"Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos" Romanos 8:19-25
INTRODUCCIÓN
El texto que leímos presenta uno de los diversos contrastes Paulinos. En varios momentos los escritos de Pablo parecen contradecirse en sus enseñanzas. Hay momentos en los que parece estar contra la ley:
“Vosotros habéis muerto a la Ley” (Romanos 7:4), y en seguida dice que
"La ley es “Santa, justa y buena” (Romanos 7:12).
En otros momentos él parece estar desmereciendo el judaísmo (Romanos 2:25-29) y en seguida dice que
"Ser judío tiene muchas ventajas" (Romanos 3:1-2).
Cada una de esas aparentes “contradicciones” tiene una linda y profunda explicación.
I. ANHELO Y PACIENCIA
La aparente contradicción del texto de Romanos 8:19-25 es que en el versículo 19 Pablo habla sobre esperar el regreso de Cristo con “anhelo ardiente” y en el versículo 25 menciona que hay que esperar con “paciencia”. La pregunta que tenemos que hacer es: ¿debemos esperar los eventos finales con anhelo ardiente o con paciencia?
Para comprender ese texto necesitamos comprender el contexto del capítulo ocho. Ese capítulo es un contrapunto o una respuesta al capítulo siete. En el capítulo siete, Pablo usa trece veces la palabra pecado, y trece veces la palabra muerte. Pablo presenta en ese capítulo la falencia del hombre que vive en la carne. Y en el capítulo ocho, Pablo está llegando al auge de su carta a los Romanos, y algunas de las palabras clave del capítulo ocho son: Gloria, vida, esperanza, hijos, herederos, redención.
En el capítulo ocho, él quiere orientar los ojos de sus lectores a la bendita esperanza de la redención completa en Jesucristo. En los capítulos anteriores presentó lo que la cruz hizo por nosotros y lo que la cruz está haciendo en nosotros y finalmente lo que la cruz hará por nosotros. Pero mientras la redención completa no llega, en el capítulo ocho presenta dos consejos sobre cómo esperar la redención.
El primer consejo es el de los versículos 19 y 23, él dice que no solo los niños, sino también nosotros debemos esperar con “anhelo ardiente” la redención.
Esa es una expresión muy fuerte y para que usted la entienda debe crear una imagen en su mente. Imagine a alguien en puntas de pie, con el cuello estirado y con el cuerpo inclinado hacia adelante, con la mano en la frente y cerrando un poco los ojos para mirar fijamente a un punto en el horizonte de donde vendrá lo que espera. Eso para Pablo es el anhelo ardiente. En la traducción Phillips ese pasaje fue traducido así: “Toda la creación está de puntillas para ver el maravilloso espectáculo de los hijos de Dios recibiendo lo que les pertenece”.
En el segundo consejo, en el versículo 25 dice que debemos: “esperar con paciencia”. Como en todas las aparentes contradicciones de los escritos de Pablo esos pasajes no se excluyen sino se complementan. Es como si estuviera diciéndonos: Hay una manera correcta y una manera incorrecta de esperar la redención y los eventos finales. Usted no debe esperar con tanta paciencia que termine perdiendo la expectativa; y no puede esperar con tanto anhelo que acabe perdiendo la paciencia. Pero en la vida cristiana muchas veces es difícil mantener un equilibrio entre anhelo y paciencia.
II. ANHELO IMPACIENTE
Empecemos estudiando la manera incorrecta de esperar la redención.
Algunos dan un énfasis exagerado al anhelo y no tienen pa- ciencia de esperar las promesas, generando lo que yo llamo un anhelo impaciente. Ellos quieren experimentar ahora lo que todavía no está disponible.
Cuando una persona comienza a predicar que aquí ya podemos tener la victoria completa sobre el pecado, que en los últimos días surgirá una generación sin pecado, está permitiendo que el anhelo ardiente de la gloria salga de su senda y genere un anhelo impaciente. Infelizmente, esa enseñanza lleva inevitablemente al legalismo amargo o a la hipocresía. Como yo anhelo oír decir a Jesús: “Vuestro conflicto ha terminado”, cuando escuchamos expresiones como esas entendemos que nunca más tendremos luchas contra el pecado, pero esa frase solo la oiremos frente a la puerta de perlas del cielo.
“Jesús abre ampliamente las puertas de perla, y entran por ellas las naciones que guardaron la verdad. Allí contemplan el paraíso de Dios, el hogar de Adán en su inocencia. Luego se oye aquella voz, más armoniosa que cualquier música que haya acariciado jamás el oído de los hombres, y que dice: “Vuestro conflicto ha terminado” (CS, 628).
