Los smartphones en altavoz registraban todo. Dos sospechosos habían sido identificados por algunas personas como secuestradores de niños, y la policía intervino aproximadamente a las 15:30, debido a la agitación causada. Media hora después, más de 150 personas se agolpaban ante la comisaría. “¡Tenemos hijos!”, se oía el grito en medio de la multitud. Un hombre hacía una transmisión en vivo, en la que decía: “¡Vengan a apoyarnos! Créanme, ¡los secuestradores están aquí, ahora!” Sin autorización, alguien subió al techo del ayuntamiento de la pequeña ciudad y tocó la campana. Mientras tanto, otro recaudaba dinero para comprar combustible. A las 16, hombres furiosos golpeaban con barras de hierro los frágiles portones de la comisaría, hasta que lograron entrar. Agarraron a los dos hombres que estaban bajo el poder de la policía y los arrastraron hasta la escalera, delante del edificio, donde los golpearon violentamente. Sin dudarlo, alguien lanzó gasolina sobre ellos. Eran las 16:30. Alber
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