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Secretos para el éxito

Himno Inicial: 62 
Himno Final N. 363

Salmo 24:1

En el principio”, cuando Dios creó al hombre “a Su imagen” (Gen. 1:27) y le confió la responsabilidad de administrar las obras de Su creación (Gen. 1:28 y Gen. 2:15), Dios estableció y enseñó al hombre tres principios básicos y eternos, que si fuesen aceptados y practicados, asegurarían la felicidad y bienestar eternos de la humanidad.

Principios Básicos de Relación

La relación entre Dios el Creador y los seres creados por EL.

La relación entre un ser humano con los demás seres humanos.

La relación entre la humanidad y las COSAS que pertenecen a Dios.

Dios también estableció tres principios fundamentales en Su plan eterno para la humanidad, como fue resumido por Elena G. de White.

“Cuanto más el hombre viviera” revelaría la imagen de Dios, y de esa manera “reflejaría más la gloria del Creador.”

 “El hombre fue creado para vivir por la eternidad”.

 “El propósito de Dios fue de volver a poblar el cielo con la familia humana, si sólo obedecieran a cada una de Sus palabras”. ―God’S Amazing Grace, pág. 344.

Un cuidadoso estudio de los capítulos uno y dos del Génesis nos confirman que Dios enseñó personalmente a Adán y Eva, miembros de Su Primera Iglesia en esta Tierra, estos tres Principios Fundamentales.

Principios Fundamentales

El es el Creador (Gen. 1:1).

Es Dueño de Su Creación (Salmo 24:1).

El es el Primero (Mateo 6:33).

En primer lugar, al crear el Sábado en el séptimo día, al descansar en él y bendecirlo, lo hizo santo, como EL es santo. De esa manera, el sábado o séptimo día, se transformó en un monumento a Su Creación; ese día pertenece a Dios en su totalidad. No nos pertenece (Gen. 2-3, Éxodo 20:8-11).

El día de Dios está presente en Su Ley, y de esa manera Él reclama un séptimo de nuestro tiempo. Nos ha dado seis días de trabajo (Ezequiel 46:1), en que podemos hacer nuestros negocios y ejercer nuestras responsabilidades como administradores.

En segundo lugar, Dios les dijo a Adán y a Eva que Él había plantado dos clases especiales de árboles en medio del Jardín del Edén, llamados el árbol de la vida, y el árbol de ciencia del conocimiento del bien y del mal. (Gen. 2:8-9). Se les fue dada la responsabilidad de administrar la creación de Dios (Gen. 2:8,15), pero con un mandato especial. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto comerás; mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás (Gen 2: 16,17; énfasis nuestro). 

Ese árbol era de Dios. No lo debían tocar. De esa manera ellos conocieron su relación con Dios. Si verdaderamente amaban a Dios, la obediencia y lealtad los llevarían a reconocer que Dios era dueño de Su séptimo día y de Su árbol de ciencia del conocimiento del bien y del mal.

Adán y Eva debían revelar esta misma actitud de amor y lealtad en su relación con los demás. Dios estableció esta relación de la manera más bella; al crear la institución del matrimonio, cuando entregó a Adán la más hermosa mujer. 

Por su amor y lealtad a esa mujer, y eventualmente a sus hijos, Adán hubiera cumplido y demostrado la relación que debiera existir entre los seres humanos. No fue la intención de Dios que el odio, la envidia, el celo y el amor propio fuera parte de esa relación (Gen. 2:18, 21-24).

Al guardar el séptimo día santo, y al no comer de la fruta del árbol de ciencia del bien y del mal, Adán y Eva hubieran aceptado y demostrado su entendimiento de esta tercera relación con respecto a las cosa que le pertenecían a Dios.

Cuando Jesús estuvo en esta tierra, confirmó la verdad de estas relaciones básicas cuando dijo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-39). (vea Lucas 10:27). 

Es claro que los dos primeros principios son tan eternos como la Ley de Dios. 

