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Noble Príncipe de Paz - Consolaos Pueblo mío

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).
“El Dr. Robert Oppenheimer, quien supervisó la creación de la primera bomba atómica, compareció ante una Comisión del Congreso [de los Estados Unidos]. Le preguntaron si había alguna defensa a favor del arma. ‘Por supuesto’, respondió el gran físico. ‘Y es...’ El Dr. Oppenheimer echó un vistazo a la audiencia silenciosa y expectante, y dijo suavemente: ‘La paz’ ” (P. L. Tan, Encyclopedia of 7,700 Illustrations: Signs of the Times, p. 989).

Se calcula que, desde el comienzo de los registros históricos, el mundo estuvo completamente en paz solo un ocho por ciento del tiempo. Durante estos años, se han roto al menos ocho mil tratados (P. L. Tan, p. 987, adaptado). 
Durante el medio siglo posterior al final de la Primera Guerra Mundial, que se suponía que era la guerra para poner fin a todas las guerras, hubo dos minutos de paz por cada año de guerra.

En 1895, Alfred Nobel, el inventor de la dinamita, creó una fundación con el fin de establecer un premio para las personas que hacen una contribución sobresaliente a la paz (P. L. Tan, p. 988, adaptado). No obstante, en los últimos años, incluso algunos ganadores del Premio Nobel de la Paz han participado de violentos conflictos. 
Hoy conoceremos sobre el único que puede brindar paz verdadera y eterna.

I. FIN DE LA OSCURIDAD PARA GALILEA (Isaías 9:1-5)

¿Por qué Isaías 9:1 comienza con una palabra (Mas/Pero/Sin embargo) que indica un contraste con lo que la precede?

Isaías 8:21 y 22 describe la condición desesperada de aquellos que recurren al ocultismo y no al Dios verdadero: por donde miren, solo verán “tribulación y tinieblas, oscuridad y angustia; y serán sumidos en las tinieblas” (Isaías 8:22). 
Al contrario, llegará un momento en que “no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia” (Isaías 9:1). La gente de la región de Galilea se distingue aquí por recibir la bendición especial de “gran luz” (Isaías 9:2). La nación se multiplicará y se alegrará porque Dios habrá quebrado “el cetro de su opresor” (Isaías 9:4).

Aquí se describe la región del lago de Galilea porque fue uno de los primeros territorios de Israel en ser conquistado. En respuesta a la solicitud de ayuda de Acaz, Tiglat-pileser III tomó las regiones de Galilea y Transjordania pertenecientes a Israel, en el norte, llevó a algunos cautivos y transformó los territorios en provincias asirias (2 Reyes 15:29). 
Entonces, el mensaje de Isaías es que el primero en ser conquistado sería el primero en ver la liberación.
¿A quién utiliza Dios para liberar a su pueblo? Isaías 9:6, 7.

¿Cuándo y cómo se cumplió la profecía de Isaías 9:1 al 5? Mateo 4:12-25.
No por casualidad, Jesús comenzó su ministerio en la región de Galilea, donde dio esperanza al anunciar las buenas nuevas del Reino de Dios y sanar a la gente, e incluso libertó a endemoniados de la esclavitud del ocultismo (Mateo 4:24).
Aquí es donde vemos un ejemplo perfecto de cómo la Biblia toma hechos que sucedieron en los tiempos del Antiguo Testamento y los utiliza para prefigurar cosas que sucederán en los tiempos del Nuevo Testamento. El Señor combinó imágenes de una época con las de otra, como en Mateo 24, cuando Jesús relacionó la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. con la destrucción del fin del mundo.
"Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado" Mateo 4:17.
¿Si alguien te preguntara: “¿De qué te ha librado Jesús?”, qué responderías? ¿Qué testimonio personal puedes dar sobre el poder de Cristo en tu vida?

