El 6 de febrero de 2023 dos terribles terremotos sacudieron los países de Turquía y Siria. Los daños materiales causados por estos sismos en Turquía superaron los 100.000 millones de dólares, según un cálculo del Banco Mundial, la ONU, la Unión Europea (UE) y el gobierno turco. Quienes acudieron a prestar ayuda en los días subsiguientes, describieron como “apocalípticas” las escenas en la provincia de Hatay, la más afectada de Turquía. Cientos de miles de casas fue- ron destruidas.
Pero lo más terrible fue la cantidad de víctimas. A un mes de la tragedia, se estimaba que más de 52.000 personas murieron en total, con más de 122.000 heridos. Muchas víctimas fueron aplastadas o enterradas mientras dormían.
En los días que siguieron a los sismos, al buscar con desesperación en el montículo de escombros de un mismo edificio, algunos se regocijaban al encontrar con vida a sus seres queridos, mientras que otros lloraban desconsoladamente al desenterrar los cuerpos inertes de sus amados.
La pregunta que surge en estos casos suele ser, ¿por qué algunos se salvan, y otros fallecen? ¿Es una cuestión de azar?
Lo cierto es que nadie tiene la vida comprada. Todos estamos expuestos al peligro y la muerte; pero para quienes creemos en Dios, el asunto es más complejo, y podemos llegar a preguntarnos: ¿Por qué permite el Omnipotente que sucedan estas calamidades?
Consideremos otra situación actual: Clara mira por la ventana de su cocina. Ve a su hijita de 7 añitos jugando con una amiguita de la misma edad. Ambas parecen perfectamente sanas y felices. Pero hay una diferencia: a la hija de Clara le acaban de diagnosticar cáncer terminal. En su desesperación, Clara alza los ojos al cielo y clama: “Señor, ¿por qué mi hija? ¿Por qué sufren los inocentes?” ¿Tiene derecho Clara a hacer esta pregunta? Sí, por supuesto que sí.
Nuevamente, nos preguntamos: ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué algunos sufren y mueren injustamente, y otros salvan sus vidas? ¿Es Dios el culpable de estas tristes realidades? ¿Hay respuesta para todos estos interrogantes?
Gracias a Dios, la Biblia tiene todas las respuestas; y especialmente el libro del Apocalipsis. Pero para obtenerlas debemos viajar al pasado muchos siglos y milenios, a un tiempo remoto en el pasado del universo, antes de la creación del mundo.
DESARROLLO
1-“En el principio...Dios” (Génesis 1:1).
Dios siempre estuvo, siempre existió. Y con él su hijo, Jesucristo (Colosenses 1:16-17), y el Espíritu Santo (Génesis 1:2).
La Biblia nos dice que Dios es un Dios de amor (1 Juan 4:8). En sintonía con este pensamiento, la Biblia también nos dice que todo lo bueno proviene de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en quien no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17; ver también Romanos 8:28).
Dios es el único dador de vida, porque él es la vida (Juan 14:6). Él mismo no tiene principio ni final, es eterno. Dios se deleita en crear, porque es un Dios de amor, y desea tener criaturas a las cuales amar y cuidar. Él da vida, pero no causa la muerte, ni el mal ni el sufrimiento. ¿Entonces quién es el responsable de todo eso?
La Palabra de Dios nos dice que, antes de crear la Tierra y todo lo que hay en ella, incluyendo los seres humanos, Dios creó a los ángeles (Job 38:4-7; Hebreos 1:7). Los ángeles son “espíritus ministradores” (Hebreos 1:14), creados un poco mayores que los hombres (Salmos 8:5); fueron creados para servir a la Deidad (Salmos 103:20). El líder supremo de las huestes angelicales era el arcángel Miguel, mejor conocido como Jesucristo, o el Hijo, segunda persona de la Trinidad. Él no fue creado, sino que participó con el Padre de la creación (ver Juan 1:1-18; Colosenses 1:16-17).
