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Elijan hoy - Lecciones de Josué acerca de la fe

"Y si les parece mal servir al Señor, entonces elijan hoy a quien servir […] que yo y mi casa serviremos al Señor". (Josué 24:15).

El último capítulo de Josué se sitúa en el contexto de una ceremonia de renovación del pacto, pero esta vez dirigida por el anciano líder de Israel. Aunque no es un pacto propiamente dicho, sino más bien el informe de una ceremonia de renovación de un pacto, el capítulo contiene los elementos característicos de los antiguos tratados del Cercano Oriente entre un soberano y un vasallo: 
(1) Un preámbulo en el que se identifica al soberano, el iniciador del tratado; 
(2) el prólogo histórico, que describe la relación entre el señor y el vasallo; 
(3) las estipulaciones del pacto en las que se pide al vasallo que manifieste total lealtad al soberano como respuesta de gratitud y motivada por ella; 
(4) privilegios o bendiciones en respuesta a la fidelidad, y perjuicios o maldiciones en caso de deslealtad; 
(5) testigos del compromiso del vasallo; 
(6) depósito del documento para su futura lectura; y 
(7) ratificación del pacto.

Josué estaba cerca del final de su vida y no había un sustituto para él en el horizonte. La renovación del pacto era un recordatorio para Israel de que su rey era Dios mismo y que, si permanecían leales a él, gozarían de su protección. La nación no necesitaba un rey humano, sino que debía tener siempre presente que su único rey era el Señor.

I. ESTUVISTE ALLÍ

"Josué reunió en Siquem a todas las tribus de Israel. Llamó a los ancianos de Israel, a sus príncipes, jueces y oficiales; y se presentaron ante Dios". (Josué 24:1).

Siquem era el lugar donde Abraham había construido un altar cuando llegó a la Tierra Prometida y donde Dios le prometió por primera vez que ella le pertenecería (Génesis 12:7). Ahora, una vez cumplida la promesa hecha a Abrahán, Israel renovó el pacto con Dios en el mismo lugar donde se había hecho al principio. El llamamiento de Josué recuerda las palabras de Jacob: 
"Quiten ahora los otros dioses que están entre ustedes". (Josue 24:23; comparar con Génesis 35:2-4). 
El sitio donde ocurrió el evento era en sí mismo un llamado a demostrar una lealtad indivisa al Señor y a rechazar a todos los demás «dioses».

"Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. 3 Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di a Isaac. 4 A Isaac le di a Jacob y a Esaú. Y a Esaú le di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. 5 Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué. 6 Saqué a vuestros padres de Egipto; y cuando llegaron al mar, los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. 7 Y cuando ellos clamaron a Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió; y vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. 8 Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros. 9 Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y peleó contra Israel; y envió a llamar a Balaam hijo de Beor, para que os maldijese. 10 Mas yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. 11 Pasasteis el Jordán, y vinisteis a Jericó, y los moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. 12 Y envié delante de vosotros tábanos, los cuales los arrojaron de delante de vosotros, esto es, a los dos reyes de los amorreos; no con tu espada, ni con tu arco. 13 Y os di la tierra por la cual nada trabajasteis, y las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las viñas y olivares que no plantasteis, coméis". Josué 24:2-13.
 
¿Cuál es la idea central del mensaje de Dios a Israel?

Dios es el sujeto principal del pasado rememorado: «Yo tomé», «Yo di», «Yo envié», «Yo herí», «Yo hice», «Yo te saqué», «Yo te libré», etc. Israel no es el protagonista de la narración, sino su objeto. Dios es quien creó a Israel. Si él no hubiera intervenido en la vida de Abraham, ellos habrían servido a los mismos ídolos. La existencia de Israel como nación no era mérito de ninguno de sus antepasados, sino obra exclusiva de la gracia de Dios. El hecho de que los israelitas estuvieran establecidos en la tierra no era motivo de jactancia, sino la razón misma por la que debían servir a Dios.

El discurso del Señor alterna cinco veces los pronombres «ustedes» y «ellos» (los «padres», o antepasados). Los padres y esta generación de Siquem son tratados como uno solo. Josué intenta demostrar lo que Moisés ya había afirmado en Deuteronomio 5:3: que el Señor no instituyó el pacto solo con los padres, sino con todos los presentes en el momento del discurso de Josué. La inmensa mayoría de los allí presentes no había vivido el Éxodo. No «todos» habían estado en Horeb. Sin embargo, Josué dice que todos ellos estuvieron allí. En resumen, cada nueva generación debía apropiarse de las lecciones del pasado. El Dios que obró en favor de sus ancestros en el pasado estaba dispuesto a actuar en favor de la generación presente.

