Le dijo Jesús: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá’ (Juan 11:25).
Relato
El 09 de mayo de 2016, la Revista Veja publicó un artículo sobre la creencia en la resurrección de Jesucristo. El artículo afirma que esa creencia fue lo que sacó al cristianismo de la sexta clasificación para transformarlo en la mayor religión del planeta y cita 1 Corintios 15:13-17: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”.
De hecho, la resurrección de Cristo es nuestra gran certeza de victoria sobre la muerte. Su resurrección es nuestra esperanza y nuestra victoria. Sí, la tumba está va- cía. Sí, ¡él vive!
Introducción
¿Se ha preguntado alguna vez cuál sería el hecho principal que hace que la religión cristiana sea diferente a las demás? ¿Será el nacimiento virginal de Jesús? ¿Serán, tal vez, las enseñanzas de Jesús sobre una vida centrada en el amor? ¿Será la fuerza transformadora de su Libro Sagrado? Bueno, en verdad, el hecho más significativo que separa al cristianismo de todas las demás religiones es la resurrección de Cristo.
Miles de personas hacen peregrinación para prestar culto y adoración en la tumba con los restos mortales de Mahoma. Sabemos que los restos mortales de Buda también existen. Pero la tumba de Jesucristo está vacía. Sobre esa tumba vacía estuvo el fundador de la única religión capaz de afirmar: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
¿Qué significa la resurrección de Cristo para un cristiano? Es realmente muy triste la tendencia de celebrar el maravilloso significado de la Pascua reduciéndolo a conejitos y huevos coloridos. El mayor motivo de gratitud y el gran significado de esta fecha es que Cristo vive, y que el hombre puede vivir con Cristo. Solamente el hombre y la mujer, niño o niña que vive con Cristo realmente sabe con seguridad que Cristo vive.
El sacrificio de Cristo resulta en salvación. La muerte de Jesús resulta en vida para nosotros. Cristo vive porque él nos muestra diariamente a través de su amor cómo vivir. Las personas que no creen y no viven con Cristo jamás conocerán la maravillosa esperanza que promovió su resurrección.
¿Alguna vez se preguntó cómo puede saber si la resurrección de Cristo es verdadera? Sabemos que Cristo vive porque su amor nos muestra diariamente cómo vivir. A continuación, veremos cuatro ejemplos prácticos que nos dan la seguridad de que Cristo vive. Él es el amor que vive.
I. El amor que perdona
Un problema que no todas las personas están en condiciones de admitir, pero que todas las personas tienen, es el de lidiar con el perdón. Nos resulta muy difícil perdonar a quienes nos traicionan, que toman ventajas de nosotros, que nos acusaron erróneamente, que hablaron mal de nosotros. Y porque creemos que es difícil e incluso imposible perdonar a quienes se abusaron de nosotros, a veces creemos que es imposible creer que Dios puede perdonarnos cuando lo tratamos de la misma forma.
Por lo tanto, vivimos con el problema del perdón. Pero, cuando Jesús vive en nosotros, él nos ayuda a recordar lo que el mismo Jesús haría en nuestro lugar.
La cruz fue el último púlpito de Jesús y, para ese último sermón, él prefirió enseñarnos sobre el perdón. “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen [...]’” (Lucas 23:33, 34).
¿Será que hay significado en el hecho de que esta oración de perdón haya sido lo primero que Jesús dijo en la cruz? “Padre, perdónalos”. Nada saldrá bien en su vida hasta que usted pueda hacer la misma oración que Jesús hizo: “Padre, perdónalos”. Esto debe estar antes que cualquier cosa. No puede haber crecimiento en la experiencia espiritual hasta que podamos hacer esa oración de perdón. En primer lugar, Jesús oró perdonando. Orar antes es el preanuncio del crecimiento espiritual y del alivio del perdón.
Si usted tiene dificultad en creer que Jesús lo perdona, mire: él perdonó a quienes lo clavaron en la cruz antes que ellos lo pidieran. Y si él puede perdonar a quienes lo clavaron en la cruz, podemos creer que él puede perdonarnos también.
Y así, todos nosotros podemos vivir involucrados saludablemente con el tema del perdón: perdonando a los demás y aceptando el perdón de Cristo. Cuando Jesús ha- bita en nuestro corazón, recordamos cómo él lidió con el tema del perdón, entonces, haremos lo mismo.
Entonces sabremos, con seguridad, que Cristo vive. Ese es el amor que vive. Sabemos con seguridad que Cristo vive, porque él diariamente nos muestra cómo vivir.
II. Solo existe vida plena con Cristo
Jesús está en la cruz: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ‘Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).
¿Cuál era el terror de la cruz? No fue el dolor. Jesús nunca clamó: “¡Qué dolor, qué dolor insoportable!”. ¿Cuál era el terror de la cruz? No fue el hecho de que Cristo haya sido negado por sus amigos. Él nunca clamó: “Discípulos, discípulos, ¿por qué me desampararon?”. El terror de la cruz era que el pecado separó a Jesús de su Padre. Y la separación de Dios es la mayor tragedia que puede ocurrirle a un ser humano. Es exacta- mente por eso que Jesús clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
¿Alguna vez se detuvo a pensar que cuando existe una separación entre usted y Dios todo lo que usted tiene que hacer es confesar su pecado? Pero los pecados que Jesús tomó sobre sí no habían sido cometidos por él, ¿cómo podría confesarlos, entonces? La separación parecía completa, total.
