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Amor que insiste y no se rinde - El amor vive

“Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse” (Lucas 15:24).

Varios estudios comprueban nuestra naturaleza interdependiente. Nos necesitamos unos a otros, aun cuando aparentemente estamos en una situación mejor. Cuan- do ayudamos a otros y no desistimos, cuando nos donamos a nuestros semejantes, nos sentimos beneficiados con altos niveles de dopamina y serotonina (hormonas de la felicidad), con un aumento de la autoestima, una actitud positiva, entusiasmo, una mejor calidad de vida, nos fortalecemos y terminamos motivando a los que nos rodean a hacer lo mismo.

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Introducción

El capítulo 15 del libro de Lucas es muy familiar para nosotros, y muestra viarias facetas del inmenso amor y gracia de nuestro Señor Jesucristo. Vemos que el amor de Dios siempre sorprendía a las personas con su manera de demostrar cuidado y cariño por los que estaban al margen de la sociedad de su época.

Los fariseos en el tiempo de Jesús encaraban la religión con mucha seriedad. Ellos querían vivir siguiendo los modelos más elevados, al punto de que el pecado llegaba a serles repugnante y no podían soportar a los pecadores. Por eso ellos vivían y se asociaban casi exclusivamente con personas del mismo tipo.

No es de extrañar que los fariseos no podían entender a Jesús. “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este a los pecadores recibe, y con ellos come’” (Lucas 15:1, 2). Recibir a peca- dores y comer con ellos significaba una relación íntima con esa clase de gente que no merecía el respeto de las autoridades espirituales. Los fariseos no podían entender ese comportamiento de Jesús. A decir verdad, Jesús no solo respetaba a los despreciados, sino que también hacía amigo de ellos. Hacer un favor es una cortesía, pero hacerse amigo y cenar con esos despreciados ya era demasiado. No les parecía lógico a los fariseos.

Así, el resto del capítulo registra la respuesta de Jesús a una pregunta que muchas veces nosotros asociamos con el tema principal. ¿Deben los cristianos tener una relación íntima con los no cristianos? ¿Deben ir al mundo, recibir a amigos mundanos y considerarlos como sus amigos más íntimos?

Esta es una pregunta muy práctica. Si usted mira bien su lista de amigos íntimos, ¿cuántos de ellos no pertenecen a su familia y no son cristianos? Si usted no tiene ninguno, tal vez esté del lado de los fariseos. Los fariseos no podían entender como una persona que era santa podía estar a gusto con los pecadores.

Y Jesús responde a la pregunta.

A través del capítulo 15 de Lucas, en las cuatro historias que abordaremos aquí, Jesús responde esa pregunta.

Historia número 1

En la historia de la oveja perdida, Jesús destaca la alegría que existe en ayudar a los que están perdidos. “Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ‘¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso’” (Lucas 15:3-5).

Para poder encontrar la oveja perdida, el buen pastor tuvo que dejar las 99. Para ayudar a los pecadores, tenemos que ir dónde están (eso no es excusa para ser deshonestos o para permitirnos ser influenciados por sus prácticas). Algunos dedican poco tiempo para asociarse en círculos donde no existen personas que no son cristianas, ¿cómo buscar a la oveja perdida de esa forma?

Nos gusta ir a la iglesia y pensamos que cualquier persona que va a la iglesia tendrá el privilegio de nuestra amistad. Pero si usted realmente se preocupa por el prójimo, será como el buen pastor. Saldrá en busca de los que están perdidos.

Y note que al final de la historia, cuando se encuentra lo perdido, hay júbilo y alegría. Podemos verlo en el versículo 5: “Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso”. La alegría del pastor es mayor que la alegría de la oveja. La alegría de quien la encontró es mayor que la alegría del que fue encontrado.

En raras ocasiones un corazón quedará solitario si busca a otro solitario. Y si en su corazón hay un sentimiento de soledad, de vacío, entonces vaya en busca del perdido, como el buen pastor lo hizo, y entonces cuando encuentre a alguien que estaba perdido, será tanto o más feliz que el que fue encontrado.

Historia número 2

Esta es la historia de la moneda perdida, y aquí Jesús habla de la felicidad de ayudar a quien está perdido en la casa. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: ‘Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido’” (Lucas 15:8, 9).

La oveja de la primera historia estaba perdida en el desierto, pero la moneda estaba perdida en la casa. A veces renunciamos demasiado pronto a los que están perdidos en nuestra propia familia. Debemos ser como esa mujer en la historia que contó Jesús. Cuando ella perdió algo dentro de la casa, ¿por cuánto tiempo buscó? Hasta encontrar- lo. Buscó con diligencia hasta encontrarlo. Si usted tiene el corazón lastimado porque alguien de su casa se perdió, no se rinda, busque diligentemente hasta encontrarlo.

¿Será que los perdidos en su propia casa o iglesia saben cuán importantes son para usted? ¿Saben que usted está orando e intercediendo por ellos hace años? ¿Será que renunciamos demasiado pronto a nuestros vecinos, a nuestros colegas de trabajo, a nuestros amigos o a nuestros parientes? Vayamos a buscar con diligencia a los que están perdidos en nuestra propia esfera de vida.

Preste atención nuevamente a lo que dice la mujer en el versículo 9: “Gozaos con- migo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Ayudar a otros es motivo de gran alegría en primer lugar para usted.

