En la década de 1980, el autor cristiano Jerry Bridges publicó un libro con el sugerente título “Pecados respetables: confrontemos esos pecados que toleramos”. Allí aparecían palabras como ansiedad, envidia y orgullo.
La propuesta del autor era diferenciar los “pecados escandalosos” como adulterio, robo o asesinato, y que generalmente suscitan la rápida condena de las personas, de aquellos que no llaman tanto la atención y que generalmente son tolerados por la iglesia y la sociedad. Treinta años después, lo interesante es que, a excepción de ciertos círculos cristianos, casi ya no se habla de pecado.
Incluso algunos de los “pecados respetables” de Bridges hoy son promovidos por una sociedad que parece haber perdido su brújula moral.
En esta oportunidad centraremos nuestra atención en un “pecado respetable” que actualmente pareciera ser parte esencial de la cultura que nos rodea y que se presenta de variadas maneras: el orgullo.
A la luz del relato bíblico de la entrada del pecado a este mundo, repasaremos la aparición del orgullo, los penosos efectos que se enfrentan cuando cedemos a su influencia, y la solución bíblica para este terrible mal.
EFECTO 1 DEL ORGULLO: Cuestionamiento de la bondad y sabiduría del gobierno Divino
Agustín de Hipona, renombrado teólogo del siglo XV, señaló que el orgullo es un intento de reemplazar a Dios como el centro de la existencia humana.
Al reemplazar la confianza en Dios por una total dependencia en las capacidades humanas, cometemos una especie de idolatría. Y en vista que no fuimos diseñados para ser el centro de nuestra propia existencia, una vez que nos deificamos a nosotros mismos, nuestras vidas se desordenan por completo.
Cuando vamos al relato bíblico de la entrada del pecado al planeta Tierra, en Génesis 3:1-6, descubrimos que la invitación a ceder ante el orgullo fue parte esencial de la tentación que Satanás presentó a Eva.
En los versos 4 y 5 leemos las siguientes palabras expresadas por Satanás, mientras se camuflaba detrás la apariencia de una serpiente: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”.
Claramente se observa que el corazón de la tentación que el diablo le presenta a Eva está el ofrecimiento de llegar a ser como Dios. Es decir, un ser autónomo capaz de experimentar todas las cosas por sí mismo y luego decidir, sin sujeción a ninguna ley superior, para saber lo que es bueno y lo que es malo. Si observamos hoy con atención, es fácil darse cuenta que esta es la clase de mentalidad que promueve la cultura global contemporánea que nos invade por doquier, esta cultura que algunos han denominado Cultura Pop.
El mensaje que se repite de manera incesante es: “Si te gusta, hazlo”. Hay investigaciónes que concluyen que estamos delante de la generación más narcisista de la historia. La Dra. Jean Twenge dedicó vários años analizando esa tendencia social.
Como resultado, en los últimos años ella publicó 2 libros: La epidemia narcisista (2009) y Generación Yo (2014). “Esta nueva generación fue enseñada, de forma consistente, a poner sus necesidades en primer lugar y a centrarse en todo aquello que la hace sentirse bien”.
EFECTO 2 DEL ORGULLO: Búsqueda de Soluciones humanas mientras se huye de Dios
Una vez que Eva y Adán cedieron a la tentación del orgullo, la autoridad de Dios fue dejada de lado y los seres humanos comenzaron a tomar decisiones de manera independiente. El relato bíblico señala que luego de desobedecer la instrucción divina, la primera pareja percibió su desnudez, es decir, que cambiaron la manera como se veían a sí mismos.
Génesis 3:7 dice: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos y se dieron cuenta de que estaban desnudos.” E inmediatamente tuvieron que buscar una solución humana para esta situación: “Cosieron, pues, hojas de higuera y se hicieron delantales”.
Cuando el ser humano rechaza a Dios como el centro de su existencia, entonces procura controlar la realidad y egocéntricamente tomar las riendas de su propio destino. Entonces suceden cambios dramáticos. Un sentimiento de inseguridad invade su vida.
En vez de depender de la provisión divina, ahora tiene que buscar la manera de satisfacer sus propias necesidades. Y como el relato bíblico de los vestidos de hojas sugiere, las soluciones humanas siempre son temporales y limitadas.
Por otro lado, Terry Cooper, en su obra Pecado, orgullo y autoaceptación, menciona que existen estudios en el campo de la psicología que sugieren que el orgullo y el autodesprecio son los dos lados del mismo proceso. Es decir, que por detrás de las actitudes de orgullo, autosu ciencia e incluso prepotencia se esconden sentimientos de autoestima baja.
Génesis 3:8 señala que el sendero del orgullo, además de incluir sentimientos de vergüenza y desvalor, va acompañado también del miedo que resulta de vivir alejado de Dios.
EFECTO 3 DEL ORGULLO: Ruptura de relaciones humanas y aislamiento
El relato bíblico también enseña que una vez que el hombre le da la espalda a Dios, también pierde la capacidad de construir relaciones saludables con otras personas. Esto no es difícil de entender si recordamos que Dios es la única fuente de amor verdadero (1 Juan 4:8). Por eso, los que aman a Dios son capaces de amar también a otras personas. Por otro lado, el que se aparta de Dios está interesado exclusivamente en cuidar de sí mismo y sus propios intereses.
Siguiendo con nuestro estudio, cuando Adán fue confrontado por Dios luego de su desobediencia, lo primero que hace es culpar a Eva. Dice el texto de Génesis 3:11-12: “Le preguntó Dios:
—¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que te mandé que no comieses? Él hombre respondió:
—La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí”.
