San Lucas 15:11-24
Introducción
El mensaje para hoy estará centrado en una de las parábolas de nuestro Señor Jesús que, posiblemente, sea la más famosa de todas las que él pronunció: la parábola del hijo pródigo.
Busquemos y leamos en nuestras Biblias en San Lucas 15:11 – 24.
1. El privilegio de estar en casa
También dijo: Un hombre tenía dos hijos (v.11).
- Él tenía todo: un padre que lo amaba.
- Ambos hijos tenían todo lo que necesitaban, tenían comida, ropa, una buena casa, pero por sobre todo, tenían el amor paternal. Ellos disfrutaban del privilegio de estar en casa.
- Es realmente un privilegio estar en el hogar, es un privilegio disfrutar de la presencia de los padres, y de todo lo que ellos en su amor nos puedan ofrecer.
- Es un privilegio aún mayor estar en la casa de Dios, disfrutar de la presencia de nuestro Padre celestial y de sus bendiciones, vivir bajo su cuidado y protección.
- La Iglesia Adventista es una gran familia, Dios es nuestro padre y todos somos hermanos. Es un privilegio convivir juntos como familia mientras esperamos el regreso de Jesús.
- Existen muchas organizaciones a las cuales podemos pertenecer, pero ninguna de ellas puede compararse con la alegría de formar parte de la familia adventista.
- En toda convivencia existen algunas dificultades, las cuales son parte del proceso de conocimiento y adaptación, pero Dios pone abundante amor en nuestros corazones, de tal modo que podamos convivir en armonía y unidad.
- “Él era feliz y no lo sabía”. Tenía todo lo que necesitaba y no lo sabía. - Estaba en casa pero no era de casa. Estaba en casa pero los de casa no estaban en él. - Ilustración: estar hospedado como estudiante en un colegio con internado. Estás allí pero no perteneces a ese lugar. Por más bueno que sea, no es nuestro hogar.
- El mayor problema es alejarse de Jesús, y consecuentemente uno se alejará de la iglesia, el cuerpo de Jesús. - Muchas veces pasamos años cerca de la iglesia pero lejos de Jesús. Y tal vez no hemos dejado la iglesia porque no tuvimos oportunidad o porque no tuvimos coraje para ello (Aquí puedes explorar un testimonio de un adolescente, o un joven).
- Es como el matrimonio, primero se acaba el amor, después se acaba el matrimonio.
- ¿Ha reflexionado usted en cuanto a la alegría y el privilegio que significa estar en la casa de Dios y formar parte de la familia adventista?
2. La ilusión de salir de casa
Y el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes’. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente (v. 12,13).
- Aunque el hijo menor tenía también el privilegio de estar en casa, sin embargo, en su corazón existía una peligrosa ilusión, él creía que lejos de su hogar y de su padre la vida sería mejor. Él pensaba que sería muy feliz cuando pudiera emplear, de acuerdo con su propio parecer, la parte de la herencia que le correspondería, sin sentirse impedido por las advertencias o los consejos de su padre.
- Las ilusiones comienzan: “si yo pudiera...”
- “El plato del vecino siempre está más rico”
- Evidentemente estaba cansado de las restricciones, y sintiendo equivocadamente que su libertad era limitada por un padre que sólo se preocupaba por sus propios intereses egoístas, deseaba, por sobre todas las cosas, hacer lo que más le agradaba. Sabía perfectamente lo que quería, o por lo menos, pensaba que lo sabía.
- Lo peor de todo era que no entendía el hecho de que su padre lo amaba, y que todas las decisiones y las reglas de su padre se basaban sobre aquello que al final sería lo mejor para él.
- El joven no se conformó con establecerse cerca de su hogar, donde de vez en cuando podría visitar a su padre y recibir su consejo, procuró liberarse de todas las restricciones de casa yéndose lo más lejos posible, sin duda, deseaba olvidarlo todo.
- La “provincia apartada” representa, por lo tanto, el alejamiento de Dios y el olvido de él. - ¡Qué cuadro se presenta aquí de la condición del hombre! Aunque rodeado de las bendiciones del amor divino, no hay nada que el ser humano, empeñado en los placeres y la complacencia propia, desee tanto como la separación de Dios.
