I. Vivimos en una comunidad global.
Con el uso de La Red Cibernética [Internet] y de los aparatos celulares estamos constantemente a solo unos minutos de descubrir las últimas noticias y las últimas modas y tendencias.
Hasta tenemos un nuevo vocabulario para esta nueva edad de comunicación con nuestras comunidades virtuales y con nuestros seguidores.
Palabras como: “Tweeting,” “Google-ing,” “Face Time,” “Facebooking” y “Videos virales” se han hecho parte del vocabulario cotidiano.
En un mundo de tanta velocidad, donde nuestras necesidades se nos suplen en instantes, no es sorprendente que podamos perder de vista las intenciones que tiene Dios con relación a este planeta, al que llamamos nuestro hogar.
El Diccionario Merriam-Webster cibernético define Comunidad como “Un grupo de personas que vive en el mismo área (tal como una ciudad, un pueblo o un vecindario) o un grupo de personas que tiene los mismos intereses, religión, raza, etc., o un grupo de naciones.”
Conozcamos lo que la Biblia nos dice acerca de la ‘comunidad’.
Un pasaje de la Escritura que nos hace notar nuestra necesidad de repensar y de recalibrar nuestro entendimiento de esta comunidad se encuentra en Marcos:30-32:
"También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios?¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra."
Las multitudes que seguían al Mesías no sabían con certeza qué era el "Reino de Dios’, y con frecuencia Él utilizaba historias y parábolas para explicar e ilustrar lo que significaba.
Podía entenderse la confusión de ellos, porque como pueblo descendiente de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se sentían desafiados por la ocupación y por la opresión de los romanos, y esperaban que el Mesías prometido les trajera salvación.
Estas multitudes habían escuchado y habían respondido al llamado de Juan el Bautista. Sabían del milagro ocurrido cuando el bautismo de Jesús.
Cada demonio que había sido sacado, cada persona que había sido curada, o las milagrosas alimentaciones de miles de personas, despertaban la esperanza en ellos de que posiblemente éste era el “Salvador Prometido” que habían estado esperando.
Cuando Jesús declaró que el Reino de Dios había llegado, muchos esperaban que éste fuera el Rey-Guerrero que los libraría, y restablecería a Israel como el reino.
Había una gran expectación en cuanto a qué llegaría a ser su comunidad.
¿Cuáles son las expectativas que tienen ustedes acerca de Jesús?
¿Se fundan éstas en lo que Él ha hecho en sus vidas, o solo en lo que ustedes han querido que Él haga?
¿Qué es el Reino de Dios?
¿Qué pretendía Jesús, enseñando y predicando esto antes, al viajar durante más tres años por los polvorientos caminos de Galilea?
El primer mensaje de Jesús después de ser bautizado fue: “Arrepentíos, que el Reino de los Cielos está cerca” (Mateo 4:17-18; Marcos 1:15)
Esta declaración revela que había una nueva comunidad, una nueva sociedad, un nuevo estilo de vida, que estaba siendo firmemente establecido por Jesús. Esta nueva comunidad iba a fructificar con Jesús como su dirigente, su jefe, su líder, su Rey.
El método de enseñanza de Jesús no era desconocido. Los rabinos, maestros religiosos contemporáneos de sus días, con frecuencia usaban historias y parábolas para explicar sus ideas teológicas.
El tipo favorito de historia que Jesús utilizaba estaba encapsulado en sus parábolas.
Una parábola es una historia simple, con caracteres o personajes y actividades conocidos que ilustra un principio.
No todos los que escuchaban estas historias podían entenderlas muy fácilmente. De hecho, con cierta frecuencia Jesús contaba parábolas a las grandes multitudes, y muchos se iban sin estar seguros de su significado.
Él, sin embargo, les explicaba en privado a sus discípulos el significado de aquellas parábolas. Al procurar entender el “Reino de Dios” debemos escudriñar esta historia más de cerca.
Los que venían a ver y a escuchar a Jesús nunca se iban chasqueados porque Él frecuentemente utilizaba cosas ordinarias, comunes, cosas de la vida y de la experiencia de los galileos para educarles acerca de Dios.
¿Pueden ustedes verlos parados a la ribera del río Jordán, en la playas del mar de Genesaret o de Galilea, o sentados en los cerros polvorientos escuchando a Jesús durante horas y horas?
¿Se han sentido alguna vez emocionados al ir a sus clases?