La respuesta de Adán llama la atención pues el relato bíblico muestra que Eva fue engañada por la serpiente pero Adán no.
Él simplemente accedió a la invitación que le hizo Eva para comer del fruto prohibido por Dios. Sin embargo, al ser confrontado por Dios, lejos de asumir su propia responsabilidad, prefirió echarle toda la culpa a Eva.
Esta suele ser la manera de actuar convencional de las personas orgullosas. No están dispuestas a reconocer sus propios fallos. Siempre buscan la manera de hacer responsables a otros. Así van alejando a las personas de su alrededor. No son capaces de construir relaciones saludables pues se encierran en sí mismos y no están dispuestos a aceptar ideas o propuestas que difieran de las suyas.
LA SOLUCIÓN PARA EL PROBLEMA DEL ORGULLO: QUE JESÚS REINE EN EL CORAZÓN
Durante su ministerio terrenal, el tema central de la predicación de Jesús fue “el reino de Dios” (Lucas 4:43).
En palabras de sencillas podría definirse el reino de Dios como el territorio donde Cristo Jesús reina y sus súbditos se gozan en cumplir su voluntad.
En el Sermón del Monte, Jesús invitó a sus seguidores a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (la norma moral de Dios) y se comprometió a suplir las necesidades de todos aquellos que están dispuestos a confiar en él, obedeciendo elmente su voluntad (Mateo 6:33).
En otra ocasión, estableció con toda claridad que una condición esen- cial para ser Su discípulo consiste en “negarse a uno mismo”.
En Lucas 6:23, 24 leemos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará”.
Esta es la paradoja que todo descendiente de Adán debe enfrentar. Por un lado está la opción de vivir buscando salvarse a sí mismo. Este es el camino del orgullo, donde “mi ego” es el que controla mi voluntad. Sin embargo, la Biblia deja en claro que es el pecado el que en última instancia controla nuestra vida y nos conduce por el sendero de la autodestrucción (Romanos 6:12-13).
Y tal como vimos en la experiencia de Adán, los que optan por esta alternativa solamente logran distanciarse de Dios desarrollando una visión equivocada de sí mismos, construyen soluciones humanas frágiles y se distancian de las demás personas.
Por otro lado, está la opción de seguir el ejemplo de un hombre conocido en el evangelio como el publicano. Este hombre humildemente reconoció su pecado y, por consiguiente, su incapacidad para salvarse a sí mismo.
En Lucas 18:13 se lo retrata de la siguiente manera: “no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”.
Cuando estamos dispuestos a renunciar a salvarnos a nosotros mismos y dejamos de confiar en nuestras propias soluciones, es cuando Dios puede tomar el control de nuestra existencia. Solamente entonces puede conducirnos por el camino de la salvación y la vida abundante que ganó para nosotros en la cruz (Juan 10:10).
CONCLUSIÓN
Benjamín y Rosa habían estado casados varios años. Tenían tres hijos, pero su relación parecía ser insostenible. En el pasado habían intentado buscar ayuda, pero nada había funcionado hasta ese momento. Las peleas eran continuas y ya varias veces habían considerado la posibilidad de separarse como la única alternativa posible.
Sin embargo, ninguno de los dos deseaba separarse de los hijos, y por esa razón no habían concretado esta decisión. Un día, cansados de los múltiples con ictos, decidieron bus- car ayuda una vez más. En la ciudad en la que vivían había un terapeuta muy reconocido. Era considerado el mejor especialista en su área, y, por lo tanto, sus honorarios profesionales eran bastante elevados.
Benjamín y Rosa decidieron hacer un esfuerzo y reservar una entrevista con este terapeuta. Llegó el día de la consulta y, con sus últimas esperanzas, asistieron a la hora programada. El terapeuta los recibió y los escuchó con atención. Después de recibir las versiones de ambos, los miró jamente y les dijo: “Voy a ser sincero con ustedes. Podría programar varias sesiones con ustedes y cobrar mis honorarios. Pero la verdad es que la única solución que veo para ustedes es el divorcio. Es más, tengo un amigo abogado que puede ayudarlos a agilizar los trámites”.
Ese día abandonaron la consulta totalmente desesperanzados. Llegaron a casa y lloraron de impotencia. Esa misma tarde, una de sus vecinas les tocó la puerta.
Venía a invitarlos a unas reuniones de oración y estudio de la Biblia que se celebrarían en su casa a partir de esa misma noche. Esa noche asistieron y escucharon la invitación de Dios a dejar de buscar soluciones humanas y a entregarle el control de sus vidas. Ese fue el comienzo de una nueva vida.
Algunos meses después, ambos se bautizaron como demostración pública de su muerte a la vida en la que se dirigían a sí mismos. Ahora Cristo Jesús reinaba en sus corazones. Luego del bautismo, su hijo mayor compartió un breve testimonio del cambio que Dios estaba operando en su hogar. Dijo: “Hasta antes de conocer a Jesús, nuestro hogar era un infierno. Ahora es un pedazo del cielo”.
Todo ser humano debe tomar la decisión de quién reinará en su vida: su propio ego o Cristo Jesús.
La primera opción conduce al peligro del autorescate;
La segunda, es el camino de la vida donde, en vez de soluciones humanas pasajeras, seremos testigos de las soluciones que solamente Dios puede ofrecer. ¿Qué camino escogerás tú?
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. ¿Qué opinas de la idea de “pecados respetables”?
2. ¿Cuáles son las consecuencias cuando el orgullo gobierna nuestra vida?
3. ¿Cuál es la solución bíblica al problema del orgullo?
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