“¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Salmos 27:14).
Hemos llegado a la última semana de este trimestre, en el que estudiamos los salmos. En este viaje espiritual, pasamos por la experiencia del sobrecogimiento ante el majestuoso Creador, Rey y Juez; por el gozo de la liberación divina, el perdón y la salvación; por momentos de entrega en el dolor y el lamento; y por las gloriosas promesas de la presencia eterna de Dios y el anhelo de la adoración perpetua y universal a Dios. Sin embargo, el viaje continúa mientras vivamos en la esperanza de la venida del Señor, cuando nuestro anhelo de Dios hallará su cumplimiento definitivo. Si hay una nota final que podamos extraer de los salmos, debería ser “espera en el Señor”.
Esperar en el Señor no es una espera ociosa ni desesperada. Al contrario, esperar en el Señor es un acto lleno de confianza y fe; una confianza y una fe que se revelan en la acción.
Esperar en el Señor transforma nuestras noches tenebrosas con la expectación de la mañana radiante (Salmos 30:5; 143:8).
Esperar en el Señor, fortalece nuestro corazón con una esperanza y una paz renovadas.
Esperar en el Señor, nos motiva a trabajar con más ahínco al traer las gavillas de la abundante cosecha de los campos misioneros del Señor (Salmos 126:6; Mateo 9:36-38).
Esperar en el Señor nunca nos avergonzará, sino que se recompensará con creces, porque el Señor es fiel a todas sus promesas (Salmos 37:7-11, 18, 34; 71:1; 119:137, 138).
¿Por qué es importante la espera en nuestra vida espiritual? Analiza las experiencias de espera de algunos héroes bíblicos de la fe. ¿De qué manera la espera purificó y fortaleció su fe? (Romanos 4:19-22; Hebreos 11).
I. EL LLAMADO A ESPERAR
"Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová". Salmos 27:14
"Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra". Salmos 37:7, 9
"Espera en Jehová, y guarda su camino, y él te exaltará para heredar la tierra; cuando sean destruidos los pecadores, lo verás". Salmos 37:34.
"Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti". Salmos 39:7
"Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor". Salmos 40:1
"No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos; no sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel". Salmos 69:6
"Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia". Gálatas 5:5.
"Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos". Romanos 8:18-25.
Estos pasajes, ¿qué imploran que haga el pueblo de Dios?
Dios quiere que lo esperemos. Que pacientemente aguardemos su divina providencia en la historia de este mundo y en nuestra historia.
Tal vez una de las mayores tensiones de la vida sea el estrés de la espera. No importa quiénes seamos, dónde vivamos o cuál sea nuestra posición en la vida, a veces, todos tenemos que esperar. Desde esperar en la fila de una tienda hasta esperar para oír un pronóstico médico; esperamos, y no siempre nos gusta hacerlo, ¿verdad?
¿Qué ocurre, entonces, cuando esperamos en Dios?
La noción de esperar en el Señor no solamente se encuentra en Salmos, abunda en toda la Biblia. La palabra clave es perseverancia. La perseverancia es nuestro compromiso supremo de negarnos a sucumbir al miedo ante la desilusión de que, por alguna razón, Dios no vendrá por nosotros. El hijo leal de Dios espera, sabiendo con certeza que Dios es fiel; y los que esperan en él pueden confiar en que, si le entregamos nuestra situación, podemos estar seguros de que la resolverá para nuestro bien, aunque en ese momento no lo veamos necesariamente así.
Esperar en el Señor es más que simplemente aguantar. Es un profundo anhelo de Dios que se compara con la sed intensa en tierra seca (Salmos 63:1). El salmista espera muchas bendiciones de Dios, pero su anhelo de acercarse a su Dios supera cualquier otro deseo y necesidad en la vida.
Como leemos en este sorprendente pasaje de Romanos, Dios y toda la Creación esperan la renovación del mundo y el bendito encuentro entre Dios y su pueblo en el tiempo del fin. Pablo escribe: “La creación aguarda con profundo anhelo que los hijos de Dios sean revelados” (Romanos 8:19).
