“Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová” (Deuteronomio 9:7).
Hay dos palabras que aparecen en toda la Biblia: acordarse y olvidar. Ambas se refieren a algo humano, a algo que sucede en nuestra mente. Ambos son verbos y son opuestos: acordarse es no olvidar, y olvidar es no acordarse. Entre las palabras clave utilizadas en Deuteronomio está el término SHAKAKH, que significa "Olvidar" Este importante término aparece solo 14x en este libro. (Deuteronomio 4:9, 23,31; 6:12; 8:11, 14, 19; 9:7; 25:19; 26:13; 31:21; 32:18). Esta antigua tendencia a olvidar es también un problema moderno. Otra expresión clave en el libro de Deuteronomio es ZAKAR "Recordar" y que aparece 15x (Deuteronomio 5:15;7:18; 8:2, 18; 9:7, 27; 15:15; 16:3, 12; 24:9, 18; 25;17; 32;7). El recuerdo es lo opuesto a la amnesia.
Los "acuérdate" bíblicos:
- Acuérdate del día de reposo para santificarlo (Éxodo 20:8)
- Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud (Eclesiastés 12:1)
Dios a menudo le dice a su pueblo que recuerde todas las cosas que ha hecho por ellos; que recuerde su gracia y su bondad para con él. Gran parte del Antiguo Testamento consiste en los profetas insistiendo al pueblo que no olvidara lo que el Señor había hecho por él. Lo más crucial para recordar era su llamado, y el tipo de personas que serían si respondían a ese llamado. “Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas” (Salmos 77:11).
¿Pasa algo similar con nosotros hoy? ¿Cómo hacer para no olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros? Nuestra vida eterna depende de recordar a Dios. Así, es peligroso para el creyente ser corto de memoria. En nuestra agitada vida cotidiana ¿Cómo recordamos lo que Dios hace por nosotros? ¿Apreciamos su dirección en nuestra vida? ¿Estamos agradecidos?
Hoy, según lo expresa Deuteronomio, veremos esta práctica crucial de hacer memoria y no olvidar la intervención de Dios en nuestra vida.
I. RECORDAR EL ARCO IRIS
Leamos Génesis 9:8 al 17. ¿En qué contexto se utiliza la expresión “me acordaré”, aquí? ¿Qué podemos aprender de su uso, y cómo deberíamos recordar
lo que Dios ha hecho por nosotros?
Esta es la primera vez que la palabra “acordarse” aparece en la Biblia. Por
supuesto, Dios no necesita el arco iris para recordar su promesa y su Pacto.
Simplemente, se expresó en un lenguaje que los seres humanos pudieran
entender. En todo caso, el arco iris es para nosotros, como seres humanos,
para recordar la promesa y el pacto de Dios de no destruir el mundo con
agua nuevamente. En otras palabras, el arco iris era para ayudar a la gente
a recordar este pacto especial que Dios había hecho; cada vez que apareciera
el arco iris, el pueblo de Dios no solo recordaría el juicio de Dios sobre el
mundo por su pecado, sino también su amor por el mundo y su promesa de
no volver a destruirlo con agua.
Por lo tanto, aquí vemos la importancia del concepto de recordar: recordar las promesas de Dios, recordar las advertencias de Dios, recordar la
intervención de Dios en el mundo.
El arco iris en el cielo se vuelve aún más importante en la actualidad ya
que, sobre la base de la continuidad de las leyes de la naturaleza, muchos
científicos rechazan la idea de que alguna vez haya habido un diluvio mundial.
Es fascinante que Elena de White haya escrito que, antes de que llegara
el Diluvio, muchos tenían la misma idea de que la continuidad de las leyes
de la naturaleza descartaba la posibilidad de que pudiera ocurrir un diluvio
mundial. Ella precisó que los eruditos argumentaban que esas “leyes están
tan firmemente establecidas que el mismo Dios no podría cambiarlas” (PP, 84). Así que, antes del Diluvio, la gente aducía, sobre la base de las leyes de
la naturaleza, que tal cosa no podría ocurrir. Actualmente –después del
Diluvio–, la gente argumenta, sobre la base de las leyes de la naturaleza,
que tal cosa nunca ocurrió.
