INTRODUCCIÓN
Imagínese una “máquina perfecta”, compuesta por seiscientos cuarenta músculos. Tres mil millones de fibras nerviosas. Treinta mil millones de glóbulos rojos. Un esqueleto liviano como el aluminio, pero resistente como el acero, y cuatro veces más fuerte que el concreto. Un producto espectacular de la ingeniería. Por dentro y por fuera.
En el interior de esa joya de la ingeniería, bien en el centro, está la sala de máquinas. Bombea sangre a través de 96 mil kilómetros de venas y repite la operación 40 millones de veces al año. Y lo más sorprendente: hay poco más de siete mil millones de ejemplares esparcidos por el planeta Tierra. Únicos: ninguno igual a otro. La “máquina perfecta” dispara por las calles de las pe- queñas y grandes ciudades. ¿Y quién podría detenerla? ¡Es impresionante!
Claro, esa “máquina perfecta” es el ser humano. ¡¿No es maravilloso?!
Pero, nosotros los seres humanos somos más que solo una máquina. Somos seres pensantes. Todavía más: Dios creó a Adán y Eva –entre otras cosas– con responsabilidad moral y eso les permitía elegir, tomar decisiones. Como parte de la responsabilidad moral concedida, la pareja debería respetar las orientaciones del Creador, y que lo más importante, en ese contexto, era: “Del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:17, NVI).
Como agente moral libre, el ser humano debería disfrutar de libertad con responsabilidad.
Desgraciadamente, Adán y Eva no usaron bien su libertad y actuaron con total irresponsabilidad cuando debieron tomar una decisión. Alguien puede preguntar: Para evitar cualquier problema, ¿no habría sido mejor que Dios hubiese “dirigido” el proceso y tomado los recaudos necesarios para que no hubiera ningún desliz por parte de la pareja? Después de todo, Dios podía hacer eso, ¿o no?
¡Claro que podía! Pero eso implicaría interferir en la libertad humana, creando seres incapaces de tomar decisiones por cuenta propia. Eso sería inaceptable para un Dios que aprecia la libertad, la responsabilidad y la madurez.
Dios quería criaturas superiores, entes morales capaces de tomar sus propias decisiones, que vivieran con la responsabilidad de asumir los riesgos de su libertad. Criaturas como él.
O sea, Dios no quería un mundo donde meramente las “piezas” se movieran cuando él presionara los botones o diera la orden. Él quería un mundo donde los seres pudieran actuar por cuenta propia. Y por eso nos creó con libertad. Sin embargo, la libertad tiene un costo. ¿Y cuál es ese costo?
EL ORIGEN DEL PECADO
Dios es perfecto y por eso creó seres humanos perfectos, colocándolos en un ambiente perfecto. Entonces, ¿cómo apareció el mal, el pecado?
Algunas personas culpan a Dios por el surgimiento del pecado. Dicen: “Al final, si él es poderoso, podría haberlo evitado”. Pero eso no es verdad.
Estas son algunas razones para entender que no se puede culpar al Creador por el origen del pecado:
- Dios es santo por naturaleza (Isaías 6:3), no hay injusticia en él;
- “Sus obras son perfectas [...] no practica la injusticia” (Deuteronomio 32:4, NVI);
- Dios no hace el mal, no practica el mal, no practica el pecado (Job 34:10);
- Dios no puede ser tentado por el mal y tampoco tienta a nadie (Santiago 1:13);
- Él odia el pecado y por eso no puede ser el culpable de causarlo (Salmo 5:4; 11:5);
- Además de eso, al final de la semana de la creación, “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31);
Entonces ¿Cómo puede ser responsabilizado por el pecado?
Si Dios no fue el originador del pecado. Entonces, ¿Quién fue?
Según el relato bíblico, el pecado se originó en el mundo angélico. Lucifer, un ser muy exaltado entre los ángeles, se volvió orgulloso (Ezequiel 28:17; 1 Timoteo 3:6).
No estaba satisfecho con la posición que ocupaba en el gobierno de Dios (Judas 6) y comenzó a codiciar el lugar del propio Dios (Isaías 14:12-14).
En un intento de asumir el control del Universo, ese ángel caído sembró descontento entre sus compañeros ángeles a obtener la simpatía de muchos de ellos. El conflicto celestial de ahí resultante finalizó cuando Lucifer, ahora conocido como Satanás, el adversario, fue expulsado del Cielo junto con sus ángeles (Apocalipsis 12:4, 7-9).
LA ENTRADA DEL PECADO EN NUESTRO PLANETA
Antes del pecado había perfecta armonía entre la criatura y el Creador, lo que implicaba subordinación libre; la razón humana estaba sujeta a Dios. Además de eso, la voluntad estaba sujeta a la razón; los afectos y apetitos eran controlados por la voluntad. No había rebelión, desproporción, desequilibrio.
Sin embargo, ocurrió algo inexplicable: en un ambiente donde reinaba la paz, la santidad y la armonía, repentinamente irrumpió la discordia, la desobediencia y el pecado.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez.
Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera. Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo:
—¿Dónde estás? – El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.
—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios — ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? — Él respondió:
—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho?
—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella. (Génesis 3:6-13, NVI).
Como el ser humano era libre, podría elegir qué camino seguir. Y la elección de Adán y Eva fue desastrosa. El relato de Génesis 3 señala por lo menos cuatro consecuencias inmediatas de la desobediencia de Adán y Eva:
1. Un sentido inmediato y dominante de culpa y de vergüenza;
2. Debido a la culpa, la pareja se esforzó para ocultarse de la presencia de Dios, reconociendo su desobediencia deliberada;
3. La denuncia y la ejecución inmediata del juicio de Dios sobre la serpiente, sobre el hombre y la mujer. Cada uno de ellos recibió especí camente las consecuencias de su pecado. La naturaleza también recibió el juicio de Dios (Génesis 3:17-18).
