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Libres para descansar - El Descanso

“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1).

Muchos de los que se encontraron con Jesús en su ministerio terrenal eran enfermos, a veces incluso enfermos terminales. Acudían en masa a Jesús en busca de salud y descanso de sus sufrimientos. Y siempre los obtuvieron. A veces, Jesús solo decía una palabra, y se recuperaban por completo. A veces tocaba a los enfermos, y se sanaban milagrosamente. A veces los despedía, y la curación se producía yendo de camino. Jesús sanó a hombres, mujeres, niños, judíos, no judíos, ricos y pobres, y a gente sencilla. Los peores casos de lepra y ceguera no quedaban fuera de su alcance. Por cierto, incluso sanó a los que padecían la peor “enfermedad” de todas: la muerte. 

A veces no apreciamos lo que recibimos. Es probablemente así con nuestra salud. A menudo consideramos de poco valor nuestro inteligentemente diseñado, hasta que nos enfermamos.
Aunque hoy más que nunca disfrutamos de una mejor atención médica, cuando muchos predecían el fin de las enfermedades para fines de siglo, y existen más curas para las enfermedades, estamos lejos de ser saludables.
Por eso, hoy analizaremos dos ejemplos de curación muy diferentes. En uno, la persona estaba tan enferma que ni siquiera podía acercarse a Jesús por sus propios medios. Sus síntomas eran bien visibles para todos. En el otro caso, no había síntomas visibles ni obvios. En ambos casos, la sanidad llegó a la manera de Dios y a su tiempo. Al explorar el tema del descanso del dolor y el sufrimiento, también consideraremos la pregunta que todos, en algún momento u otro de nuestra experiencia cristiana, nos hemos planteado: 
¿Qué sucede cuando oramos por sanidad y no recibimos respuesta? ¿Cómo hallar descanso entonces?

I. DESCANSO CURATIVO 

La depresión es una reacción a un mundo estresante, es ese algo sin nombre que agota nuestra alegría, nos quita el descanso y nos aísla, al tiempo que agota nuestra esperanza. Si hay un momento en el que necesitamos descansar, es cuando estamos enfermos. Necesitamos descanso físico para que nuestro cuerpo pueda reactivar el sistema inmunológico. Y a menudo también necesitamos descanso mental. Sin embargo, con frecuencia, recurrimos a mecanismos de afrontamiento que resultan ser autodestructivos. Quizás, empecemos a tomar pastillas para dormir, con el objetivo de descansar un poco y luego descubrir que no podemos dormir sin ellas, o quizás, empezamos a comer en exceso o a enterrarnos en el trabajo para intentar escapar. Cuando nos damos cuenta de que en lugar de mejorar, nos hemos metido en un hoyo más profundo, la culpa se apodera de nosotros. La depresión tiene una forma de arrastrarnos a un oscuro torbellino de rechazo a uno mismo. Estamos emocionalmente cansados y llevamos una vida cargada de culpa.
Los problemas a veces simplemente son situaciones en las que no hay peligro de vida, como un resfriado o una migraña. Nos quedamos ahí y tratamos de no pensar en todo lo que deberíamos estar haciendo, pero no podemos. A veces, cuando se trata de algo potencialmente mortal, nos desvelamos y nos preocupamos por los resultados de las pruebas médicas. Y luego muchas veces comenzamos a preguntarnos por qué. Ese estilo de vida poco saludable, ¿finalmente nos ha pasado factura? ¿Serán las drogas que tomamos hace veinte años? ¿Será el exceso de peso que hemos estado acarreando durante los últimos años? Dios ¿nos estará castigando por ese pecado secreto que nadie más conoce?

"Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico." Marcos 2:1 al 4.

