"Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad". 2 Tesalonicenses 2:13.
INTRODUCCIÓN
a. La santidad es un tema crucial en la Biblia. Llegar a ser como Jesús debería ser una prioridad para todo cristiano, y él vivió una vida pura y santificada. El Espíritu Santo está estrechamente conectado con la búsqueda de esta santidad. Después de todo, él es llamado el “Espíritu de santidad” (Romanos 1:4). Su nombre nos recuerda que Dios es santo y que el mayor deseo de Dios es transformar a los pecadores a la imagen de su propia santidad.
I. LA SANTIDAD DE DIOS
a. Dios es amor, pero en la Biblia la idea de la santidad se conecta más a menudo con el nombre de Dios que cualquier otro atributo (Salmos 89:18; Isaías 40:25; Jeremías 51:5; Ezequiel 39:7; Apocalipsis 4:8). La santidad describe la pureza y la perfección moral de su naturaleza. Significa que es perfectamente bueno y completamente libre de mal. La santidad de Dios es la perfección de todos sus demás atributos.
b. La santidad de Dios significa que está separado del pecado y enteramente dedicado a buscar el bien que representa en sí mismo. En otras palabras, la santidad denota una cualidad relacional al igual que una cualidad moral. Incluye separación del pecado y devoción completa a la gloria de Dios.
c. En Isaías 6:3 y Apocalipsis 4:8, se describe a Dios como “santo, santo, santo”. Cuando los escritores bíblicos desean enfatizar algo que era importante, repetían la palabra a fin de llamar la atención a lo que se decía. Jesús llama nuestra atención a declaraciones importantes al repetir las palabras “de cierto, de cierto” (Juan 5:24; 6:47), o “Jerusalén, Jerusalén” (Mateo 23:37), o al llamar a alguien por nombre: “Marta, Marta” (Lucas 10:41). De todos sus atributos, solo la santidad de Dios es mencionada tres veces seguidas. Esto indica que es algo de suma importancia.
II. LA NATURALEZA DE LA SANTIDAD
a. La santidad es un don de Dios (Efesios 1:4) y, a la vez, un mandato divino (Hebreos 12:14). Por eso deberíamos orar pidiendo santidad y esforzarnos por manifestarla a diario.
b. El significado básico asociado con el concepto de santidad implica un estado de ser separado, ser puesto aparte para un servicio especial a Dios. Por otro lado, la santidad también implica una cualidad moral y espiritual intrínseca; es decir, ser justo y puro ante Dios. Ambos aspectos deben mantenerse juntos.
c. En el Nuevo Testamento, los creyentes son llamados santos por causa de su relación única con Jesús. No son impecables o sin errores, pero son santos porque han sido separados por Dios para servir a Cristo. Por eso Pablo llama “santos” a los corintios, aun cuando todavía tenían defectos que vencer (1 Corintios 1:2).
d. Sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14), por eso, la santidad también es un proceso que dura toda la vida, y necesita seguir extendiéndose cada vez más para que seamos transformados más y más a la imagen inmaculada de aquel que nos salvó.
III. EL AGENTE DE SANTIFICACIÓN
a. De acuerdo a 2 Tesalonicenses 2:13 somos santificados por la “santificación del Espíritu y la fe en la verdad”. El Espíritu Santo tiene un papel importante en ayudarnos a tener una vida santa.
b. Cuando aceptamos a Jesús, él produce en nosotros un crecimiento de toda la vida en santidad, produciendo el fruto del Espíritu en nosotros (2 Corintios 3:18) que nos lleva a vivir una vida lejos de las pasiones pecaminosas (Gálatas 5:16, 17).
c. La “fe en la verdad” también santifica porque es la verdad bíblica la que nos ayuda a abandonar las practicas pecaminosas.
d. Cuando el Espíritu Santo nos ayuda a ver a Jesús, no tendremos deseo alguno por el pecado y todo lo que tan fácilmente nos enreda es puesto a un lado (Hebreos 12:1). Pero, cuando nos enfocamos en nuestros pecados y defectos, nos miramos a nosotros mismos en vez de a Jesús.
CONCLUSIÓN
a. Desarrollar nuevos hábitos y un nuevo carácter no se logra por medio de la auto santificación ni por un esfuerzo propio. La formación de hábitos es el modo normal en que el Espíritu nos guía hacia la santidad. Los hábitos son importantes en nuestro caminar cristiano, especialmente aquellos que crecen en conexión con virtudes bíblicas tales como paciencia, amor, fidelidad, bondad, benignidad, amabilidad y dominio propio.
b. Hay una enorme diferencia entre ser llamados por Dios y, simplemente, actuar por cuenta propia. Si no hemos tomado primeramente el tiempo a solas para escuchar el llamado de Dios, corremos el riesgo de actuar por cuenta propia, sea lo que fuere que hagamos. Pero no habrá fuerza, ni poder, ni paz, y no habrá una bendición duradera asociada con nuestros esfuerzos, si estos no surgen a raíz de un llamado divino. Nuestra mayor necesidad en el ámbito de la santidad es pasar tiempo de calidad con Dios cuando escuchamos su voz y recibir nuevas fuerzas de su Palabra al ser guiados por el Espíritu Santo.
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