"Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento." Marcos 12:41-44
INTRODUCCIÓN
Hace muchos años atrás, una niña que vivía en Filadelfia y era de una familia pobre, sintió el deseo de asistir al culto en una iglesia que quedaba cerca de su casa. Sin embargo, cuando llegó a la iglesia, la maestra le dijo que ella no podría entrar porque la pequeña sala estaba llena y no había espacio para ella. Fue una gran decepción para la niña, pero en lugar de solo sentirse mal por eso, ella decidió hacer algo. “Voy a ahorrar mis centavos”, dijo ella, “para ayudar a la iglesia a tener más espacio para los niños”.
Juntó monedas durante dos años para ver concretado su sueño, pero lamentablemente se enfermó y murió.
Debajo de su almohada, su madre encontró una bolsa pequeña y harapienta con 57 monedas de un centavo y un pedazo de papel en el que había escrito cuidadosamente: “ofrenda para ayudar a construir un templo más grande”. Su historia fue compartida con la congregación y difundida por todo el país a través de los diarios. Muchos corazones fueron tocados. Eso desencadenó una onda espontánea de donaciones. Pronto los centavos crecieron y crecieron, y hoy todavía se puede ver en Filadelfia el resultado de la humilde ofrenda de 57 centavos. En el lugar del pequeño templo hay una gran iglesia que expresa la entrega de aquella niña pequeña.
I. UN EJEMPLO BÍBLICO
Las únicas diferencias discernibles entre esa niña y la mujer de la historia del texto que leímos hoy son la edad y los 57 centavos; y ninguna de las dos tiene una diferencia real. Es lo que ellas tienen en común lo que les dio un lugar de valor en la historia. Hoy no las recordamos por el valor de sus ofrendas, porque lo que ellas hicieron no es realmente una cuestión de dinero. Las recordamos por la grandeza de sus acciones. Y es el testimonio de sus acciones humildes lo que tanto nos impresiona. Nos recuerdan una verdad inmutable sobre nosotros: lo que creemos afec- ta nuestra manera de actuar; y cómo actuamos afecta la manera como creemos.
II. JESÚS Y LA VIUDA
Jesús acababa de acusar a los escribas de interpretar las escrituras de acuerdo con sus propias ideas sobre el Reino de Dios. Él los acusa por usar su oficio sagrado para promover su propio orgullo egoísta y cubrir sus prácticas antiéticas (versículos 38-40). A través de una demostración falsa de espiritualidad, ellos estaban robando a las viudas pobres. Jesús lanza sobre ellos una “flecha de vergüenza”, llamando su atención a una viuda, que fue capaz de dar todo para el Señor.
Después de testificar ese notable acto de sacrificio y humildad, llamó a sus discípulos a su alrededor y repitió la lección que les había enseñado tantas veces y de tantas maneras diferentes. Él dijo que esa mujer a pesar “de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento” (versículo 44), Dios pide que le demos todo.
III. LA LECCIÓN VERDADERA Y PROFUNDA
La historia de la viuda y sus dos monedas no se resume solo a dinero. Es sobre dar, más que sobre presupuesto. Es sobre la motivación, sobre la creencia, la actitud, la fe, las prioridades de la vida. Es sobre todas las cosas y mucho más, pero al final de cuentas, es sobre dar, como lo enseñó Aquel que, solo unos días después de esa experiencia en el Templo, daría todo lo que tenía en una cruz, a pocos kilómetros de donde estaba ese día.
Esa historia nos debe hacer pensar que nuestras ofrendas deben ser medidas:
1. No por la cantidad o el monto, sino por el costo.
Los humanos tenemos una tendencia a dar mayor importancia a la cantidad que a la calidad. Para la mayoría de nosotros, cuanto mayor, mejor; y cuanto más tenemos y cuanto más lo exhibimos, pensamos que es mejor. Jesús observó como las personas estaban poniendo su dinero en el arca. Él notó la actitud con la cual donaban y la cantidad de dinero con la que contribuían.
Imaginen lo que Jesús observó en esa escena: ¿será que los ri- cos demostraron desagrado por tener que mantener su reputación de dadores generosos? ¿La viuda parecía avergonzada cuando dejó caer su ofrenda?
Al final ¿quién podría saber la diferencia entre las dos ofrendas? Jesús sí lo sabía. Él conocía la cantidad, pero lo más importante, también sabía el costo de cada ofrenda. Los ricos dieron de su abundancia, para impresionar a sus amigos. Sus grandes donaciones no los privaron de ninguna comodidad o lujo. Comparado a la ofrenda de la viuda, ellos no hicieron ningún sacrificio. Por otro lado, ¿cuánto costó la dádiva de la viuda? Ella daba la vida. “Todo lo que tenía”, dijo Jesús.