¿Qué ocurre aquí? Para el paralítico de esta historia, este era un caso obvio. 
En El Deseado de todas las gentes (232-237), captamos el trasfondo. El paralítico había hecho algunas cosas de las que no estaba muy orgulloso. Su vida pecaminosa le causó esta enfermedad, y los expertos espirituales trazaron una línea directa de causa a efecto. Había acarreado esta enfermedad sobre sí por sus pecados, y no había cura. 
Esta actitud puede ser muy común. Al parecer, muchas veces nos obsesionamos con quién lo hizo. Si se ha cometido algún delito, alguien debe pagarlo. Si hay un accidente en alguna parte, hay que demandar a alguien. Pero, echar la culpa a alguien no produce sanidad ni plenitud en el enfermo. El diseño original de Dios no incluía el dolor, la enfermedad ni el sufrimiento. La enfermedad llegó a este planeta solo con la entrada del pecado. Por eso, Dios nos da pautas de salud, porque la salud es mucho más que la ausencia de enfermedad, es un estilo de vida. Por ello, para que podamos disfrutar de una mejor calidad de vida ahora. Pero, mientras estemos en este mundo enfermo de pecado, no habrá garantías de salud, aun cuando sigamos los principios de salud. Lo bueno es que Dios puede darnos descanso, ya sea que estemos enfermos o sanos; ya sea que nuestra enfermedad sea resultado de nuestras propias acciones o del descuido de otra persona, de nuestros genes, o simplemente una consecuencia de vivir en este mundo pecaminoso. 

Entrar en el reposo de Dios tiene que ver con sanar, con desaprender lentamente los patrones de pensamiento negativos y hábitos destructivos. Dios entiende que la vida en este mundo pecaminoso puede y causará dolor emocional y, a veces, hasta depresión, pero en lugar de dejar que esto nos aleje de él, nos invita a correr a sus brazos.

"¿Quién peco, éste o sus padres?" Marcos 4:2
Cuando alguien se enferma, no es bueno comenzar a culpar.  Ni el hombre ni sus padres eran responsables de la ceguera. Averiguar quien tiene la culpa no cura ni sana. La cosmovisión bíblica, que involucra el pecado y la enfermedad, tiene más matices y refleja una realidad más complicada que la causa directa y el efecto que la gente creía. Antes del pecado no había enfermedad. Con el pecado vino la entrada de todo lo que lastima, destruye y finalmente mata. El diseño original de Dios no incluía dolor, enfermedad ni sufrimiento. Pero mientras estemos en este mundo enfermo de pecado, no habrá garantías de salud. Aunque la enfermedad se usó en ocasiones como castigo, la mayoría de las enfermedades no son causadas directamente por Dios ni Satanás. Lo bueno es que, cuando enfermamos como resultado de nuestro accionar, o de la negligencia de otra persona, o simplemente como resultado de vivir en un mundo pecaminoso, Dios todavía quiere darnos descanso y atraernos hacia él.

Al mismo tiempo, ¿por qué entender la causa de una enfermedad puede ser, en algunos casos, un paso crucial hacia la curación y la recuperación?
¿Qué gran esperanza puedes extraer de la historia del paralítico, especialmente si un estilo de vida pecaminoso te ha acarreado enfermedades y dolencias?

II. TRATAMIENTO DESDE LA RAÍZ 

"¿Quién peco, éste o sus padres?" Marcos 2:2.

Habían bajado al paralítico ante la presencia de Jesús y todos los ojos estaban puestos en Jesús. ¿Decidiría sanar a un pecador ostensible? ¿Diría algo para reprender la enfermedad? ¿Qué hace Jesús para curar al paralítico? ¿Qué es lo primero que Jesús hace por él? 

"Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa." Marcos 2:5 -12. 

Como a menudo no nos damos cuenta de una enfermedad hasta que notamos los síntomas, muchas veces asumimos que la enfermedad simplemente son los síntomas. Creemos que deshacerse de los síntomas implica curarse. Jesús aborda la enfermedad de manera diferente. Él conoce la raíz de todo sufrimiento y enfermedad, y quiere tratar esto en primer lugar. En el caso del paralítico, en lugar de tratar inmediatamente los efectos obvios de la enfermedad, Jesús va directo a la raíz de lo que más le molesta al hombre. El paralítico siente el peso de la culpa y la separación de Dios con más intensidad que su enfermedad. Y así, Jesús va directo a la raíz y primeramente le ofrece el perdón. Los dirigentes religiosos se sorprenden cuando escuchan a Jesús pronunciar el perdón. En respuesta a sus acusaciones tácitas, Jesús plantea una pregunta. ¿Qué desafío presenta Jesús a los escribas? ¿Cuál es el tema que aborda realmente? 

