Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:3). ¿Quién se puede imaginar cómo habrán sido las obras de la Creación: la luz en medio de la oscuridad, los océanos rebosantes de vida, las aves que de repente levantan vuelo? ¿Y la creación sobrenatural de Adán y de Eva? Ni siquiera podemos empezar a comprender cómo lo hizo Dios. Sin embargo, después de todo este proceso de creación activa, Dios centró su atención en algo más. A primera vista, no parecía tan espectacular como las ballenas saltarinas ni las deslumbrantes exhibiciones de plumas de las aves. La creación fue buena en gran manera. Dios simplemente creó un día, el séptimo día, y luego lo hizo especial. Aun antes de que la humanidad se auto impusiera una vida estresante, Dios estableció un mojón como una ayuda memoria vívida. Dios deseaba que este día fuera una ocasión para que nos detuviéramos deliberadamente a disfrutar de la vida; un día para ser,
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.