Texto bíblico: “Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
PROPÓSITO Comprender la importancia de ser un hijo de Dios y los privilegios que esta adopción otorga al desarrollo de nuestra vida espiritual.
INTRODUCCIÓN
Renacidos por Dios para vivir como sus hijos.
Uno de los conceptos más sorprendentes del evangelio de Juan, que se encuentran en nuestro texto de estudio, es que al recibir a Cristo en nuestras vidas somos llamados “hijos de Dios”. Sin lugar a dudas esta metáfora encierra un precioso significado y es una manera muy sencilla y fácil de entender el tipo de relación que Dios desea tener con nosotros. La expresión “hijo” proviene del griego “teknon“ y también se puede traducir como niño, es interesante que esta expresión denota paternal cuidado por medio de una adopción que provee amor y dirección, por lo tanto, somos sus “hijos”, sus niños especiales.
Esta metáfora familiar y sencilla nos sorprende aún más cuando podemos descubrir en el contexto inmediato, al leer el versículo 13, que somos “engendrados” por la voluntad de Dios. En otras palabras, Dios en su infinito amor y misericordia nos transforma, nos recrea, dándonos el privilegio de volver a nacer y empezar de nuevo. Este hecho se hace aún más significativo cuando comprendemos que la palabra “engendrar” implica una condición especial y privilegiada; por ejemplo, así cuando la Biblia en Salmos 2:7 declara que David fue “yalad” (“engendrado), puede entenderse no solo como una referencia a su entronización, sino también como una alusión a que el rey David pertenecía a un linaje especial, porque había sido escogido y adoptado por Dios.
Esta gran noticia es la esencia de un evangelio que nos produce gozo y alegría y nos invita a disfrutar de esta nueva condición, cuando recibimos a Cristo en nuestras vidas. Volver a nacer es vivir en una condición especial ante Dios como sus hijos”.
Esta frase tal vez es parte de nuestro lenguaje cotidiano como cristianos, pero estoy plenamente convencido que expresa, no solo una maravillosa promesa de amor, sino que también nos señala el camino de cómo debemos vivir y disfrutar este privilegiado estatus de ser “hechos hijos de Dios”.
Conozcamos los privilegios de disfrutar la vida como un hijo de Dios
I. RENACIDOS COMO HIJOS DE DIOS PARA DISFRUTAR DE SU CUIDADO Y DIRECCIÓN
Un apasionante cuadro en el libro del Apocalipsis, es aquel que esta descrito en el primer capítulo. En este, el apóstol Juan se encuentra prisionero en la isla de Patmos, por causa de dar testimonio de Jesús, y bajo estas circunstancias recibe una visión portentosa del cuidado de Dios.
Observa lo siguientes aspectos:
a. Juan es un hijo renacido, adoptado y transformado por la gracia de Dios, sin embargo está sufriendo como un testigo, en un lugar no muy agradable, en una isla transformada en prisión por el Imperio Romano. (Apocalipsis 1:9) Él está lejos de su familia y las iglesias que pastoreaba en Asia menor; seguramente no sabe lo que está sucediendo con sus hermanos en la fe, los cuales están enfrentado la sangrienta persecución romana. Imagina los sentimientos que lo deben embargar por esta situación. En este contexto, Dios le recuerda que él no está solo. Jesús, su Señor, su redentor, el gran objeto de su fe, se le manifiesta en una visión maravillosa (Apoc. 1:10-20).
b. En la visión mencionada, Jesús se mueve entre su pueblo, las iglesias simbolizadas por medio de los candeleros (Apocalipsis 1:13,20). Jesús está en el Santuario Celestial intercediendo por sus hijos. Él tiene el control, su presencia inmanente nos acompaña y nos sostiene, y aun en las dificultades podemos ver su mano al timón.
c. Otro aspecto de su paternal atención es que Jesús, en la visión, se ve simbolizado por medio de cabellos blancos, metáfora que en lenguaje profético significa capacidad para juzgar. Esta es una buena noticia ya que solo Dios puede hacer justicia verdadera para con sus hijos y darles el favor. Por esa razón sus hijos no temen el juicio (1 Juan 4:17-18).
d. Un último aspecto, que nos recuerda su dirección, es que Jesús sostiene en su diestra siete estrellas (Apocalipsis 1:20) que simbolizan a sus hijos, su pueblo, aquellos que dirigen su amada Iglesia, la cual Él gano con su propia sangre y sostiene y acompaña cada día hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Aplicación. Esta esclarecedora visión apocalíptica es una invitación a disfrutar del acompañamiento paternal de Dios en un tiempo donde muchos declaran que es indiferente y no se interesa por sus hijos. En sus manos estos pueden estar seguros.
II. RENACIDOS COMO HIJOS DE DIOS PARA DISFRUTAR DE LA MISIÓN
Alguien ha dicho, con mucha razón, que la Biblia es una “colección de fugitivos” que huyen de un Dios que no descansa hasta encontrarlos, que pago nuestra deuda de pecado con su preciosa sangre.