¿De qué manera podemos tener como iglesia una percepción más clara de nuestra responsabilidad colectiva; es decir, captar la idea de que lo que hacemos repercute en todos los miembros de la iglesia?

II. CON INTEGRIDAD Y EN VERDAD

¿Qué llamado hizo Josué a los israelitas? 

"Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová". (Josué 24:14, 15).

¿Qué significa servir al Señor «con integridad y en verdad»?

El llamamiento hecho por Josué expresaba claramente el hecho de que Israel debía decidir si conservaría su singularidad y habitaría en la tierra en virtud de su lealtad a su Creador, o si volvería a ser uno de tantos pueblos idólatras, sin una identidad, un propósito o una misión claros. La decisión era suya.

El llamamiento de Josué era doble: Israel debía reverenciar al Señor y servirlo «con integridad y en verdad». Reverenciar al Señor significa manifestar un respeto profundo que surge del reconocimiento de la insondable grandeza, santidad e infinitud de Dios, por un lado, y de nuestra pequeñez, pecaminosidad y finitud, por otro. Reverenciar a Dios significa ser constantemente consciente de la magnitud de sus exigencias y reconocer que él no es solo nuestro Padre celestial, sino también nuestro Rey divino. Una percepción tal nos conducirá a una vida de obediencia a Dios (Levítico 19:14; 25:17; Deuteronomio 17:19; 2 Reyes 17:34). Mientras que la reverencia o respeto describe la actitud interior que debía caracterizar a un israelita, el resultado práctico de la reverencia para con Dios era el servicio dedicado a él.

El servicio que se exigía a Israel es caracterizado por dos términos hebreos traducidos como «con integridad» y «en verdad». El primero de ellos (tamim) se utiliza sobre todo como adjetivo para describir la perfección de un animal destinado al sacrificio. El segundo describe el servicio que se esperaba de Israel como «verdadero» o «fiel» (heb. ‘emet). El término generalmente connota constancia y estabilidad. Suele referirse a Dios, quien se caracteriza por su fidelidad, con Israel en el pasado.

Una persona fiel es alguien de quien se puede depender y en quien se puede confiar. Básicamente, Josué estaba pidiendo a Israel que demostrara la misma lealtad a Dios que Dios había mostrado hacia su pueblo a lo largo de su historia. No se trataba de un mero cumplimiento externo de las exigencias divinas, sino de algo que debía brotar de un interior indiviso y coherente. Sus vidas debían reflejar gratitud a Dios por lo que había hecho por ellos. Básicamente, así es como debemos relacionarnos también hoy con Jesús.

¿Qué significa para ti servir al Señor «con integridad» y «en verdad»? 
¿Qué te está impidiendo entregarte por completo a Dios?

III. LIBRES PARA SERVIR

Como líder genuino y fiel, Josué respetaba el libre albedrío de su pueblo y deseaba que Israel decidiera libremente servir al Señor. En otros pasajes, la palabra bajar, traducida como «elegir», describe la elección de Israel por parte de Dios (Deuteronomio 7:6, 7; 10:15; 14:2). Israel era libre de decir «no» al Señor tras haber sido elegido divinamente, pero eso no tendría sentido y sería absurdo. Israel podía decir «sí» a Dios y seguir viviendo o darle la espalda y dejar de existir como pueblo elegido.

¿Cuál fue la respuesta de Israel al llamamiento de Josué? 

"Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios". (Josué 24:16-18). 

"Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. 20 Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. 21 El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos". (Josué 24:19-21)

¿Por qué reaccionó Josué de esa manera? 

En su respuesta categóricamente positiva, los israelitas reconocieron que el Dios de los patriarcas y de sus padres era ahora también «nuestro Dios» (Josué 24:17, 18), a quien estaban dispuestos a servir con lealtad indivisa. Después de una afirmación tan incuestionable acerca de su lealtad, esperaríamos palabras de afirmación y aliento por parte de Josué. Sin embargo, no fue así. El diálogo entre Josué y el pueblo dio un giro drástico en el que Josué parecía desempeñar el papel de abogado del diablo, ya que pasó de hablar de la bondadosa providencia del Señor en el pasado a amenazar a los israelitas con la imagen de un Dios al que no era fácil servir.

