Texto bíblico: Juan 10:1-16.
Lectura adicional: HAp, Cap. 1.
INTRODUCCIÓN
Hay jóvenes que creen que la iglesia local no es más necesaria. Ellos dicen que en una época de comunidades virtuales, Twitter, Facebook y otras decenas de redes sociales, además de la radio y TV Nuevo Tiempo, presente en las TVs pagas y también en la TV abierta, la mejor predicación adventista está a apenas un clic de distancia o se puede acceder rápidamente a ella a través del control remoto de la TV, a cualquier hora y desde cualquier lugar. Para ellos la iglesia local es apenas un edificio, muchas veces anticuado, con bancos, techo alto y ventanas con vitrales, y no hay nada más en la iglesia a la que van además de las paredes, directrices organizativas y creencias. Ellos se preguntan: ¿Por qué tengo que participar o comprometerme con una iglesia? ¿Mi relación personal con Jesús no es suficiente? El tema de hoy intentará responder bíblicamente a esas preguntas.
Vamos a comenzar rápidamente, yendo hasta los días de Jesús y oyendo una de sus invitaciones.
En el evangelio de Juan, capítulo 10, versículo 7, Jesús dice: “Yo soy la puerta de las ovejas”.
Una puerta es algo muy común. Cristo, en sus discursos, usaba figuras sencillas, que las mentes más modernas pueden entender. Él deseaba que pensásemos en él con frecuencia. Una puerta sirve para dar acceso a algún lugar. Él mismo es el acceso a la vida. Sólo mediante Cristo es posible el acceso al reino espiritual. Los que presentan cualquier otro medio para llegar a Dios son falsos pastores, falsos maestros. Jesús es la mejoría para tu condición de vida. Al entrar por la puerta, tú vas a disfrutar de todos los privilegios que él ofrece: verdadera salvación, protección, tranquilidad, seguridad y paz, como también alimento espiritual para su alma. La invitación es universal. La puerta está abierta para todos los que desean entrar.
Calvin Miller, escritor de En las profundidades de Dios, comentando la declaración de Jesús – “Yo soy la puerta” – dice:
“Esta metáfora rural habría sido comprendida por pastores de aquella época. Cuando una oveja estaba dentro del rebaño, estaba protegida de animales salvajes o ladrones. Jesús, como otros pastores, protegió a aquellos que creían en él y los protegió siempre. Este “yo soy” significaba la seguridad de los seguidores de él, sobre la garantía de sus vidas en relación a toda amenaza de pérdida eterna”.
Quien entra por esa puerta encuentra abrigo; y quien sale y se queda cerca, encuentra alimento, allí mismo, y luego regresa. Tanto el ambiente interno como externo cerca de la puerta son cómodos y apropiados para mantener al alma confortable y nutrida; el ambiente externo está bien cercano a la puerta, y nadie necesita o debe distanciarse de allí para nada, porque toda la provisión y el abrigo tienen como referencia la puerta. Tú estás aprendiendo sobre cómo vivir más allá de lo común; y yo diría que al entrar por la puerta encontrarás descanso, alimentación, comunión, aprendizaje, confidencia, recepción. Saldrás para testificar y ser instrumento del Maestro para la transformación de otras vidas, preparándolas para el Cielo.
DEL OTRO LADO DE LA PUERTA – TÚ VIVENCIA EN LA COMUNIDAD DE LA IGLESIA
La declaración de Jesús: “Yo soy la puerta de las ovejas”, apunta al lugar donde las ovejas son reunidas para recibir los cuidados necesarios, donde son guardadas y protegidas de los peligros de la noche. Podríamos decir que el aprisco es la casa de las ovejas.
Ellas salen para las diversas actividades y vuelven allí, conducidas, dirigidas y protegidas por el pastor.
Quiero comparar el aprisco de las ovejas con la iglesia, que es el Rebaño del Señor. Jesús es el Gran Pastor (Hebreos 13:20-25), todos nosotros somos sus ovejas y formamos un gran rebaño.
En la iglesia somos cuidados como en un aprisco. Somos alimentados con la Palabra del Señor (Ezequiel 34:31) que nos da todos los nutrientes, vitaminas, calcio, sales minerales, proteínas, carbohidratos necesarios. Es en el aprisco que recibimos las vacunas contra las molestias que diezman rebaños y hacen que las ovejas sufran. La iglesia ejerce sobre cada participante un papel preponderante, insustituible y vital. En la iglesia la oveja se fortalece, crece, se multiplica y se convierte en una bendición. Es el lugar del aprendizaje, de la instrucción y del desarrollo del discernimiento y de la sabiduría que viene de lo Alto. La oportunidad de vivir en comunidad es maravillosa. La iglesia es un lugar de vida, de actividad, de libertad, de amor y de solidaridad mutua.
