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Pagando o Agradeciendo - Pagando o Agradecimiento


Leer Salmo 116:12-14

Deseo comenzar esta refl exión formulando algunas preguntas: 
¿Por qué Dios nos bendice sin pedir nada a cambio? 
¿Seríamos mejores cristianos si tuviésemos que pagar por las bendiciones de Dios? 
¿Tomaríamos la vida cristiana más en serio? 
¿De qué manera podríamos pagarle al Señor por sus favores?

Tenga la seguridad que no es la primera vez que preguntas como estas se plantean. 
En realidad, a muchos seres humanos, a través de la historia, les ha llamado la atención la forma como Dios muestra su amor, su misericordia y generosidad, a favor de personas que no han hecho nada para merecerlo. 

Debido a esto usted puede encontrar en la Biblia historias como la del fariseo que va al templo básicamente para presentar delante de Dios el listado de razones por las que él entiende que Dios debe recompensarlo (Lucas 18). 
La propia parábola acerca de los obreros de la viña que aparece en Mateo 20, constituye también una muestra de esa actitud humana que se escandaliza frente a lo bueno que es Dios cuando se trata de compartir sus bendiciones.

I. DIOS NO PAGA SALARIOS.

Así que cuando damos una mirada al asunto de la dadivosidad desde la perspectiva de Dios, es muy claro que Dios no paga salarios, sino que da dones o regalos. Y por lo mismo, nuestra dadivosidad hacia él no puede ser vista simplemente como una cuenta por pagar, sino como el resultado del agradecimiento que llena nuestros corazones por la comprobación de lo bueno que ha sido con nosotros.

Pienso que esa es la actitud y la comprensión que acompaña al salmista en la pregunta que se plantea y responde en el salmo 116:12-14:

“¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios hacia mí? Levantaré la copa de la salvación, e invocaré el Nombre del Señor. Levantaré la copa de la salvación, e invocaré el Nombre del Señor. Ahora cumpliré mis votos al Señor ante todo su pueblo”. 

Esta pregunta no la hace un hombre que está tratando de ganarse su salvación, sino uno que está abrumado al contemplar la inmensurable generosidad que Dios ha tenido con él.
El salmo 116 es primero que todo un canto de acción de gracias a través del cual su autor testifica que Dios lo ha librado y lo ha sanado.

Aquí no se presenta la idea de que podemos pagar a Dios por todo lo que nos ha dado; lo que el salmista quiere decirnos es precisamente que no tenemos cómo pagarle a Dios si ese fuera el caso. De todas maneras, la pregunta nos invita a sacar cuentas y ver qué bueno es Dios, a tratar de cuantificar y medir lo que hemos recibido de Dios, a mantenernos conscientes de cuán endeudados estamos con Él. Y todo para que nos demos cuenta que no tenemos con qué pagarle, que dependemos exclusivamente de su gracia y amor, y que la vida misma entregada en forma completa no basta cuando se compara con lo recibido de Sus manos.

“El cristiano debiera repasar muchas veces su vida pasada y recordar con gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar”. PP, 185.

II. EL HOMBRE NO LE PUEDE PAGAR A DIOS.

¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios hacia mí? Sencillamente hay cosas en esta vida que nunca podremos pagar, y nos queda solo aceptarlas llenos de agradecimiento y lealtad.
¿Cómo pagarles a tus padres el haberte traído a la existencia, el tiempo dedicado a ti a lo largo de tu vida, el alimento, el amor, el cuidado y la paciencia que fue necesario tener para que hoy fueras lo que eres?

Hay cosas que no pueden pagarse, solo se agradecen para siempre.
¿Con qué le pagas a alguien que te rescató cuando te estabas ahogando?
¿O a alguien que te libró de un peligro de muerte?
¿Puedes imaginarte a alguien que acaba de ser rescatado de la muerte preguntando cuánto le debo? La única palabra que en esos casos sale de la boca es GRACIAS.

