Las órdenes del General británico Sir William Phips eran transportar en su flota de barcos un cargamento de municiones hasta la desembocadura Del Río San Lorenzo. Y de allí, proceder por tierra hasta la ciudad de Quebec en Canadá. Donde él y su pequeña fuerza de soldados deberían esperar hasta que llegase un batallón de infantería que viajaba a pie desde el sur. Este era el plan. La flota cargando la valiosa munición se deslizaba pulgada a pulgada a través del río en dirección a los muros de la ciudad. Y al llegar al lugar designado, se escondieron estratégicamente protegidos por el manto nocturno. Pero algo inesperado ocurrió que por muy poco hizo que todos perecieran. ¿Qué le ocurrió al General y a sus hombres y que bien podría enseñarnos una lección para nosotros al pelear batallas incorrectas? Todo tuviera marchado sin ningún incidente, excepto que el General Phips, un estricto protestante, odiaba a los católicos y mientras Phips observaba la silueta de los muros de la ciudad desde
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.