Jeremías
"Señor, tú me engañaste, y yo me dejé engañar; eras más fuerte, y me venciste. A todas horas soy motivo de risa; todos se burlan de mí. 8 Siempre que hablo es para anunciar violencia y destrucción; continuamente me insultan y me hacen burla porque anuncio tu palabra. 9 Si digo: «No pensaré más en el Señor, no volveré a hablar en su nombre», entonces tu palabra en mi interior se convierte en un fuego que devora, que me cala hasta los huesos. Trato de contenerla, pero no puedo. 10 Puedo oír que la gente cuchichea: «¡Hay terror por todas partes!» Dicen: «¡Vengan, vamos a acusarlo!» Aun mis amigos esperan
que yo dé un paso en falso. Dicen: «Quizá se deje engañar; entonces lo venceremos y nos vengaremos de él.» 11 Pero tú, Señor, estás conmigo como un guerrero invencible; los que me persiguen caerán, y no podrán vencerme" Jeremías 20:7-11.
Junto a Jeremías, vemos aquí un escenario de intensa oposición, al punto de lamentar su desafortunado ministerio, en el que el mensaje profética encuentra no solo resistencia, sino violencia.
El hecho de que el sacerdote golpee al profeta demuestra el grado de corrupción moral y el desprecio hacia el mensaje divino.
Sin embargo, vemos el poder del espíritu que motivo a quien ama verdaderamente a Dios. El profeta a pesar de la persecución declara que n puede dejar de hablar de Dios. Ese amor se convierte en una pasión (Lt padecer, sufrir) que trasciende la adversidad.
Nuestro pedido a Dios, debe ser para que él encienda ese celo misionero que es capaz de superar todas las tribulaciones.
«Yo, el Señor, el Dios de Israel, digo: Como a higos buenos miraré al pueblo de Judá, que mandé desterrado de aquí al país de los caldeos. Los miraré favorablemente, 6 los tendré bajo mi protección y los haré regresar a este país. Aquí los haré prosperar, y no los volveré a destruir; los plantaré, y no los volveré a arrancar. 7 Les daré entendimiento para que reconozcan que yo soy el Señor, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón". Jeremías 24:5-7.
El éxito no solo fue un castigo sino una oportunidad de aprendizaje y transformación.
podemos ver aquí que conocer a Dios es algo que va más allá del intelecto, es una conexión profunda que involucra el alma y el corazón.
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