4. La expulsión de la pareja del jardín del Edén y la prohibición de acercarse al Árbol de la Vida.
En relación a la entrada del pecado en la historia humana, la Biblia enseña que éste comenzó con la transgresión de Adán en el Jardín del Edén y, por lo tanto, con un acto perfectamente voluntario de parte del ser humano. El tentador vino con la sugerencia de que el ser humano, poniéndose en oposición a Dios, podría volverse semejante a Dios. Adán y Eva se rindieron a la tentación y cometieron el primer pecado al comer del fruto prohibido.
Desafortunadamente, Adán y Eva con aron más en sus sentimientos que en la palabra de Dios. De ese modo rompieron su dependencia de Dios, cayeron de su elevada posición y se sumergieron en el pecado. La caída de la raza humana, por lo tanto –sea en su primera experiencia, sea en todas las oportunidades subsiguientes– se caracterizó por la duda de la fe en Dios y en su palabra. Esa falta de creencia condujo a la desobediencia, lo que a su vez resultó en una relación rota y, finalmente, en la separación entre Dios y el hombre. El ser humano cayó en pecado.
¿QUÉ ES EL PECADO?
Una de las definiciones clásicas del pecado se encuentra en 1 Juan 3:4: “El pecado es transgresión de la ley” (NVI). Sin embargo, la Biblia usa diversos vocablos para referirse al pecado y muestra así su diversidad de significados. Entre estos significados se pueden mencionar los siguientes.
- Algo terrible, temible, malo (Génesis 28:17), denota algo nociva o perjudicial;
- Maldad (Éxodo 2:13), usado en el sentido de una culpa moral que resulta de una vida sin reglas;
- Errar el camino, errar al blanco (Jueces 20:16; Job 5:24; Proverbios 8:36), que incluye el concepto de cometer un error deliberadamente, a propósito y no meramente como engaño inocente, ingenuo;
- Iniquidad (1 Samuel 3:13), que significa culpa y tiene la connotación de deshonestidad y de apartarse intencionalmente de la justicia de Dios;
- Mal (Romanos 13:3), denotando el mal moral o mal físico;
- Impiedad (Romanos 1:18), que denota una culpa que es merecedora de la muerte;
- Injusticia (1 Corintios 6:9), que se refiere a cualquier comportamiento injusto, en sentido amplio;
- Transgresión (1 Timoteo 1:9), que significa incumplimiento de la ley;
A partir de las afirmaciones previas, podemos concluir lo siguiente:
- Pecado es básicamente desobediencia a Dios;
- Pecado involucra no solo la omisión negativa del bien, sino principalmente la aceptación positiva del mal. O sea, el pecado no es solo errar el blanco, sino apuntar al blanco errado deliberadamente, sabiendo lo que se está haciendo;
- En última instancia, el pecado es una rebelión contra Dios, que lleva a la desobediencia de sus patrones y normas.
- En síntesis, una definición completa de pecado sería: el pecado es todo lo que es contrario al carácter de Dios.
¿TENEMOS ESPERANZA?
Somos pecadores, es verdad. Pero no estamos solos. Por eso, no necesitamos desesperarnos. En Dios podemos vencer el pecado y soñar con el Edén restaurado.
En palabras conmovedoras, la escritora Elena de White describe palabras de Cristo dirigidas a cada hijo e hija de él: "Conozco vuestras lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares demasiado hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No penséis que estáis solitarios y desamparados. Aunque en la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible alguna en ningún corazón, miradme a mí, y vivid."
La expectativa de Dios para nosotros es altísima. Y, convengamos, sólo seremos capaces de vivir como él quiere si experimentamos un cambio drástico, un nuevo nacimiento real, el nuevo estatus de hijos e hijas de Dios, que nos dará consciencia de nuestra responsabilidad.
Entonces, entenderemos que, porque somos hijos e hijas del Rey del Universo, debemos vivir de la manera que conviene al estatus de la nobleza. Una vida así es resultado de la salvación concedida a nosotros por Jesucristo. Sólo él es capaz de vencer el pecado que hay en nosotros.
Hoy Jesucristo le dice a usted: “Hijo mío, hija mía: ¿Sabes cuál es mi expectativa? ¡Que aceptes mi salvación!
Si me aceptas, entonces serás leal a mí, me adorarás de la manera correcta. Si vives así, yo te prometo que muy pronto podremos disfrutar de amistad eterna. Voy a darte una bella casa en la Nueva Jerusalén. Voy a darte inteligencia ilimitada. Voy a darte un cuerpo y una mente perfectos. Voy a darte la sonrisa más bella del universo. Y, sobre todo, yo voy a cuidar de ti por toda la eternidad, para que tú seas eternamente feliz. Pero todo esto tiene un precio: una vida perfecta. Pero, quédate tranquilo: El precio y fue pagado por mí en la cruz del Calvario. ¡Acepta mi sacrificio y serás salvo!”.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. “Si Dios tenía poder para evitar el pecado, ¿Por qué no lo hizo?”.
2. ¿Por qué es tan difícil usar apropiadamente la libertad concedida a nosotros?
3. Alguien dijo una vez: “La libertad es hacer lo que queremos, cuando queremos, donde queremos y sin que nadie nos llame la atención”. ¿Esa afirmación tiene sentido? ¿Por qué?
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