Generalmente hablar es fácil, pero no cuando Dios habla. Por la poderosa palabra de Dios, todas las cosas llegaron a existir (Génesis 1). Aunque el perdón no es algo que se pueda ver, es costoso. El perdón le costó la vida al Hijo de Dios en la Cruz; todo lo demás es secundario. Para demostrar el poder y la realidad del perdón, Jesús decide curar al paralítico. Dios anhela curarnos por dentro en primer lugar. Y luego, a veces, decide brindarnos sanidad física inmediata, como con el paralítico; o a veces tendremos que esperar a la mañana de la resurrección para experimentar la sanidad física. De cualquier manera, nuestro Salvador quiere que podamos descansar en la seguridad de su amor, su gracia y su perdón ahora mismo, incluso en medio de nuestro sufrimiento. 

¿Cómo podemos hallar descanso y paz, aunque no recibamos respuesta al orar por sanidad, al menos por ahora?
En Números 6:24-26, Dios desea darnos el Shalom que es el bienestar, la rectitud, la obediencia, la fuerza, la fertilidad, la longevidad y la paz. Sentirse seguro, favorecido, tener placer, benevolencia y sentir la misericordia divina es ser bendecido. En resumen una prosperidad en la salud es un verdadero regalo de Dios. No son palabras mágicas, es algo que solo Dios puede hacer realidad. Somos su propiedad. Podemos descansar en nuestro Creador y Salvador porque somos suyos y, cuando le pertenecemos, experimentamos el Shalom. Esto no sugiere necesariamente la ausencia de enfermedad. Mas bien, nos señala nuestra mayor necesidad. Necesitamos pertenecer y encontrar seguridad en los brazos de nuestro cariñoso Padre Celestial. Ser bendecido significa estar seguro. Hacer que el rostro de alguien brille sobre otra persona expresa favor, placer y benevolencia. Significa que el Señor tendrá misericordia de aquel sobre quien se pronunció la bendición. Podemos descansar en nuestro Creador y Salvador porque sabemos que somos suyos y, cuando le pertenecemos experimentamos el shalom.

III. HUIR 

¿Solo Tenemos que orar y pedirle a Dios que nos cure?
La salud es más que la ausencia de la enfermedad. La salud de una persona se evidencia en su vida, su carácter y sus acciones. La oración es una parte importante para hallar la sensación de bienestar que Dios les prometió a sus hijos. A veces, Dios también usa milagros para curar a los enfermos. Pero el Creador también estableció
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad más común en todo el mundo, que afecta a más de trescientos millones de personas cada año, no siempre presenta síntomas visibles. La depresión es la principal causa de discapacidad en todo el mundo y es uno de los principales contribuyentes a la carga mundial de morbilidad. A menudo es muy difícil ayudar a alguien que sufre de trastornos mentales o de depresión. 
¿Cuál sería una buena estrategia para que nuestra iglesia aprenda a atender de manera más eficaz las necesidades de los afectados por la depresión?

Lamentablemente, no se habla de depresión con frecuencia en el cristianismo, por considerarla una señal de falta de fe. Después de todo, ¿no se supone que los cristianos siempre deben estar llenos de gozo y felicidad, y cosas por el estilo? Entonces, la depresión, ¿no es una señal de que algo anda mal en nuestra relación con Dios? 

La mayoría sabe que esto no es cierto. Incluso los cristianos, los cristianos fieles, a veces pueden luchar contra la depresión, especialmente después de un hecho traumático, y esto no es una señal de falta de fe ni de confianza en Dios. Una vez más, uno puede leer los Salmos y ver el dolor, el sufrimiento y la angustia que sufrió el pueblo fiel de Dios. Dios quiere que seamos sus manos sanadoras, tanto mediante la prevención como de la atención médica de calidad. La curación y la salud son parte del plan de Dios para quienes quieren seguirlo de todo corazón.
A veces, la depresión se apodera de nosotros en forma lenta y silenciosa, y la reconocemos solo cuando se afianza y ejerce control. A veces ataca rápidamente, después de un acontecimiento físico o emocional especialmente agotador. Por ejemplo, el fiel profeta de Dios, Elías, estaba completamente agotado, emocional y físicamente, después del evento del Monte Carmelo. En 1 Reyes 18, Elías acaba de ver el milagro del fuego de Dios que descendió del cielo. En respuesta a su oración, vio caer lluvia y poner fin a una sequía de tres años. ¿Por qué Elías sale huyendo en reacción a la amenaza de Jezabel? 

"Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres." 1 Reyes 19:1-4.