¡Qué promesa tan increíble!
No obstante, mientras esperamos la salvación definitiva y la reunión con Dios, aunque “todas las criaturas gimen a una, y a una sufren dolores como de parto” (Romanos 8:22), el Señor habita con su pueblo ahora, por medio del Espíritu Santo.
Mientras tanto, se nos llama a dar testimonio (Hechos 1:4-8) del Plan de Salvación, que concluirá con una nueva Creación. Esa nueva Creación, en última instancia, es lo que estamos esperando: el cumplimiento final de nuestras esperanzas como cristianos adventistas. El mismo nombre, Adventista, abarca la idea de la esperanza que aguardamos. Esperamos, pero sabemos que no es en vano. La muerte y la resurrección de Cristo, en su primera venida, es nuestra garantía de su segunda venida.
¿Qué cosas esperas ahora de Dios? ¿Cómo aprendemos a esperar con fe y confianza, especialmente cuando lo que pedimos aún no ha llegado?
II. LA PAZ DE UN NIÑOS DESTETADO
"Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma. Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre". Salmos 131:1-3.
¿Qué nos enseña este salmo acerca de nuestra relación con Dios?
El pueblo de Dios vive en un mundo que aflige a los fieles, un mundo lleno de tentaciones y dificultades para casi todos. Una renovada convicción de que es hijo de Dios y que depende de Dios para su vida consuela al salmista y lo lleva a confesar que su orgullo no tiene valor. Lo engañoso del orgullo es que hace que los orgullosos se vuelvan egocéntricos e incapaces de ver más allá de sí mismos. Así, el orgulloso se ciega ante la realidad superior de Dios.
En cambio, los justos elevan su vista a Dios (Salmos 123:1, 2). El reconocimiento de la grandeza de Dios los hace humildes y libres del egoísmo y la vana ambición. El salmista confiesa que no busca “grandezas” ni “cosas demasiado sublimes” (Salmos 131:1). Estas expresiones describen las obras de Dios en el mundo que sobrepasan la comprensión humana. La ciencia moderna nos ha demostrado que incluso las cosas más “sencillas” pueden ser increíblemente complicadas y estar mucho más allá de nuestra comprensión, al menos por ahora. De hecho, hay una gran ironía: cuanto más aprendemos del mundo físico, mayores son los misterios que aparecen ante nosotros.
Mientras tanto, la metáfora de Salmo 131:2, “como un niño destetado se aquieta en brazos de su madre”, es una poderosa imagen de alguien que encuentra la calma y que se tranquiliza ante el abrazo de Dios. Señala la relación de amor que un niño tiene con su madre en las distintas etapas de su vida.
Al “destetarnos” de las ambiciones insustanciales y del orgullo, Dios nos presenta el alimento sólido, que consiste en “hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra” (Juan 4:34; también Hebreos 5:12-14). La confianza infantil descrita en Salmo 131 es una fe madura que ha sido probada por las dificultades de la vida y que ha descubierto que Dios es fiel a su Palabra.
Al final, la atención del salmista se centra en el bienestar del pueblo de Dios. En definitiva, se nos llama a utilizar nuestra experiencia con Dios para fortalecer a su iglesia. Es decir, aquello que hemos aprendido personalmente, la fidelidad y la bondad de Dios, podemos compartirlo con otros que, por alguna razón, todavía luchan con su fe. Nuestro testimonio acerca de Cristo puede darse incluso dentro de la propia iglesia, donde muchos necesitan conocerlo personalmente.
“Les aseguro que si no cambian y se vuelven como niños, jamás entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). ¿Qué nos está diciendo Jesús aquí? ¿Qué implica esta idea?
III. TRAYENDO SUS GAVILLAS
"Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. 2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza. Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con estos, grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres. 4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, como los arroyos del Neguev. 5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas". Salmos 126:1-6.
