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Felicidad

“Ella tenía una sonrisa melancólica”. “En la habitación se percibía un silencio ensordecedor”. “Fue una experiencia agridulce”. “Un fuego helado que penetraba los huesos”. ¿Notas algo extraño en estas frases? ¡Sin dudas! Tienen palabras contradictorias. ¿Cómo sería un fuego helado o una sonrisa triste? ¡Imposible! Estamos aquí en presencia de una figura retórica llamada oxímoron, que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Sin saberlo, tal vez, solemos usar el oxímoron en la vida cotidiana (de más está decir que es muy utilizado en poemas y en textos literarios). Cuando intentamos unir o relacionar las palabras “felicidad” y “Apocalipsis” tenemos la certera sensación de que algo no coincide. Bien podríamos agregar este oxímoron a la lista: “felicidad apocalíptica”. ¿Cómo es que puede ser feliz un libro que habla de dragones que atacan, la copa de la ira de Dios, bestias que persiguen y matan, tribulaciones, pers

Victoria en la tierra

La Segunda Guerra Mundial fue uno de los episodios más sangrientos y trágicos de la historia. El gran personaje que aterrorizó Europa fue Adolfo Hitler, cuyo ejército parecía invencible, y cuyo poder hegemónico y tiránico amenazaba con extenderse por todo el continente, y aun tenía aspiraciones mundiales. Pero, uno de los momentos decisivos que marcó el inicio del fin del dominio alemán fue el famoso “Día D”, el desembarco de las tropas aliadas en las playas de Normandía, el 6 de junio de 1944. Era fundamental lograr la victoria sobre Hitler. De allí en más, si bien tuvieron que librarse varias batallas dolorosas, empezó el declive de las fuerzas de ese cruel dictador que terminó en su total derrota y la liberación de los pueblos oprimidos. De manera similar, los seres humanos estamos naturalmente sometidos a un tirano que el Apocalipsis denomina el “gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo” (Apocalipsis 12:9). Tam

Victoria en el cielo

El 6 de febrero de 2023 dos terribles terremotos sacudieron los países de Turquía y Siria. Los daños materiales causados por estos sismos en Turquía superaron los 100.000 millones de dólares, según un cálculo del Banco Mundial, la ONU, la Unión Europea (UE) y el gobierno turco. Quienes acudieron a prestar ayuda en los días subsiguientes, describieron como “apocalípticas” las escenas en la provincia de Hatay, la más afectada de Turquía. Cientos de miles de casas fue- ron destruidas. Pero lo más terrible fue la cantidad de víctimas. A un mes de la tragedia, se estimaba que más de 52.000 personas murieron en total, con más de 122.000 heridos. Muchas víctimas fueron aplastadas o enterradas mientras dormían.  En los días que siguieron a los sismos, al buscar con desesperación en el montículo de escombros de un mismo edificio, algunos se regocijaban al encontrar con vida a sus seres queridos, mientras que otros lloraban desconsoladamente al desenterrar los cuerpos inerte

Jeremías

 Jeremías "Señor, tú me engañaste, y yo me dejé engañar; eras más fuerte, y me venciste. A todas horas soy motivo de risa; todos se burlan de mí. 8 Siempre que hablo es para anunciar violencia y destrucción; continuamente me insultan y me hacen burla porque anuncio tu palabra. 9 Si digo: «No pensaré más en el Señor, no volveré a hablar en su nombre», entonces tu palabra en mi interior se convierte en un fuego que devora, que me cala hasta los huesos. Trato de contenerla,  pero no puedo. 10 Puedo oír que la gente cuchichea: «¡Hay terror por todas partes!» Dicen: «¡Vengan, vamos a acusarlo!» Aun mis amigos esperan que yo dé un paso en falso. Dicen: «Quizá se deje engañar; entonces lo venceremos y nos vengaremos de él.» 11 Pero tú, Señor, estás conmigo como un guerrero invencible; los que me persiguen caerán, y no podrán vencerme" Jeremías 20:7-11. Junto a Jeremías, vemos aquí un escenario de intensa oposición, al punto de lamentar su desafortunado ministerio, en el que el mensa

Vencedor para siempre - Rumbo al hogar

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron” (Apoc. 21:4) INTRODUCCIÓN El relato que narra la caída de la humanidad en el pecado, registrado en Génesis, es un recuerdo constante de aquello que Dios no había planeado, y que se ha convertido, por defecto, en la única realidad que conocemos (Gén. 3:1-24). Las consecuencias que trajo a este mundo la desobediencia de la primera pareja humana son diversas. Separación de la presencia de Dios (Gén. 3:24), conflictos en el hogar (Gén. 3:12-13; 4:1-7) y la muerte (Gén. 3:21; 4:8), son solo algunos de los efectos del pecado que están presentes en el día a día que vivimos. Dios, sin embargo, tenía un plan distinto para la humanidad (Gén. 1:26-29; 2:8-15). Esto, porque nunca fue el plan de Dios que habitára- mos en una tierra maldita por el pecado (Gén. 3:14-15, 17-19), lugar en donde reinan el dolor, la enfermedad (Ge

Venciendo día a día - Rumbo al hogar

“Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea” (Apoc. 19:11). INTRODUCCIÓN El libro de Daniel nos enseña que en el tiempo del fin los hijos e hijas de Dios vivirán un tiempo de angustia “como no lo ha habido jamás desde que las naciones existen” (Dan. 12:1, Nueva Versión Interna- cional). Pero no debemos temer, pues será el propio Jesús, a quien Daniel llama Miguel, el que se levantará para luchar por su pueblo (Dan. 12:1). La buena noticia es que Jesús nos defiende y nos librará de aquel tiempo de angustia. La victoria está asegurada. Jesús venció a Sata- nás en la cruz, y estamos expectantes esperando el regreso de nues- tro libertador (Luc. 10:18; Juan 12:31; 16:11). El libro de Apocalipsis, en particular el capítulo 19, expone en términos generales cómo se llevará a cabo esa liberación (Apoc. 1:7; 14:14-20; 19:11-21). En el día de hoy estudiaremos parte del capítulo 19 del

La última invitación para vencer - Rumbo al hogar

“Y oí otra voz del cielo, que decía: ‘¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!’” (Apocalipsis 18:4). INTRODUCCIÓN La oración de Jesús, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), no fue dirigida únicamente en favor de los que lo condenaron y crucificaron. El impacto del sacrificio de Jesús, revelado en esta súplica, nos abarca a todos hoy, incluyendo a aquellos que son parte de Babilonia. Antes del regreso de Jesús, el pueblo remanente tiene la tarea de advertir a los habitantes de Babilonia que deben abandonarla para no ser cómplices de sus pecados y evitar sufrir las consecuencias de las plagas que le llegarán (Apocalipsis 18:4). Lo anterior es una evidencia palpable del amor de Dios; ya que, como dicen las Escrituras, no es que el señor se esté tardando en cumplir lo que prometió, “sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al