By Carlos Sobrinho
Texto bíblico:
"En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas. Mateo 3:1-3.
INTRODUCCIÓN
Arrepentimiento es una palabra de origen griego (μετάνοια, metanoia) y significa conversión (tanto espiritual como intelectual), cambio de dirección y cambio de mente; cambio de actitudes, temperamento, carácter, generalmente connotando una evolución. El pecador verdaderamente arrepentido percibe y se sensibiliza de las consecuencias malas que sus actos causaron. Ese proceso de sensibilizarse al dolor ajeno lleva al arrepentido a una verdadera tristeza por el daño sufrido por los que perjudicó. Y, como consecuencia, siempre hace que el arrepentido tome una firme resolución de no cometer más el mismo error, para no causar nada malo a otros.
El arrepentimiento puede también, ser considerado como el dolor sentido por el dolor causado.
Después de ser llamados por Dios, el arrepentimiento es el punto de inicio de nuestra relación con Él.
Siendo así, hoy estudiaremos que el arrepentimiento involucra el reconocimiento de nuestro pecado y de lo que es malo a los ojos de un Dios santo.
Dios quiere que encaremos nuestro pecado y lo comparemos con su santidad. Él quiere que veamos nuestra condición real delante de Él. Solamente cuando somos conscientes de nuestros pecados, es cuando podemos entregar nuestras vidas en Sus manos.
De igual modo estudiaremos el arrepentimiento como un camino hacia la santificación, que nos llevará al reino de los cielos anunciado por Juan el Bautista.
Sin arrepentimiento estamos separados de Dios: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2).
RECONOCIMIENTO Y CONFESIÓN DE PECADOS
Juan el Bautista fue un profeta enviado por Dios, con el objetivo de preparar a las personas para el ministerio de Jesús, quien era su primo. Hijo de Elisabet y Zacarías, nació seis meses antes de Jesús.
Su misión era clara: preparar los corazones de los hombres para el mensaje de salvación que sería proclamado por el Mesías. La predicación básica de Juan el Bautista, durante todo su ministerio, fue sobre la necesidad de cada persona de experimentar el arrepentimiento para poder participar del reino de Dios. Preparar el camino significaba trabajar el terreno del corazón del hombre en el cual el Señor desea entrar, removiendo los obstáculos ante su presencia.
Los corazones sin Jesús están llenos de maldad, odio, rencor, mentiras, indiferencia y otras cosas más. Eso representa las suciedades del camino a ser removidas, para que Él pueda venir a nuestras vidas. Sin arrepentimiento, no hay forma que Él tenga comunión con el hombre.
Toda la multitud salía a escuchar a Juan el Bautista, en el desierto, confesando sus pecados. En Lucas 3:10-14, vemos algunos ejemplos de pecados que eran confrontados en la predicación de Juan:
• Los pecados de egoísmo y de falta de amor (manifestado en el modo de repartir las túnicas y los alimentos).
• Los pecados de avaricia y de injusticia (manifestado en la cobranza más allá de lo que es justo).
• Los pecados de deshonestidad, mentira y ganancia (manifestado en la extorsión de cualquier cosa, en la denuncia falsa y descontento con el salario).
Ellos reconocían que el pecado confrontado en la predicación era parte de sus vidas y, entonces, con actitud de quebrantamiento ante la Verdad de Dios, confesaban sus pecados, en arrepentimiento.
La confesión de pecados es una necesidad para que haya cura (Santiago 5:16).
Antes que nos arrepintamos Dios tiene que probarnos (Juan 16:8) , ayudándonos a ver cuán lejos estamos de sus caminos. Tenemos que reconocer el pecado en nosotros y comprender nuestra hostilidad profundamente enraizada contra Él. Es necesario reconocer en qué hemos fallado. Se trata de analizar qué camino hemos tomado.
¿Ya se detuvo a pensar si su actual forma de vivir lo lleva al cielo?
Si Jesús volviera hoy, ¿encontraria alguna falta en su vida? ¿Sería una infidelidad matrimonial? ¿Sería en su vida espiritual? ¿Sería el mal testimonio que ha dado en su escuela, universidad, o entre sus colegas de trabajo?
Reconocer nuestras faltas es un acto de grandeza.
“No volver a hacer determinada cosa, es la esencia del más verdadero arrepentimiento” (Lutero).
Todos aciertan y todos erran. Equivocarse y no redimirse del error significa permanecer en pecado, caer en desesperación. El camino hacia el cielo está hecho de humildad. Limpiar el alma, pedir perdón, son caminos de superación.
ARREPENTIMIENTO Y ABANDONO DEL PECADO
La proximidad del reino de los cielos se demuestra a través de la urgencia en llamar a las personas al arrepentimiento.
Juan el Bautista estaba llamando a sus oyentes a cambiar sus puntos de vista, ya que la llegada del Señor estaba cerca. Observe que este mensaje era dirigido a todos los oyentes de Juan el Bautista, sin ninguna distinción.
