"Solamente esfuérzate y sé muy valiente para hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todo lo que emprendas". (Josué 1:7).
En cierta ocasión, Benjamin Zander, director musical de la Orquesta Filarmónica de Boston, impartía una clase de interpretación musical cuando observó que sus alumnos sentían mucha ansiedad ante las evaluaciones de sus interpretaciones. Para tranquilizarlos y estimular todo su potencial, anunció el primer día de clase que todos obtendrían una nota sobresaliente. Esa calificación no era una meta que debían alcanzar, sino una posibilidad que debían experimentar. El único requisito era que al comienzo del semestre de clases los alumnos escribieran una carta fechada como si hubiera sido redactada al final del cursado, en la que debían explicar por qué merecían esa nota elevada.
El libro de Josué trata acerca de nuevas posibilidades.
Moisés, quien había sobresalido durante cuarenta años de la historia de Israel, era parte del pasado. El Éxodo de Egipto y el recorrido por el desierto, trágicamente marcado por la rebelión y la obstinación, habían terminado. Aunque Moisés ya no está con nosotros, la influencia de su liderazgo aún perdura mientras comienza una nueva era. Una nueva generación, dispuesta a obedecer a Dios, estaba lista para entrar en la Tierra Prometida. No se trataba de una expectativa que debían cumplir, sino de una experiencia que estaban llamados a vivir.
En la introducción del libro que lleva su nombre, Dios anima a Josué a confiar en él. Insta al nuevo líder a seguir los pasos de Moisés. Los tiempos son nuevos, pero los mandamientos y las promesas siguen siendo los mismos:
- Cruzar el Jordán,
- Conquistar la tierra,
- Repartir la herencia
- Servir al Señor.
La condición es la misma: la obediencia como respuesta a los actos misericordiosos de liberación de Dios en el pasado, basados en una relación de confianza con él. La única diferencia son los individuos: ha surgido otra generación. En cierto sentido, el libro de Josué ofrece una nueva oportunidad para el pueblo de Dios hoy, mientras se encuentra en las orillas de la Tierra Prometida.
Analicemos la manera en que Dios inauguró un nuevo capítulo en la vida de Israel y cómo puede hacer lo mismo en la nuestra.
I. LA ESTRUCTURA
Antes de abordar el contenido del primer capítulo, es importante comprender la estructura del libro de Josué. Dicha estructura subraya los temas de la conquista de la tierra y su repartición entre las diferentes tribus. El primer capítulo constituye la introducción del libro. Contiene cuatro discursos que corresponden a las cuatro secciones principales del libro:
1. El cruce (Josué 1:2-9),
2. La conquista (1:10, 11),
3. La división de la tierra (1:12-15)
4. El servicio mediante la obediencia a la ley (1:16-18).
Cada sección representa un concepto específico que se expresa a través de una palabra hebrea predominante:
- "cruzar" (abar),
- "tomar" (lagaj),
- "dividir" (jalaq) y
- "servir" (abad)
Las dos secciones principales del libro, "tomar" y "dividir", aparentemente siguen un patrón quiástico individual en el que la parte central del primer pasaje destaca la importancia crucial de la adoración poniendo de relieve el altar de las bendiciones en el monte Ebal (Josué 8:30-35) y el segundo pasaje destaca la naturaleza central del santuario (Josué 18:1-10).
1. El cruce (‘abar) (Jos 1:1-5:12)
- Dios le dice a Josué: "Cruza el Jordán" (1:1-9).
- Josué, el nuevo líder de Israel (1:10-18).
- Los espías visitan Jericó (2:1-24).
- El cruce del Jordán (3:1-4:24).
- La circuncisión y la Pascua en Gilgal (5:1-12).
2. La toma [lagaj] (Josué 5:13-12:24).
A. Dios le dice a Josué: "Toma Jericó" (5:13-6:5).
B. La conquista de Jericó (6:6-27).
C. La captura de Hai (7:1-8:29).
C1. El incidente con Acán (7:1-26).
C2. La conquista de Hai (8:1-29)
D. El altar y la bendición en el monte Ebal (8:30-35)
C'. La conquista de las regiones central y meridional (9:1-10:43).
C'1. El incidente con los gabaonitas (9:1-26).
C'2. La conquista de las regiones central y meridional (10:1-43).
B’. La conquista de la región norte (11:1-15)
A’. Resumen de la conquista (11:16-12:24)
3. La división [jalaq] (Josué 13:1-21:45).
Dios habla con Josué sobre los territorios aún sin conquistar (13:1-7).
A. La heredad al este del Jordán (13:8-33).
B. Los principios que rigen la división (14:1-5).
C. El comienzo: la herencia de Caleb (14:6-15).
D. Las tierras para Judá y José (15:1-17:18).
E. El tabernáculo de reunión llevado a Silo y la repartición de la tierra (18:1-10).
D'. Las tierras para las siete tribus restantes (18:11-19:48).