La Biblia menciona distintos tipos de ángeles. Se menciona al arcángel Miguel (Jesús), se mencionan serafines, y querubines. Todos eran perfectos. Cada uno tenía su función, y todos vivían en perfecta armonía, felices de servir a un Dios de amor.
2-...luego, Lucifer (Isaías 14:12).
Pero hubo un ángel, creado por Dios, que fue distinto a los demás. La Palabra de Dios nos dice en Ezequiel 28:14-17 que Dios creó a un querubín protector, que se encontraba en el santo monte de Dios. Era el ángel más importante, y ocupaba el segundo lugar luego de Jesucristo, el Arcángel. Este querubín, o ángel, se llamaba Lucifer (Isaías 14:12), o “hijo de la mañana”.
Tenía características maravillosas. El libro del profeta Ezequiel nos dice que era: perfecto, hermoso, sabio y esplendoroso.
Además, poseía las cualidades de un líder natural. Ahora bien, ¿quién le había otorgado todas estas cualidades a este maravilloso ángel de luz? Dios, por supuesto. Él lo creó; y lo creó perfecto, como todas las creaciones de Dios. Al ver todas sus cualidades, Lucifer podía tomar una de dos actitudes:
1- “Gracias, Señor, porque en tu misericordia me otorgaste estas cualidades, dones, talentos, características positivas. Te alabo a ti, te consagro lo que me has dado, para servirte a ti en primer lugar”.
2- “¡Miren qué hermosas cualidades tengo! Soy sabio, hermoso, perfecto, tengo todas las características positivas que podría desear. No necesito de Dios. Es más, soy tan perfecto, que puedo ocupar el lugar de Dios. Puedo ser mi propio Dios”.
Lamentablemente, Lucifer escogió esta segunda actitud. La Biblia nos dice de él: “Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo’” (Isaías 14:13-14).
Dios también nos da cualidades a cada uno de nosotros, y cuando nos miramos al “espejo”, y vemos todas nuestras capacidades, dones y talentos, también debemos elegir entre esas dos actitudes: dar la gloria a Dios, o enaltecernos y enorgullecernos, como Lucifer.
Poco a poco, casi imperceptiblemente, este ángel de luz fue albergando el orgullo en su corazón. Su propio orgullo lo llevó a envidiar a Dios y a codiciar la posición de Jesucristo, el Hijo. Comenzó a dudar del amor y la justicia de Dios, y cuando estuvo convencido de su propio enaltecimiento, elaboró un plan de acción para “derrocar” a Dios.
3. Comienza el conflicto.
En las fake news el conflicto entre el bien y el mal tiene que ver con la diseminación de información distorsionada y engañosa. Vemos la propagación intencional de información falsa, con el objetivo de manipular la opinión pública o de alcanzar determinados intereses. De la misma forma, en la Biblia, el mal es retratado por el engañador, quien intenta llevar a las personas lejos de la verdad y la rectitud. Además, así como las fake news pueden tener consecuencias perjudiciales para la sociedad, el conflicto entre el bien y el mal en la Biblia también destaca los daños causados por las elecciones incorrectas y la desobediencia a los principios morales. Por lo tanto, aunque pertenezcan a contextos diferentes, tanto las fake news como el conflicto entre el bien y el mal revelan la importancia de la búsqueda de la verdad y el discernimiento para la promoción del bien y la salvación eterna.
Eso fue exactamente lo que hizo Lucifer. Comenzó a sembrar dudas entre los demás ángeles, tratando de convencerlos de que él era tan justo y perfecto como Dios, e incluso más justo que Dios. Que él merecía el puesto que ocupaba el Hijo, y que Dios era un Dios injusto, que sus leyes eran leyes injustas.
Poco a poco, Lucifer logró convencer a miles de ángeles de unirse a su rebelión. Las Escrituras nos dicen que finalmente un tercio de los ángeles se colocó del lado de Lucifer y se rebelaron contra Dios (Apocalipsis 12:4).
La situación se volvió insostenible. Lucifer desafió abiertamente a Dios y, por primera vez, hubo discordia y guerra en el Cielo. Dice la Palabra de Dios en Apocalipsis 12:7: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron”.
