¿CUALQUIERA O EL HIJO DEL REY?
Todos deseamos mostrar que pertenecemos.
Si tú no perteneces a algún lugar, puedes llegar a sentir como si no eres nada. Si no tienes muchos amigos en las redes sociales, tal vez muchos te podrán considerar como anticuado.
Los que desean pertenecer muchas veces están sujetos a mucha presión de los pares, les guste o no. Te tiene que gustar lo que otros publican, así los demás verán que estás integrado. Sabemos que los peces fuertes nadan contra la corriente, pero hacerlo es difícil. Para ser aceptado tienes que seguir a la multitud.
A veces resulta difícil hablar abiertamente de que crees en Jesús. Algunos pueden pensar: esa es una cuestión particular y no pertenece a mi perfil público. Decirle a alguien en una charla que asistes a la iglesia el sábado puede ser difícil. El resultado es que puede ser difícil encontrar un lugar donde pertenecer. De un lado está el grupo al cual deseas pertenecer, del otro, la iglesia.
CONTEXTO HISTÓRICO E INTERPRETACIÓN DE LA PINTURA
En la Europa del fin de la Edad Media, para formar parte de la sociedad la persona debía estar bautizada. El que no era bautizado no tenía derechos. Esas personas, como por ejemplo los judíos, tenían que vivir en asentamientos fuera de las puertas de la ciudad. Esas eran áreas donde se realizaba el comercio y eran incómodas; por ejemplo, allí se curtían las pieles de animales para hacer el cuero y esto producía un olor desagradable.
Pero, lo peor era que los que vivían fuera de la ciudad no tenían los privilegios de la ciudadanía, y solo podían buscar protección dentro de los muros de la ciudad en casos excepcionales. Era considerado como un ciudadano legítimo quien recibía el bautismo al nacer, y se le ponía un nombre cristiano, de acuerdo con el calendario de los santos.
El bautismo estaba destinado a promover protección especial contra el maligno. Pero eso no duraba para siempre, no era automático. Quien blasfemaba contra Dios o expresaba alguna otra idea herética, podría ser expulsado de la iglesia o excomulgado y perdía el derecho de ser sepultado en suelo sagrado, que era el cementerio que estaba al lado de la iglesia.
Si la persona no era sepultada allí, podía esperar el castigo eterno. De esa forma, la iglesia poseía un profundo instrumento de poder y con frecuencia lo usaba. Por ejemplo, si alguien criticaba cualquier comportamiento no cristiano de los papas corría el riesgo de ser marcado como hereje. Entonces era excluido de la comunidad de la iglesia y de la vida eterna. Por eso el bautismo y la obediencia a la iglesia eran tan importantes.
El bautismo está retratado a la izquierda en el panel del Altar de la Reforma. Tal vez hasta haya sido un bautismo en la iglesia de Wittenberg, donde Lutero había predicado y donde fue instalado posteriormente el Altar de la Reforma. La persona que está bautizando un niño es bien conocida. Felipe Melanchton, el mejor amigo y colaborador de Lutero, no era sacerdote ordenado, pero era profesor de lenguas bíblicas en la Universidad de Wittenberg.
El hecho de estar bautizando demuestra cuán importante era para Martín Lutero que todas las personas fueran iguales a los ojos de Dios. A su izquierda vemos el propio pintor, Lucas Cranach, uno de los hombres más ricos e influyentes en Wittenberg. Está sosteniendo una toalla para secar al recién nacido. A la derecha de Melanchton vemos a otro miembro de la iglesia sosteniendo una Biblia abierta. Se puede casi pensar que es Lutero, como el “Junker Jörg”.
Todo ocurre en el contexto de la iglesia. Ese es el lugar donde se encuentra la Palabra de Dios. Y es la Palabra de Dios la que da significado al bautismo. Después de todo, ¿con qué autoridad Melanchton, que no es pastor, oficia el bautismo?
No es por la autoridad oficial de una iglesia que intenta imponer su poder, sino únicamente por la autoridad de Dios y de la misión a la cual él nos llamó y que nos da en las Santas Escrituras.
Pero esto origina algunas preguntas. Podemos leer acerca de la necesidad del bautismo en Marcos 16:16: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.
Por lo tanto, la Biblia dice que es necesario creer para ser bautizado. ¿Será que Martín Lutero comprendía el texto de manera diferente?