A través de los patriarcas, los profetas y los apóstoles, la verdad de la tercera relación básica que todo en el universo pertenece a Dios, fue enseñada continuamente y sostenida en alto frente la humanidad. (Vea Salmo 24:1; Salmo 50: 10-12; Hageo 2:8; 1 Corintios 6:19,20; Lev. 27:30-33).

A Adán y Eva Les fue dada Responsabilidad ― Administración ― Dominio

Adán y Eva recibieron responsabilidad, administración y dominio sobre las cosas que Dios creó, pero no se les dio derecho a ser propietarios.

"Somos administradores, y nuestro Señor ausente nos ha confiado el cuidado de Sus posesiones y Sus intereses... nos ha dejado la responsabilidad... Seamos fieles a esa confianza...” 8TI, 37.

"Todo aquel que vive en comunión con nuestro Creador tendrá un entendimiento de Sus designios vistos en la creación, y sabrá que Dios lo toma por responsable de utilizar sus facultades para los más altos propósitos”. 8TI, 63.

Estas declaraciones nos confrontan con una pregunta de suma importancia: 

¿Qué cosas pertenecen a Dios? 

La respuesta es muy simple: la vida. 
La vida está compuesta de los siguientes elementos – el cuerpo, los talentos, el tiempo, la influencia y las posesiones. Todos ellos pertenecen a Dios, el Creador y Dueño, en su totalidad. Mientras aceptemos, y con obediencia sigamos e implementemos estos tres principios básicos de relación al administrar lo que Dios ha creado, estaremos seguros por la eternidad.

Cuando Adán y Eva pecaron al comer del fruto del árbol que pertenecía a Dios, quebrantaron los tres principios básicos de relación que Dios había establecido.

¡Quebrantaron el corazón de Dios! ¡Hubo lágrimas en los cielos! ¡Perdieron su domino e inmediatamente se convirtieron en prisioneros de muerte eterna en manos de Satanás! Satanás se convirtió en su carcelero y reclamó el derecho a ser propietario de este planeta y sus posesiones. 
Pero la exultación de su éxito no duró mucho. A pesar de que el Gran Plan de Dios estaba siendo retrasado, Dios tenía un plan de emergencia que fue puesto en práctica inmediatamente. Jesucristo, el Hijo de Dios, quien llegaría a ser el Cordero de Dios, visitó a Adán y Eva y les ofreció una segunda oportunidad para que llegaran a ser participantes con Él en el plan de salvación. 

Esta simple ilustración nos explica la trágica elección de nuestros primeros padres y la historia magistral del capítulo tres elección de nuestros primeros padres y la historia magistral del capítulo tres del Génesis. 

“Tan pronto como entró el pecado, hubo un Salvador.”

"En la cruz del calvario [Jesucristo], pagó el precio de la redención de la raza humana. Y así ganó el derecho de liberar a los cautivos de las garras del gran engañador... Satanás se negó a dejar a sus cautivos ir. Los mantuvo como sus súbditos porque habían creído en su mentira. De esa manera e convirtió en su carcelero." 7CBA, 964.

Este fue el don de Dios al hombre—un don que desafía todo entendimiento. ―TheUpward Look, pág. 201.

"¡Oh, qué amor!... Habiendo garatizado el maravilloso plan de la redención, resolvió no abandonarlo, sino entregarlo todo,... no retendría nada, sin importar el precio, que fuese esencial para la consumación de Su designio de otorgar al hombre dadiva tras dádiva, hasta que les hubiese derramado todos los tesoros celestiales." Ibid, 361.

Como resultado de la decisión de Adán y Eva y su consiguiente acto de desobediencia, Dios tuvo que introducir dos nuevas dimensiones a Su plan original de salvación. 

Primero, tuvo que encontrar alternativas a la manera en que probaría el amor, la fe y la lealtad de la humanidad. 

Segundo, tuvo que reemplazar el árbol de ciencia del bien y del mal como una prueba.

"Y sacólo Jehová del huerto de Edén... echó, pues fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida, que se revolvía a todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida." Génesis 3:23-24.