Sin embargo, Dios en su Palabra nos habló sobre el Diluvio y le dio al
mundo una señal, no solo del Diluvio, sino también de su promesa de que
no habría otro más.
Algunos científicos dicen que no hubo ningún diluvio universal, a pesar de que la Biblia dice que sí lo hubo (y está el arco iris). Algunos dicen que tampoco hubo Creación de seis días, a pesar de que la Biblia dice que sí la hubo (y está el sábado para recordarla). ¿Qué debería decirnos esto sobre cuán poderoso y negativo puede ser el impacto de la cultura en la fe?
Recordando, por tanto, lo que significa el arco iris, podremos tener la certeza, escrita en el cielo con hermosos colores, de que la
Palabra de Dios es segura. Y si podemos confiar en su Palabra con esta promesa, ¿por qué no confiar también en todo lo demás que nos dice su Palabra?
La próxima vez que veas un arco iris, piensa en las promesas de Dios. ¿Cómo podemos aprender a confiar en todas esas promesas?
II. ACERCA DE LOS TIEMPOS PASADOS
En Deuteronomio 4, hemos leído las maravillosas amonestaciones que
el Señor le dio a su pueblo a través de Moisés sobre sus grandes privilegios
como pueblo escogido por Dios. Los había redimido de Egipto “con pruebas,
con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido,
y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro
Dios en Egipto ante tus ojos” (Deuteronomio 4:34). En otras palabras, Dios no solo
hizo algo grandioso por ti, sino también lo hizo de una manera que debería
ayudarte a recordar, y nunca olvidar, las grandes cosas que ha hecho por ti.
Leamos Deuteronomio 4:32 al 39. ¿Qué cosas les pedía el Señor que recordaran, y por qué era tan importante hacerlo?
Moisés hace un repaso a través de la historia, llegando a la misma Creación. Allí preguntará al pueblo, retóricamente, si alguna vez hubo en la
historia algo similar a todo lo que hizo Dios por ellos. De hecho, les insiste
que pregunten; es decir, que estudien por su cuenta y vean si antes sucedió
algo como lo que ellos vivieron. Mediante algunas preguntas, Moisés trató
de hacerles entender por sí mismos lo que el Señor había hecho por ellos y,
en definitiva, cuán agradecidos debían estar con él por los poderosos actos
realizados en su vida.
Un hecho fundamental era la liberación de Egipto y luego, quizá de
alguna manera aún más asombrosa, cuando les habló en el Sinaí, lo que les
permitió escuchar “sus palabras de en medio del fuego”.
Leamos Deuteronomio 4:40. ¿Qué conclusión quería Moisés que el pueblo
extrajera de estas palabras sobre lo que Dios había hecho por él?
El Señor no hizo todas esas cosas sin ningún propósito. Él había redimido a su pueblo y cumplió su parte del pacto que estableció con él. Fueron
liberados de Egipto, y estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida.
Dios hizo su parte; ahora se los llama a hacer la suya, que era, simplemente,
obedecer.
¿Cómo representa este modelo el plan de salvación expresado en el Nuevo Testamento? ¿Qué hizo Jesús por nosotros y cómo responderemos a lo que hizo por
nosotros? (Ver Apocalipsis 14:12.)
III. “GUÁRDATE [...] PARA QUE NO TE OLVIDES”
Leamos Deuteronomio 4:9 y 23. ¿Qué les dice el Señor que hagan aquí, y por
qué esta advertencia es tan importante para la nación?
Dos verbos dominan el comienzo de estos dos versículos: “guardar” y
“olvidar”. Lo que el Señor les está diciendo es: “Tengan cuidado de no olvidarse”. Es decir, “no olviden lo que el Señor ha hecho por ustedes ni el pacto
que hicieron”.