Para desarrollar esta premisa veamos la historia de Onésimo. El libro de Filemón, cuenta la experiencia del renacimiento espiritual de Onésimo, a quien Pablo conoció en la prisión. Consideremos lo siguiente:
a. Pablo le pide a Filemón el favor de que reciba a su hijo espiritual Onésimo (Filemón 9-10).
b. Onésimo, en otro tiempo, le fue inútil a Filemón (Filemón 11-12); posiblemente le estafó o le robó por lo que declara (Filemón 17-19). Con seguridad podemos decir que Onésimo sirvió a Filemón como esclavo en otro tiempo (Filemón 15-16).
c. La gran noticia es que Onésimo ahora era un hijo de Dios y útil para el ministerio (Filemón 11) y un excelente siervo de Jesús (Filemón 13).
d. Esta historia expresa de manera maravillosa la esencia del evangelio. Nos recuerda que un día Cristo nos liberó de la esclavitud del pecado, cuando éramos hijos del diablo, pero nos rescató, nos sacó de nuestra condición de prisioneros y nos puso a trabajar en la Iglesia. Creo que en Filemón se ve representada la Iglesia.
Aplicación.
Quien renació en Cristo debe ser útil al ministerio y cumplir la misión que Dios encomendó a sus discípulos. Como hijos de Dios debemos aprender a trabajar con nuestros hermanos, a relacionarnos con ellos, y a perdonar, como un día Cristo nos perdonó y nos trajo a su Iglesia para que sigamos anunciando las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
Cuán bueno es poder disfrutar de contarles a otros la liberación que Cristo realizó en nosotros, y la relevancia que tiene ahora ser sus hijos.
III. RENACIDOS COMO HIJOS DE DIOS PARA DISFRUTAR DE LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU
a. En Filipenses 1:6 el apóstol Pablo afirma: “Aquel que comenzó la obra, en nosotros la terminara”. Está diciendo que la vida cristiana es un proceso rumbo a la madurez espiritual. Este crecimiento es posible mediante la dirección del Espíritu Santo, quien nos enseña como a hijos, la obediencia a sus consejos y preceptos. A continuación, recordemos qué es “vivir en el Espíritu”.
b. La Biblia enseña que aquellos que son guiados por el Espíritu, no practican las obras de la carne (Romanos 8:14-16), ya no son “hijos de la ira” (Efesios 2:3), y como hijos renacidos no practican el pecado como forma de vida (1 Juan 3:9). Son, por lo tanto, obedientes a Dios y van adquiriendo al crecer en su vida espiritual la capacidad de amar a todos sus semejantes (1 Juan 3:10).
c. Recordemos también que todos aquellos que son guiados por su Espíritu, son adoptados y regenerados por Dios y se convierten en herederos de sus promesas (Romanos 8:16-17), y tienen la garantía de la glorificación (Romanos 8:17-20; 1 Juan 3:1.2).
d. Por último, el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades, nos enseña a pedir, escudriña nuestros corazones y nos prepara para hacer la voluntad de Dios (Romanos 8:26,27).
Aplicación.
Que reconfortante es poder disfrutar de la dirección de Dios por medio del Espíritu Santo.
Nuestra gran preocupación como hijos es que no podemos olvidar que toda renovación espiritual, siempre pasa por la obediencia. Ser un hijo de Dios no es una manifestación emocional que altera nuestros sentidos por un instante. Ser un hijo de Dios es caminar por la senda trazada por nuestro Maestro aunque no entendamos todos los detalles en esta vida (Romanos 8:28).
CONCLUSIÓN
Solo basta creer Volviendo a nuestro texto principal en Juan 1:12 y al analizar el contexto inmediato de Juan 1:11, podemos entender que Jesús a los “suyos vino y los suyos no le recibieron”. A pesar de tener la luz ante sus ojos, muchos de su pueblo escogido decidieron permanecer en tinieblas. Todos tenemos la opción de ser hijos de Dios, pero nuestro texto dice que solo aquellos que creen en Él pueden disfrutar de esta condición y los privilegios que conlleva. Al analizar etimológicamente la palabra “religión” recordamos que la expresión en latín es “religare”, que significa “volver a unir”. Sin lugar a dudas el hombre en el Edén se separó de Dios, decidió ser independiente del creador y hacer su voluntad, pero Cristo en la cruz trazó un puente de amor para que el hombre vuelva. Jesús tomó la iniciativa, y señaló el camino por medio de una invitación a recibir la adopción de ser sus hijos. En Juan 1:12 no somos hijos de Dios por nuestros propios méritos; la verdad es que no merecemos la adopción. Solo Jesús, la luz del mundo, el verbo hecho carne, es el que hace posible hoy nuestra regeneración.
LLAMADO
Comienza a disfrutar ahora de los privilegios de ser un “hijo de Dios”. En Filipenses 2:12 el apóstol Pablo dice: “ocúpate en tu salvación con temor y temblor”. Dios quiere que seas hoy su hijo, en medio de una “generación perversa y maligna” (Filipenses 2:15). En medio de una generación adicta a al perversión, que evade la verdad y la conducta recta, sin lealtad y totalmente indigna de confianza, Dios quiere que disciernas cuál será el fin de todo, la suerte última del muno y escojas el mejor camino.
¿Deseas ser un “hijo de Dios” que resplandezca en medio de la oscuridad, útil en la misión y obediente a su palabra, plenamente regenerado, para que tu vida no sea en vano (Filipenses 2:16-17)?
¿Quieres regocijarte con la transformación que Dios puede hacer hoy en tu vida (Fil. 2:17,18)?
Ven hoy al Señor, acepta su adopción y comienza a disfrutar como su hijo renacido en Cristo.
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