¿Qué le da fuerza y esperanza al pueblo de Dios?
¿Qué se dice aquí, en este contexto, que podamos aplicar a nuestra vida hoy?
Las liberaciones milagrosas del Señor en el pasado son una fuente inagotable de inspiración para el pueblo de Dios y su fuente de esperanza para el futuro. La liberación del pasado fue tan grande que podría describirse como un sueño hecho realidad (Isaías 29:7, 8). Observa que la generación que alaba al Señor en Salmo 126 por la liberación del cautiverio de su pueblo en el pasado (Salmos 126:1) está actualmente en cautiverio (Salmos 126:4).
Sin embargo, el gozo y el alivio del pasado se reviven mediante cantos y se vuelven propios en la experiencia actual. Las nuevas generaciones mantienen viva la historia bíblica al considerarse presentes entre quienes presenciaron los acontecimientos de primera mano. Por lo tanto, una fe viva valora los grandes hechos de Dios por su pueblo en el pasado como algo que el Señor ha hecho por nosotros, y no simplemente como cosas que el Señor hizo por ellos (las generaciones pasadas de creyentes).
De hecho, el recuerdo del pasado estimula una esperanza renovada para el presente. La imagen de “los arroyos del desierto” (Salmos 126:4) es una poderosa metáfora de la acción repentina y poderosa de Dios en favor de su pueblo. El sur de Judá era una región árida y desértica. Los arroyos se formaban de repente y se llenaban de aguas caudalosas tras las fuertes lluvias de la estación lluviosa. Las lluvias tempranas y las tardías desempeñaban un papel crucial en el éxito del año agrícola (Deuteronomio 11:14; Deuteronomio 28:12). Del mismo modo, la imagen de sembrar con lágrimas y cosechar con regocijo (Salmos 126:5, 6) es una poderosa promesa de la conducción divina desde un presente difícil hacia un futuro feliz.
El final de la época de cosecha era el momento en que las antiguas peregrinaciones hebreas llevaban los frutos de la temporada al Templo de Dios en Jerusalén (Éxodo 34:22, 26). El motivo de la cosecha brindaba una potente lección espiritual al pueblo de aquella época. Del mismo modo que el duro trabajo de sembrar y cuidar los campos, huertos y viñedos se ve recompensado con la alegría de una cosecha abundante, las pruebas actuales del pueblo de Dios se verán coronadas por el gozo de la salvación en el tiempo del fin. La imagen de la gran cosecha apunta a la restauración del Reino de Dios en la Tierra en la segunda venida de Cristo (Amós 9:13-15; Mateo 9:37). Sin embargo, aquí también surge el tema de la espera. Al igual que con la cosecha, debemos esperar para ver el fruto y los resultados de nuestra labor.
Piensa en algunas ocasiones en las que hayas visto al Señor obrando clara e inequívocamente en tu vida o en la de los demás. ¿Cómo puedes renovar tu esperanza con esas experiencias para lo que quizás estés viviendo ahora?
IV. ESPERAR EN EL DESCANSO SABÁTICO DE DIOS
"Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; 2 Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche. 3 En el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa. 4 Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo. 5 ¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová! Muy profundos son tus pensamientos. 6 El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto. 7 Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente. 8 Mas tú, Jehová, para siempre eres Altísimo. 9 Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová, porque he aquí, perecerán tus enemigos; serán esparcidos todos los que hacen maldad. 10 Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco. 11 Y mirarán mis ojos sobre mis enemigos; oirán mis oídos de los que se levantaron contra mí, de los malignos. 12 El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. 13 Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. 14 Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, 15 Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia". Salmos 92:1-15.
¿Qué dos aspectos del sábado se destacan en este canto acerca del día de reposo?