- En el corazón del cristiano, a veces, germina la peligrosa ilusión de creer que lejos de Dios y de su iglesia las cosas irán mejor. No nos conformamos con el amor de Dios, queremos experimentar qué hay allá afuera, queremos salir a “vivir la vida”, creemos que Dios nos prohíbe demasiadas cosas, pensamos que la libertad se encuentra lejos de él y de su iglesia.
3. La frustración lejos de casa
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba” (v. 14 - 16).
- Su fortuna le había parecido tan grande, que pensó que podía gastarla libremente, sin necesidad de reponer el dinero. Sin embargo, la herencia desapareció repentina e inesperadamente. Y para empeorar su situación, “vino una gran hambruna en aquella provincia”, fue entonces cuando la ilusión empezó a convertirse en frustración.
- La Palabra de Dios expresa que “comenzó a faltarle”, y eso es lo que realmente sucede cuando nos alejamos de Jesús, todo comienza a faltar, nos falta felicidad, nos falta tranquilidad, nos falta aquello que pueda darle pleno sentido a nuestra vida.
- El joven que se había jactado de su libertad, ahora se encontraba esclavo. Estaba sometido al peor de los yugos, estaba detenido con las cuerdas de su pecado. El esplendor y el brillo que lo deslumbraron habían desaparecido. Sentado en el suelo de aquella tierra desolada y azotada por el hambre, sin otra compañía que los cerdos, se resignó a saciarse con los desperdicios con que se alimentaban las bestias. No conservaba la amistad de ninguno de los alegres compañeros que lo rodeaban en sus días de prosperidad; se creyó feliz, pero ahora, sin dinero, sufriendo de hambre, descubre que su ilusión juvenil se convirtió en la más triste frustración.
- Quienquiera que intente vivir lejos de Dios, está malgastando su vida, desperdiciando los años mejores, destruyendo sus facultades, y labrando su propia bancarrota para la eternidad.
- Lejos de Dios sólo existe frustración, dolor, tristeza. Tal vez estás pasando por esta dura experiencia, posiblemente corriste ilusionado a “vivir la vida” y te alejaste de Jesús, descubriste que todo es pasajero, que aquello que parecía felicidad finalmente terminó en tristeza; talvez ya se acabó la alegría en tu hogar y encuentras que nadie puede darte una salida. Este es el momento en que Dios quiere decirte algo especial.
- “Tocar fondo”. ¿Qué sentimientos crees que él tendría? Vergüenza, miedo, frustración, tristeza. A veces tenemos vergüenza de volver, pensamos, ¿será que me recibirán? ¡Cómo me pude haber ido!
4. La decisión de volver a casa
“Y volviendo en sí, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’” (v. 17 - 19).
- Después de haber caído hasta el fondo, pensó en la amabilidad y bondad de su padre y sintió la necesidad de volverlo a ver. Por su propia culpa se encontraba sin amigos y sufriendo privaciones. Su desobediencia y pecado habían tenido como consecuencia que ahora se encontrara separado de su progenitor.
- Ilustración:
Cuando tienes que dormir en un hotel, te despiertas en la oscuridad, preguntándote, ¿Dónde estoy?
- Algunas personas parecen ir a la deriva llevados por las corrientes de la vida y sin pensar seriamente, hasta que se enfrentan con difíciles problemas. El joven pródigo había estado, sin duda, fuera de sí, pero su terrible necesidad lo obligó a volver en sí. Se encontró consigo mismo y comenzó a comprender cuán necio había sido.
- La libertad de la cual se había jactado, finalmente había resultado ser la peor clase de esclavitud, esto había ocurrido siempre, pero el joven no se había dado cuenta. Este era el punto culminante de una vida guiada según la filosofía del mundo materialista. Su condición era el resultado de su propio proceder. Para este hijo ahora comenzaba a cobrar significado la sabiduría que tenía su padre.
