Objetivo: que los oyentes sean inspirados a amar la palabra, al reconocer la permanente revelación de las promesas del Mesías Salvador.
Texto: “Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras”. (Lucas. 24:27 NVI).
I. INTRODUCCIÓN.
Como ya vimos en los días anteriores, la Palabra divina inicia hablando de Dios. El tema principal que corre a través de ella, es acerca de lo que él ha hecho, lo que él hace y lo que él hará por sus hijos.
Elena G. White escribió: “El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás del Libro, es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el alma humana” (Ed, 125).
Al mirarla así podemos encontrar que desde el mismo comienzo de sus páginas se puede ver a un Dios Redentor, y a lo largo de su contenido resalta su intención de salvar al pecador, y todos los escritores bíblicos enfatizan el plan divino de la redención.
Esta noche repasaremos algunos aspectos en que la Luz que transforma nos presenta al Salvador y el plan divino de nuestra redención.
II. REVELACIONES DEL MESÍAS SALVADOR.
a. La promesa a Adán y Eva.
Lo primero que debió escuchar Adán después de pecar fue su sentencia de muerte. Sin embargo, lo primero que oyó fue la sentencia pronunciada contra Satanás en el huerto. El Señor declaró: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá́ en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Génesis 3:15).
Esta sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros padres, fue una promesa para ellos. Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás, declaraba que el poder del gran adversario sería finalmente destruido.
Adán y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y esperaban la sentencia que merecía su transgresión; pero antes de oír hablar de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles esperanza. Aunque habrían de padecer por efecto del poder de su gran enemigo, podrían esperar una victoria final.
Desde allí se hizo el anuncio del Mesías Redentor, del Salvador del mundo. La Palabra divina hace frente a la tragedia humana con una hermosa promesa…y presenta la imagen más cercana posible como muestra palpable de la muerte del inocente por el culpable.
Dios sacrificó un cordero y vistió al hombre con su piel (Génesis 3:21). De igual modo, Cristo coloca sus santas vestiduras sobre el culpable pecador.
b. La promesa a los patriarcas.
Inmediatamente después de la caída la Revelación divina presenta a Abel ofreciendo un cordero en sacrificio ante su altar.
Elena White, señala que tanto él como Caín, conocían el medio provisto para salvar al hombre, y entendían el sistema de Ofrendas que Dios había ordenado, y entendían que mediante esas ofrendas podían expresar fe en el Salvador a quien éstas representaban, y al mismo tiempo reconocer su completa dependencia de él para obtener perdón; sabían que sometiéndose así al plan divino para su redención, demostraban su obediencia a la voluntad de Dios (PP, 25).
El ejemplo más visible es el caso de Abraham. A quién Dios le hizo experimentar en carne propia lo que él sentiría de forma más real y completa.
Génesis 22 revela el incidente, en el que Dios le pide sacrificar a Isaac su único hijo, el prometido y su esperanza en la vejez. Pero él mismo tenía que quitar la vida a su amado hijo, inocente y sin mancha. No hay palabras para describir el dolor de Abraham y al mismo tiempo la certeza de su corazón al depositar toda su confianza en su Dios. Ese mismo dolor embargó el corazón de Dios al ofrecer a su propio hijo. Por eso Jesús al referirse a él dijo: “Vuestro padre Abraham se regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró” (Juan 8:56 La Biblia de las Américas).
Al revisar también la historia de Jacob, podemos encontrarlo luchando con el Ángel del Señor y pidiendo su bendición, podemos encontrar a José esperando la liberación de su pueblo muchos años después de su muerte. Y a Judá siendo depositario de la bendición especial de su padre Jacob, como el precursor de Silóh…y que su cetro no sería quitado jamás (Génesis 49:8-10).
c. La promesa en los ritos del santuario.
Durante su peregrinar por el desierto Dios instituyó un emblema muy especial para mantener presente en el corazón de su pueblo su promesa de un Redentor. Les declaró: “Harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (Éxodo 25:8).
Cada parte del santuario cumplía una función especial para reflejar el ministerio del Salvador. Tanto su proceso de llegar a nosotros, y vivir como uno de nosotros; como su plan para redimir al hombre a su estado glorioso. Recordemos sus partes: el lugar santísimo, donde estaba el arca del pacto; el lugar santo, en el que se encontraban el propiciatorio, o altar del incienso, el candelabro de siete brazos y la mesa de los panes sin levadura; luego, fuera del santuario, en el atrio exterior, estaban la fuente y el altar del sacrificio.
Así, podemos ver a Jesús salir de la gloria (el lugar santísimo), cruzar el velo (haciéndose carne, Juan 1:1, 14; Hebreos 10:20), vivir dependiendo de la Palabra (Mateo 4:4), en constante oración (Marcos 1:35, Apocalipsis 5:8), y dependiendo del Espíritu Santo (Mateo 1:18, 4:1; Lucas 4:18; Juan 7:37), como si cruzara por el lugar santo.
Y luego lo vemos fuera del lugar santo para ser bautizado, como si llegara a la fuente donde el pecador lavaba sus manos asesinas por haber quitado la vida al cordero, y finalmente llevado al altar del sacrificio para morir como el cordero inocente por culpa del pecador.
De igual manera podemos ver al pecador recorrer los emblemas del santuario en orden contrario a Cristo: primero como pecador y asesino del inocente, luego arrepentido y llevado a la fuente para ser bautizado, luego entrar al lugar santo para vivir en comunión con Dios mediante la oración, el estudio de la Santa Palabra, y dependiendo del Espíritu Santo; luego cruzar el velo en la glorificación, en la que la escritura dice que “en un abrir y cerrar de ojos seremos transformados” (1 Corintios 15:52), para luego en estado glorioso y sin pecado llegar a vivir donde Cristo vive.
Todo esto lo revela la escritura mostrándonos mediante estos emblemas las maravillosas promesas de la redención.
d. La promesa en los profetas.
Los profetas enfatizaron de muchas maneras la promesa del Salvador. Podemos ver a Moisés anunciando a un profeta como él (Deuteronomio 18:15), y levantando la serpiente como la esperanza para los moribundos (Juan 3:14).
Así también podemos ver al salmista con muchos señalamientos al Mesías, tanto en sus sufrimientos como en su reinado. Podemos ver a los profetas como Isaías, Jeremías, Daniel, Miqueas, Zacarías, Amós, etc. Y qué no decir de los escritores del Nuevo Testamento.
Por eso Jesús cuando intentó explicarles a los discípulos tristes por su muerte, el relato de Lucas dice que Jesús tomó la Escritura, y “comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras”. (Lucas 24:27 NVl).
III. CONCLUSIÓN.
La Luz que transforma nos presenta el tema más importante, el plan diseñado por Dios para salvarnos mediante Jesús y su muerte. Es gracias a que Dios nos hizo cercana su Palabra que nosotros podemos
tener acceso a ese maravilloso plan. Y al reconocer esta bondad divina, podemos elevar nuestros corazones en gratitud a Dios por ese maravilloso regalo.
Al traerle nuestras ofrendas de gratitud este próximo sábado, ¿Cuánto podremos agradecer por ese maravilloso don y por la redención obrada en nuestro favor?
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