El verbo “guardaos” (que también se utiliza de una forma diferente en
Deuteronomio 4:9, traducido como “guárdate”), aparece en todo el Antiguo Testamento y significa “tener cuidado”, “velar”, “preservar” o “proteger”. Curiosamente, la primera vez que aparece en las Escrituras es incluso antes del
pecado, cuando el Señor le dijo a Adán que “guardase” el jardín que le había
dado (Génesis 2:15).
No obstante, ahora el Señor le dice al pueblo, de forma individual a cada
uno (el verbo está en singular), que tengan mucho cuidado de no olvidarse.
Esto no es “olvidar” en el sentido cognitivo de perder la memoria (aunque, con
el tiempo y en las nuevas generaciones que podrían llegar, era de esperar),
sino más bien en el sentido de ser laxos con las obligaciones del Pacto. Es
decir, debían ser conscientes de quiénes eran y lo que eso significaba en
términos de cómo iban a vivir ante Dios, ante los demás hebreos, ante los
extranjeros que había entre ellos y ante las naciones que los rodeaban.
Leamos nuevamente Deuteronomio 4:9 (ver también Deuteronomio 6:7; 11:19), pero
concéntrate en la última parte, donde habla de enseñarles a sus hijos y a sus
nietos. ¿Qué tendría que ver eso con ayudarlos a no olvidar?
No es coincidencia que justo después de que Moisés les dice que no se
olviden, que no permitan que estas cosas se “aparten de su corazón” (NVI),
les diga que enseñen estas cosas a la próxima generación y a la siguiente.
No solo sus hijos necesitaban escuchar sobre estas cosas. Quizá lo más importante fuera que, al contar y volver a contar las historias de lo que Dios
había hecho por ellos, el pueblo no olvidaría esas cosas.
Resultados Cruciales de la pérdida de memoria:
1. Sin memoria, no podríamos comprender la historia. Perderíamos la capacidad de reflexionar o desarrollar el pensamiento. Viviríamos una inexistencia mental, lo que implica desconocer la Señor y la obra que hace en nuestro favor.
2. Sin memoria, no podríamos aprender las lecciones de la historia. Estaríamos condenados a repetir los mismos errores. "El aprendizaje, el pensamiento y el razonamiento no podrían ocurrir si n la capacidad de recordar". Estaríamos todo el tiempo tratando de aprender sin retener nada. Por tanto, estaríamos destinados al fracaso.
3. Sin memoria, no podríamos comprender el presente. ¿Por qué estamos aquí? Toda nuestra existencia estaría en peligro, porque viviríamos solo para el momento, en busca de los placeres, el entretenimiento, la comida y el poder. Sin memoria, solo queda el presente, pero el presente se desvanece muy rápido; es casi inexistente.
4. Sin memoria, no podríamos vislumbrar el futuro. No sabríamos hacia dónde vamos. Recordar la esperanza futura solo es posible si se recuerdan las promesas y predicciones de Dios cumplidas en el pasado.
5. Sin memoria, tampoco tendríamos esperanza. La esperanza solo viene como resultado de recordar las misericordias pasadas de Dios por su pueblo y la humanidad.
6. Sin memoria, no podríamos ser agradecidos y, sin gratitud, la vida carecería de sentido. Solo cuando recordamos el amor, la bondad, la amabilidad, la paciencia, el perdón, la restauración, la sanidad y la fidelidad de Dios podemos cultivar un espíritu agradecido y construir una relación significativa con él. Solo cuando las acciones bondadosas de nuestro Señor están frescas en nuestra mente pueden generar los motivos correctos.
7. Sin memoria, no puede haber obediencia. Porque necesitamos discernir la voluntad de Dios meditando en su ley de amor para seguirlo fielmente.
8. Sin memoria, no podemos conservar nuestra identidad. No sabemos quiénes somos ni a dónde pertenecemos. Dios quiere sanar nuestros recuerdos. Ya no seremos esclavos de nuestras transgresiones pasadas y de nuestra profundas heridas emocionales. Ningún recuerdo doloroso nos irritará.