¿Qué fue lo que mató a nuestro Salvador? ¿La cruz? No. Tomaba algunos días para que alguien muriera en la cruz. ¿Qué fue lo que mató a nuestro Señor? ¿Será que fue la lanza que hirió su costado? No. En ese momento, él ya estaba muerto. Entonces ¿qué fue lo que mató a nuestro Salvador? Fue la separación del Padre, fue el pecado que se interpuso entre él y Dios.
Tenemos que pedirle a Jesús que nos haga entender la seriedad del pecado. Todos vivimos con el problema de olvidarnos de la seriedad del pecado. Queridos amigos, si el pecado se interpuso entre él y Dios, si la separación mató a Jesús, ¿cómo podemos imaginar que estamos viviendo de verdad cuando estamos separados de Dios? Solo existe vida de verdad para quien anda con Cristo.
III. El amor que se cuida
Todos hemos ofendido o fallado a alguien. Y podemos ser aún más incisivos: ¿Cuánto tiempo hace que usted no le da atención a su madre? Todos enfrentamos el problema de la desconsideración, pero cuando Jesús vive en nosotros, seremos prueba de que el amor que él demostraba era real y activo.
No sé si alguien que no es madre verdaderamente puede entender el horror de la cruz para María. La agonía de María era la agonía de una madre. María estaba comple- tamente desesperada mientras veía a Jesús sobre la cruz. Su corazón sangraba con las heridas de Jesús. Pero Jesús tuvo consideración para con ella y fue amable.
Incluso en agonía, desesperación y frustración, Jesús fue amable. Podríamos pen- sar que uno sería más atento si no estuviera tan ocupado. ¿Quién estuvo más ocupado que Jesús en la cruz? Pero, incluso así, él fue atento y se preocupó por ella. Jesús sabía que el corazón de alguien más estaba partido y él se preocupó y lo cuidó.
Jesús también tuvo tiempo para recordar a su amigo Juan, el discípulo a quien él amaba. Y, en ese momento, Jesús, el gran dador, entregó a su madre a Juan y a Juan a su madre. Ella tenía un hijo y ahora tendría a Juan. Juan tenía un mejor amigo y ahora tendría a su madre. Cuando tengamos el problema de la falta de atención, cariño y amor, si Jesús vive en nosotros, entonces seremos atentos y cuidaremos de los demás.
IV. Un amor perseverante
“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: ‘Consumado es’. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:30). Las palabras finales de la vida de Cristo son estas: “Consumado es”. A través de la muerte de Cristo, Dios cumplió su promesa. Él concluyó su plan de ofrecer el rescate a la raza humana. Lo que Jesús comienza, lo ter- mina. ¿No es reconfortante saber que Jesús planea terminar lo que comenzó en usted? Puede que usted haya dejado de intentarlo, pero Jesús no se dio por vencido con usted. Él planea terminar lo que comenzó en su vida.
Algunos de nosotros cambiamos de lado con mucha frecuencia. Cuando vamos a la iglesia, junto a las personas religiosas, somos religiosos; cuando no estamos en la iglesia, pertenecemos a otro grupo. Somos inconstantes. Somos así como Pedro, confesamos al Señor en un momento y, antes que la noche termine, lo negamos.
¡Cómo necesitamos la perseverancia de Jesús! Recuerde el ejemplo y la amonestación de Cristo hoy. Permanezca junto a él hasta que pueda decir: está consumado.
Testimonio
Adriano Luz experimentó el dolor causado por el alcoholismo que destruyó su nú- cleo familiar. Aquella realidad era como si una bomba atómica hubiera sido arrojada en el centro de la convivencia de su familia. Con una vida desestructurada, él terminó buscando respuestas en cisternas vacías. Pero, fue el amparo de jóvenes que testificaron de un Cristo vivo lo que lo ayudó a tener un cambio en su destino y lo convenció de que Cristo es un Salvador que vive.
Un día, a los 22 años, él estaba tan triste, con el pecho tan apretado que llegaba a sentir falta de aire. Salió del cuarto para poder respirar y preguntaba: “Dios, ¿qué está sucediendo? ¿Dónde puedo encontrarte?”. Y recordó una iglesia que había visto allí cerca. Fue hasta allá, vio una luz dentro de la iglesia y escuchó una música que estaba siendo tocada. Él decidió entrar y, cuando abrió la puerta de la iglesia, esa música lo golpeó en el pecho y parece que desató lo que le estaba apretando. Él entró, se sentó y lloró. La sonrisa ancha e iluminada de esos jóvenes fue la prueba de que Cristo toda- vía vive. El acogimiento de esos jóvenes le mostró un verdadero compromiso con el prójimo. Es espectacular. Es asombroso ver a Cristo vivo en la vida de otras personas. Todo aquel que realmente ama a Cristo, prueba que él vive y puede marcar la vida de alguien con sus actitudes.
Por lo tanto, hoy sabemos que Jesús vive, no para ocupar el trono del cielo; él vive para ocupar el trono de su corazón. Y la mayor prueba de que Jesús vive es que está viviendo en usted.
Llamado
Pregúntele a Cristo lo que él quiere que usted haga. Cuando se encuentre con un problema práctico del día a día, establezca como patrón de su vida preguntarle a Jesús lo que usted debe hacer.
Esté preparado para hacer lo que él pide. Muchas personas nunca verán una tumba vacía, pero verán su vida. Y ellos deben saber con seguridad que Jesús vive, porque el amor de Jesús vive en usted.
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