CÓMO ENTENDÍA MARTÍN LUTERO EL BAUTISMO
Su sueño era una iglesia con miembros voluntarios donde todos hayan experimentado personalmente lo que el evangelio significa en su vida.
De esta forma, además de los cultos regulares de la iglesia, con toda la iglesia, y sermones adicionales en latín para los cultos y como capacitación para los estudiantes, también sugirió una “tercera ceremonia”, o sea, una tercera forma litúrgica de culto. Su idea era un tipo de grupo de estudio de la Biblia en el hogar:
“Pero los que desean ser cristianos sinceros y que están listos a profesar el Evangelio con las manos y la boca, deben registrar sus nombres y reunirse en alguna casa para orar, leer, bautizarse y recibir el sacramento y practicar otras obras cristianas. En este Orden, los que no tienen una conducta propia de cristianos puede ser reconocida, reprobada, reformada, rechazada o excomulgada de acuerdo con la norma de Cristo en Mateo 18. Aquí también, se podría imponer sobre los cristianos que estén dispuestos a dar la ofrenda general dada como limosnas y para dividirla entre los pobres, según el ejemplo de San Pablo en 2 Corintios 9. Aquí no habría necesidad de cantos refinados. Podríamos tener el bautismo y el sacramento de manera breve y sencilla: y todo dirigido por la Palabra, por la oración y por el amor. Aquí tendríamos un catecismo bueno y breve en relación al Credo, los Diez Mandamientos y la Cena del Señor.
Resumiendo, si solo tuviéramos personas que anhelan ser cristianos sinceros, la Forma y el Orden se establecerían pronto por sí mismos."
Martín Lutero deseaba tener una iglesia en la cual cada individuo viviera su fe sinceramente y sirviera a los demás en la iglesia y en la sociedad. Una iglesia a la que decidieran pertenecer voluntariamente y a unirse por profesión de fe. Esa sería realmente una iglesia vibrante.
Pero el sueño de Lutero no se concretó. No pudo establecer una iglesia compuesta por miembros voluntarios. Entonces, confió en la ayuda del estado para construir la nueva Iglesia Evangélica. Entre otras cosas, significó que cada recién nacido fuera bautizado directamente, después de su nacimiento, para ser así miembro de la iglesia.
Pero viendo que un bebé no tenía todavía la capacidad de creer, Lutero era de la opinión que en el bautismo los padrinos prometieran ayudar a criar al niño en la fe cristiana. Y, posteriormente, cuando fuera joven, en el Rito de la Confirmación, ese individuo podría confesar que era hijo de Dios.
Pero, al final de cuentas, ¿dónde quedan la libertad de elección y la decisión personal de la fe?
En ese sentido, la Reforma Protestante permaneció sin convicción y dependía de la autoridad del estado. Pronto los cristianos que creían de manera diferente en puntos individuales de enseñanza también fueron perseguidos por los protestantes.
De manera que nunca debemos olvidarnos de los hombres y mujeres de la Reforma, que buscaron vivir esa comprensión del bautismo y de ser miembros voluntarios en la iglesia, y que por eso, pagaron con su vida. Esto también es parte de la Reforma, pero, muchas veces, simplemente se olvida.
EL EJEMPLO DEL MOVIMIENTO ANABAPTISTA
Más allá de Wittenberg, en Sajonia, había un segundo centro de Reforma protestante, en Suiza, liderado por Ulrico Zuinglio, en Zürich.
Entre sus amigos también había familias, que en el tema del bautismo y de sus creencias fundamentales, deseaban seguir el modelo bíblico a toda costa, y que, por lo tanto, no permitían que se realizara el bautismo de bebés. Se separaron después de una disputa pública entre ellos.
Un grupo reunido en torno de Konrad Grabe, Feliz Manz y Jörg Blaurock, siguió clandestino y realizó el primer bautismo después de la confesión de fe, el día 21 de enero de 1525.
Eso provocó una profunda indignación en el concilio de la ciudad protestante, en Zurich, y en otras autoridades. Los así llamados anabaptistas no solo querían bautizar a los creyentes, sino también entendían a la iglesia como una hermandad de acuerdo con el modelo bíblico, que ellos intentaban interpretar lo más literalmente posible.
