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El Señor reina

El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Salmos 93:1).

Salmos sostiene inquebrantablemente la creencia fundamental en el reinado soberano de Dios. El Señor creó y sostiene todo lo que ha creado. Él es el Rey soberano sobre todo el mundo, y lo gobierna con justicia y rectitud. Sus leyes y sus estatutos son buenos y dan vida a quienes los cumplen. El Señor es un Juez justo que se asegura de que el mundo permanezca bien ordenado, y lo hace recompensando a los justos y castigando a los impíos; pero según sus tiempos, no los nuestros.

El pacto de Dios con Israel desempeña un papel especial en la redención del mundo, porque anuncia la salvación del Señor. Él adoptó a Israel como su preciada posesión; de entre todas las naciones, hizo de Israel su pueblo. El Señor es fiel a su alianza y sigue cuidando de su rebaño a pesar de su infidelidad y, a veces, de su abierta rebelión.

Así, el gobierno soberano del Señor hace que el mundo esté firmemente establecido y seguro. Los salmistas quieren que el lector comprenda esta verdad fundamental. Con esta visión del mundo como faro, los salmistas buscan prosperar y servir a Dios con devoción absoluta.

La creencia en Dios como Creador, ¿cómo debería conformar nuestro autoconocimiento y nuestra relación con el resto de la Creación? ¿Qué ocurre cuando el pueblo se aparta de esa verdad (Salmos 106:35-42)?

I. EL SEÑOR NOS HIZO

Lee Salmos 8 y 100. ¿Cómo se describe a Dios y a las personas en estos salmos? ¿Qué revelan acerca del carácter de Dios?

La Creación desempeña un papel crucial en Salmos, al defender la soberanía de Dios. Los cielos, que son “obra de sus manos”, proclaman su gloria y su poder (Salmos 19:1-4; 97:6). El nombre de Dios es majestuoso en toda la Tierra (Salmos 8:1, 9). El Señor lo ha creado todo; no tiene principio (Salmos 93:2) ni fin (Salmos 102:25-27). Él es eterno y superior a los dioses de las naciones, que son solo “obra de manos de hombres” (Sal. 115:4), nada más. Los ídolos “manos tienen, pero no palpan” (Salmos 115:7); mientras que, “en su mano [del Señor] están las profundidades de la tierra [...] y sus manos formaron la tierra firme” (Salmos 95:4, 5).

Varios salmos describen el poder de Dios sobre las fuerzas de la naturaleza, que otras naciones consideraban divinas (por ejemplo, Salmos 29; 93; 104). Estos salmos reafirman la aseveración de que el Señor reina sobre toda la Creación y es supremo en poder y dignidad. Salmo 100:3 ataca una forma sutil de idolatría: la autosuficiencia, subrayando que Dios nos hizo, “y no nosotros a nosotros mismos” (RVR 1960).

La Creación también da testimonio del amor de Dios. Todo lo que existe debe su existencia a Dios, quien también sustenta la vida (Salmos 95:7; 147:4-9). Notemos que Dios no solamente otorgó la existencia a la humanidad, sino además hizo del antiguo Israel “pueblo suyo [...], ovejas de su prado” (Salmos 100:3). La noción de que son “pueblo suyo” y “ovejas de su prado” revela el deseo de Dios de mantener una estrecha relación con su pueblo.

Únicamente el Creador tiene el poder de bendecir y hacer crecer a su pueblo y, por lo tanto, él es el único digno de su adoración y confianza. Numerosos salmos llaman a todo lo que respira, a toda la tierra, al mar y a todo lo que hay en ella, a gritar de alegría ante el Señor.

La gloria de Dios se ve en la Creación, incluso en la Creación terrenal caída, y Salmos nos señala que únicamente Dios es digno de adoración.

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?” (Salmos 8:4). ¿Cuál es tu respuesta a Dios como tu Creador? Cuando Dios llama a las estrellas por su nombre (Salmos 147:4), ¿cuánto más crees que Dios se preocupa por ti?

II. EL SEÑOR REINA

Estrechamente ligado (mejor dicho, inseparablemente ligado) al concepto del Señor como Creador está el concepto del Señor como Soberano, como Gobernante. La declaración “El Señor reina” se proclama solemnemente en Salmos 93:1, 96:10, 97:1 y 99:1, pero sus ecos se escuchan en todo el libro de Salmos.

