"No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Efesios 5:18
INTRODUCCIÓN
a. Muchos cristianos han escuchado la frase que debemos “ser llenos del Espíritu Santo”, lamentablemente, no todos comprenden que significa eso. La confusión aumenta porque existen grupos religiosos que afirman que la única manera de saber si se ha experimentado el bautismo del Espíritu, es emitiendo sonidos extraños, acompañados de movimientos violentos, mientras se está éxtasis. Por tanto, para entender lo que la Biblia enseña sobre el bautismo y la llenura del Espíritu vamos a estudiar este importante tema.
I. EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO
a. En el Nuevo Testamento, existen varios pasajes que hablan acerca de ser bautizados con el Espíritu Santo (Marcos 1:8; Mateo 3:11; Lucas 3:16; Juan 1:33; Hechos 1:5; 11:16). Esta expresión indica que un día el Espíritu iba a descender sobre los creyentes en Cristo para conducirlos y dotarlos de poder.
b. La promesa se cumplió en Pentecostés y los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo (Hechos 1:5). La misma experiencia sucedió en la casa de Cornelio (Hechos 10:43, 44 y 11:16). Aquella promesa no se limitaba a aquella generación, sino que estaba disponible para todos aquellos que se arrepintieron de sus pecados, en todo lugar (Hechos 2:38, 39).
c. En el Nuevo Testamento el bautismo simboliza nuestro nuevo nacimiento, el perdón de nuestros pecados, y Dios nos da su Espíritu Santo para que podamos vivir en su poder y proclamar las buenas nuevas.
II. SER LLENO DEL ESPÍRITU SANTO
a. Una vez que hemos sido bautizados y pertenecemos a Cristo, deberíamos vivir en el poder del Espíritu. Para que esto ocurra, debemos ser llenos del Espíritu. Hay numerosas referencias en el Nuevo Testamento en las que las personas eran llenas del Espíritu (Lucas 1:41, 67; Hechos 2:4; 4:8, 31; 9:17; 13:9).
b. En la Biblia se utiliza la frase “lleno del Espíritu” para decir que una persona se ha sometido completamente a Dios, y está abierta a la influencia y la dirección del Espíritu Santo. En Hechos 13:52, el término griego para llenos del Espíritu está en tiempo continuo. Literalmente, significa “siendo llenos (continuamente)”. Ser llenos del Espíritu Santo no es un evento de una sola vez. Es algo que deberíamos buscar y recibir cada día. Este bautismo del Espíritu debe ser repetido a fin de que cada aspecto de nuestra vida esté lleno de su presencia, y así tengamos poder para vivir debidamente.
III. CONDICIONES
Existen condiciones para el Espíritu habite en nosotros.
En primer lugar, un requisito para recibir el don del Espíritu Santo es el arrepentimiento. Lo que implica escuchar la Palabra de Dios que despierta nuestra conciencia, y nos lleva a una comprensión de nuestra verdadera pecaminosidad y perdición (Hechos 2:37, 38).
En segundo lugar, debemos pedir el Espíritu Santo (Lucas 11:8-10, 13). Jesús dijo que Dios nos los dará si pedimos con fe.
En tercer lugar, debemos obedecer (Hechos 5:32). En la Biblia, el amor y la obediencia van de la mano, y la fe verdadera se expresa por la obediencia. Si confiamos en Dios de todo corazón, entonces obedeceremos sus mandamientos (1 Juan 3:24).
“El Señor no cerró los depósitos celestiales después de haber derramado su Espíritu sobre los primeros discípulos. También nosotros podemos recibir la plenitud de su bendición. El cielo está lleno de los tesoros de su gracia, y los que con fe se acercan a Dios pueden reclamar todo lo que él ha prometido. Si no contamos con su poder es por la indiferencia, el letargo espiritual y nuestra indolencia. Abandonemos la mortal formalidad” (RP, 20).
CONCLUSIÓN
a. Cuando estamos llenos del Espíritu Santo, nuestra vida se caracteriza por un sometimiento continuo a la voluntad de Dios y un espíritu amable de compasión hacia los demás. Habiendo sido renovados en nuestra mente y nuestros pensamientos, y habiendo recibido un nuevo corazón y una nueva perspectiva de la vida, nuestros valores y nuestro comportamiento cambiarán. Ya no desearemos vivir la vida por nuestras propias fuerzas, sino una vida de completa obediencia a la guía y dirección del Espíritu (Gálatas 3:3).
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