivamente, somos especialistas en inventar excusas y mentiras inofensivas. Claro, la otra persona siempre es la verdadera culpable, no nosotros.
Para nosotros es extremamente difícil decir: “Sí, la culpa es mía, no de los demás. Pido disculpas”.
Sin hablar de la disposición de corregir nuestros errores, en lo posible. Esa es una de las cosas más difíciles de hacer, pero también una de las experiencias más reconfortantes que se puede tener como hijo de Dios.
El rey David pasó exactamente por esa experiencia en los días del Antiguo Testamento. La describe en el Salmo 32. Vale la pena leer varias veces ese Salmo, porque parece describir nuestra vida. “Pero te confesé mi pecado, y no oculté mi maldad. Me decidí a reconocer que había sido rebelde contigo, y tú, mi Dios, me perdonaste” (TLA). Finalmente estoy libre, nada más pesa sobre mí. Entonces, solo nos resta hacer una cosa: regocijarnos. Y todo el Cielo se alegra con cada uno de nosotros que pasa por esa experiencia.
NUESTRO LEGADO
El sentimiento de culpa es real. Debemos reprimirlo por el sentimiento de libertad en Jesús. Sí, es natural sentir culpa. El verdadero arrepentimiento y el corazón contrito lucharán con él. Elena de White afirma que Jesús llevó sobre sí nuestra culpa:
“Sobre Cristo como substituto y garante nuestro fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fue contado por transgresor, a n de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. [...] Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico (DTG, 701).
La comprensión correcta del ministerio de Jesús en el Santuario celestial nos ayudará a comprender y descubrir las profundidades del amor de Cristo.
Nuestro legado: Hay un Santuario en el cielo, el verdadero Tabernáculo que el Señor erigió y no el ser humano. En él ministra Cristo en favor de nosotros, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Cristo, en su ascensión, llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor, que fue tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santo del Santuario terrenal. En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio, que fue tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santísimo del Santuario terrenal.
Esta obra es un Juicio Investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo Santuario hebreo en el Día de la Expiación.
En el servicio simbólico, el Santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purifican mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El Juicio Investigador revela, a las inteligencias celestiales, quiénes de entre los muertos duermen en Cristo, siendo, por lo tanto, considerados dignos, en él, de participar en la primera resurrección.
También pone de manifiesto quién, de entre los vivos, permanece en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, estando, por lo tanto, en él, preparado para ser trasladado a su Reino eterno.
Este Juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecieron leales a Dios recibirán el Reino.
La conclusión de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda venida (Levítico 16; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Daniel 7:9-27; 8:13, 14; 9:24-27; Hebreos 1:3; 2:16, 17; 4:14- 16; 8:1-5; 9:11-28; 10:19-22; Apocalipsis 8:3-5; 11:19; 14:6, 7, 12; 20:12; 22:11, 12)”.
PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN:
(Líderes: en caso de que las preguntas sean muchas para el tiempo reservado, elijan las que consideren más relevantes para su grupo).
Lutero actuaba motivado por el miedo al infierno y a la ira de Dios y pensaba que la vida en el monasterio lo ayudaría a encontrar la salvación.
1. Discute el impacto que el miedo al infierno puede tener sobre tu relación con Dios.
2. Discute 1 Juan 3:7-9.
“Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
PREGUNTA PARA TI:
Lee 1 Juan 3:6: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. ¿Cuál es el significado de ese versículo para ti?
LA PROMESA DE DIOS PARA TI:
“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
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