El Señor está revestido de honor, majestad y fuerza (Salmos 93:1; 104:1). Está rodeado de nubes y tinieblas (Salmos 97:2), pero también se cubre “de luz como de un vestido” (Salmos 104:2). Estas metáforas exaltan el poder y el esplendor del Rey, y fueron cuidadosamente escogidas para expresar la grandeza única de Dios, que está más allá de la comprensión humana.

Lee Salmo 97. ¿Qué caracteriza el reinado del Señor? (Salmos 97:2, 10) ¿Cuál es el dominio de su reinado? (Salmos 97:1, 5, 9)

El reinado del Señor se demuestra en sus obras de creación (Salmos 96:5), salvación (Salmos 98:2) y juicio (Salmos 96:10). El Señor establece su reinado sobre todo el mundo (Salmos 47:6-9). El Reino de Dios es un reino eterno, sin parangón en poder y majestad (Salmos 45:6; 93:1, 2; 103:19). El Reino del Señor se basa en la misericordia, la justicia y la rectitud, y aporta orden y estabilidad al mundo creado (Salmos 98:3; 99:4). El Reino de Dios une a los adoradores celestiales y terrenales en la alabanza a Dios (Salmos 103:20-22; 148). Muchos salmos visualizan que toda la humanidad reconoce el gobierno soberano de Dios (Salmos 96:10; 97:1; 99:1; 145:11-13).

Pero, no todos lo hacen, ni siquiera los gobernantes terrenales; al menos, por ahora. El reinado del Señor es desafiado constantemente por los impíos, que niegan al Señor, se burlan de él y oprimen a su pueblo (Salmos 14:1; 74:3-22). Aunque se ve desafiado por la prosperidad de algunos impíos y turbado por la “indulgencia” de Dios, el salmista confía en el gobierno soberano de Dios y continúa deleitándose en la seguridad de los justos juicios de Dios (Salmos 68:21; 73:17-20). Por la fe, el pueblo de Dios se regocija en el establecimiento del Reino de Dios mediante el ministerio redentor de Cristo y espera la consumación del Reino en la segunda venida de Cristo (Mateo 12:26-28; 1 Corintios 15:20-28).

“Los que aman al Señor, aborrezcan el mal” (Salmos 97:10). ¿Por qué nuestro amor a Dios debe hacernos odiar el mal? ¿Cómo se relacionan estos dos conceptos?

¿Qué tenían de malo los ídolos de las naciones de tiempos bíblicos (Salmos 115:4-8)? ¿Y los ídolos modernos? ¿Por qué son igual de peligrosos para nuestro caminar con el Señor?

III. DIOS ES EL JUEZ

Lee Salmos 75. ¿Por qué es vana la jactancia de los impíos?

Como Rey soberano, el Señor es también Legislador (Salmos 99:7) y Juez (Salmos 98:9; 97:2). Los impíos amenazan constantemente el orden justo que Dios estableció en el mundo, pero el Señor juzgará al mundo y pondrá fin al dominio del mal (Salmos 75:8-10; Sal. 96:13).

En Salmo 75, varias imágenes describen la destrucción irrevocable de los impíos. La imagen de una copa con vino tinto (Salmos 75:8) transmite la intensidad de la furia de Dios (Jeremías 25:15; Apocalipsis 14:10). El corte de los cuernos de los impíos representa el fin de su poder y dominio, mientras que el poder de los justos será exaltado (Salmos 75:10). Dios tiene un “tiempo designado” (Salmos 75:2) para su juicio. Este juicio ejecutivo claramente tendrá lugar al final de los tiempos (Salmos 96:13; 1 Corintios 15:23-26).

El Señor sondea el corazón de las personas como parte de su juicio. Lee Salmo 14:2. Es una reminiscencia de Génesis 6:5 y 8. Ambos textos muestran que el examen que Dios hace de la vida de las personas y la búsqueda que realiza para ver a quiénes puede salvar preceden a la ejecución del juicio de Dios sobre el mundo. Este juicio a veces se denomina “Juicio Investigador”, cuando Dios defiende a los justos y decide el destino de los impíos.

¿Cómo funciona?