¿Cómo podemos fomentar una atmósfera de franqueza y honestidad en nuestra congregación, para darnos cuenta de nuestro real agotamiento? 
Orar a veces es difícil cuando nos enfrentamos a la depresión. ¿Cuál es el poder de la oración intercesora en favor de quienes no pueden orar por sí mismos?

Elías ha tenido 24 horas muy agotadoras. Esta experiencia, junto con un brusco despertar y una amenaza de muerte, sirve como desencadenante de depresión para Elías. Así que, Elías comienza a correr en un intento por escapar. 
A veces nosotros corremos al refrigerador y tratamos de recuperar la felicidad comiendo. 
A veces intentamos sosegar nuestro agotamiento emocional. 
A veces buscamos una nueva relación, trabajo o lugar en nuestro afán por escapar. 
Y a veces nos sumergimos en más trabajo, más fechas de entrega y reuniones, mientras nos concentramos en huir de algo sin nombre que agota nuestra alegría y nuestro descanso. Y, por supuesto, muchos utilizan “medicamentos” de algún que otro tipo en un intento de aliviar el dolor. Sin embargo, al final, estas cosas solo disfrazan los síntomas; no resuelven el problema y, a menudo, solo lo empeoran.
Dios sabe y entiende que “largo camino [nos] resta” (1 Reyes 19:7), pero a veces tiene que esperar hasta que dejemos de correr. Recién entonces puede intervenir. 
A veces, aquellos que se están ahogando se confunden tanto que luchan contra un socorrista. El socorrista entonces tiene que retroceder y esperar para realizar el rescate hasta que la víctima realmente quede inconsciente. 

IV. DEMASIADO CANSADO PARA CORRER 

Elías está demasiado cansado para seguir corriendo. Y entonces vuelve a orar. Esta oración es muy diferente de la oración llena de fe que Dios respondió en el Monte Carmelo (1 Reyes 18:36, 37). 

Esta es una oración de desesperación, simple y corta. En 1 Reyes 19:4, Elías declara que no es mejor que sus padres. ¿De qué estaba hablando? Cuando Elías finalmente se tranquiliza, la culpa se apodera de él. Se da cuenta de que su rápida huida se ha robado lo que podría haber sido una gran oportunidad para la reforma de Israel. Comprende que ha decepcionado a quienes lo necesitaban. Y no puede hacer nada al respecto. Por ende, en un doloroso momento de autorreflexión, conociendo muy bien la historia de su pueblo, se ve a sí mismo como lo que realmente es. Eso puede ser una revelación dolorosa para cualquiera, ¿verdad?

"Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" Filipenses 3:9.
Es decir, vernos como somos realmente. Cuán agradecidos debemos estar por la promesa de que, por más pecaminosa que haya sido nuestra vida, en Cristo, Dios nos verá como ve a Jesús. ¿Qué mayor esperanza podemos tener que, mediante la fe, podamos reclamar la justicia de Cristo?

No obstante, la depresión tiene una manera de arrastrarnos a un oscuro torbellino de autoaversión. Y a veces empezamos a pensar que la muerte es la única salida. Este parece ser el caso de Elías. Es demasiado para él. Dice: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (1 Reyes 19:4). 
¿Cómo trató Dios al desalentado profeta? En lugar de recriminar su conducta cobarde, lo dejó dormir; luego lo alimentó y después que hubo descansado suficiente, amorosamente le recordó que no estaba solo en su lucha contra el mal, pues había en Israel siete mil fieles que no se habían inclinado ante Baal. Lo bueno es que el gran Médico no condena a Elías. Dios comprende mejor que nosotros a qué nos enfrentamos mientras luchamos contra la depresión. ¿Cuando amó Dios más a Elías? ¿Cuando en el Carmelo prevaleció sobre los falsos profetas o cuando, bajo el Enebro, deseó la muerte? Lo amó tanto en la cumbre del triunfo como en le valle del desánimo. Con ese mismo amor te ama tu Padre Celestial: En tus triunfos y en tus fracasos, en tus alegrías y en tus tristezas, tanto en tus bueno como en tus malos momentos.

“Quizá no tengamos en el momento ninguna evidencia notable de que el rostro de nuestro Redentor se inclina hacia nosotros con compasión y amor; pero esto es así a pesar de todo. Quizá no sintamos su toque visible, pero su mano está sobre nosotros con amor y ternura compasiva” (CC, 83). 

"Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu." Salmo 34:18.

"Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos." Mateo 5:1-3 

"Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre." Salmos 73:26 

"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." Isaías 53:4, 5.

V. DESCANSO Y MÁS 

Dios sabe que Elías se cansó de tanto correr. Dios sabe que, más que estar físicamente cansado, Elías está emocionalmente agotado y carga con un tremendo peso de culpa. Como Jesús hizo con el paralítico muchos años después, Dios hace borrón y cuenta nueva, y le da descanso a Elías. Finalmente, este puede dormir bien y reanimarse. Cabría esperar que este fuera el final de la historia; pero, no. El descanso de Dios no ocurre una sola vez. Entrar en el reposo de Dios tiene que ver con sanar; con desaprender lentamente los patrones de pensamiento negativos y los hábitos destructivos. Dios no cura precipitadamente. 

"Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.": 1 Reyes 19:5-8

¿A dónde va Elías ahora y por qué? 
Después de descansar, Elías vuelve a correr. Pero esta vez Dios reorienta su marcha. Dios comprende que la vida en este mundo pecaminoso puede causar depresión. Él comprende nuestro impulso de “correr”, pero quiere redirigir nuestra marcha. En vez de todos los mecanismos autodestructivos de afrontamiento que probamos en ocasiones, quiere que corramos hacia él. Y, una vez que empezamos a correr hacia él, quiere enseñarnos a escuchar el “silbo apacible y delicado” (1 Reyes 19:12) que nos dará descanso. 

Elías no tenía fuerzas para levantarse y hacer el viaje para encontrarse con Dios. Dios provee la energía para la reunión, y el Señor promete un mañana mejor. Mientras Elías estaba acostado debajo de su enebro y deseaba morir, creía que sus mejores días habían quedado atrás. 

"Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar." 1 Reyes 19:15 y 16;

"Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino." 2 Reyes 2:11.

¿Qué le esperaba a Elías todavía? 
Dios sabía que le esperaban días mejores a Elías. El profeta sanaría cuando aprendiera a regular su vida con los ritmos de Dios y a aceptar su descanso. Todavía quedaban reyes por ungir y un sucesor por elegir. Dios ya sabía acerca de Eliseo, que llegaría a ser tan unido como un hijo para Elías. Dios sabía que con fe Elías volvería a hacer descender fuego del cielo (2 Reyes 1:10). Para el profeta, no habría ninguna muerte desesperada bajo un enebro, sino más bien un paseo en carro de fuego hacia el descanso celestial. 

¿Qué podemos aprender de la historia de Elías? 
¿Por qué es tan importante que recordemos que la fe no es un sentimiento? El hecho de que estemos deprimidos, desanimados, con miedo y preocupados no significa que nos falte fe o confianza en Dios. Solo significa que, por el momento, estamos deprimidos, desanimados, con miedo y preocupados, como todos, en algún momento u otro. ¿Cómo podemos asimilar que, en momentos como ese, es fundamental aferrarnos a la fe, sin importar cuán difícil pueda parecer? 

¿Por qué, sin importar lo mal que nos sintamos, con el poder de Dios debemos tratar de no rendirnos?

CONCLUSIÓN

“Con los continuos cambios de las circunstancias, se realizan cambios también en nuestra experiencia, y por ellos somos o exaltados o deprimidos. Pero el cambio de circunstancias no tiene el poder de cambiar la relación de Dios hacia nosotros. Él es el mismo ayer, y hoy y por los siglos, y nos pide que tengamos una confianza inquebrantable en su amor” (ELC, 122). 

“Sigan contemplando a Jesús, continúen orando con fe silenciosa, prosigan apoderándose de su fuerza, ya sea que experimenten algún sentimiento o no. Sigan avanzando sin vacilación, como si cada oración ofrecida hubiese sido colocada en el Trono de Dios y contestada por aquel cuyas promesas nunca fallan. Prosigan adelante, cantando y entonando melodías a Dios en vuestros corazones, aunque os encontréis deprimidos por una sensación de peso y de tristeza. Les digo, como alguien que sabe, que la luz vendrá, que tendremos gozo y que la niebla y las nubes serán rechazadas. Y así pasaremos del poder opresivo de las sombras y las tinieblas al sol brillante de su presencia” (2MS, 298) 

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