1. ¿Cómo pagarle a Dios? 
Son tantas las cosas que hemos recibido de Él: La vida, cada latido del corazón, el aire para respirar, el funcionamiento de cada parte y sistema de tu cuerpo, las veces que te ha librado de peligros y de mal, los padres que te dio, la familia, la esposa, el esposo, los hijos. ¿Cómo pagarle?

Y qué del trabajo que ha provisto para ti, los años de buena salud que has disfrutado y las tantas veces que ha restaurado tu salud perdida. 

Estamos en deuda con cada alimento que ponemos en nuestra boca, cada vaso de agua, por el sol, por la lluvia, y por tantas otras bendiciones.

Y qué decir de las bendiciones de carácter espiritual. ¿Cómo pagarle a Dios? Piensa en la bendición de Su Palabra, el consuelo de la oración, el perdón, la gracia, la salvación, la dirección de Su Espíritu, las fuerzas para vencer las tentaciones y seguir adelante a pesar de los obstáculos.

Por el Espíritu de la Profecía, por la iglesia, por sus promesas, por la esperanza y por encima de todo esto, ¿cómo pagarle el regalo de su hijo Jesucristo?

Es demasiado evidente que cuando la dadivosidad se mira teniendo a Dios como telón de fondo, la única manera de expresarla es a través de la gratitud. ¡No podemos pagarle a Dios! ¡Eso es un hecho tan cierto como que Él nos ha rodeado de sus bendiciones! Pero también es cierto que debemos hacer algo para expresar nuestra gratitud a Dios.

La sierva del Señor escribió:
“Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la Gracia”. (PP, 185)

2- Levantar la copa de la salvación. 
El propio salmista contesta su pregunta en los versos 13 y 14: “Levantaré la copa de la salvación, e invocaré el Nombre del Señor. Ahora cumpliré mis votos al Señor, ante todo su pueblo”.

En esta respuesta podemos destacar algunos asuntos:
Levantar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor es una declaración de consagración total a Dios que procura dar toda la gloria a Dios mediante el testimonio de una vida salvada.
El salmista quiere que todos vean los resultados que ha traído a su vida la gran salvación que Dios ha obrado para él. Al procurar esto está tratando de dar la mayor gloria a Dios. Se da cuenta que lo que Dios ha hecho por él es tan grande que lo único que puede hacer es vivir para glorificar a Dios a través de una vida en la que se pueda ver la salvación de Jehová.

3. Glorificar a Dios.
La Palabra de Dios enfatiza la idea de que nuestra existencia debe estar orientada a glorificar a Dios. “Si pues coméis o bebéis, o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios” (1Cor. 10:31).

Debemos comprender que no vivimos para la gloria propia sino para la gloria de Dios, para que hombres, mujeres y niños puedan ver en nosotros los efectos de la gracia salvadora de Dios y declarar: “miren lo que ha hecho el Señor”. Este parece ser el deseo expresado por Cristo en su declaración recogida en Mateo 5:16.

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Queda claro entonces, que respondemos a la bondad de Dios viviendo para Su gloria.

II ACTOS DE DEDICACIÓN Y GRATITUD

1. Gratitud visible para los que le rodean. 
Esto significa que nuestra dadivosidad para con Dios, cuando tiene como causa un corazón lleno de agradecimiento, no es solo de palabras, sino que se expresa en acciones que son evidentes. La expresión “cumpliré mis votos al Señor, ante todo su pueblo”, alude a un compromiso que se ha hecho con Dios para servirle en forma tangible. De esta manera, también todo lo que hacemos en la iglesia es una expresión de gratitud a Dios, y como tal debe ser resultado de nuestro agradecimiento.

“Nuestro tiempo, talentos y bienes debieran dedicarse en forma sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos e inesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no solo en palabras, sino...mediante ofrendas y dones para su causa. (Patriarcas y Profetas página 185) 

2. Servicio visible a los que nos rodean. 
La dadivosidad también es un asunto de servicio. Marcos 1:30-31 relata la historia de cuando Jesús sanó a la suegra de Pedro. Cuando la fi ebre la dejó, se puso a servirles.