2. No por lo que se da sino por lo que se mantiene.
Un pastor recibió una carta y el diezmo de una mujer que no era miembro de la iglesia. La carta decía que ella era una madre soltera cuya lucha constante era mantener la comida en la mesa para los hijos y mantener al dueño feliz con el alquiler todos los meses, pero que recibió la impresión de devolver el diezmo del Señor. “Yo realmente no puedo darme el lujo de hacer esto, pero creo que debo hacerlo. Es dinero que no me pertenece, pertenece a Dios”, concluye la carta.
La viuda en la historia de Marcos podría haber entregado una moneda y mantenido la otra para sí misma. En las circunstancias de su vida, habría sido algo prudente de hacer. Con seguridad, dar una moneda sería calificado como sacrificio por la comprensión de cualquier persona. Pero el deseo de aquella mujer era dar todo a Dios y a la causa que ella amaba. Todo lo que ella quería mantener para sí era la promesa de que el Señor cuidaría de ella.
IV. NO POR LA CANTIDAD, SINO POR SU PROPORCIÓN.
Jesús dijo que esa mujer entregó más que todos los demás que ofrendaron ese día. ¿Cómo es eso posible si la historia dice que los otros entregaban grandes sumas de dinero y la viuda solo dos monedas? En términos matemáticos, sería lo mismo que decir que dos es más que dos mil. Y eso es imposible. ¿Cómo podemos entender que Jesús estaba en lo correcto con su observación? Eso solo es posible si entendemos que el esquema matemático que Dios usa para nuestras ofrendas no está basado en la cantidad sino en la proporción, y en la proporción, esa mujer estaba entregando más que todos en esa sala, ella estaba entregando el 100%.
Ese es el sistema de Dios para la entrega de las ofrendas. Como adorador debo elegir un porcentaje para la entrega de las ofrendas.
Vean estas citas:
“En las balanzas del santuario, los donativos de los pobres, presentados por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada, sino según el amor que motiva el sacrificio. [...] La providencia de Dios organizó todo el plan de la benevolencia sistemática para beneficio del hombre” (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 186).
“Así enseñó que el valor de la dádiva no se estima por el monto, sino por la proporción que se da y por el motivo que impulsa al dador” (HAP, 275).
V. ELLA OBTUVO UN RENOMBRE DURADERO
¿Valió la pena elegir un porcentaje tan alto para las ofrendas? No sabemos lo que sucedió con la viuda después que salió del templo ese día. Pero podemos imaginar que Dios no la dejó indigente y hambrienta después de una demostración tan profunda de fe. Marcos nos da una idea de lo que recibió ese día.
Las personas gastan millones construyendo un monumento o estableciendo posiciones de poder, en el intento de mantener su memoria viva por mucho tiempo después de morir. Dos mil años después de su muerte, todavía se conoce a esa mujer en todo el mundo. Sin embargo, esa reputación duradera cuesta menos de un centavo. No fue la grandeza de la cantidad que le dio reputación. Fue la grandeza del acto.
CONCLUSIÓN
Lo que creemos afecta la manera como actuamos. La manera como actuamos afecta lo que creemos. Juan 3:16 nos dice que Dios nos dio a su Hijo unigénito. Si creemos en eso, ¿cómo debemos imitarlo entonces, especialmente cuando se trata de dar?
La entrega se mide por: “Es el motivo lo que da carácter a nuesTros actos, marcándolos con ignominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por más precioso. Los pequeños debe- res cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin ostentación, y que a los ojos humanos pueden parecer sin valor, se destacan con frecuencia más altamente a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable para Dios que el don más costoso. La pobre viuda dio lo que necesitaba para vivir al dar lo poco que dio. Se privó de alimento para entregar esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe, creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fue este espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del Salvador” (CSMC 181).
La verdadera ofrenda no se mide por su monto, sino por su costo. No se mide por lo que se da, sino por lo que mantiene. No se mide el valor monetario, sino su proporción.
LLAMADO
Ore a Dios en este momento y decida establecer un pacto de fidelidad a Dios en las ofrendas con base en un porcentaje elegido por usted en oración, no todos son llamados a dar la misma proporción que la viuda, pero todos son llamados a establecer un porcentaje que puede ser renovado a medida que su relación con Dios se va desarrollando y ampliando. Que Dios le bendiga en esta decisión.
Comentarios
Publicar un comentario