"Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención". Efesios 4:30.
INTRODUCCIÓN
a. Como lo demuestra la historia del diluvio, existen peligros cuando el hombre desprecia el llamado de Dios por medio del Espíritu Santo (Genesis 6:3). En esa época la generación se perdió. En los días de hoy también existen peligros que debemos evitar y que la Biblia nos advierte respecto al llamado que Dios nos hace por medio de su Espíritu Santo. Por eso hoy vamos a estudiar algunos de ellos.
I. RESISTIR Y ENTRISTECER AL ESPIRITU
a. En Hechos 7:51 Esteban acusó a los dirigentes del sanedrín de “resistir” al Espíritu Santo. Igual que sus antepasados, los dirigentes estaban resistiendo el llamado de aceptar a Cristo como su Salvador. Esto es increíble, pero a seres humanos frágiles, creados por Dios y dependientes de él, se les ha dado la libertad resistir a la obra del Espíritu Santo y su llamado a la salvación. Dios es Todopoderoso, pero él no fuerza nuestra libertad de elección y respeta nuestras decisiones.
b. En Efesios 4:30 se nos llama a no entristecer al Espíritu. El contexto habla sobre el estilo de vida que teníamos antes de la conversión y lo que vino después de esa conversión (vv. 17-29). Cuando nos alejamos de Dios y volvemos a esas prácticas inicuas, entristecemos al Espíritu que nos ha sellado para la redención final. Contristar al Espíritu Santo significa menospreciar su presencia que guía a la voluntad de Dios.
c. Entristecer al Espíritu y resistir al Espíritu solo puede terminar en destrucción, porque a medida que pasa el tiempo nuestro corazón se endurece. Por eso, se nos advierte: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones… Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. (Hebreos 3, 7, 8, 12, 13).
II. APAGAR AL ESPÍRITU
a. En 1 Tesalonicenses 5:19 se nos dice: “no apaguéis al Espíritu”. La palabra “apagar” sugiere la idea de un fuego. Esto sugiere que hay algo acerca del Espíritu Santo que es como un fuego que podemos apagar. Se debe recordar que el Espíritu hace dos cosas por nosotros: nos da conciencia del pecado y nos da poder para vencer el pecado. Podemos apagar su voz cuando los resistimos.
b. Otra manera en la que podemos evitar apagar al Espíritu es no menospreciar las profecías (v. 20). Pablo instruyó a los creyentes de Tesalónica para que no despreciaran las profecías, pero también les pidió discernimiento (v. 21), porque las falsas enseñanzas y los falsos profetas continuarán asediando a la iglesia. La única manera de determinar la naturaleza de una manifestación profética es compararla con la palabra que el mismo Espíritu inspiró, las Santas Escrituras (2 Pedro 1:19-21; Salmos 119:105).
III. BLASFEMAR CONTRA EL ESPÍRITU
a. En Mateo 12:31 y 32 Jesús nos advierte del peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo porque es imperdonable. Ningún otro pecado ha causado tanta perplejidad entre los cristianos. Algunos creen que es alguna de clase de pecado terrible como el asesinato o la inmoralidad sexual, pero Dios ha perdonado a asesinos y fornicarios, y otros pecados terribles a los que se han arrepentido (Isaías 1:18).
b. Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando habló de este pecado imperdonable?
La obra del Espíritu Santo es darles a los pecadores conciencia de su pecado y llevarlos a aceptar a Jesús, el único que puede perdonar pecados (Juan 16:8). Por eso, la blasfemia contra el Espíritu, debe ser entendida como un repudio deliberado y persistente a la obra salvífica de Jesús. Ocurre cuando un individuo voluntariamente resiste el testimonio del Espíritu sobre Cristo.
c. “Nadie necesita considerar el pecado contra el Espíritu Santo como algo misterioso e indefinible. El pecado contra el Espíritu Santo es el pecado de un rechazo persistente a responder a la invitación a arrepentirse” (RH, 29 de junio de 1897).
d. Este pecado es imperdonable, no porque Dios no pueda perdonar, sino porque la persona no quiere reconocer su pecado y no acepta el perdón de Jesús. Esta actitud, por supuesto, tiene consecuencias eternas.
CONCLUSIÓN
a. El Espíritu Santo obra para guiar a los pecadores a darse cuenta de su estado de pecaminosidad. También despierta el deseo de aceptar a Jesús y su perdón de nuestros pecados. El Espíritu Santo posee un poder sin igual para hacernos victoriosos y para capacitarnos a fin de reflejar el hermoso carácter de Jesús.
b. Al mismo tiempo, el Espíritu Santo puede ser resistido por los pecadores. Él no nos fuerza a aceptarlo. El pecado es muy atrayente, pero altamente engañoso y lleva a la muerte. El Espíritu se opone al pecado en todas sus formas, y es contristado cuando pecamos y no abandonamos el pecado. Aunque es poderoso, la voz del Espíritu puede ser apagada si seguimos en una conducta pecaminosa.
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