¿Alguna vez han querido llegar primero al salón para conseguir un buen asiento antes que llegara el maestro?
Así se han de haber sentido muchos de los que iban a escuchar a Jesús.
Estaban emocionados, esperando para oír qué cosas interesantes les iba a estar enseñando ese día para instruirle en cuando a su Reino.
El ambiente de este texto nos coloca en medio de una de las sesiones de enseñanza de Jesús desde la proa de un bote de pesca.
Algunas de las historias registradas en el capítulo 4 de Marcos tienen un ‘enfoque agrario’: el sembrador regando su semilla (Marcos 4:1-20); y la parábola de la semilla (Marcos 4:26-29).
Cuando miramos este breve pasaje, podría ser que nos distrajéramos, debido a su simplicidad aparente, y perdiéramos la importancia del mensaje. Jesús le dice a la atenta audiencia que el Reino de Dios es cómo la semilla de la mostaza. Jesús afirma que esta semilla crece y se hace más grande que todas las demás hierbas y arbustos del huerto.
En las versiones de Lucas y de Mateo de esta historia, Jesús se refiere a la mostaza madura como a un árbol.
Es importante notar que el árbol de mostaza no era el árbol que más podía crecer en el huerto, porque los árboles de olivo generalmente se elevaban por encima de las otras plantas. De modo que la lección para los oyentes es que el Reino de Dios no se determina por el tamaño de la semilla.
Los oidores estaban familiarizados con el hecho de haber vivido la escacez y haberse criado en condiciones precarias. Precario dice el diccionario que se refiere a lo que es poco estable, poco seguro o poco duradero.
Al seleccionar el grano de mostaza como ilustración, Jesús le deja saber a sus oyentes que a Él le interesaba más cómo ellos terminaban que cómo habían comenzado.
La semilla de mostaza que era común en Palestina era la de la mostaza negra, y se cultivaba en huertos y en campos.
Las plantas podían crecer a una altura de tres metros (unos diez pies) de altura, pero tenía la semilla más pequeña de las que se cultivaba en aquella época.
La semilla de mostaza se usaba como metáfora o ilustración del potencial. En la semilla había un gran potencial de crecimiento, y ente los oyentes también había un gran potencial. Ellos necesitaban aprender cómo desarrollar este potencial.
¿Cómo podrían llegar a ser parte del Reino?
La agricultura en vez de la guerra
“Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay.” (Marcos 4:31)
Jesús simplemente dice que el Reino de Dios es como la semilla de la mostaza.
Jesús procuraba transformar su cultura.
Él usaba analogías de la agricultura para demostrar el plan de Dios para la humanidad, que era la antítesis a las expectativas de una nación que esperaba a un mesías guerrero.
Él usa esta historia para cambiar, en la mente de sus oyentes, el paradigma o el modelo de la pelea a la agricultura; de la guerra a la adoración, del César a la comunidad, de la lucha con la ley a la gracia.
Un comentarista bíblico, R. P. Martín, dice: “Aún así, todo lo concerniente al ministerio de Jesús controvertía o batallaba con su entendimiento de quién debía ser su Dirigente. En cambio, Jesús quería imbuir en sus mentes la perspectiva de que el camino a su gloria futura estaba ligado al camino a la cruz, con su experiencia de rechazo, de sufrimiento y de humillación.”
Jesús dijo: “YO SOY el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre, sino por Mí.” Juan 14:6.
Las semillas guardan dentro de sí el germen de la vida. Sin embargo, para que la semilla produzca vida, tiene que morir.
Jesús dice en Juan 12:24: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo. Pero al morir, lleva mucho fruto.”
El tamaño de la semilla no es lo que determina su crecimiento ni su función. Sin embargo, las semillas pequeñas maduran más rápidamente, y pueden ser esparcidas más pronto. Esta pequeña semilla crece y se hace un árbol que es formidable en su tamaño y en la cantidad de sombra y de protección que suple a todos los que buscan allí abrigo y protección.
Dios te ha hecho, semilla, para que seas parte de su Reino sempiterno. Él puede colocar en nuestro ser todo lo que sea necesario, no solo para tu subsistencia, sino también para el crecimiento del reino.
¿Estás dispuesto a morir, a morir al ‘yo’, a tus propios deseos, a tus propios planes, para que Dios pueda llevarte a la gloria?