La alabanza a Dios por las grandes obras de sus manos (Salmos 92:4, 5) y la descripción edénica de los justos (Salmos 92:12-14) señalan claramente a la Creación, el primer aspecto que conmemora el sábado. El salmo también ensalza al Señor por su victoria sobre los enemigos, como Dios de justicia (Salmos 92:7-15), y refuerza así la segunda faceta del sábado: la redención del mal (Deuteronomio 5:12-15). De esta manera, Salmo 92 ensalza a Dios por su Creación en el pasado y por sostener el mundo en la actualidad, y apunta a la esperanza final de la paz y el orden divinos por toda la eternidad.
El pueblo puede disfrutar del descanso sabático porque Dios es el “Altísimo” (Salmos 92:1); su posición superior (en las alturas) le da una ventaja sin igual sobre sus enemigos.
Sin embargo, aunque es el Altísimo, el Señor no duda en descender para rescatar a quienes lo invocan. La obra de creación del Señor y, sobre todo, la redención de esa Creación, deberían inspirar a la gente a adorar a Dios y a amarlo. A fin de cuentas, vivir en una Creación caída, sin esperanza de redención, no es algo que nos entusiasme especialmente. Amamos, sufrimos, morimos... sin ninguna esperanza. Por eso, alabamos al Señor no solamente como Creador, sino también como Redentor.
El “aceite fresco” transmite la idea de la renovada devoción del salmista por servir a Dios como su siervo reconsagrado (Salmos 92:10). La unción con aceite se hacía para consagrar a personas elegidas como sacerdotes y reyes (Éxodo 40:15; 1 Samuel 10:1). Sin embargo, el salmista eligió una palabra hebrea inusual, balal, para describir su unción, que no representa típicamente la unción de los siervos de Dios, sino que denota la “mezcla” de aceite con otras partes del sacrificio (Éxodo 29:2; Levítico 2:4, 5). El uso exclusivo del balal por parte del salmista implica que este desea presentarse a sí mismo como sacrificio vivo ante el Señor y consagrar todo su ser a Dios (Romanos 12:1).
No es sorprendente encontrar pensamientos acerca de la consagración en un salmo dedicado al sábado, porque el sábado es la señal de que el Señor santifica a su pueblo (Éxodo 31:13). Las imágenes de palmeras y cedros del Líbano representan al pueblo de Dios que crece en la fe y en la verdadera apreciación de los maravillosos propósitos y el amor de Dios. El sábado es la señal del Pacto eterno del Señor con su pueblo (Ezequiel 20:20). Por lo tanto, el descanso sabático es esencial para el pueblo de Dios, porque lo capacita para esperar confiadamente en que el Señor cumplirá todas las promesas de su Pacto (Hebreos 4:1-10).
Vuelve a leer Salmo 92. ¿Qué gran esperanza se nos ofrece allí, y cómo podemos, incluso ahora mismo, consolarnos con lo que dice?
V. LA ALEGRÍA LLEGA A LA MAÑANA
¿Cuál es el fin de nuestra espera? (Salmos 37:34-40). Es decir, ¿qué se nos promete cuando todo esté finalmente resuelto? ¿Qué esperanza encontramos en estos pasajes, por ejemplo, acerca de la justicia, que hace tanto tiempo que falta en esta vida?
"Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré". Salmos 5:3
"Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría". Salmos 30:5
"Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia". Salmos 59:16;
"Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia". Salmos 119:147
"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones". 2 Pedro 1:19;
"Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana". Apocalipsis 22:16.
¿Qué momento del día se describe simbólicamente como el momento de la redención divina, y por qué?
En los salmos, la mañana es generalmente el momento en que se anhela la redención de Dios. La mañana revela el favor de Dios, que pone fin a la larga noche de desesperación y angustia (Salmos 130:5, 6). En Salmo 143, la liberación de Dios invertirá la oscuridad presente de la muerte (Salmos 143:3) en la luz de una nueva mañana (Salmos 143:8); y el estar en la fosa (Salmos 143:7), en residir en la “tierra de rectitud” (Salmos 143:10).
