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Restaurando la Hospitalidad ' Restaurando el Altar

“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). 

"A la caída de la tarde, dos forasteros se acercaron a la puerta de la ciudad. Parecían viajeros que venían a pasar allí la noche. Nadie pudo reconocer en estos humildes caminantes a los poderosos heraldos del juicio divino, y poco pensaba la alegre e indiferente muchedumbre que, en su trato con estos mensajeros celestiales, esa misma noche colmaría la culpabilidad que condenaba a su orgullosa ciudad. Pero hubo un hombre que demostró a los forasteros una amable atención, convidándolos a su casa. Lot no conocía el verdadero carácter de los visitantes, pero la cortesía y la hospitalidad eran una costumbre en él, eran una parte de su religión, eran lecciones que había aprendido del ejemplo de Abrahán. Si no hubiera cultivado este espíritu de cortesía, habría sido abandonado para que pereciera con los demás habitantes de Sodoma. Muchas familias, al cerrar sus puertas a un forastero, han excluído a algún mensajero de Dios, que les habría proporcionado bendición, esperanza y paz". PP, 154.

"En la vida, todo acto, por insignificante que sea, tiene su influencia para el bien o para el mal. La fidelidad o el descuido en lo que parecen ser deberes menos importantes puede abrir la puerta a las más ricas bendiciones o a las mayores calamidades. Son las cosas pequeñas las que prueban el carácter. Dios mira con una sonrisa complaciente los actos humildes de abnegación cotidiana, si se realizan con un corazón alegre y voluntario. No hemos de vivir para nosotros mismos, sino para los demás. Sólo olvidándonos de nosotros mismos y abrigando un espíritu amable y ayudador, podemos hacer de nuestra vida una bendición. Las pequeñas atenciones, los actos sencillos de cortesía, contribuyen mucho a la felicidad de la vida, y el descuido de estas cosas influye no poco en la miseria humana". PP, 154.

INTRODUCCIÓN 

Cuando el autor de la carta a los Hebreos dio esta advertencia, evidentemente, estaba pensando en muchos hermanos que tendían a estar tan absortos en sus propios asuntos que no se interesaban personalmente en sus hermanos de la fe. A medida que la iglesia aumenta en número, hay un peligro creciente de que ocurra lo mismo. La única cosa que muchas personas necesitan es nuestra amistad y hospitalidad. 

I. NECESIDAD DE HOSPITALIDAD

No es fácil recibir a extraños que golpean nuestra puerta. Vivimos días de inseguridad y miedo debido a la condición de violencia que prevalece en nuestras ciudades. Sin embargo, no podemos perder las oportunidades que Dios coloca en nuestro camino para bendecir a otros. Jesús no tenía un hogar propio, dependía de la hospitalidad de otros y frecuentemente, cuando estaba cansado, sediento de compañía humana, se alegraba de poder escapar al pacífico ambiente de la familia, lejos de las sospechas y envidia de los judíos. En la casa de Lázaro, Marta y María recibía refugio y amistad. Él también dio lecciones de hospitalidad. Cuando estuvo rodeado por la multitud hambrienta a la orilla del mar, no los mandó regresar a casa con hambre. Les dijo a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Mateo 14:16). Y mediante un milagro proveyó alimento suficiente para satisfacer sus necesidades. La hospitalidad también es una cualidad necesaria de todo miembro que asume responsabilidades en la iglesia. Pablo menciona que el obispo debería ser “hospedador, amante de lo bueno [...]” (Tito 1:8). Y a toda la iglesia se le hace la recomendación: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:9, 10). La fidelidad en atender las necesidades de los forasteros será tomada en cuenta en el juicio final (ver Mateo 25:35), y eso debería hacernos reflexionar sobre la forma cómo tratamos a las personas. 

II. BENDICIONES CONSECUENTES DE LA HOSPITALIDAD 

Todo acto de amor y caridad practicado a otros redundará en bendiciones para nosotros y nuestra familia. Alguien dijo que quien enciende una vela es el primero en ser bendecido por la luz y el calor. El mismo principio se da con relación a la hospitalidad. Los actos de bondad y amor desinteresado practicados en beneficio de amigos y desconocidos, traerán bendiciones a nuestra vida y familia.  

Elena de White nos aconseja: “Nuestra obra en este mundo consiste en vivir para el bien de otros, en bendecir a los demás, en ser hospitalarios; y frecuentemente sólo a costa de algunos inconvenientes podemos nosotros hospedar a los que realmente necesitan nuestro cuidado y el beneficio de nuestro trato y de nuestros hogares” (SC, 238). 

Una vida de amor e interés altruista debería caracterizar a nuestra iglesia hoy. Este es el mayor testimonio que se puede dar. En las palabras de Cristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). 

III. SUGERENCIAS PARA PRACTICAR LA HOSPITALIDAD 

Siguen cinco pasos que podrán cambiar la historia de nuestra iglesia: 

1) RECEPCIÓN BIEN PREPARADA Estructura física de la iglesia. Las visitas deben recibir orientación sobre la estructura física de nuestra iglesia, principalmente sobre la ubicación de los bebederos y baños. Programa del día. Explicar al amigo que llega de visita cómo será el programa del día. Si las visitas vienen con niños se las deberá orientar sobre las salas con temas especiales para ellos de acuerdo a la edad. 

2) CLASE CONFORTABLE El mejor espacio en nuestra iglesia debe ser reservado a la clase de las visitas. Recibir a las personas y estar atentos a sus necesidades es colocarse a disposición para cualquier ayuda. 

3) CULTO PARTICIPATIVO Una de las experiencias más frustrantes es sentirse un “pez fuera del agua”. Para que eso no suceda con las personas que nos visitan debemos incluirlas en la adoración. La iglesia debe tener himnarios y Biblias para ofrecer a los amigos que están de visita. Esta acción ayudará a integrarlos en la adoración. 

4) ATENCIÓN DESPUÉS DEL CULTO 
Agradecer al amigo por haber venido e invitarlo para el próximo programa de la iglesia. Ofrecer ayuda para volver a casa. Lo ideal es tener una estructura preparada en la iglesia, o en casas de algunos hermanos para ofrecerles el almuerzo. 

5) UNA VISITA POSTERIOR 
Herb Miller presenta algunos resultados de su investigación. Él dice que si una persona que vino a nuestra iglesia recibe una visita dentro de las 36 horas siguientes, una visita de 15 minutos, las posibilidades que vuelva la semana próxima son de 85%. Si la visita se realiza 72 horas después que vino a la iglesia, las posibilidades de regresar descienden a casi el 60%. Y después de una semana, cae al 15% la probabilidad de que vuelva a asistir. 

CONCLUSIÓN 

Es verdad que podemos ofrecer capacitación y crear un buen ministerio de recepción, pero hay una cosa más que no podemos hacer nosotros: entrenar amor. Sólo cuando el amor de Dios entra en nuestro corazón podemos mostrar realmente un amoroso interés por otras personas. “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). 

LLAMADO 
Dios nos está invitando de manera especial este día: 
Practiquemos la hospitalidad. 
Restauremos la hospitalidad en nuestras iglesias y en nuestros hogares.

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