9. Sin memoria, no podríamos desarrollar relaciones significativas. Sin memoria, seríamos incapaces de amar. La demencia destruye el compañerismo. Se necesita manejar la pérdida de memoria (Alzheimer) con amabilidad, paciencia y compasión.
10. Sin memoria, no podríamos desarrollar la fe. Para quienes viven solo para el momento y para sus instintos naturales, nada sobrenatural tiene sentido.
Ciertamente aquellos pasajes que cautivaran mejor y más su atención y su memoria serán aquellos que usted descubrió más que aquellos que le contaron.
Por lo tanto, ¿qué
mejor manera de conservar el conocimiento de lo que el Señor había hecho
por su pueblo escogido?
El hecho de contarles a otros tu experiencia con el Señor, ¿cómo ha beneficiado
no solo a los demás, sino también a ti? Volver a contar cómo Dios te ha guiado
¿cuánto te ayudó a no olvidar su dirección?
IV. “COMERÁS Y TE SACIARÁS”
Un dirigente de la iglesia, que trabajó en la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día durante 34 años, contó que muchos años antes
él y su esposa, después de haber aterrizado en un aeropuerto, habían perdido
una maleta. “Allí mismo”, dijo, “junto a la cinta transportadora de equipaje y
en público, nos arrodillamos y oramos, pidiendo al Señor que nos devolviera
nuestro equipaje perdido”. Muchos años después, sucedió lo mismo: llegaron
al aeropuerto; pero una maleta, no. Contó lo que pasó a continuación. “No
te preocupes”, le dijo a su esposa, “el seguro lo cubrirá”.
Con esta historia en mente, lee Deuteronomio 8:7 al 18. ¿Qué advertencia le está dando el Señor a su pueblo aquí, y qué debería significar para
nosotros hoy también?
Considera lo que les aportaría su fidelidad al Señor. No solo poseerían
una tierra maravillosa y rica, una “tierra en la cual no comerás el pan con
escasez, ni te faltará nada en ella” (Deuteronomio 8:9), sino también serían sumamente
bendecidos en esa tierra: ovejas, vacas, oro, plata y casas hermosas. Es decir,
se les darían todas las comodidades materiales que les brinda esta vida.
Pero, entonces, ¿qué? Se enfrentarían al peligro que siempre acompaña a
la riqueza y la prosperidad material, el de olvidar que solo el Señor es quien
“te da el poder para hacer las riquezas” (Deuteronomio 8:18).
Quizá no al principio, pero a medida que pasen los años y tengan todas
las comodidades materiales que necesitan, olvidarán su pasado, olvidarán
cómo el Señor los condujo a través de “aquel grande y terrible desierto”
(Deuteronomio 1:19), y de hecho pensarán que fue su inteligencia y su talento lo que
les permitió tener tanto éxito.
Alguien que no se considera rico en su país puede ser visto como súper rico por los de otro país) impacta en nuestra espiritualidad. ¿De qué manera los que “tienen dinero” pueden protegerse de algunos de los peligros espirituales que puede generar la riqueza?
Esto es precisamente lo que el Señor les estaba advirtiendo que no hicieran (y lamentablemente, en especial cuando uno lee a los profetas posteriores, esto es exactamente lo que les sucedió). Por lo tanto, en medio de esta
prosperidad, Moisés les dice que recuerden que fue solo el Señor quien hizo
esto por ellos y que no se dejen engañar por las bendiciones materiales que
él les había dado. Siglos más tarde, el mismo Jesús advirtió, en la parábola
del sembrador, acerca del “engaño de las riquezas” (Mar. 4:19).
No importa cuánto dinero ni posesiones materiales tengamos aquí, todos somos
de carne y hueso, y nos espera un hoyo en el suelo. ¿Qué debería decirnos esto
acerca de los peligros provenientes de la riqueza, en el sentido de que la riqueza
puede hacernos olvidar nuestra necesidad del Único que puede librarnos de ese
hoyo en el suelo?