El arrepentimiento es la puerta de entrada al reino de Dios. La predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles fue: “Arrepentíos…”.
La palabra “arrepentimiento”, en griego, abarca tres áreas vitales de la vida:
• Primero, el área de la mente. El arrepentimiento es reconocer intelectualmente el error practicado.
• Segundo, el área de la emoción. El arrepentimiento es tristeza según Dios para la vida.
• Tercero, el área de la voluntad. Arrepentimiento es dar media vuelta y volver al camino de la sensatez.
La decisión de abandonar el pecado y querer la salvación en Cristo implica aceptar a Cristo no solo como Salvador de la penalidad del pecado, sino también como el Señor de nuestra vida.
Por consiguiente, el arrepentimiento involucra un cambio de señores; del señorío de Satanás al señorío de Cristo y de su Palabra (Hechos 26:18).
Arrepentimiento es un cambio de mentalidad, de corazón y propósito. De hecho, el arrepentimiento cambia por completo la dirección de la vida de una persona. Es conversión. Es un cambio de rumbo, el comienzo de una nueva vida completamente vivida bajo el poder de Dios. La iniciativa para ese acto de arrepentimiento comienza con Dios. A partir de allí nos muestra nuestra necesidad y nuestro estado ante Él.
“La fe que recibe a Cristo necesita ser acompañada por el arrepentimiento que rechaza el pecado” (John R. W. Stott).
El deber del pecador es confesar su pecado y abandonarlo. Esas dos actitudes tienen que ir juntas.
Habiendo reconocido nuestro error, debemos rechazar toda intención presente y futura de permanecer en Él. No podemos vivir en rebeldía y, al mismo tiempo, habitar con la Majestad Real.
El hábito del pecado debe ser abandonado, juntamente con todos los lugares, amistades, actividades y placeres que hacen que el hombre vuelva al pecado. No es simplemente por medio de la confesión o solo por medio del cambio de actitud, sino por medio de una conexión de ambas que alcanzaremos el perdón por la fe en la sangre de Cristo.
Si Cristo no fue recibido en el corazón y si este no fue regenerado por Él, nada será hecho, pues solo Cristo puede cambiar el corazón del pecador. No hay perdón fuera de Cristo, no hay regeneración sin la operación sobrenatural del Espíritu Santo en el ser humano. No hay salvación si Dios no genera en el corazón humano el arrepentimiento. Nadie se arrepiente de sus pecados y siente por ellos odio, a menos que Dios le de ese sentimiento: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18).
Por lo tanto, el verdadero arrepentimiento dado por Dios debe generar en el corazón la confesión de pecados, y la sincera confesión produce el abandono de estos.
Para un cristiano, el arrepentimiento y el perdón no son un permiso para pecar, sino un medio para restaurar nuestra relación con Dios cuando tropezamos en nuestro camino con Jesús. El arrepentimiento es un estilo de vida.
La mayor prueba de que usted se arrepintió y que está constantemente dispuesto a someterse a Cristo, es permitir que Él cambie las cosas en su vida que no le honran.
Aquí hay cuatro pasos simples que pueden ayudarlo a practicar la disciplina espiritual del arrepentimiento y recibir el perdón de Dios.
• Reconozca sus pecados. Sea profundamente honesto con usted mismo y confiese sus pecados a Dios, sean cuales sean.
• Pida perdón. Pídale a Dios que perdone sus pecados y sepa que Él está más que dispuesto a perdonarlo siempre que usted lo necesite.
• Reciba el perdón de Dios. Después de haber confesado y haberse apartado de su pecado, acepte el perdón de Dios. Él quitó su culpa y vergüenza. No mire hacia atrás. ¡Levante su cabeza y siga adelante en su nueva vida con Jesús!
• ¡Viva una vida victoriosa! Ahora que está perdonado, no vuelva a pecar. Someta su vida al control del Espíritu Santo y sea transformado por la gracia, por el amor y por el poder de Dios.
La enfermera australiana Bronnie Ware trabajó durante años prestando cuidados a enfermos terminales y en ese periodo registró todas las historias y confesiones en su blog. Aprendió tanto con esa experiencia que terminó escribiendo el libro “The Top Five Regrets of Dying” (Los cinco mayores arrepentimientos antes de morir).
Los cinco mayores arrepentimientos antes de morir:
• Me hubiera gustado tener la valentía de VIVIR UNA VIDA FIEL A MI MISMO, y no la vida que los demás esperaban de mí.
• Me hubiera gustado NO HABER TRABAJADO TANTO.
• Me hubiera gustado haber tenido la valentía de EXPRESAR MIS SENTIMIENTOS.
• Me hubiera gustado haber mantenido EL CONTACTO CON MIS AMIGOS.