No solo dijo gracias, sino que se puso a servirles. Si Dios ha hecho algo especial para ti, si Dios te ha sanado, liberado de algo, o abierto algún camino donde antes no había; si Dios ha hecho un milagro por ti, ha dado respuesta a una petición sincera, ha traído de vuelta a tu casa o a la iglesia a un ser querido que estaba descarriado, si el Señor te ha ayudado a sobreponerte a un sufrimiento, o tu corazón estaba triste por algo y él lo sanó y te ha permitido volver a vivir y ser feliz, entonces no deberías ser mezquino con el servicio que Él se merece. Deberíamos estar dispuestos a servir en la forma en que podamos, donde podamos, y cuando podamos, con una mente llena de gozo y un espíritu dispuesto. 

Nadie debería tener que rogarnos; deberíamos servir sencillamente porque Dios es bueno todo el tiempo. Si hay algo que podemos hacer, no deberíamos esperar hasta que se nos pida; deberíamos dar un paso al frente y ofrecernos voluntariamente, solo porque Dios es bueno todo el tiempo. Si nunca recibimos un reconocimiento o nunca se mencionan nuestros nombres, no hay problema. No servimos para recibir un reconocimiento ni para obtener una recompensa en el futuro; servimos porque Dios ha sido bueno y sigue siendo bueno todo el tiempo.

III. MI DECISIÓN.

Es fácil pensar que cuando el salmista habla de pagar sus votos al Señor se está refi riendo a un asunto que solo se realiza con dinero. Si hemos pensado así, deberíamos quitar de nuestra mente la idea de que la dadivosidad con Dios es otra cuenta más que debemos pagar religiosamente, y comenzar a verla como una expresión de gratitud que estamos felices de hacer realidad, no solo con nuestro dinero, sino también con la entrega de nuestra vida completa por medio de actos de bondad que glorifi quen al Dios que ha sido y es bueno todo el tiempo.

1. Manifestación de gratitud.

Cuando traigo, del dinero que consigo, una ofrenda para mi Dios, ese dinero es apenas un símbolo de lo que realmente quisiera darle que es mi vida completa, porque él dio su vida completa por mí.

Cuando canto en el coro, o en el grupo, esa es parte de mi ofrenda de gratitud a Dios por haberme dado una voz.

Cuando me paro en la puerta como ujier, es parte de mi ofrenda de gratitud a Dios por haberme dado la bendición de la salud y la fuerza.

Cuando trabajo en la cocina para una actividad de la iglesia o limpio el patio de la iglesia, eso es parte de mi ofrenda de gratitud a Dios por todas sus bondades hacia mí.

Cuando enseño en una clase de escuela sabática, es parte de mi ofrenda de gratitud a Dios por haberme dado el conocimiento y el amor hacia su Palabra.

Cuando alimento a los hambrientos, visto a los enfermos y hago obra misionera, es parte de mi ofrenda de gratitud al Señor. Porque yo sirvo a Dios al servir a otros.

Cuando predico la palabra estoy dando una ofrenda de gratitud a Dios por haberme mostrado de qué manera puedo utilizar los humildes talentos que Él mismo me ha prodigado.

Cuando vivo para Dios, esa es mi ofrenda de gratitud a Jesús por haber redimido mi alma en la cruz del Calvario.

Para obtener la mayor satisfacción personal de la dadivosidad, para conocer el pleno gozo de la dadivosidad para poder dar con la generosidad que deberíamos dar, la dadivosidad, debe ser vista como una expresión de gratitud y alabanza por las bondades del Señor.

Invitación. El asunto no es ¿Cuánto debo dar de lo que tengo? O ¿Cuánto puedo dar? El asunto es sacar cuentas y comprobar lo bueno que ha sido Dios con nosotros y entonces preguntarnos con David ¿Con qué pagare al Señor todo el bien que me ha hecho? Y al darnos cuenta que es imposible saldar esa deuda, terminar entregándonos nosotros mismos y todo lo que tenemos pero no como un pago, sino como un acto de entrega y adoración que sólo quiere decir:

¡GRACIAS SEÑOR!

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