Jesús habla de una nueva puerta. Todas las puertas se te pueden haber cerrado. Jesús es la puerta nueva y esa puerta está abierta.
Martyn Lloyd, en su libro El Sermón del Monte, dice: “Entrar por la puerta significa que encontramos el camino”.
Martin Luther King dice: “El perdón es un catalizador que crea el ambiente necesario para una nueva partida, para un reinicio. Sepa que al entrar por la puerta, usted también recibirá perdón y podrá caminar seguro rumbo al destino final: el aprisco de Dios”.
C. S. Lewis afirma que: “Adelante existen cosas mejores que cualquier otra que dejamos atrás”.
Sé que te gustan muchas cosas que son parte de tu vida. Pero, al entrar por la puerta, verás que del otro lado hay un placer que no se compara con nada de este mundo.
¿En dirección a qué puerta estamos caminando?
La dirección evidencia el significado de nuestra vida. Vivir sin significado es como viajar en un velero sin brújula. Jesús nos lleva al punto de llegada: las mansiones celestiales. El fin del éxodo de nuestra vida.
¿TODAVÍA ES NECESARIA LA IGLESIA?
Como afirmó Lowell C. Cooper: “El propósito de la iglesia es revelar a Dios al mundo, ser una clase de capacitación para el discipulado, demonstrar cómo el pueblo redimido vive en comunidad y en sociedad con Dios en su misión”.
Tomaremos prestadas las consideraciones hechas por la pareja de investigadores Chantal J. Klingbeil y Gerald A. Klingbeil, para la revista Diálogo Universitario y que resultó en el artículo “¿Iglesia o no iglesia?”.
La iglesia nos perfecciona – En un mundo donde todo está hecho para ser inmediato, donde la perseverancia y la resistencia parecen muy anticuadas, la iglesia es el lugar en el que Dios nos puede refinar. La palabra remanente significa lo que queda. El oro es lo que queda de las grandes cantidades de mineral bruto en hornos de fundición. Todas las impurezas se queman, solamente permanece el oro puro.
Dios tiene un trabajo especial para la iglesia del fin de los tiempos – Dios siempre tuvo un remanente a lo largo de la historia. Durante los tiempos de apostasía en Israel, siempre hubo un remanente. Más tarde, la Reforma protestante llamó a un remanente a salir del sistema de la vieja iglesia decadente. Con frecuencia nos referimos a la Iglesia Adventista del Séptimo Día como que es la iglesia remanente. Bíblicamente hablando, eso lo que somos (Apocalipsis 12:17), pero escondernos atrás de un nombre no nos hace un remanente. El sistema silencioso e individual de purificación de Dios continúa en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Dios todavía está separando el oro de las impurezas. Dios prometió llevar a la iglesia a través del proceso de purificación, con o sin nosotros. Por ser parte de la iglesia, invito a Dios a perfeccionarme a fin de que me convierta en parte del remanente.
La iglesia te hace parte de algo grande – Es mucho mayor que la red mundial de computadoras. La idea de iglesia se remonta a la historia de la creación y nos conduce hacia la eternidad. Nos ayuda a superar la creciente percepción de aislamiento que devora comunidades enteras en el mundo.
No estamos solos, sino que somos parte de algo mayor. Ese es un concepto clave que debe ser enfatizado.
La comunidad no es una opción, sino una obligación, a fin de sobrevivir la crisis que se extiende delante de nosotros.
En ese contexto, es importante notar el último libro de la Biblia, que describe escenas tanto en la Tierra como en el Cielo, que utiliza con frecuencia imágenes de grupo, enfatizando el concepto de comunidad a la inversa de un individualismo. La iglesia, como la salvación, no es una idea humana, sino de Dios – Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como también en la historia de la iglesia, Dios llamó a personas a ir y ser parte de una comunidad que él está refinando.
Esa comunidad –su iglesia– fue llamada a la existencia para extender la invitación a las personas de “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6) a seguir al Cordero. Ella nos recuerda que, juntos, podemos prepararnos para ser parte de la comunidad celestial. ¡La iglesia es definitivamente el lugar donde necesitamos estar!
CADA JOVEN DEBE SER UN ADORADOR
Se cuenta de un padre que debía elegir un regalo de cumpleaños para su hijo de seis años.