II. UN HIJO NOS ES DADO (Isaías 9:6, 7)

Este es el tercer nacimiento especial en el libro de Isaías, después de la mención de los nacimientos de Emanuel y Maher-salal-hasbaz.

¿Qué tiene de especial el Niño que se menciona en Isaías 9:6, 7?

Fíjate que este Libertador tiene varios nombres/epítetos que lo describen de varias maneras. En el antiguo Cercano Oriente, los reyes y las deidades tenían múltiples nombres para mostrar su grandeza.
Él es “Admirable”, así como el divino Ángel de Jehová describió su propio nombre al padre de Sansón como “admirable” (Jueces 13:18; la misma raíz hebrea) y luego ascendió al cielo en la llama del sacrificio sobre el altar de Manoa (Jueces 13:20), prefigurando así su propia ofrenda más de mil años después.
Se lo conoce como divino (“Dios fuerte”) y el eterno Creador (“Padre eterno”; ver Lucas 3:38: “[...] Adán, hijo de Dios”).
Es un Rey de la dinastía de David; su reino de paz será eterno.
Dados estos atributos, ¿quién solamente podría ser este Niño? Ver Lucas 2:8-14.

Algunos han intentado identificarlo con el rey Ezequías, pero la descripción supera con creces a cualquier ser humano común. Solo cabe una persona: Jesucristo, el divino Hijo de Dios y Creador (Juan 1:1–3, 14; Colosenses 1:5-17; 2:9; Hebreos 1:2), quien nos ha nacido para salvarnos y darnos paz. Ha recibido 
toda la autoridad del cielo y de la Tierra, y siempre está con nosotros (Mateo 28:18-20). Si bien retiene su divinidad, también se ha vuelto humano para siempre; siempre dispuesto a simpatizar con nuestras debilidades (Hebreos 4:15). 

 “Cuando Cristo vino a este mundo, Satanás dominaba el terreno, y disputó cada centímetro en la senda de Cristo desde el pesebre hasta el Calvario. Satanás había acusado a Dios de requerir abnegación de los ángeles cuando él mismo no sabía nada de lo que significaba, ni haría algún sacrificio por otros. Esta fue la acusación de Satanás contra Dios en el cielo. Y después de que el maligno fuera expulsado del cielo, él continuamente acusóal Señor de imponer un servicio exigente que él mismo no estaba dispuesto a prestar. Cristo vino al mundo para hacer frente a esas falsas acusaciones y revelar al Padre” (MS 1:487, 488).
¿Qué nos dice esta cita sobre el carácter de Dios?

III. LA VARA DE LA IRA DE DIOS (Isaías 9:8-10:34)

Esta parte explica Isaías 9:1 al 5, que predice la liberación del pueblo lúgubre y angustiado, que había confiado en el ocultismo y había caído presa de la conquista y la opresión militar: “Tú quebraste [...] el cetro de su opresor, como en el día de Madián” (Isaías 9:4).
Comparando estos versiculos con las maldiciones en Levítico 26:14 al 39 surge una pregunta: ¿Por qué castigó Dios a su pueblo por etapas y no de una sola vez? ¿Qué indica esto acerca de su carácter y sus objetivos?

Si Dios hubiera querido destruir a su pueblo, podría haberlo entregado a los asirios de inmediato. Pero es paciente, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Como en el período de los “jueces”, Dios permitió que el pueblo de Judá y el de Israel experimentaran algunos resultados de su insensatez para que pudieran entender lo que estaban haciendo y tener la oportunidad de tomar una mejor decisión. Cuando persistieron en el mal y endurecieron su corazón contra él y los llamados que les hizo a través de sus mensajeros, retiró aún más su protección. Pero ellos continuaron rebelándose. Este ciclo se repitió en una espiral descendente hasta que Dios no pudo hacer nada más.

Leamos Isaías 9:8 al 10:2. ¿De qué pecados es culpable el pueblo? ¿Contra quién los cometió? ¿Quién es culpable entre ellos?