V. ACUÉRDATE DE QUE FUISTE SIERVO
Leamos Deuteronomio 5:15; 6:12; 15:15; 16:3 y 12; y 24:18 y 22. ¿Qué quería específicamente el Señor que nunca olvidaran, y por qué?
Como hemos visto, en todo el Antiguo Testamento, el Señor constantemente les recordaba el Éxodo, su liberación milagrosa de Egipto por parte
de Dios. Hasta el día de hoy, miles de años después, los judíos practicantes
guardan la celebración de la Pascua, un monumento conmemorativo de lo
que el Señor ha hecho por ellos. “Y cuando entréis en la tierra que Jehová
os dará, como prometió, guardaréis este rito. Y cuando os dijeren vuestros
hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la
pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel
en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el
pueblo se inclinó y adoró” (Éxodo 12:25–27).
Para la iglesia de hoy, la Pascua es un símbolo de la liberación que se
nos ha ofrecido en Cristo: “Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue
sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7).
Leamos Efesios 2:8-13. ¿Qué se les pide a estos creyentes gentiles que recuerden? ¿Qué paralelismo encuentras con lo que se les dijo a los hebreos
en Deuteronomio que recordaran también?
Pablo quería que estas personas recordaran lo que Dios había hecho por
ellas en Cristo, de qué las había salvado y lo que ahora tenían por la gracia
de Dios. Al igual que con los hijos de Israel, no había nada en ellas que mereciera la aprobación de Dios. Era solo la gracia de Dios, que les fue dada, a
pesar de que eran “ajenos a los pactos de la promesa”, lo que los llevó a ser
quienes eran en Cristo Jesús.
Seamos israelitas en el desierto, cristianos en Éfeso o adventistas del
séptimo día en cualquier parte del mundo, es fundamental que recordemos
siempre, y que no olvidemos, lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. No
es de extrañar, entonces, que nos lleguen estas palabras:
“Sería bueno que
cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación de la vida
de Cristo. Deberíamos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación
se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será
más constante, se reavivará nuestro amor, y seremos más profundamente
imbuidos de su Espíritu” (DTG, 63).
VI. UN DON INMERECIDO
1. Eres el más insignificante de todos los pueblos (Deuteronomio 7:7). Había pueblos más numerosos, más poderosos con ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo. (Deuteronomio 9:1).
2. Eres un terco. (Deuteronomio 9:6). Dios no te da sus bendiciones por tu justicia. "No por tu justicia o por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sin o por la impiedad de estas naciones Jehová, tu Dios, las arroja de delante de ti y para confirmar la palabra que juró a tus padres" Deuteronomio 9:5. "Cuando Jehová, tu Dios, los haya echado de delante de ti, no digas en tu corazón: "Por mi justicia me ha traído a poseer esta tierra. pues por la impiedad de las naciones Jehová las arroja delante de ti" Deuteronomio 9:4. Su mala conducta había hecho evidente que no se les daba la tierra de Canaán porque la mereciesen. No fue sino cuando las naciones de Canaán hubieron colmado irreversiblemente su copa de iniquidad y su tiempo de gracia hubo terminado cuando Dios los desalojo de su tierra. (Levítico 18:24-28; 1 Reyes 14:23, 24; 21:26). A causa de su mal proceder perdieron el derecho de permanecer en ella. Si Israel imitaba la conducta de esas naciones, él también sería echado. esto fue lo que finalmente ocurrió porque el pueblo era duro de cerviz, obstinado y testarudo. Infelizmente, El caprichoso siempre termina juntándose con el presuntuoso; es decir, Al caprichoso le encanta juntarse con el presuntuoso.
3. Eres rebelde. (Deuteronomio 9:24). A la menor provocación imaginaria, los israelitas e levantaban contra Dios, de tal manera que Moisés los llamó rebeldes (Números 20:10).
