Base bíblica: Gálatas 2:20.
Propuesta: La cruz de Cristo define la actitud correcta de dependencia que es la base de la santificación.
INTRODUCCIÓN.
A. Si bien es cierto que la cruz es la base de nuestra justificación, en Gálatas Pablo demuestra que también es el único mensaje que nos dará poder para vivir una vida de santidad.
• Contra el argumento recurrente de los legalistas de que si no se enfatizan las reglas, el pecado entraría a la iglesia y no creceríamos en santificación.
• Y contra la insistencia de los hipócritas que distorsionan la perfección bíblica en “perfeccionismo” y creen que la escrupulosidad en las reglas los hace más santos que los demás.
B. Pablo afirma que la única manera de vencer la carne y sus pasiones es mediante el mensaje de la cruz de Cristo.
C. EGW interpreta de la misma manera fenómeno legalista en la cita magistral: “El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento de toda religión pagana, era ya principio de la religión judaica. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado. (DTG, 26).
En otras palabas, la confianza en la ley o en cualquier otra cosa como medio de salvación produce todo lo contrario.
D. Pero, cuando dejando de concentrarnos en cualquier tipo de obras nos concentramos en Cristo Jesús, entonces unidos a Cristo empezamos el verdadero proceso de la santificación. Este proceso de santificación fue descrito por Pablo en tres grandes expresiones, que asombrosamente hablan de tres crucifixiones aparte de la de Cristo.
Estas tres crucifixiones aluden a tres pasos de la santificación que vamos a estudiar a continuación:
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La crucifixión del yo (Gálatas 2:20)
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La crucifixión de la carne (Gálatas 5:24)
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La crucifixión del mundo (Gálatas 6:14)
E. Trataremos de delinear una nueva vislumbre del proceso de la santificación en estas tres declaraciones paulinas.
CRUCIFIXION DEL YO
A. En primer lugar el proceso de santificación empieza con la expresión: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
El contexto de esta declaración es el fracaso de Pablo en su vida pasada dentro del judaísmo. Pablo había llegado a ser realmente un “atleta moral”, un “hombre de ley” (2:15-19). Sin embargo, cuando trató de satisfacer la justicia de la ley mediante su conducta, lo único que consiguió es volverse más pecador, porque teniendo un corazón perverso estaba tratando de hacer lo que exige una ley perfecta (Romanos 7:12-14).
Al continuar así, terminó en el peor engaño religioso que se pueda imaginar: “El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento de toda religión pagana, era ya principio de la religión judaica. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado”. (El Deseado de todas las gentes, 26)
B. Como un fariseo legalista, Pablo ni siquiera podía aspirar a ser un hijo de Dios a menos que pasara por la muerte. Pero no cualquier clase de muerte, sino muerte por crucifixión. Podríamos decir que este es el primer paso hacia la santificación, la muerte a una vida centrada en el yo. Una muerte por crucifixión que solo Cristo puede hacer en nosotros. Y esto fue lo que sucedió un día en la vida de Pablo. Notemos su experiencia impresionante en una paráfrasis de Gálatas 2:20
"De hecho, he sido crucificado con Cristo. Mi ego ya no es central. Ya no es importante parecer justo ante ustedes, o tener su buena opinión, ya no soy movido a impresionar a Dios. Cristo vive en mí. La vida que me ves viviendo no es "mía", sino que la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí." (The message)
C. A esta experiencia, la muerte del yo, lo que le sigue es la gratitud. “No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gálatas 2:21).
Es imposible que el hombre obedezca la ley con un corazón perverso, por ello, el intentar hacerlo produce el peor de los engaños religiosos. Sin embargo, al orgullo del hombre le atrae esta falacia donde él pueda presentar algún mérito ante Dios, y entonces la salvación no sea un don sino un derecho. Al razonar así, entonces no hay lugar para la gratitud, sino solo para la jactancia humana.
D. Si el hombre tuviera algún mérito delante de Dios, no hubiera sido necesaria la muerte de Cristo, y el hombre podría presumir de sus derechos. Sin embargo, el hombre en su miseria lo que merecía era la muerte. Pero Cristo murió por nosotros y nos ofrece la salvación como un don de su gracia. Así la salvación no es un derecho, sino un regalo.
Cuando Pablo entendió esto su vida dio un giro. Saulo el hombre más ingrato, llegó a ser Pablo el hombre más agradecido.