Como ya he mencionado, la audiencia de Jesús tenía experiencia con la agricultura –más de la que nosotros tenemos – lo que significa que Él no necesitaba explicar las condiciones necesarias para que la semilla creciera.
Si bien es cierto que nosotros podríamos buscar en Google toda esa información acerca de la agricultura y de cómo crecen las cosas, si nos falta la experiencia, posiblemente no comprendamos muy profundamente todas las lecciones en la analogía de Jesús.
La semilla pasa por un proceso llamado “germinación” para poder abrirse a la vida que lleva dentro de sí.
Hay tres condiciones básicas que le permiten a la semilla “germinar”:
(1) El embrión tiene que estar vivo. A esto le llamamos la viabilidad de la semilla.
(2) Los requisitos de latencia que impiden la germinación deben superarse para que la semilla pueda germinar.
(3) Tienen que existir todos los requisitos necesarios para la germinación.
Una vez que se cumplan las condiciones, la semilla germina, y una nueva vida, una plántula inmadura, comienza a crecer.
La plántita crecerá y se tornará en una planta madura. Jesús salta de la semilla a la planta madura sin describir el proceso que lleva la planta a la madurez.
Entonces, en Mateo 13:32 Él afirma:
“Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas.” Mateo 13:32.
En Palabras de Vida del Gran Maestro, página 54 leemos:
“El germen que se haya en la semilla crece en virtud del desarrollo del principio de vida que Dios ha implantado en él. Su desarrollo no depende del poder humano. Tal ocurre con el reino de Cristo. Es una nueva creación. Sus principios de desarrollo son opuestos a los que rigen los reinos de este mundo.”
Reflexionemos una vez más sobre lo que oyeron los galileos que estaban escuchando la analogía sobre la siembra. Debemos procurar retomar las claves que se esconden en el relato.
La audiencia de galileos sabían del valor y del costo de la semilla de mostaza. Valía la pena ser cultivada. La aseveración de Jesús afirma que ellos eran verdaderamente los escogidos por Dios. Y su tarea era el mostrar el amor de Dios al mundo.
Jesús, Dios con nosotros, ahora estaba enmarcando de nuevo su concepto del “reino.”
Hoy en día, también se nos invita a vivir para transformar nuestra cultura y crear la comunidad y las amistades reales y también virtuales en el espacio cibernético que, parecen estar llamando con cada trino, timbrazo o pitido de nuestros aparatos electrónicos.
Jesús nos está llamando a algo mejor. Estamos siendo llamados por Cristo para llegar a ser la comunidad que está diseñada según el patrón ideal de Dios para nosotros.
Las implicaciones, tanto para los que escuchan este mensaje ahora como para los que lo escucharon en aquel entonces, son que estamos siendo invitados a cambiar nuestra manera de pensar, y a crecer.
Para que la planta crezca y llegue a ser una planta madura, el jardinero riega, alimenta, estercola, deshierba y poda las plantas para mantener un ambiente óptimo de crecimiento.
Las semillas producen plantas, y las plantas producen más semillas. De esta una semilla de mostaza sabemos que tendremos más plantas de mostaza. Muy sencillo.
Pero con el Mesías, las cosas no son tan sencillas.
El reino en vez del nacionalismo
Si bien es cierto que, las parábolas eran historias teológicas con ilustraciones contemporáneas, las historias de Jesús con frecuencia dejaban a los oyentes pensando, medio confundidos.
Dice en Marcos 4:33-34:
“Y con muchas parábolas semejantes les hablaba la Palabra, según podían oír. Sin parábolas, no les hablaba. Pero a sus discípulos en privado les declaraba todo.”
Debido a nuestro método de querer complacer a todos, y a no excluir a ninguno, esto nos parece injusto. Pero Jesús parecía estar muy cómodo con el misterio que rodeaba sus enseñanzas.
Nos queda una pieza importante de información sobre la cual reflexionar: la definición del “Reino.”
Hay que recordar que, los que escuchaban la historia de Jesús, esperaban sobre todas las cosas, que este “reino” del que Jesús hablaba, destronara a los romanos, y devolviera a Israel a su gloria antigua, semejante a los tiempos de David y de Salomón, y que introdujera un período de seguridad y de paz, y un mundo donde se adorara a Jehová.
Digamos la verdad.
Cada persona puede ser nacionalista; es decir, sentir una feroz lealtad a su país, y sentirse sumamente orgullosa de éste. Sentir que su país es mejor y más importante que cualquier otro país.