Él había mencionado que no le importaría el valor. Como el hijo generalmente era muy específico en cuanto a los regalos que le gustaban, el padre le preguntó qué podría comprar. El padre esperó una respuesta bien planeada como: “Me gustaría recibir una pelota de fútbol Adidas, de tal modelo. La puedes encontrar en tal tienda, en el pasillo 6, debajo de los guantes de arquero y cerca de las camisetas del Real Madrid y del Flamengo”.
Pero el pedido de su hijo fue un poco diferente. Él dijo: “Papá, me gustaría recibir una pelota para jugar juntos en mi cumpleaños”. El padre dijo: “Genial, ¿qué tipo de pelota?”. El niño respondió: “No sé, puede ser una pelota de fútbol o una pelota de voleibol”. “Bien, ¿qué es lo que más quieres?”. El niño respondió: “Bueno, pensé mucho sobre eso”, y prosiguió: “Si tuvieras algo de tiempo para jugar a la pelota conmigo en este año, realmente me gustaría recibir una pelota de fútbol para que juguemos juntos en el patio. Pero si estarás muy ocupado durante el año, puede ser cualquier cosa”.
El hijo no estaba muy interesado en el regalo. Estaba interesado en quien se lo regalaría. En la verdadera adoración no interesa la criatura, pero sí el Creador. Algunos jóvenes afirman que no van a la iglesia porque no les gusta el sermón, la alabanza o las partes especiales. Alguna cosa está errada en ese pensamiento.
La pregunta correcta es: ¿Será que a Dios le gusta?
Hay jóvenes que también cometen el error de limitar su culto a una o dos horas por semana. Y cuando van a la iglesia, la motivación es observar y divertirse. Es posible que ya hayas estado en algunos cultos que comenzaron con la siguiente declaración: “Queremos que te sientes, te relajes y disfrutes del programa que hemos preparado para ti”.
Si los jóvenes se sintieron entretenidos, dicen que tuvieron un buen culto de adoración. Esa visión de la adoración está equivocada bíblicamente. Ese pensamiento lleva a creer que los músicos y los predicadores son los artistas y los adoradores son el público. Pero, en la verdadera adoración, los adoradores están en el escenario y Dios es el público. Si realmente vamos a adorar, debemos llegar a la conclusión de que la adoración no es para nosotros, sino para Dios. Porque Dios desea nuestra adoración, debemos aprender a adorarle.
Una historia corta ilustra bien lo que acabamos de comentar:
Durante la presentación de un gran orador llamado Henry Ward Beecher, un pastor visitante lo sustituyó. Un gran público estaba reunido para oír a Beecher y cuando el pastor que iba a sustituirlo subió al púlpito, varias personas decepcionadas comenzaron a moverse en dirección a la salida. Fue cuando el ministro se levantó y dijo en voz alta: “Todos los que vinieron aquí hoy para adorar a Henry Ward Beecher pueden retirarse ahora de la iglesia. Todos los que vinieron para adorar a Dios, ¡permanezcan en sus lugares!”.
¡Dios quiere levantar una nueva generación de adoradores!
El profesor Daniel Plenc, en su artículo “Elena de White y la adoración”, afirma que:
“La adoración ocupa un lugar destacado en los eventos finales, según Elena de White. Vio un tiempo de prueba pero también un tiempo mejor de adoración y loor en la iglesia. Afirmó que la experiencia de adoración será proyectada a través de la eternidad y que la adoración es el verdadero eje del conflicto cósmico originado en los cielos entre el bien y el mal. Fue la oposición de Lucifer al Hijo que era honrado con toda adoración, lo que comenzó el conflicto en el cielo y es la raíz del pecado en el mundo. La descripción de Elena de White de los momentos finales del Gran Conflicto está centralizada en quién recibirá nuestra adoración. ¿Cristo o Satanás? Ese conflicto probará la lealtad del pueblo de Dios. Entre vida eterna y eterna destrucción se encuentra la respuesta a esta pregunta”.
UNA DECISIÓN
Jesús es la puerta que posibilita escapar de la muerte: será salvo, porque él da vida definitiva. Él no impone grandes condiciones, solo entrar por la puerta. Él está contigo en este mismo instante mientras escuchas este sermón. ¿Te atreves a creer en eso?
Puedes oír la invitación: ¡Entra por la puerta! La iglesia es un lugar de cura y consuelo. La invitación del Maestro es para que no te apartes del aprisco. ¡La iglesia es tu lugar!
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