Entonces, tenga cuidado con ese anhelo impaciente de querer anticipar la perfección y la victoria completa.
Al anhelo impaciente también lo demuestra una persona cuando comienza a buscar en Internet videos especulativos sobre los eventos finales, videos sobre el decreto dominical, persecución y ecumenismo. Todo eso sucederá, pero está en el tiempo de Dios, no en el mío. Dios está actuando en la historia para efectuar nuestra salvación, pero si su “anhelo ardiente” es concentrarse solo en la especulación de los eventos, usted podrá perder el en- foque de los eventos finales. El centro de los eventos finales debe ser Cristo y no persecuciones, decretos, bestias o ecumenismo. Eso no quiere decir que no debemos estudiar las profecías o conocer el momento histórico en el que vivimos, por el contrario, debemos estar siempre alertas y vigilantes. Lo que no debe ocurrir es la especulación y creación de teorías que no tengan un claro respaldo en la Palabra revelada.
Cristo está al control del tiempo y de los eventos. Él volverá como lo prometió para establecer el reino eterno; y si perdemos el foco en Cristo podremos perder el evento principal de las profecías bíblicas, el regreso de Cristo.
III. PACIENCIA IRRESPONSABLE
La segunda manera equivocada de esperar el regreso de Jesús es lo que llamo paciencia irresponsable. Algunos dan un énfasis exagerado a la paciencia y terminan cayendo en el letargo, la apatía y la frialdad espiritual. Cuando las promesas de la segunda venida ya no encienden su corazón y usted va siendo vencido por la incredulidad, eso quiere decir que usted tiene una paciencia irresponsable.
Si usted estudia los sermones de Cristo notará que ese tema era la base de muchas de sus enseñanzas. Un día él predicó un sermón sobre dos siervos, uno que estaba preparado para el regreso de su señor, y otro que no tenía nada preparado. Ese sermón está registrado en Lucas 12:43-46. ¿Cuál era el problema de ese siervo sin preparación? Él se volvió tan paciente que perdió el anhelo. Él sabía y creía que su señor regresaría, pero dijo “en su corazón” mi señor tarda en venir.
¿Será que ese no es su problema? Usted cree en el regreso, usted canta sobre él, sigue a la iglesia que proclama la segunda venida, ¿pero es tan paciente que perdió el anhelo? Y el gran peligro es que eso sucede en el corazón, usted no necesita proclamar que no cree en el regreso de Jesús, no perdió la fe, todavía lee sobre ese asunto, canta sobre eso, pero de manera sutil está actuando como alguien que perdió ese anhelo.
¿Cómo esperar los eventos finales con una actitud correcta?
IV. ANHELO ARDIENTE
El primer consejo de Pablo para esperar el regreso de Cristo es: espere con un anhelo ardiente. O sea: desee el regreso de Cristo, clame por eso. Y la mejor manera de desear el regreso de Cristo es con anhelo ardiente y al conocerlo íntimamente.
¿Será que usted no ha perdido ese anhelo por el regreso de Jesús? El anhelo ardiente debe llevarlo, no a la especulación, sino al conocimiento personal e íntimo. Para los que no reservan tiempo para tener un encuentro personal con Cristo, el regreso de Jesús puede no pasar de una doctrina. No permita que su tiempo en la tierra limite su contacto con el cielo.
V. ESPERE CON PACIENCIA
El segundo consejo de Pablo es: “Esperen con paciencia”, pero no una paciencia irresponsable, sino una paciencia expectante y llena de esperanza. Mientras Jesús no regresa pasaremos por momentos difíciles, Pablo nos aconseja: sean pacientes. Derramaremos lágrimas, perderemos seres queridos, enfrentaremos la furia del enemigo, pero Pablo nos aconseja: sean pacientes, no se desanimen.
Una de las mejores maneras de permanecer paciente, esperando el regreso de Cristo, es trabajando intensamente para la causa de la cruz. Juan, el discípulo amado, se convirtió en seguidor de Cristo cuando todavía era joven y pasó toda su vida creyendo en la promesa que Jesús hizo de que regresaría a esta tierra. Juan invirtió toda su vida en esa creencia, trabajó por la causa, no con lo que le sobraba, sino con lo mejor de sí mismo; y debido a esa causa, ya cansado y anciano, fue llevado preso a la isla de Patmos.