Entre otras cosas, exigían la libertad religiosa, incluyendo la separación de la iglesia y el estado, y trataban de cumplir el ideal de compartir todas las posesiones, de practicar la no violencia y de buscar permanecer separados del mundo y de todo mal. En menos de cinco años, el movimiento anabaptista fue víctima de severa persecución de las autoridades locales e imperiales como también de otras iglesias protestantes y de la Iglesia Católica Romana.
En la dieta Speyer, en 1529, los príncipes (protestantes y católicos) prometieron ejecutar la pena de muerte a todos los que defendieran el bautismo del creyente. Martín Lutero también estuvo de acuerdo con esa promesa de pena de muerte, aunque los anabaptistas solo querían vivir como verdaderos hijos de Dios, como hijos del Reino.
¿YA ERES HIJO DEL REY?
“Por medio del bautismo, confesamos nuestra fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo, reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos como miembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón de nuestros pecados y de nuestro recibimiento del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y depende de una afirmación de fe en Jesús y de la evidencia de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas (Mat. 28:19, 20; Hech. 2:38; 16:30-33; 22:16; Rom. 6:1-6; Gál. 3:27; Col. 2:12, 13)” (Manual de la Iglesia, cap. 14, “Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día. 15. El bautismo), p.163)
"Respondió Jesús y le dijo: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’” Juan 3:3.
El bautismo es una señal exterior de que una persona acepta a Jesús como su Salvador; es la declaración de su nueva fe en Cristo, confiando en su perdón y siendo bautizado. Lo que haya hecho en la vida y todo lo que lo apartó de Dios ahora pertenecen al pasado. La Biblia menciona el bautismo como el momento de identificación con la muerte y la resurrección de Jesús. De manera real, la persona muere a su vida antigua como pecador y resucita a una vida nueva, mediante el poder del Espíritu Santo.
De ahí en adelante inicia un estilo nuevo de vida, la vida del Reino, a través del Espíritu Santo quien habita en ella para transformarla, la habilita para el servicio y habita en ella como su permanente Consolador. Ahora desea que toda su vida pertenezca a Jesús.
El bautismo es como un lindo casamiento que sella la unión con la persona soñada.
Después de la confesión de su fe, se lo bautiza en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Rey del universo lo declara como su hijo y heredero.
Por fe, desde el momento en que es sumergida en el agua, la persona muere a su vida pasada (la Biblia lo menciona como una sepultura en las aguas) y al salir surge una persona nueva: ahora pertenece a la realeza; el Rey del universo está a su lado y disfruta de su cuidado y atención especiales, porque él nunca lo abandonará. Todas sus promesas están a su disposición sin restricciones. De ahora en adelante sabe que nunca estará solo; no necesita temer, depende del Rey para siempre. Es la oportunidad de toda una vida; entonces ¿Por qué no aprovechar esa oportunidad y elegir ser bautizado para llegar a ser hijo del Rey?
NUESTRO LEGADO:
“Por medio del bautismo, confesamos nuestra fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo, reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos como miembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón de nuestros pecados y de nuestro recibimiento del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y depende de una afirmación de fe en Jesús y de la evidencia de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas (Mat. 28:19, 20; Hech. 2:38; 16:30-33; 22:16; Rom. 6:1-6; Gál. 3:27; Col. 2:12, 13).” (Manual de la Iglesia, cap. 14, “Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día. 15. El bautismo”), p. 163).
Llamado:
¿Estás cansado? ¿Te sientes perdido? ¿Deseas una vida nueva en Jesús? ¿Deseas estudiar más sobre la gracia salvadora del Señor? ¿Deseas arrepentirte? ¿Crees en Jesús?
No debes ser perfecto para aceptar a Jesús en tu vida. No importa lo que las personas piensan de ti. Este es tu día. Si eliges hacer de Jesús tu Señor y Salvador, levanta la mano, pues quiero orar por ti.
PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN:
(Líderes: En el caso de que las preguntas sean muchas para el tiempo reservado, elijan las que consideren más relevantes para su grupo).
1. ¿Cuando llegas a ser hijo de Dios: en el bautismo o en el momento en que aceptas a Cristo en tu vida?
2. Lee y discuta Juan 3:3.
LA PROMESA DE DIOS PARA TI:
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” Hebreos 10:23.
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: NO TE DESAMPARARÉ, NI TE DEJARÉ” Hebreos 13:5.
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