Josué conocía la inestabilidad de la primera generación, que prometió obedecer a Dios en términos similares (Éxodo 19:8; 24:3; Deuteronomio 5:27), pero que olvidó sus promesas mientras las palabras estaban aún en sus labios (Éxodo 32). Por lo tanto, utilizó la retórica para hacer conscientes a los israelitas de varias cosas. 

1. La decisión de servir a Dios era algo solemne que debía moldear a toda la nación de acuerdo con la revelación divina. Las bendiciones resultantes de perseguir ese objetivo eran evidentes, pero también debían comprenderse plenamente las consecuencias de la desobediencia. El perdón de los pecados no es un derecho inalienable de la humanidad, sino un milagro de la gracia de Dios.

2.  La decisión de los israelitas de servir a Dios debía ser su propia decisión, no algo impuesto por un líder, ni siquiera por Josué.

3. Israel debía darse cuenta de que los seres humanos no pueden servir a Dios mediante sus propias fuerzas. El servicio a Dios no era algo que lograrían por medio de una adhesión mecánica a las estipulaciones del pacto, sino mediante una relación personal con el Señor como su salvador (comparar con Éxodo 20:1, 2 y Deuteronomio 5:6, 7).

¿Cómo se relaciona nuestro amor a Dios con la libertad de elección que él nos concede? Es decir, ¿podríamos amar de verdad si no tuviéramos verdadera libertad? ¿Puede el verdadero amor ser forzado? Si no es así, ¿por qué no?

Analiza el significado de la expresión «Él [el Señor] es Dios santo, Dios celoso» (Jos. 24: 19). ¿En qué sentido es él un Dios celoso?

IV. LOS PELIGROS DE LA IDOLATRÍA

"Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. 23 Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. 24 Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos". Josué 24:22-24. 

¿Por qué fue necesario que Josué repitiera su llamamiento a los israelitas para que se deshicieran de sus ídolos?

El peligro de la idolatría no era teórico. Moisés había pedido antes la misma decisión en las llanuras de Moab y en un contexto similar (Deuteronomio 30:19, 20). Los dioses que estaban ahora en el punto de mira no eran los de Egipto ni los de más allá del río, sino que se encontraban «entre ellos». Por eso, Josué rogó a su pueblo que inclinara su corazón hacia el Señor. El término hebreo traducido aquí como «inclinar» es natah, que describe en otros textos a un Dios que se inclina y escucha las oraciones (2 Reyes 19:16; Salmos 31:2, 3; Daniel 9:18), y es también la actitud que los profetas exigieron posteriormente a Israel (Isaías 55:3; Jeremías 7:24). A ese verbo también se lo emplea para indicar la apostasía de Salomón, cuando su corazón se inclinó hacia «otros dioses» (1 Reyes 11:2, 4, 9). El pecaminoso corazón humano no tiene la tendencia natural a inclinarse ante Dios y escuchar su voz. Se necesitan decisiones conscientes de nuestra parte para inclinarlo hacia el cumplimiento de la voluntad divina.

La respuesta de los israelitas fue, literalmente: «Escucharemos su voz». Esta expresión enfatiza el aspecto relacional de la obediencia. No se pedía a Israel que siguiera rutinariamente un conjunto de reglas. El pacto consistía en una relación viva con el Señor, una que no podía expresarse plenamente mediante meros reglamentos. La religión de Israel nunca tuvo el propósito de ser legalista, sino un diálogo constante de fe y amor con un Salvador santo y misericordioso.

Incluso después de la triple promesa del pueblo de servir al Señor, lo cual implicaba, como ordenó Josué, la eliminación de los dioses de entre ellos, no hay ningún informe de que eso ocurriera realmente. A lo largo de todo el libro, se informa al lector acerca del cumplimiento de los mandatos de Josué (o de Moisés) como ejemplo de obediencia. La ausencia de ello en la conclusión del libro representa un final abierto. El llamamiento central del libro a servir al Señor no era solo para la generación de Josué, sino también para cada nueva generación del pueblo de Dios que lea o escuche ese mensaje.

¿Cuántas veces prometiste al Señor que harías algo, pero luego no lo hiciste? 
¿Por qué no cumpliste tu promesa? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de la gracia?

V. UN BUEN FINAL

Lee las palabras finales del libro de Josué escritas por un redactor inspirado (Josué 24:29-33). 
¿De qué manera esas palabras no solo rememoran la vida de Josué, sino también se proyectan hacia el futuro?