• Me hubiera gustado haberme permitido SER MÁS FELIZ. Es necesario dejar el orgullo de lado y analizar constantemente lo que estamos haciendo de nuestras vidas.
Lamentablemente, para las personas de ese libro, que ya se encontraban en su lecho de muerte, no había más tiempo de volver atrás y recomenzar una nueva trayectoria.
CAMINO PARA LA SALVACIÓN
El arrepentimiento es algo concedido por Dios (Hechos 11:18), pero Él no fuerza a nadie a tener ese estado de desagrado por el pecado, muy por el contrario, nos invita al arrepentimiento. Pedro, después del descenso del Espíritu Santo, en el día del Pentecostés, lleno de virtud levanta la voz para predicar, y al final de su mensaje hace una invitación a todos los que lo escuchaban diciendo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Note que la invitación resulta en algo; él nos dice que el arrepentimiento es necesario para el perdón de los pecados. Con el pecado no llegaremos a ningún lugar en la presencia de Dios, por eso el llamado al arrepentimiento es para que podamos llegar ante la gracia de Cristo y así alcanzar la salvación.
Existe un dicho popular que dice: “si el arrepentimiento matase…”, pero el arrepentimiento nunca mató y nunca matará a nadie, por el contrario, nos vivifica cada día más para ser transformados experimentando la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios (Romanos 12:22).
El arrepentimiento puede ser el camino para la salvación, pero, no se puede hablar del camino sin hablar de la puerta (entrada) del mismo, la puerta que tiene por nombre “fe”.
Las Escrituras ponen al arrepentimiento y a la fe juntas, como aspectos diferentes de aquel único acto de volver en busca de salvación.
No se trata de que la persona primero se aparte del pecado y después confíe en Cristo, ni que primero confíe en Cristo y después se aparte de los pecados, sino que las dos cosas ocurren al mismo tiempo.
Cuando nos volvemos a Cristo en busca de salvación de nuestros pecados, estamos simultáneamente apartándonos de los pecados y pidiendo a Cristo que nos salve.
No se puede decir cuál es el primer paso en la salvación, si es la fe o el arrepentimiento. No se sabe cuál es el rayo de la rueda que gira primero; todos ruedan al mismo tiempo. En el mismo instante en el que la gracia divina entra en el corazón, nosotros creemos; en el instante en el que creemos, tenemos la vida eterna. Nos arrepentimos porque creemos y creemos porque nos arrepentimos, y el resultado es el nuevo nacimiento, que es la salvación. El arrepentimiento y la fe son dos caras de la misma moneda.
Lamentablemente, muchos en estos últimos días se han levantado para predicar que una fe en Jesucristo es suficiente para ser salvo, sin importar las decisiones durante el camino con Cristo.
Ellos dicen que la fe que salva implica solamente confiar en Cristo como Salvador y que someterse a Él como Señor es un paso posterior opcional e innecesario para la salvación.
La fe es esencial para la salvación, pues por medio de ella somos salvos en Cristo (Romanos 5:1), por eso no debemos despreciarla de ninguna manera. Sin embargo, el camino cristiano está marcado por constantes arrepentimientos o cambios de actitud, porque Jesús vino a transformarnos y “llamar a los pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).
Es decir, aquel que está hundido en pecado aún tiene la oportunidad de cambiar sus pensamientos y decisiones; puede comenzar a tomar un nuevo camino llamado fe, con renuncia y repudio del pecado.
CONCLUSIÓN
“El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida” (CC, 21). Dios “quiere que todos los hombres sean salvos” (1Timoteo 2:4).
Cuando alguien es salvo, renace, es renovado espiritualmente, y ahora es un hijo de Dios por el derecho de un nuevo nacimiento. Creer en Jesucristo, quien pagó la pena por el pecado cuando murió en la cruz, es lo que significa haber “renacido” espiritualmente.
El arrepentimiento precede al renacimiento, sin embargo, Él no obliga a nadie a arrepentirse. Su cariño y su bondad nos conducen al arrepentimiento, como vemos en Romanos 2:4.
Sin embargo, Él no elige por nosotros. La decisión sigue siendo nuestra.
¿En qué aspectos de su vida usted necesita arrepentimiento?
¿Está culpando a otros por sus propios errores?
Por medio del arrepentimiento y el perdón, Cristo puede ayudarlo a renacer y triunfar sobre cualquier situación catastrófica en su vida. Usted fue llamado a la libertad y el arrepentimiento es esencial para recibir todo lo que Jesús tiene para usted.
Hoy, usted está siendo invitado para mirar su propia vida, dejar todo orgullo, confesar sus pecados y dejarlos atrás.
Si usted realmente se arrepiente y abandona su pecado, Dios está dispuesto a perdonarlo y restaurar su vida. Él también está listo a hacer más que eso, está listo a llamarlo su hijo, llenarlo del Espíritu Santo y darle una vida completamente nueva.
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