Jesús entonces aparece para darle visiones del tiempo del fin, y cuando termina las visiones le dice en Apocalipsis 22:20 Juan, escribe: “Ciertamente vengo en breve”. Tal vez, si yo estuviera en el lugar de Juan, hubiera dicho: “Señor hace más de 50 años te estoy esperando, pero para mí estás demorando mucho, ¿cómo puedo escribir que tú vendrás sin demora?” Sin embargo, no fue eso lo que Juan respondió, él en verdad dijo: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.
Quien conoce a Jesús íntimamente y trabaja intensamente por su causa no está preocupado con la fecha, solo desea que él venga. Si es hoy, ¡amén, ven, Señor! Si es mañana, amén, ven Señor Jesús.
Lo importante es que venga.
CONCLUSIÓN
Permítanme concluir con una historia. Para mí solo un hombre tenía el derecho de perder el anhelo ardiente en el regreso de Jesús. Ese hombre era Guillermo Miller; él más que nadie experimentó la amargura de la decepción y la no aparición de Cristo en las nubes en 1844.
Él había estudiado la Biblia minuciosamente con oración, no tenía presunciones de grandeza en su corazón. Dios claramente lo envió a predicar y él lo hizo por doce años hasta quedar exhausto, para más de medio millón de personas. Y aun así el evento que predijo no se cumplió. Hoy sabemos con claridad que él había acertado la fecha de la profecía, pero se había equivocado en el evento. Jesús no volvería en 1844.
En medio de toda esa decepción en que fue ridiculizado en diversos periódicos, declaró: “Yo creí y prediqué que Cristo vendría en cualquier momento en el final de los períodos proféticos. Pero todavía creo, y con la ayuda de Dios, voy a predicar hasta que él venga. Yo puedo decir con todo mi corazón y alma, “Amén, sí, ven, Señor Jesús”.
“Cada día espero el regreso de Cristo. Deseo estar con él y puedo decir que todavía lo amo como lo amé 28 años atrás. Yo creía que ya debería estar con él, pero todavía estoy aquí, un peregrino y extranjero, a la espera del cambio de mortal para inmortal. A pesar de haber sido decepcionado dos veces, yo no estoy abatido o desanimado. Dios ha estado conmigo en espíritu, y me ha consolado. Mi mente está perfectamente en calma, y mi esperanza en la venida de Cristo es tan fuerte como nunca. Yo quiero permanecer firme día tras día hasta que él venga”.
La inalterable confianza de Miller en el pronto regreso de Cristo continuó hasta el momento de su muerte, el 20 de diciembre de 1849. Durante los últimos meses de vida de Miller, estuvo confinado en su cama. Cuando la muerte parecía inminente, le enviaron un telegrama a su amigo, Josué V. Himes, para que viniera a Low Hampton, Nueva York. Himes lo encontró práctica- mente ciego y muy débil, Miller reconoció a su amigo. Una de las pocas cosas que le dijo Miller a Himes fue la siguiente: “Diles a los hermanos que la venida del Señor está cercana; pero ellos deben ser pacientes y esperarlo”.
Tres días después, durante la mañana del último día de vida, Miller no conversó con nadie en particular, pero pronunció ex- presiones como las siguientes: “¡Él es poderoso para salvar!”, “Yo solo quiero estar allá”, “¡Victoria, victoria!”, “Vencida está la muerte!”, etc.
Finalmente dormitó. Ocasionalmente, se despertaba y abría los ojos, pero no fue capaz de hablar. Continuó respirando cada vez más lentamente, hasta las tres y cinco de la tarde, cuando con calma y dulcemente dio su último suspiro.
Elena de White tuvo una visión en la que vio a un ángel guardando la tumba de ese guerrero de Dios hasta la resurrección. Dios no le fallará, pues él lo conocía. Miller conocía mucho sobre el regreso de Cristo y no se permitió ser sorprendido por lo conocido. Esa es nuestra mayor tragedia como adventistas, los que lleguemos a perder la salvación, habremos sido sorprendidos por el evento que más conocíamos.
Y finalmente llegaremos a la conclusión de que solo conocí- amos la doctrina del regreso de Cristo, pero no a la persona de Cristo.
LLAMADO
Tal vez usted se haya dado cuenta a través de este sermón, que está viviendo con un anhelo impaciente o con una paciencia irresponsable y hoy le gustaría decir: “Señor yo te amo y quiero muy pronto proclamar mirando a la nube: “Ese es el Dios que esperaba”, entonces despiértame hoy ante el peligro de ser tomado por sorpresa a pesar de todas las oportunidades y el conocimiento. Ayúdame a tener un encuentro diario espiritual contigo hasta el día en el que tendré un encuentro cara a cara.
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