"3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios". Hechos 5:3, 4.
INTRODUCCIÓN
a. De manera general los cristianos no tienen problemas con la divinidad del Padre. La divinidad de Jesús también es afirmada en muchos lugares en las Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento, y podemos aceptarla sin problemas. Pero cuando se trata del Espíritu Santo, algunos no tienen seguridad sobre su naturaleza divina. Sin embargo, la Biblia también prueba que el Espíritu Santo es divino igual que el Padre y el Hijo.
I. LA ESCRITURA LO LLAMA DIOS
a. Podemos mencionar tres maneras en que la Biblia presenta la plena divinidad del Espíritu:
(1) lo llama así; y
(2) sus atributos divinos.
b. Lo llama Dios: En Hechos 5:3, 4 el apóstol Pedro coloca a Dios y al Espíritu Santo en el mismo nivel. En el versículo 3, le pregunta a Ananías por qué le ha mentido al Espíritu Santo, y continúa al final del versículo 4: “No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Pedro, claramente, iguala al Espíritu Santo con Dios. Su argumento es que Ananías no solamente estaba mintiéndole a los apóstoles, sino a Dios mismo. Mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios. El Espíritu Santo es Dios. Si esa no fuera la intención de Pedro aquí, el habría estado hablando de una manera muy confusa y hasta engañosa.
c. Tiene atributos divinos:
Es omnipresente (Salmos 139:7). No es posible huir a un lugar donde él no esté, porque es omnipresente.
Es eterno (Hebreos 9:14), esto es una verdadera prerrogativa de Dios.
Es poderoso (Romanos 15:19). Pablo reconoce que su ministerio se realizó “con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios”.
Puede realizar milagros divinos.
Participó en la creación (Génesis 1:2). Ahí estaba el Espíritu junto con el Padre y el Hijo (Juan 1:1-3) trayendo a la existencia todas las cosas.
II. LA OBRA DIVINA DEL ESPÍRITU SANTO
a. La Biblia dice que el Espíritu Santo hace cosas que solo Dios podría hacer.
- Regenerar la vida de los pecadores (Tito 3:4-6), produciendo el nuevo nacimiento en aquellos que creen en Cristo (Juan 3:3-8).
- Santifica la vida de los creyentes (1 Pedro 1:1) y esto es algo que solo puede hacer alguien divino.
b. Se debe recordar que, no se nos ha revelado tanto quisiéramos del Espíritu Santo. Al respecto, Elena de White dice: “la naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. […] En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro” (HAp, 42, 43).
Sin embargo, se nos ha revelado lo suficiente para entender quién es él, por eso ella mismo dijo que el Espíritu es una persona divina: “El Espíritu Santo es una persona, porque testifica en nuestros espíritus que somos hijos de Dios… El Espíritu Santo tiene una personalidad, de lo contrario no podría dar testimonio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina, además, porque en caso contrario no podría escudriñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios” (Ev, 447).
III. LA IMPORTANCIA
a. Si el Espíritu Santo no fuera Dios, ¿cómo podríamos estar seguros que el Espíritu Santo hace todo lo que afirma la Biblia que él ha hecho, y su naturaleza, pero sobre todo su poder santificador y renegador?
b. Por otro lado, cuando comprendemos que el Espíritu es divino, lo veremos en el mismo nivel que tiene el Padre y el Hijo, lo que se refleja en la fórmula bautismal (Mateo 28:19), y en bendición apostólica (2 Corintios 13:14).
c. Esa es la razón por la que Elena de White dice que, en la tierra nueva, los salvos van a adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: “Cuando los santos en el reino de Dios son aceptados en el amado, escuchan: ‘Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo’. Y luego se tocan las arpas de oro, y la música fluye a través de la hueste celestial, y se postran y adoran al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” (Manuscrito 139, 1906, 32)
CONCLUSIÓN
a. La evidencia bíblica muestra que el Espíritu Santo es Dios. Debemos recordar que aceptar la divinidad del Espíritu Santo significa más que solamente aceptar la enseñanza básica de la Trinidad. Incluye la dependencia y la confianza en la obra salvífica de Dios. Significa que su poder no tiene límites y puede sostenernos mientras nos guía al reino de los cielos.
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