- La Palabra de Dios afirma que el joven exclamó “me levantaré”, entonces se levantó del letargo y de la desesperación que habían oscurecido su vida con la siniestra amenaza del desastre y la desolación. Aún no tenía un concepto correcto de la naturaleza del amor de su padre, sin embargo, la justicia de su progenitor le había producido la esperanza de que lo trataría así como trataba a sus jornaleros.
- Apreciado hermano o hermana que un día te alejaste de Jesús, este es el momento en que puedes volver en sí y darte cuenta que es mejor volver a casa, hoy puedes decir “me levantaré e iré a mi padre”. Deja de correr lejos de Dios, es hora de volver a casa.
5. La bienvenida al volver a casa
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado’. Y comenzaron a regocijarse” (v. 20 - 24).
- ¿Quién corrió? El padre. Ambos en la misma dirección.
- ¿Qué más hizo? Se echó sobre su cuello, es ese abrazo que duele, es el abrazo del alma. Si fuese su hijo, ¿lo abrazarías o le dirías, Huele a cerdo; báñate primero?
- El hijo le dijo “Padre, perdóname”. ¿Qué harías tú, si fuese tu hijo? “¿Me pagas primero?”. - No hay episodio más hermoso en esta historia que la bienvenida dada por el padre cuando su hijo perdido regresa al hogar.
- Todos los días este padre esperaba ver a su hijo volviendo a casa, y aquél día tan esperado había llegado. A pesar de que en el rostro de su hijo se reflejaba las huellas de una vida mala, logró identificarlo a la distancia. No esperó a que éste llegara hasta el hogar, sino que se apresuró a ir a su encuentro. No le dirigió reproches, no le preguntó en qué había malgastado el dinero, no le echó en cara su mala conducta pasada, para hacerle sentir cuán bajo había descendido. Le abrazó y besó fuertemente. Tomó al hijo rebelde sobre su pecho y le envolvió su propio manto alrededor de su cuerpo casi desnudo. Lo recibió en su corazón con tanto calor y manifestó tanta compasión que, si el hijo había dudado alguna vez de la bondad y del amor de su padre, no podía ya continuar haciéndolo.
- Desde el primer momento, el padre lo recibió como hijo y no como siervo. El joven se encontró no en la condición de siervo, como lo había esperado, sino como invitado de honor en un banquete celebrado para festejar su regreso.
- El padre del hijo pródigo es el modelo que Cristo elige como una representación de Dios. Ese padre anhela ver y recibir una vez más al hijo que lo ha abandonado. Lo espera y vela por él, ansiando verlo, esperando que venga. Notemos cuán tierno y misericordioso es el Señor en su trato con sus criaturas. El brazo del Padre está puesto en derredor de su hijo arrepentido; las ropas del Padre cubren sus andrajos; el anillo está puesto en su dedo como señal de realeza.
- Así nos dice Elena G. White: “Jesús presentó la parábola del hijo pródigo con el fin de exponer acertadamente el cuidado tierno, amante y misericordioso ejercido por su Padre. Aunque sus hijos yerren y se aparten de él, si se arrepienten y vuelven, él los recibe con el gozo manifestado por un padre terrenal que recibe a su hijo perdido durante largo tiempo pero que regresa arrepentido” (Ev, 47).
- Apreciado hermano o hermana, Dios está esperando que vuelva a casa, Él está con los brazos abiertos para darle la bienvenida de vuelta al hogar, es hora de volver.
Llamado
La misma determinación que tuviste para irte puedes usarla hoy para volver a los brazos de Jesús. Escucha lo que Dios te dice en esta cita inspirada:
“Nunca se ofrece una oración, aun balbuceada, nunca se derrama un lágrima, aun en secreto, nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea, de llegar a Dios, sin que el Espíritu de Dios vaya a su encuentro. Aun antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en el alma humana” (PVGM, 163).
Hoy Jesús ha salido a tu encuentro, ven a él. Ahora es el momento en que puedes levantarte y venir a Jesús, hoy puedes tener un NUEVO COMIENZO. Jesús te espera con los brazos abiertos y te dice: ¡HIJO, VUELVE A CASA! Amém
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