En primer lugar, Dios libera a su pueblo de los impíos (Salmos 97:10; 146:9) y corona a los humildes con la salvación (Salmos 149:4). En segundo lugar, los impíos que no se arrepienten son destruidos para siempre (Salmos 97:3). Algunos salmos describen poéticamente la inutilidad de las armas humanas contra el Juez divino (Salmos 76:3-6). El Señor es también un Dios que perdona, aunque castiga las maldades de la gente (Salmos 99:8). El pueblo de Dios, no solo los impíos, dará cuenta a Dios (Salmos 50:4; 135:14).

Salmos transmite la misma noción que se expresa en otros textos bíblicos, de que el juicio de Dios comienza con el pueblo de Dios y se extiende a toda la Tierra (Deuteronomio 32:36; 1 Pedro 4:17). El salmista clama a Dios para que lo juzgue, pero confía en la justicia de Dios para que lo defienda (Salmos 7:8-11; 139:23, 24).

Salmos nos llama a alegrarnos a la espera de los juicios de Dios (Salmos 67:4; 96:10-13; 98:4-9). ¿En qué medida el juicio de Dios es una buena noticia para quienes están cubiertos por la sangre de Cristo?

¿Por qué es crucial comprender la realidad y la prevalencia del Gran Conflicto para entender mejor que, a pesar del gobierno y la soberanía definitivos de Dios, sigue habiendo mucha confusión y sufrimiento en nuestro mundo? ¿Por qué la temática del Gran Conflicto nos es tan útil?

IV. SE ACUERDA SIEMPRE DE SU PACTO

El tema del Juicio de Dios suscita una pregunta importante: ¿Cómo puede el pueblo de Dios tener paz con Dios y la seguridad de la salvación en el momento del Juicio? Lee Salmos 94:14; 105:7-10; y Daniel 7:22.

El pueblo de Dios está seguro, porque el Señor puso su morada en Sion (Salmos 76:1, 2) y estableció su Pacto eterno con él como su posesión preciada (Salmos 94:14; 105:8-10). Dios no se limita a prometer que no rechazará a su pueblo del Pacto, sino que obra activamente para mantenerlo seguro en él. Perdona sus pecados (Salmos 103:3); instruye, bendice y fortalece a su pueblo (Salmos 25:8-11; 29:11; 105:24). Los juicios de Dios se realizan para hacer volver al pueblo a la justicia y demostrar que Dios cuida de él (Salmos 94:8-15).

Salmo 105 en su conjunto muestra la fidelidad del Señor a su Pacto en la historia de Israel. En todo lo que sucedió, lo bueno y lo malo, Dios estuvo allí. Condujo providencialmente a José a Egipto, y por medio de él salvó a su pueblo y a las naciones de aquella región durante la grave hambruna (Salmos 105:16-24). El Señor levantó a Moisés para que sacara a su pueblo de la esclavitud en Egipto, con señales y prodigios en su favor (Salmos 105:25-38).

El Señor concedió a su pueblo la Tierra Prometida (Salmos 105:11, 44) y su protección continua (Salmos 105:12-15). Lo multiplicó (Salmos 105:24), lo libró de sus señores (Sal. 105:37, 38) y proveyó para sus necesidades diarias (Salmos 105:39-41). No cabe duda de que el Señor controla soberanamente todo lo que concierne a su pueblo; una verdad que los salmistas querían que su pueblo nunca olvidara.

Cuando Dios se acuerda de su Pacto, implica algo más que conocimiento o memoria, porque siempre conduce a la acción (Génesis 8:1; 1 Samuel 1:19; Salmos 98:3; 105:42-44). Del mismo modo, cuando se llama al pueblo a recordar las maravillas y los juicios de Dios, significa que el pueblo debe vivir de manera que honre a Dios.

En este pacto, la principal vocación de Israel es permanecer fiel al Pacto, observando las leyes de Dios (Salmos 78:5-7; 105:45). El pueblo de Dios también está llamado a dar testimonio de Dios a otras naciones, porque el Señor desea que todas las naciones se unan a su pueblo, Israel (Salmos 105:1, 2). El mundo está así seguro en la alianza protectora del Dios todopoderoso y misericordioso (Salmos 89:28-34).

¿Qué tenemos en Jesús, que demuestra por qué estas promesas hechas al antiguo Israel pueden aplicarse ahora a nosotros? (ver Gálatas 3:26-29).

¿Cómo debe vivir el pueblo de Dios, sabiendo que el Juicio de Dios comienza con su pueblo? ¿Cómo juzga Dios a su pueblo y con qué fin?