Lo que vemos aquí, al igual que en toda la Biblia, es la realidad del libre albedrío. Dios hizo libres a los seres humanos (era necesario; de lo contrario, nunca podríamos amarlo verdaderamente), y la libertad implica la opción de hacer el mal. Y, aunque vez tras vez Dios busca atraernos hacia él revelando su amor y su carácter, también nos permitirá enfrentar el fruto de nuestras decisiones equivocadas; es decir, el dolor, el sufrimiento, el miedo, la confusión y demás. Todo, para ayudarnos a comprender en qué terminamos al alejarnos de él. Y, sin embargo, aun así con frecuencia estas cosas no logran que la gente se aparte del pecado y acuda al Señor. El libre albedrío es maravilloso; no podríamos ser humanos sin eso. No obstante, ¡ay de quienes lo usan mal!

¿Cómo ha usado Dios el sufrimiento en tu propia vida para alejarte de una dirección equivocada? (¿O tal vez todavía no entendiste el mensaje?)

IV. RAÍZ Y VÁSTAGO EN UNO (Isaías 11)

¿Por qué el nuevo gobernante davídico también se llama la “raíz de Isaí” (Isaías 11:10)? ¿Qué sentido tiene esto? Apocalipsis 22:16.

La descripción le cabe solo a Jesucristo, quien es “la raíz y el linaje de David” (Apocalipsis 22:16). Cristo vino del linaje de David (Lucas 3:23–31), que descendía de Adán, quien era el “hijo de Dios” (Lucas 3:38), en el sentido de que Cristo lo creó (ver Juan 1:1–3, 14). Por ende, ¡Cristo fue el antepasado de David, y también su descendiente!

El nuevo gobernante davídico en Isaías 11 revierte los efectos perversos del pecado y la apostasía. Él piensa y actúa en armonía con el Señor, juzga con justicia, castiga a los impíos y trae paz. Cuando él asuma el poder, el Señor traerá de vuelta, restaurará y unirá un remanente fiel de Israel y Judá (comparar con Isaías 10:20-22). Habrá una monarquía fuerte y unida como en los días del rey David, que derrotó a los filisteos y a otros pueblos. Pero el nuevo Gobernante será más grande que David por el hecho de que restaurará la paz incluso a la esencia de la creación misma: los depredadores ya no serán carnívoros y coexistirán en tranquilidad con su presa (Isaías 11:6-9).

En Isaías 11, ambas venidas (1era y 2da) de Jesús se presentan como una imagen. 
Están enlazadas, porque son dos partes de un todo, como los dos lados de una superficie plana. El plan de salvación, para que se complete, requiere de ambas Venidas: la primera, que ya sucedió; y la segunda, que esperamos como la consumación de todas nuestras esperanzas como cristianos.

¿Qué logró Cristo en la Primera Venida que nos da tanta seguridad acerca de la Segunda Venida? ¿Cuál es el propósito de la Primera Venida, si no conduce a la Segunda Venida?

En Isaías 11, el Señor presentó las dos venidas de Cristo en una sola imagen. Esto puede ayudar a explicar, al menos en parte, por qué algunos judíos no aceptaron a Cristo en su primera venida, porque esperaban que él hiciera las cosas que sucederán solo en la Segunda Venida. 
¿Qué nos dice esto acerca de lo importante que es que comprendamos adecuadamente la naturaleza de la venida de Cristo? Por ejemplo, los conceptos falsos de su segunda venida ¿cómo pueden tender una trampa a la gente para el gran engaño de Satanás en los últimos tiempos? (Ver CS, cap. 39.)