Más en este nuevo reino, el monarca promete proteger y cuidar a sus súbditos.
Jesús les ofrece la oportunidad de creer y de confiar en el Soberano Dios en vez de limitar su herencia a un espacio geográfico.
También nosotros, como jóvenes y adultos, tenemos que estar atentos para no aferrarnos a nuestras perspectivas personales, religiosas, políticas o hasta incluso patrióticas, a expensas del crecimiento en el Reino de Dios.
No podemos preocuparnos más por las tradiciones que por el crecimiento en el Reino de Dios.
Generalmente, los reinos se gobernaban con poderío militar y con consejeros que proveían sabiduría al rey acerca de cómo gobernar a sus súbditos.
Por lo tanto, una vez más, Jesús va a transformar su cultura y crear un reino donde el Rey muere por sus súbditos para que ellos puedan vivir. Él pelea por nosotros, no por un reino terrenal, sino por un reino hecho a la semejanza del Reino celestial de Dios, donde todos los súbditos le juran lealtad por su amor por su aprecio hacia el Rey.
Cuando nosotros aceptamos a Jesús y aceptamos su autoridad como rey, nuestra fe crece, y se convierte en un lugar a donde otros pueden venir y hallar reposo en Jesús.
Las implicaciones para nosotros hoy
¿Estamos nosotros reflejando ese reino de Dios en la tierra?
¿Se han cumplido las condiciones espirituales centrales de modo que usted pueda crecer como la semilla de mostaza?
Decía Desmond Tutu: "Pon tu pizca de bondad dondequiera que estés; todas estas cositas buenas juntas son las que doblegan al mundo"
Para que esto ocurra
(1) Jesús tiene que estar en nuestro interior, dándonos vida haciendo de este modo que nuestra fe sea sostenible.
(2) Usted no puede permitir en su vida que nada ni nadie fuerce su fe a dormitar, impidiendo de esta manera el crecimiento de su fe.
(3) Usted tiene que remover de su ambiente todo lo que pueda impedir que el Espíritu Santo avive el crecimiento de Jesús completamente en su corazón.
Como la semilla de mostaza no puede crecer en una tierra que no cumpla con las condiciones correctas, esta semilla de mostaza espiritual no puede crecer ni reproducirse, ni proveer abrigo sin las condiciones correctas.
Qué bueno es saber que Jesús está disponible para ayudarnos a obtener el ambiente y las condiciones óptimas para que crezcamos, nos desarrollemos y maduremos.
¿Quisieran pedirle a Jesús hoy que corte, que saque, que deshierbe nuestras vidas para asegurarse que el reino de Dios comience a crecer donde estamos?
Y para poder asegurar que las condiciones espirituales se cumplan, como la planta es cuidada y podada por el hortelano, para asegurarse que alcance la madurez; nosotros también debemos someternos a la mano del hortelano.
Jesús es el hortelano.
Necesitamos someternos a Jesús y procurar mantener el ambiente adecuado en todas las circunstancias de nuestra vida, para que podamos crecer.
Jesús nos podará, nos quitará las malas hierbas, nos alimentará, nos nutrirá. No podemos controlar ni las condiciones ni su tiempo.
¿Está usted sometiendo sus planes diariamente a Jesús?
¿Acepta usted cuando otros obtienen “las cosas que usted quiere” antes que usted?
¿Es usted capaz de ser agradecido sin importar los retos que tenga que afrontar?
El mundo está en una necesidad urgente de comunidades auténticas, que lo llenen de vida.
Como seguidores de Jesús, nos toca compartir las buenas nuevas de que Dios desea proveer esto a cada persona de este planta.
Hoy, nuestro reto y nuestra invitación es a que seamos semillas de mostaza, que crezcamos en plantas de mostaza, para que las personas con las que interactuamos en nuestras iglesias, en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades, vengan y encuentren refugio y descanso.
Tal como Jesús había previsto, de un humilde comienzo, hoy su mensaje ha sido conocido en toda la tierra.
Por eso la invitación hoy es para casa uno de nosotros.
¿Quisiera que Dios comience a realizar su gran obra de transformación en su vida?
¿Quisiera entregarle el trono de su corazón para que Cristo sea el soberano de su vida?
¿Quisiera ser parte de la comunidad de fe y del servicial y triunfante Reino de Dios cual?
Tal vez el inicio sea humilde y pequeño; sin embargo ¿Le gustaría comenzar hoy?
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