Varios son los sentimientos que tenemos diariamente en nuestra existencia. Nuestro humor puede variar. En la vida tenemos que enfrentar pruebas, el dolor y la pérdida que atormenta y afecta a cada ser humano. Hoy, lamentablemente, es común encontrar personas con problemas de salud tanto de orden emocional como de orden física.
¿Cómo hemos convivido con las personas que sufren depresión?
¿Cómo lidiar con la tristeza incontrolada, la ansiedad, el miedo, la inseguridad, la fatiga, los sentimientos de culpa, la falta de placer, las ganas de desaparecer o, hasta de morir? ¿A quién recurrir?
INTRODUCCIÓN
La Biblia nos relata las victorias y derrotas de los hombres, sus alegrías y tristezas, cualidades y defectos, salud y enfermedad. Si hacemos un estudio retrospectivo de la Biblia, desde el punto de vista humano, encontraremos personas deprimidas. Por ejemplo: Isaías, Jeremías, Saúl, David, etc. (Salmos 116:1-9). La depresión no es una enfermedad moderna sino una enfermedad que aumentó en gran medida como resultado del posmodernismo.
Leamos 1 Reyes 19:3-18
¿Cómo, después de una demostración tan poderosa e inédita de Dios, Elías pudo tener una recaída tan grande y escapar de una amenaza inferior a todo lo que ya había enfrentado?
Para pensar:
Según DSM/CID 10, (Distributed Shared Memory – Memorias distribuidas compartidas / Clasificación Internacional de Dolencias) la depresión es una enfermedad tan real como cualquier otra que pueda existir.
Compromete el físico, el humor y en consecuencia el pensamiento. La depresión cambia completamente la manera de cómo el individuo ve el mundo; una enfermedad afectiva que resulta en inhibición, sacando el placer, la voluntad y la convivencia normal. El depresivo prefiere estar solo, escapa hasta de sí mismo y de las personas, se considera un peso, un estorbo. Elías, que hoy está en el Cielo, es un ejemplo de alguien que pasó por una crisis de depresión. Después del éxito enseguida vino el fracaso.
En su opinión, ¿Elías tuvo una recaída por falta de oración o por causa de la depresión?
Para pensar:
Hay muchas personas que no conocen y no respetan a las personas deprimidas. Muchas personas son excluidas del medio social, académico, profesional y hasta eclesiástico por su alteración de humor, atrasos o faltas en el horario acordado. Depresión no es una cuestión de falta de fe o de oración, se trata de una enfermedad que puede afectar a cualquier persona, niños, adolescentes, adultos, así como a hombres y mujeres, ricos o pobres. El problema está en el prejuicio y la falta de conocimiento. Los diabéticos, los hipertensos, los parapléjicos, los que tienen cáncer, etc. Todo tipo de enfermedad parece “normal” pero, la depresión no es vista por muchos como una enfermedad grave o incluso con riesgo de muerte. Para algunos es enfado, falta de fe o hasta locura.
Elena de White dice que el noventa por ciento de las enfermedades tienen origen en la mente (ver Consejos sobre la salud, p. 321).
1. ¿Por qué Dios continuó apoyando al profeta Elías?
2. ¿Qué nos enseña Dios con esto?
Para pensar:
Todo tipo de enfermedad es mala; todas las enfermedades vinieron por el pecado. Satanás quiere destruir nuestra mente, pues es por medio de ella que logramos mantener comunión con Dios. El deprimido es una persona normal que tiene depresión. Dios muestra su amor de forma
igual, sin discriminación: Dios ama al deprimido.
Discusión en grupo:
¿Conoce a alguien deprimido? ¿Cómo ha convivido con esa persona?
¿Qué podemos hacer para ayudar y orientar a una persona depresiva? Eclesiastés 9:10.
Para pensar:
Necesitamos entender y aceptar que está probado científicamente que la depresión es una enfermedad. Nadie normal juega a “quedar enfermo”. La depresión no es falta de fe, falta de oración, falta de lectura, etc. Cuando alguien manifiesta pesimismo, tristeza, pérdida o aumento del apetito, baja autoestima, dificultad de concentración, cansancio, insomnio o exceso de sueño, descuido en la apariencia, hasta en la higiene personal, disminución del desempeño sexual, dolores que no corresponden a un tratamiento específico, ideas de muerte (desear algo fatal) ideas suicidas (buscar una manera de quitarse la vida) debemos prestar atención, pues pueden ser señales de depresión. Elías tuvo alguno de esos síntomas.
Cuando percibimos que la persona no está consiguiendo sobrevivir emocionalmente, lo correcto es encaminarla a un profesional del área de la salud, un psicólogo que trate al paciente en la línea del comportamiento cognitivo; cuando el cuadro no tenga mejoras, busque un psiquiatra para una medicación correcta. Dentro de lo posible, un profesional cristiano.
Jamás debemos medicar a un depresivo, recomendar hierbas o medicación natural o casera. Tomar medicamentos no es falta de fe. Recomiende los ocho remedios de Dios: aire puro, luz solar, ejercicio
físico, temperancia, descanso, agua, dieta equilibrada y confianza en el poder de Dios, como la ayuda de un profesional competente.
"Nuestro preciosos Salvador nos ha invitado a unirnos a él y a unir nuestra debilidad con su fortaleza, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con su mérito" 4TI, 20.
Apoye al deprimido, actúe con él en forma natural, no lo enfrente; no compare, no presione; respete sus fragilidades durante el tratamiento.
Elogie, crea, invierta en el deprimido. ¡Qué Dios lo use para ser una bendición para el que sufre! 1 Juan 14:13 y 14.
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