Es de vital importancia que cada ser humano entienda estas nuevas dimensiones que Dios ha revelado.

"El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que fuese para el hombre un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor prometido. PP, 54.

"Sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados" Hebreos 9:22.

En la economía de los tiempos de Adán y Eva, estas ofrendas debían ser hechas en forma de animales vivos sin defecto, representando así el perfecto sacrificio de Jesucristo. Este sistema existió hasta Su muerte en la cruz. De allí en adelante las ofrendas se han hecho con dinero.

¿Y no habrán de afluir a su tesorería nuestras ofrendas de agradecimiento, para promover su reino en la tierra? Puestos que Dios es el dueño de todos nuestros bienes, ¿no habrá de impulsarnos la gratitud a él a presentarle ofrendas voluntarias y de agradecimiento, en prueba de que lo reconocemos dueño de nuestra alma, cuerpo, espíritu y propiedad?" 3JT, 37. 

Adán y Eva ya no tuvieron acceso a su hogar en el Edén. En su gran amor por ellos y por todos los que vendrían después de ellos. Dios instituyó una forma distinta en que la humanidad sería probada, ya no por el árbol de ciencia del bien y del mal, sino por un reclamo especial que nos presenta. Nos ordena, “Honra a Jehová de tu sustancia, y de las primicias de todos tus frutos...” Proverbios 3:9.

De la misma manera que Dios nos pide que le devolvamos a Él. Dueño del universo, el diezmo, la primera parte, una décima de todas nuestras ganancias. Cuando Adán y Eva estaban en el jardín, Dios les dijo que podían comer del fruto de todo árbol excepto uno, el cual el reclamaba como Suyo, y por su obediencia a este mandato, reconocían que Dios era Dueño de ellos. Después de la entrada del pecado Dios dijo, “Y todas las décimas de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová son: es cosa sagrada a Jehová. Y toda décima de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, la décima será consagrada a Jehová” Levítico 27:30-33. (Vea también 2 Crónicas 31:5 y Malaquías 3:8-12).

"El Señor creó todo árbol del Edén agradable para los ojos y bueno como alimento, e invitó a Adán y Eva a disfrutar libremente de sus bondades. Pero hizo una excepción. No debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios reservó ese árbol como recuerdo constante de que era dueño de todo. Así les dio oportunidad de demostrar su fe y confianza obedeciendo perfectamente sus requerimientos." Ibid.

En el pasaje mencionado se establece un principio que se advierte en todos los tratos de Dios con el hombre. 
"El Señor colocó a nuestros primeros padres en el huerto del Edén. Los rodeó con todo lo que podría servir para su felicidad y les pidió que lo reconocieran como el poseedor de todas las cosas. 
Hizo crecer en el huerto todo árbol agradable a los ojos o bueno para comer. Pero se reservó uno de entre todos ellos. Adán y Eva podían comer libremente de todos los demás; pero de ese árbol especial Dios dijo: “No comerás” Esto constituía la prueba de su gratitud y lealtad a Dios." CSMC, 69.

"Así también sucede con las exigencias de Dios para nosotros. Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere que una décima parte fielmente a un lado para su obra. Requiere que esta porción sea entregada a du tesorería. Ha de serle devuelta como propiedad suya; es sagrada y debe emplearse para fines sagrados, para el sostén de los que han de proclamar el mensaje de salvación en todas partes del mundo. Se reserva esta porción a fin de que siempre afluyan recursos a su tesorería y se pueda comunicar la luz de la verdad a los que están cerca y a los que están lejos. Obedeciendo fielmente este requerimiento, reconocemos que todo lo que pertenece a Dios." 3JT, 37.

Es un plan trazado por el cielo que los hombres devuelvan al Señor lo que le pertenece; y esto se presenta tan claramente que los hombres y mujeres no tienen excusa por no comprender ni cumplir los deberes y responsabilidades que Dios les ha impuesto. Los que aseveran que no pueden ver que tal es su deber, revelan al universo celestial, a la iglesia y al mundo, que no quieren ver este requerimiento tan claramente presentado. ―Ibid.

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