“En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes
y Señor de señores”. Apocalipsis 19:16
INTRODUCCIÓN
¿Alguna vez tuvo la oportunidad de acampar? ¿Alguna vez durmió en
una carpa a la luz de una linterna?
Ese tipo de experiencias marcan
los recuerdos de las personas de cualquier edad. Los jóvenes, adolescentes
y niños que han tenido ese tipo de experiencias siempre tienen algo para
contar. En el antiguo Israel se realizaba una de las fiestas más impactantes,
Sukkot, “cabañas”, más conocida como la Fiesta de los Tabernáculos. En esta
fiesta, los israelitas construían cabañas y recordaban cómo había sido la
peregrinación de sus antepasados en el desierto, cuando vivían en tiendas
o cabañas.
La Fiesta de los Tabernáculos es la única que aún no tuvo su cumplimiento tipológico. Ella apunta a un evento que se está por concretar: el glorioso
regreso de Jesús a la Tierra. De acuerdo con el libro de Hebreos, todos los
servicios y ceremonias del santuario terrenal eran una representación o
sombra de las cosas celestiales (Hebreos 8:5). El sumo sacerdote, concluida la
obra de expiación, salía del santuario para bendecir al pueblo. De la misma
forma, un día Jesús depondrá sus vestiduras de sumo sacerdote, se pondrá
sus vestiduras reales y volverá en gloria y majestad para buscar a su pueblo,
tal como lo prometió (Juan 14:1-3).
Pregunta de transición: ¿Cómo se celebraba la Fiesta de los
Tabernáculos?
1. LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
La última fiesta en Israel era celebrada entre el 15 y el 22 del 7° mes (tisri).
Era una celebración de gratitud, y había dos razones para la alegría. La cosecha final del año había sido recogida, y los medios de subsistencia estaban
asegurados. Entonces, las personas también se reunían para alegrarse con
los dones del perdón obtenidos en el Día de la Expiación.
El propósito de esta fiesta también era recordarle a Israel la manera en la
que Dios los había bendecido y protegido durante el largo viaje por el desierto camino a la Tierra Prometida. Durante los siete días de la fiesta, el pueblo
habitaba en tiendas para recordar su peregrinación por el desierto. Luego,
se derramaba agua sobre el altar del holocausto, con un pote de oro, conmemorando los tiempos en que Dios siempre proporcionó abundante agua en
el desierto. Además de eso, se encendían cuatro grandes candelabros en el
atrio del templo. Con inmensa alegría, se cantaban salmos al son de instrumentos musicales. Todo eso representaba la columna de fuego que iluminó y
dio calor a los israelitas durante las noches frías de su peregrinación.
Pregunta de transición: ¿Qué enseña la Fiesta de los Tabernáculos sobre el regreso de Jesús?
2. LA CENA DE BODAS DEL CORDERO
La Fiesta de los Tabernáculos señala al tiempo de restauración de “los
cielos nuevos y la nueva tierra” que Dios creará después de eliminar el
pecado y los pecadores. Isaías describe que en esa nueva creación los redimidos tendrían alegría eterna, sin dolor ni sufrimiento, y se reunirían
alegremente cada sábado para adorar a Dios (Isaías 66:22-23).
Dios mismo preparará una gran fiesta. Los salvos en Cristo participarán
de una gran cena: La cena de las bodas del Cordero. “Bienaventurados los
que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9). Este es
el momento feliz cuando los redimidos comenzarán a sentir la alegría de
la eternidad. Cada momento vivido será disfrutado con una mezcla de sorpresa y gratitud. Juan, en Apocalipsis, da vislumbres de aquella realización
gloriosa y feliz cuando describe a los redimidos celebrando con palmas
en las manos (Apocalipsis 7:9) y cantando alabanzas (Apocalipsis 7:10; 14:3). Juan escribió: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del
Cordero”, y añadió: “Éstas son palabras verdaderas de Dios” (Apocalipsis 19:9).
En los tiempos bíblicos, las bodas o fiestas de casamiento podían durar
varios días. Todos los invitados debían usar un traje de fiesta especial. En la
parábola de las bodas contada por Cristo (Mateo 22:1-14), las ropas de fiesta
fueron proporcionadas por el rey. Llegar a la fiesta sin la vestimenta adecuada traería deshonra para el anfitrión y arruinaría las festividades. Las
vestiduras nupciales en la parábola representan la justicia de Cristo. Por
lo tanto, rechazar estas vestimentas representa el rechazo de la sangre del
Cordero, quien lava las vestiduras. La única manera de entrar por las puertas de la Ciudad Santa es haber lavado las ropas en la sangre del Cordero
(Apocalipsis 22:14).
Pregunta de transición: ¿Cómo podemos prepararnos para este
evento?
3. NUESTRO FUTURO REY
Existen varias descripciones del regreso de Jesús en la Biblia. Sin embargo,
una de las más ricas se encuentra en Apocalipsis 19. Jesús vuelve montado en
un caballo blanco, y en su muslo está escrito: “Rey de reyes y Señor de señores”.
En ocasión de la muerte de Jesús, Pilato mandó a poner un cartel en la cruz,
sobre la cabeza de Cristo: “Este es Jesús, el rey de los judíos” (Mat. 27:37). Pero
él no es solo rey de los judíos, él es el Rey de toda la Tierra, de todos los pueblos,
de todas las gentes. Reconocer este señorío es la clave para participar de su
reino.
Sin embargo, mientras Jesús estuvo en la Tierra, declaró: “Mi Reino no es
de este mundo” (Juan 18:36). Sí, Jesús no vino como rey en su primera venida,
pues no había venido para gobernar este mundo corrupto; pero, un día vendrá
para recrear este mundo en algo nuevo, ¡y vendrá como el Rey de reyes!
Hay una patria celestial esperando por cada uno de nosotros (Filipenses 3:20). Miles
ya descansan en esa esperanza. Los patriarcas y profetas la esperaban con expectativa (Hebreos 11:13). Los salvos de todas las edades la valoraron como la más
preciosa esperanza.
El mismo Pablo declaró:
“Por lo demás, me está reservada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo
a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8)
.
Sí, hay una corona reservada para cada uno de nosotros (Apocalipsis 2:10); hay
una piedrita blanca con un nombre nuevo (Apocalipsis 2:17) y vestiduras blancas de
justicia para cubrirnos (Isa. 61:10). Todo está listo. ¡Solo falta usted!
CONCLUSIÓN
Jesús nos dio el secreto para estar listos para ese reino: “El que crea y sea
bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). A Nicodemo le dijo: “el que no nace de
agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:3-5). Pedro invitó: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava
tus pecados invocando su nombre” (Hechos 22:16).
Y Juan, hablando sobre
quién podrá tener acceso a la Nueva Jerusalén, escribió:
“No entrará en ella
ninguna cosa impura o que haga abominación y mentira, sino solamente
los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).
¡Alégrese! Dios lo está llamando. Su nombre está en la lista, pues aquel que lo
invita dio la vida por usted.
LLAMADO
Un día en el pasado, Dios puso su tienda entre nosotros y habitó en un santuario. Un día, en el futuro, estaremos con él, en su tabernáculo en el cielo,
“El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres” (Apocalipsis 21:3). Pero, para
participar de eso, usted debe tomar una decisión. Acepte a Jesucristo como su
Salvador personal y decídase por el bautismo. ¡No pierda esta oportunidad!
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