Luego, como en toda batalla, hubo un vencedor: Jesucristo, presentado en este pasaje del Apocalipsis como el Arcángel Miguel. Jesús es vencedor. Siempre lo fue y siempre lo será. Su muerte en la Cruz y su resurrección aseguraron la victoria para siempre. Por eso es importante recordar siempre que, pase lo que pase, si estamos del lado correcto, saldremos vencedores con Cristo Jesús (Romanos 8:37).
¿Y qué sucedió con Lucifer, ahora el dragón, y sus ángeles? Sigue diciendo el libro de Apocalipsis: “Pero estos no prevalecieron, ni se halló más lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera ese gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:8, 9).
CONCLUSIÓN
Lucifer fue echado del Cielo. Es un enemigo vencido. Ahora bien, ¿por qué Dios no lo destruyó directamente? ¿Por qué lo echó del Cielo y lo dejó continuar con su rebelión?
Porque si Dios lo hubiera destruido de inmediato, habría contribuido a incrementar las sospechas y dudas sembradas en la mente de los demás ángeles. Dios tuvo que dejar que la rebelión de Satanás siguiera su curso natural. Que se demostraran ampliamente las consecuencias del pecado, de la desobediencia a Dios. Una escritora cristiana lo describió de esta manera:
“La rebelión de Satanás habría de ser una lección para el universo a través de todos los siglos venideros; un testimonio perpetuo acerca de la naturaleza del pecado y sus terribles consecuencias. Los resultados del gobierno de Satanás y sus efectos sobre los ángeles y los hombres iban a demostrar qué fruto se obtiene inevitablemente al desechar la autoridad divina. Iban a atestiguar que la existencia del gobierno de Dios entraña el bienestar de todos los seres que él creó. De esta manera la historia de este terrible experimento de rebelión iba a ser una perpetua salvaguardia para todos los seres santos, para prevenirlos de ser engañados acerca de la naturaleza de la transgresión, para salvarlos de cometer pecado y sufrir su penalidad.
“El que gobierna en los cielos es quien ve el fin desde el principio; aquel en cuya presencia los misterios del pasado y del futuro son igualmente manifiestos; y quien, más allá de la angustia, las tinieblas y la ruina provocadas por el pecado, contempla la realización de sus propios designios de amor y bendición. Aunque haya ‘nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono’ (Salmos 97:2).
Y esto lo entenderán algún día todos los habitantes del universo, tanto los leales como los desleales. ‘Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él; es justo y recto’ (Deuteronomio 32:4)” (PP, 23).
Esta gran verdad presentada en la Palabra de Dios explica cómo surgió y continúa el pecado y el mal en el universo; y no es culpa de Dios. Hasta hoy, Lucifer sigue estando, no en el Cielo, sino aquí en la Tierra. Él es el originador del mal, el pecado y el sufrimiento. Él introdujo el pecado y la muerte en nuestro mundo y nuestras vidas.
Sin embargo, querido amigo, apreciada amiga, hay esperanza. El autor del bien es Dios, el originador del mal es Satanás. Ese conflicto iniciado en el Cielo continúa aquí en la Tierra, y especialmente en nuestros corazones. Dios procura salvar al ser humano, y restaurar no solo a la humanidad sino al universo entero a la perfección original que existía antes de la rebelión de Lucifer.
Por supuesto, el enemigo se opone a este propósito salvador de Dios, y hará todo lo posible por alejarnos de Cristo y de la oportunidad de salvación. Pero hay una cosa que Satanás no puede forzar: nuestra voluntad. Cada uno de nosotros debe tomar una decisión.
La pregunta es de qué lado deseas estar: ¿Del bien o del mal? A quién le vas a brindar tu lealtad: ¿A Dios, o a Lucifer?
Dios te está llamando desde la Cruz del Calvario. Te ama y lo dio todo por ti. ¡Elige a Dios, elige el bien, elige la vida!
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