V. SUS TESTIMONIOS SON MUY FIRMES

Lee Salmos 19:7; 93:5; 119:165; 1:2 y 6; 18:30; y 25:10. ¿Qué hilo conductor tienen todos ellos?

La supremacía del Señor en el mundo como Creador, Rey y Juez soberano tiene implicaciones teológicas para la fiabilidad de sus testimonios. Los testimonios (en hebreo edut, ‘decreto’, ‘ley’) se refieren al conjunto de leyes y ordenanzas con las que el Señor gobierna la vida religiosa y social de su pueblo (Éxodo 32:15). Son “muy firmes” (Sal. 93:5) y reflejan la estabilidad y permanencia del Trono de Dios y del mundo que el Soberano creó y sostiene (Sal. 93:1, 2). La palabra hebrea traducida como “firme” (de la que deriva la palabra española amén) transmite la noción de fiabilidad, fidelidad y firmeza (2 Samuel 7:16; 1 Crónicas 17:23). Las leyes de Dios son inmutables e indestructibles.

Dios garantiza la integridad de sus promesas y sus mandatos. La fidelidad de Dios es a la vez totalmente tranquilizadora, al garantizar el carácter inmutable de su gobierno, y totalmente exigente, al pedir al pueblo respuestas de confianza y obediencia a Dios.

Al mismo tiempo, la falta de justicia en el mundo se describe poéticamente como un temblor de los cimientos de la Tierra (Salmos 18:7; Isaías 24:18-21). La Ley de Dios instruye al pueblo en el camino de la vida recta que puede resistir el juicio de Dios. Así, pues, los justos no serán sacudidos, porque están firmemente arraigados en la Ley de Dios, que les proporciona estabilidad y seguridad, y su corazón está firme (en hebreo, najón también significa ‘estar firme’, ‘estar seguro’) en el Señor (Salmos 112:1, 6, 7). Nada hace tropezar a los que guardan la Ley de Dios (Salmos 119:165), lo que implica la protección y la conducción de Dios en la vida (Salmos 1:2, 3, 6).

La Palabra de Dios se representa como la lámpara para guiar los pies del salmista, y así lo protege de las trampas ocultas de los enemigos (Salmos 119:105, 110). La gran paz, de la que gozan los que aman la Ley de Dios (Salmos 119:165), obviamente no es el resultado de una ausencia total de pruebas (Salmos 119:161); más bien, deriva de permanecer en la presencia de Dios y de tener una relación sana con él.

¿De qué manera práctica te ha ayudado en tu vida guardar las leyes, los estatutos y los testimonios de Dios? Por otro lado, ¿qué sufriste por violarlos?

CONCLUSIÓN

Lee Salmo 86:5 y 15; y Elena de White, El camino a Cristo, “Amor supremo”, pp. 13-23. ¿De qué manera la verdad de que Dios es amor nos ayuda a comprender mejor las diversas descripciones de Dios y sus obras en Salmos?

El estudio de esta semana se centra en algunas descripciones clave de Dios y sus actividades, que establecen el mundo y lo hacen firme y seguro. Los salmistas apelan a Dios, quien es Creador, Rey, Juez, Salvador del Pacto y Legislador. Las funciones que Dios desempeña en el mundo se reflejan también en otros nombres y títulos de Dios, como Pastor (Samos. 23:1; 80:1), Roca de la salvación (Salmos 95:1) y Padre (Salmos 68:5; 89:26). En el mundo podemos estar seguros y a salvo, incluso en medio de la agitación del Gran Conflicto, porque Dios es soberano y fiel en todo lo que hace y dice. Aunque estos temas teológicos no son para nada exhaustivos, son indicativos de las diversas formas en que Dios se revela en Salmos.

Mientras seguimos estudiando Salmos, es importante recordar que debemos leerlos a la luz del carácter de amor y gracia de Dios, y de su plan para salvar y restaurar el mundo. “Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la Cruz, más vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos las innumerables pruebas de un amor que es infinito y de una tierna piedad mucho mayor que la anhelante compasión de una madre por su hijo descarriado” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 23). En Salmos, incluso cuando el pueblo se enfrenta al juicio de Dios por su rebelión sigue invocando a Dios, porque sabe que la ira de Dios es solo por un tiempo, pero su misericordia es eterna (Salmos 103:8).

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