Historia número 3

Jesús dijo que Dios ama al que no merece ser amado. Esta es la linda historia del hijo pródigo. “Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un ani- llo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado’. Y comenzaron a regocijarse” (Lucas 15:20-24).

Entre tantos puntos que podrían destacarse en esta historia, elegimos solo uno. Dios acepta a los pecadores como están. El padre aceptó al hijo antes de que se lim- piara. A nadie le hubiera gustado tocarlo en las condiciones en las que se encontraba, pero el padre no estaba solo dispuesto a tocarlo, sino que también lo abrazó y lo besó, porque los padres aceptan a los hijos como están.

A veces damos la impresión de que nos dirigimos más hacia el bien de lo que nos dirigimos a Dios. Nos gusta lo bueno. Lo bueno nos atrae, queremos estar con personas buenas. Pero no seremos evaluados por la forma en la que tratamos a las personas buenas, sino por la manera como tratamos a las malas.

La prueba de su amor es su actitud hacia las personas por las cuales no se siente atraído. Su experiencia cristiana queda demostrada por la manera en la que trata a las personas que piensan de manera diferente a la suya.

Y note nuevamente lo que se repite en esta historia. Terminamos con la alegría del encuentro. Y en el versículo 24 dice: “Y comenzaron a regocijarse”.

Historia número 4

Jesús enseñó que los que no aman están perdidos. “Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas” (Lucas 15:25). Dentro de la parábola del hijo pródigo tenemos la historia del hijo mayor. El hijo mayor del amoroso padre no era tan amoroso. Él estaba en el campo y cuando volvió por la noche a su casa, oyó la música y las danzas. Había una celebración porque el pródigo había regresado.
El hijo mayor estaba en el campo: esto es muy interesante. Estaba en el campo.

No era perezoso y estaba en actividad en la obra del padre. No estaba simplemente en la iglesia, estaba trabajando en la iglesia. Era un trabajador activo, solo que no sabía amar.

Además, su pecado de alguna forma era sentirse superior. Superior a su hermano menor, y hasta superior al padre. Es interesante que los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús, tienen una fuerte tentación de sentir que son superiores sin notar que un sentimiento de superioridad es siempre un problema espiritual.

Si Satanás susurra a su corazón que de alguna forma usted es superior, caiga de rodillas y diga: “Señor, por favor, no permitas que sea como el hijo mayor”, porque a veces no percibimos que el muchacho que estaba más cerca del hogar era el que estaba más lejos del padre.

En fin, ¿deben los cristianos ser amigos allegados de los no cristianos? Fue de esta manera en la que Jesús respondió a sus acusadores. No es correcto amar el pecado. Pero no es incorrecto amar a los pecadores. El cristianismo verdadero se manifiesta cuando de verdad odiamos el pecado y de verdad amamos a los pecadores.

Testimonio

Desde los quince años, Pedro Alves da Silva cantaba y hacía espectáculos para grandes parejas. Llegó a grabar un LP, pero las cosas no iban muy bien en su vida. Tenía familia e hijos y fue perdiendo todo por la adicción al alcohol. Como alcohólico, llegó al punto de perder los amigos, la familia y no poder trabajar y cumplir los compromisos de espectáculos. De repente, se encontró en una situación de no tener dónde vivir, estaba caído, desanimado, con hambre y deseos de morir. Intentaba levantarse, pero por sus propias fuerzas no lo lograba y fue a parar al fondo del pozo.

Un día, un viejo amigo supo que estaba en esa situación e intentó ayudarlo varias veces, pero no pudo. Ese amigo también era incrédulo, pero entregó su vida a Jesús, y después de algún tiempo, invitó a Pedro a vivir en su casa. “Te voy a ayudar a recuperarte, conocí a un Ser maravilloso que puede cambiar tu vida”, le dijo su amigo. Entonces Pedro fue a vivir en la casa de Sebastián, y después de muchas luchas, muchas lágrimas, la ayuda de los hermanos de la iglesia y bajo la bendición de Dios, venció la adicción y hoy vive una vida renovada para Cristo. Por la insistencia de su amigo, que no renunció a él, pudo conocer el amor de un Cristo que lo amó, perdonó y transformó.

¿Y cómo sé que amo a los que están a mi alrededor? Cuando alcanzo a los que son diferentes a mí y cuando amo y me alegro con los resultados.

Llamado

¿Está usted dispuesto a amar de tal forma y a insistir y no rendirse? Yo no tengo idea sobre el tipo de ministerio que Jesús tiene en mente para usted, pero, con seguridad, es el ministerio del amor. Sin duda, Dios quiere que usted ame al otro, que usted lo ayude a llevar sus cargas y lo traiga de vuelta al hogar. Siguen tres consejos que lo ayudarán a amar más y a no rendirse:

Encuentre a alguien que no le resulte fácil amar. Encuentre a alguien que sea diferente a usted y pídale a Dios que lo ayude a acercarse a él.

Deje su camino cómodo, así como lo hizo el buen pastor, para ayudar al perdido. Deje a un lado sus intereses y extienda la mano para ayudar al prójimo.

Ore con sinceridad sobre eso: “Señor, si hay un hijo o una hija que está perdido, así como el hijo pródigo, que sienta el deseo de venir a Jesús, que quiera venir a casa, que esté en el mundo buscando libertad, muéstrame la carga que tú quieres que lleve para ayudar a esa persona con amor”.

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