Por eso en su agradecimiento inventó una frase que le recordara su eterna deuda con el Cristo crucificado: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.
CRUCIFICCION DE LA CARNE
A. Podríamos encontrar un segundo paso en el proceso de la santificación en la crucifixión de la carne: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).
Aunque el cristiano ha nacido de nuevo, mientras viva en el mundo, todavía posee una naturaleza carnal que debe hacer morir por crucifixión diariamente.
B. Pablo dice que mediante nuestra unión con Cristo esta naturaleza va perdiendo su poder en nosotros: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne”. Además, la obra poderosa del Espíritu hace posible esta segunda crucifixión.
De esta manera, las obras de la carne centradas en el yo (Gálatas 5:19-21) son reemplazadas por el fruto del Espíritu: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5:22-23).
C. Como podemos notar, estas nueve cualidades del fruto del Espíritu, no son otra cosa sino una plataforma para la gratitud extravagante que Dios espera como lo veremos en el siguiente punto.
CRUCIFICCION DEL MUNDO
A. Ahora sí, llegamos a la tercera expresión paulina que alude al último paso del proceso de la santificación: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14).
Esta crucifixión del mundo, parece depender de un nuevo hábito que debemos cultivar diariamente: “Gloriarnos en la cruz de Cristo”. Esto parece aludir al nivel supremo de la santificación cuando las cosas del mundo han perdido su atracción ante la belleza de la cruz de Cristo.
D. El mundo intoxica y exalta el ego.
Solo el contemplar la cruz, producirá una corriente de gratitud y alabanza continua en el corazón del creyente, que son las marcas distintivas de la más pura salud espiritual.
“Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza. Resistir a la melancolía, a los pensamientos y sentimientos de descontento, es un deber tan positivo como el de orar. Si somos destinados para el cielo, ¿cómo podemos portarnos como un séquito de plañideras, gimiendo y lamentándonos a lo largo de todo el camino que conduce a la casa de nuestro Padre?" (Ministerio de Curación, 64)
E. Cualquier iglesia o congregación que parezca estar estancada o en franco retroceso, o carezca de gozo y de gratitud en sus asambleas, debe preguntarse seriamente si la cruz está en el centro de su universo o alguna otra cosa léase alguna doctrina, alguna regla, alguna costumbre regional, la ha desplazado.
CONCLUSIÓN
A. Finalmente hermanos, podríamos decir que la señal suprema de que la santificación se está realizando en nuestras vidas y corazones es la expresión de generosidad en nuestras ofrendas.
“La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de cristo se reveló en la cruz. Él dio todo lo que poseía y se dio as mismo para que el hombre pudiera salvarse. La cruz de cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo del Salvador”. EGW, Consejos sobre Mayordomía Cristiana, 16
La cruz nos ha llevado a comprender esta poderosa verdad espiritual en donde se origina la verdadera generosidad al ofrendar.
“Y en cuanto el hombre disfruta las bendiciones de Dios en la dádiva del sol y la dádiva del alimento, debería inclinarse delante del Hacedor en agradecido reconocimiento de que todas las cosas provienen de Él. “Todo lo que se le devuelve a Dios es tan sólo su propiedad, que Él nos ha concedido”. (...) Cada don tiene el sello de la cruz y lleva la imagen y el sobrescrito de Jesucristo”. (Fe y obras, 19)
B. Como dice la cita anterior: el cristiano “debería inclinarse delante del Hacedor en agradecido reconocimiento de que todas las cosas provienen de Él”. Así nuestras ofrendas de gratitud representan cuánto valor le damos a la redención efectuada en la cruz.
C. Hoy estamos a solo un día de concluir nuestra Semana de Gratitud, ha quedado claro que nuestras vidas tienen un inmenso valor que solo se puede medir al pie de la cruz. Pero, también ha quedado claro, que el mensaje de la cruz exige una respuesta.
• ¿La colocaremos una vez en el centro de nuestros corazones?
• ¿Renovaremos nuestro caminar diario con el Cristo crucificado?
• ¿Le expresaremos nuestra gratitud por medio de nuestras ofrendas?
D. Si lo hacemos así, habremos pasado la prueba de la gratitud espiritual, porque: “Cada don tiene el sello de la cruz y lleva la imagen y el sobrescrito de Jesucristo”
Que nuestra ofrenda sea generosa y salga de un corazón agradecido y lleno de alabanza por las misericordias exageradas y el amor extravagante de nuestro Padre Celestial.
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