En tres ocasiones había habido grande desobediencia de parte de Israel: En Mara (Éxodo 15:23), en el desierto de Sin (Éxodo 16:2, 3), y en Masah (Éxodo 17:2-7). En el caso de Aarón, en vista que, su culpa era mayor que la del pueblo, y que su transigencia con el pecado llegó a ser funesta, Dios estaba listo a destruirlo. El pecado deliberado y premeditado puede hacer terminar repentinamente el tiempo de gracia. A fin de evitar la hora del juicio debe haber un nuevo comienzo, una reforma genuina. Así. Aarón y el pueblo fueron salvos por causa de la intercesión de otros.
Moisés había intercedido por el pueblo usando 2 argumentos con Dios:
A. Dios no podía retractarse
B. Se debía evitar que los paganos se regocijaran en el triunfo sobre Israel.
CONCLUSIÓN
“¡Cuán grandes fueron la condescendencia y la compasión que Dios
manifestó hacia sus criaturas descarriadas al colocar el bello arco iris en
las nubes como señal de su pacto con el hombre! El Señor declaró que al
ver el arco iris recordaría su pacto. Esto no significa que olvidaría, sino que
nos habla en nuestro propio lenguaje, para que podamos comprenderlo
mejor. Era el propósito de Dios que cuando los niños de las generaciones
futuras preguntasen por el significado del glorioso arco que se extiende
por el cielo sus padres les repitiesen la historia del Diluvio, y les explicasen
que el Altísimo había combado el arco, y lo había colocado en las nubes para
asegurarles que las aguas no volverían jamás a inundar la Tierra. De esta
manera, de generación en generación, el arco iris sería un testimonio del
amor divino hacia el hombre, y fortalecería su confianza en Dios” (PP, 97).
Desde la fundación del cristianismo, nunca ha habido una iglesia que
haya participado de la riqueza y las comodidades de las que disfruta hoy
la iglesia en algunos países del mundo. La pregunta es ¿a qué costo? Seguramente esa opulencia influye en nuestra espiritualidad, y no para bien.
¿Cómo sería posible? ¿Desde cuándo la riqueza y la abundancia material
han fomentado las virtudes cristianas de la abnegación y el espíritu de
sacrificio? En la mayoría de los casos, sucede lo opuesto: cuanto más tiene
la gente, más autosuficiente se vuelve y menos suele depender de Dios. La
riqueza y la prosperidad, por muy bonitas que sean, vienen acompañadas
de muchas trampas espirituales peligrosas.
CULTIVAR LA GRATITUD
Dios te damos las gracias:
1. Por las pruebas en las que nos has transformado y fortalecido (Deuteronomio 8:1-5; 1 Pedro 1:3-9).
2. Por el destino que compraste para nosotros (Deuteronomio 8:6-10; 1 Pedro 1:3-5; Colosenses 1:12)
3. Porque hemos visto tu poder y tu fidelidad en el camino (Deuteronomio 8:11-18)
"Estas son las cosas que nunca debemos olvidar. El amor de Jesús, con su poder constreñidor, debe mantenerse fresco en nuestra memoria...Su sacrificio es el centro de nuestra esperanza. En eso debemos fijar nuestra fe" DTG, 614.
Las escenas finales de la vida de Cristo ¿Qué nos dicen sobre el amor de Dios por nosotros y por qué nunca debemos olvidar la realidad de ese amor. ¿Qué otras cosas se te ocurren
que revelen la bondad de Dios y por qué debemos tener siempre
presente esta realidad?
Si no tuviéramos memoria, todo lo que hacemos y planeamos sería en vano. Olvidar es perecer. Es vital mantener en nuestra mente la historia de las proezas de Dios y de su pueblo para tener una identidad y un futuro como iglesia. Memorizar las Escrituras es una forma de mantener alerta nuestra memoria. No es de extrañar que Moisés pusiera tanto énfasis en recordar cómo el Señor les había guiado en le pasado. Alabado sea Dios por el don de la memoria. ¡Usémosla para glorificarlo!
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