En cuanto a la condición de los muertos según la Biblia (Eclesiastés 9:5), ¿por qué falta poco para que vuelvan a la vida? ¿Qué esperanza podemos extraer de la respuesta?
"Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. 3 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. 5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. 6 Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. 7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. 8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo". Marcos 16:1-8.
¿Qué sucedió en la mañana de la que se habla aquí, y por qué es tan importante para nosotros?
La mañana de la resurrección de Jesucristo abrió las puertas a la mañana eterna de la salvación de Dios para todos los que creen en su nombre. Los discípulos de Jesús experimentaron toda la fuerza de la promesa de Salmo 30:5: “El llanto puede durar una noche, pero a la mañana viene la alegría”, cuando se encontraron con el Señor resucitado. Únicamente por el favor y el amor incondicional de Dios, nuestro llanto se transforma en alegría (Salmos 30:5, 7).
Como la estrella de la mañana anuncia el nacimiento de un nuevo día, así la fe anuncia la nueva realidad de la vida eterna en los hijos de Dios (2 Pedro 1:19). A Jesús se lo llama la estrella resplandeciente de la mañana (Apocalipsis 22:16), a quien esperamos ansiosamente para que establezca su Reino, en el que ya no habrá noche, maldad ni muerte (Apocalipsis 21:1-8, 25). A fin de cuentas, más que ninguna otra cosa, esto es lo que esperamos cuando hablamos de esperar en el Señor. Y, por cierto, la espera merece la pena.
“Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Únicamente la Deidad podía pronunciar esas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más insignificante, todos son abastecidos por la Fuente de vida. Solo el que es uno con Dios podía decir: ‘Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo’. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ligaduras de la muerte” (DTG, 743).
Se ha dicho que la muerte está grabada en nuestras células desde el nacimiento. Aunque sea cierto, al menos para nosotros, seres caídos, ¿qué nos ha prometido la resurrección de Jesús acerca de la temporalidad de la muerte? ¿Por qué no debemos olvidar nunca lo temporal que es la muerte para nosotros?
CONCLUSIÓN
Lee "El camino a Cristo, “El secreto del crecimiento”, pp. 99-112.
Los salmos hacen fervientes llamados a esperar en el Señor. “Descansa en el Señor, y espera tranquilo en él” (Salmos 37:7). Cuando la espera nos parezca agobiante, incierta y solitaria, recordemos a los discípulos el día de la ascensión de Jesús al Cielo (Hechos 1:4-11). Jesús fue llevado al Cielo ante sus ojos, mientras que ellos quedaron esperando a que regresara en algún día futuro y desconocido.
¿Habrá alguien que haya experimentado un anhelo más intenso de recibir la bendición de Dios que los discípulos en aquel día?
Seguramente anhelaban: “Señor, llévanos contigo ahora”. Sin embargo, se les ordenó esperar la promesa del Padre y el regreso de Jesús. Si pensamos que los discípulos estaban llenos de desesperación y decepción, nos sorprenderemos. Regresaron a Jerusalén e hicieron exactamente lo que Jesús les dijo: esperaron el don del Espíritu Santo y luego predicaron el evangelio al mundo con poder (Hechos 1:12-14; 2).
El mandato de nuestro Señor de esperar en él es imposible de cumplir a menos que él haya hecho su obra en nosotros mediante el Espíritu Santo. Ningún entusiasmo humano podrá soportar la tensión que la espera impondrá a nuestro frágil ser. Únicamente una cosa soportará la tensión, y es permanecer en Jesucristo; es decir, cultivar una relación personal con él.
“Si Cristo está en nuestro corazón, inducirá en nosotros ‘el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad’. Entonces actuaremos como él actuaba y manifestaremos el mismo espíritu. Amándolo y morando en él, ‘creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo’. (CC, 112).
Al seguir esperando en el Señor, encontraremos paz y satisfacción en los salmos. Nuestras oraciones y cánticos son el lugar donde el corazón de Dios y el nuestro se encuentran diariamente.
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