El epílogo del libro acerca de la muerte de Josué y del sumo sacerdote Eleazar concluye con un final aleccionador. Al relatar el entierro de Josué, el de Eleazar y el de los huesos de José, el escritor crea un contraste entre la vida fuera de la tierra concedida a Israel y el comienzo de la vida en ella. Ya no había necesidad de vagar. Los restos terrenales de los líderes ya no necesitaban ser cambiados de lugar. Antiguamente, los patriarcas enterraban a sus familiares en una cueva (Génesis 23:13, 19; 25:9, 10), en una parcela comprada en Siquem (Génesis 33:19). Ahora, la nación enterraba a sus líderes en el territorio de su propia herencia, lo cual implicaba un sentido de permanencia. Las promesas hechas a los patriarcas se habían cumplido. La fidelidad de Dios constituía el hilo histórico que unía la posteridad de Israel con su presente y su futuro.

Puesto que los párrafos finales del libro enlazan toda la narración con una historia más amplia acerca del pasado, también abren el camino hacia el futuro. En un discurso pronunciado en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Shrewsbury, Inglaterra, Lord George Cary, ex arzobispo de Canterbury, declaró que la Iglesia Anglicana estaba «a una generación de la extinción».

De hecho, la iglesia está siempre a una generación de la extinción, y así fue también con el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Un gran capítulo de la historia de Israel llegaba a su fin. Su futuro dependía del tipo de respuestas que diera a las numerosas preguntas planteadas. ¿Sería Israel fiel al Señor? ¿Sería capaz de continuar la tarea inacabada de poseer toda la tierra? ¿Se aferraría a Dios y no caería en la idolatría? Una generación había sido fiel al Señor bajo el liderazgo de Josué. ¿Mantendría la siguiente generación la misma dirección espiritual trazada por su gran líder? Al leer el libro de Josué, cada generación sucesiva del pueblo de Dios debía hacer frente a esas mismas preguntas. Su éxito dependía de las respuestas que dieran a ellas en su vida cotidiana y de cómo se relacionaran con las verdades que habían heredado.

Josué, como Pablo, «peleó la buena batalla» (2 Timoteo 4:7). ¿Cuál fue la clave de su éxito? ¿Qué decisiones necesitas tomar hoy para experimentar esa misma seguridad acerca de tu salvación?

Piensa en la vida de Josué y en el hecho de que los israelitas sirvieron al Señor a lo largo de su vida. ¿Qué conclusión te gustaría que la gente extrajera de tu vida?

¿De qué maneras prácticas pueden los líderes actuales de la iglesia pasar la antorcha a la siguiente generación?

CONCLUSIÓN

"Entre las multitudes que salieron de Egipto había muchos que habían sido adoradores de ídolos; y tal es el poder del hábito, que la práctica continuó secretamente, hasta cierto punto, aun después del establecimiento en Canaán. Josué era consciente de la existencia de este mal entre los israelitas, y percibía claramente los peligros que derivarían de ello. Deseaba fervientemente ver una reforma completa entre la hueste hebrea. Sabía que a menos que el pueblo decidiera servir al Señor de todo corazón, seguiría separándose cada vez más de él. […] Aunque una parte de la hueste hebrea estaba constituida por adoradores realmente espirituales, muchos eran meros formalistas; ningún celo ni seriedad caracterizaban su servicio. Algunos eran idólatras de corazón que se habrían avergonzado de reconocerse como tales» (Elena G. de White, «Joshua’s Farewell Address», Signs of the Times, 19 de mayo de 1881, p. 1).

«Este pacto solemne fue registrado en el libro de la ley para ser preservado sagradamente. Josué erigió entonces una gran piedra debajo de una encina que estaba junto al Santuario del Señor y dijo a todo el pueblo: “Esta piedra será testigo. Ha oído todas las palabras que el Señor les habló; será testigo contra ustedes, para que no mientan a su Dios” (Josué 24:27). Aquí Josué declaró claramente que sus instrucciones y advertencias dirigidas al pueblo no eran sus propias palabras, sino las de Dios. Esta gran piedra daría testimonio a las generaciones venideras acerca del acontecimiento que conmemoraba, y sería un testimonio contra el pueblo en caso de que cayera nuevamente en la idolatría» (Elena G. de White, «The Stone of Witness», Signs of the Times, 26 de mayo de 1881, p. 1).

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