V. “ME HAS CONSOLADO” (Isaías 12:1–6)

Isaías 12 es un corto salmo (canto) de alabanza a Dios por su consuelo misericordioso y poderoso. El salmo, en boca de un miembro del remanente restaurado, compara la liberación prometida con la de los hebreos en el Éxodo de Egipto (ver Isaías 11:16); es como el cántico de Moisés y los israelitas cuando fueron salvados del ejército de Faraón en el Mar Rojo (ver Éxodo 15).
Compara este canto de Isaías 12 con Apocalipsis 15:2 al 4; y el cántico de Moisés y del Cordero. ¿Por qué ambos alaban a Dios?

Isaías 12:2 está a un paso de identificar al Libertador venidero como Jesús. Dice que “Dios es salvación mía” y “ha sido salvación para mí”. El nombre Jesús significa “el Señor es salvación” (comparar con Mateo 1:21). ¿Cuál es la relevancia de la idea que contiene el nombre de Jesús, de que el Señor es salvación?

El Señor no solo hace salvación (Isaías 12:2); él mismo es salvación. La presencia del Santo de Israel en nuestro medio (Isaías 12:6) lo es todo para nosotros. ¡Dios está con nosotros! Jesús no solo hizo milagros; “se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14, énfasis añadido). No solo llevó nuestros pecados en la Cruz; se hizo pecado por nosotros (2 Corintios 5:21). No solo hace la paz; él es nuestra paz (Efesios 2:14). No es de extrañar que “la raíz de Isaí se levantará como una señal para los pueblos” (Isaías 11:10, PDT). Cuando es levantado en la Cruz, ¡atrae a todos hacia sí mismo (Juan 12:32, 33)! ¡Un remanente volverá al “Dios fuerte” (Isaías 10:21,), que es el Niño que nos ha nacido, el “Príncipe de Paz” (9:6)!

Reflexiona sobre esta idea de que Jesús es nuestra salvación. Romanos 3:24 dice que la redención es en Jesús; la redención es algo que sucedió en él, y es a través de la gracia y la misericordia de Dios que también podemos tener una participación eterna en esa redención. Esa redención que estaba en él puede llegar a ser nuestra por la fe, y no por las obras, porque ninguna obra que hagamos es suficientemente buena como para redimirnos. Solo las obras que hizo Cristo, que nos acredita por fe, pueden producir la redención. Esta verdad ¿en qué medida te da esperanza y seguridad de salvación, especialmente cuando te sientes abrumado por tu propia sensación de indignidad?

CONCLUSIÓN

“El corazón del padre humano se conmueve por su hijo. Mientras mira el semblante de su niño, tiembla al pensar en los peligros de la vida. Anhela escudarlo del poder de Satanás, evitarle las tentaciones y los conflictos. Pero Dios entregó a su Hijo unigénito para que enfrentase un conflicto más acerbo, a un riesgo más espantoso, con el fin de que la senda de la vida fuese asegurada para nuestros pequeñuelos. ‘En esto consiste el amor’. ¡Maravíllense, oh cielos! ¡Asómbrate, oh tierra!” (DTG, 33).

“Cristo fue quien consintió en cumplir las condiciones necesarias para la salvación del hombre. Ningún ángel, ningún hombre, fue suficiente para realizar la gran obra. Solo El Hijo del Hombre debe ser exaltado; porque solo una naturaleza infinita podría llevar a cabo el proceso redentor. Cristo 
consintió en conectarse con los desleales y pecadores, participar de la naturaleza del hombre, dar su propia sangre y hacer de su alma una ofrenda por el pecado. En los consejos celestiales, se determinó la culpa del hombre, se calculó la ira por el pecado, y sin embargo, Cristo anunció su decisión de asumir la responsabilidad de cumplir las condiciones por las que la esperanza debería extenderse a una raza caída” (The Signs of the Times, 5/3/1896).

En los días de Isaías, cuyo nombre significa “Salvación de Jehová”, Dios le prometió a su pueblo remanente la salvación de la opresión que vendría sobre él como resultado de la apostasía nacional. Esta profecía de esperanza encuentra su máximo cumplimiento en Jesús, cuyo nombre significa “El Señor es salvación”.

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