C’. Finalización: La heredad de Josué (19:49-51).
B'. Dios le pide a Josué que designe ciudades de refugio (20:1-6).
A'. Ciudades de refugio y ciudades levíticas (20:7-21:45).
4. El servicio ['abad] (Josué 22:1-24:33).
- El regreso de las dos tribus y media (22:1-34).
- Palabras de despedida de Josué (23:1-16).
- Renovación del pacto en Siquem y conclusión (24:1-33).
La primera sección, "el cruce" (Josué 1:1-5:12), relata el cruce del río Jordán e incluye el nombramiento de Josué, la exploración de Jericó, y la circuncisión y la Pascua en Gilgal.
La segunda sección, "la toma" (Josué 5:13-12:24), trata sobre la conquista de la tierra. Comienza con la orden divina para que Josué conquiste Jericó e incluye la captura de Hai, los incidentes con Acán y los gabaonitas, y la conquista de las regiones central, meridional y septentrional.
La tercera sección, "la división" (Josué 13:1-21:45), aborda la división de la tierra entre las tribus. Incluye la herencia al este del Jordán, los principios de la división, la distribución de la tierra y la colocación del Tabernáculo en Silo, y la designación de ciudades de refugio y ciudades levíticas.
La cuarta sección, "el servicio" (Josué 22:1-24:33), trata sobre la despedida de Josué y la ceremonia de renovación del pacto en Siquem. Recalca la importancia de servir al Señor y cumplir con la razón de vivir en la tierra.
En general, la estructura del libro de Josué destaca los temas de la conquista, la división y la obediencia al pacto. La estructura destaca el papel crucial de la adoración y el santuario en la relación de Israel con Dios.
II. UN NUEVO MOISÉS
Imagina cómo se sintió Josué al tener que suceder a Moisés. ¿Qué promesa le hizo Dios que seguramente lo sostuvo en medio de sus grandes responsabilidades (ver Josué 1:5)?
"Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; 16 conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera. 17 Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho. 18 Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. 19 Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. 20 El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. 21 Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; 22 si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él". Deuteronomio 18:15-22
"Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: 2 Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. 3 Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. 4 Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. 5 Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. 6 Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. 7 Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. 8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. 9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas". Josué 1:1-9.
¿Por qué es significativo que el libro de Josué comience haciéndose eco de una promesa relacionada con lo que sucedería tras la muerte de Moisés?
Aunque Moisés había muerto y un nuevo líder, Josué, había sido nombrado por Dios, existen paralelismos entre ellos. Dios había dicho a ambos que conducirían a su pueblo a la tierra que fue prometida a sus padres. El Señor dijo a Josué: «Como prometí a Moisés, les he entregado a ustedes todo lugar que pise la planta de su pie» (Josué 1:3). Josué terminaría la obra que había sido originalmente encomendada a Moisés. Era, en realidad, un nuevo Moisés.
Liderazgo espiritual
Existen varios modelos de liderazgo:
- El modelo carismático,
- El modelo transformacional
- El modelo de líder-siervo, entre otros.
Todos estos perfiles de liderazgo se pueden encontrar en la Biblia. Sin embargo, la marca distintiva de los líderes exitosos en términos bíblicos es su competencia espiritual.
El nombramiento de Josué como sustituto de Moisés ocurre inmediatamente después del doloroso recuerdo del fracaso de Moisés en el desierto de Sin, que impidió al gran líder entrar en Canaán (Números 20:9-12). En un contexto más amplio, este evento está estrechamente relacionado con la petición de las hijas de Zelofehad (Números 27:1-12). Como parte de la primera generación, Zelofehad estaba condenado a morir en el desierto debido a su incredulidad y la rebelión. Con Aarón ya fallecido y Moisés acercándose a su fin, el anciano líder ora por un sucesor. Su oración, y la respuesta de Dios, definen el futuro papel de liderazgo de Josué. Su rol sería predominantemente militar (comparar Números 27:17 con 1 Samuel 8:20). De hecho, su destreza militar ya es evidente en Éxodo 17:9 al 14, donde lidera a los israelitas contra las fuerzas de Amalec. Esta campaña demuestra cómo el Señor estaba preparando a Josué, mucho antes de su nombramiento oficial.
En la respuesta de Dios a Moisés, se describe a Josué como un hombre lleno del Espíritu (ruaj) (Números 27:18). Esta evaluación de Aquel que conoce el corazón es significativa. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea ruaj puede hacer referencia al viento, al aliento humano, a la mente de una persona, y a otras cosas. También puede referirse Persona de la Deidad, que ha estado involucrada activamente en los asuntos desde la Creación (Génesis 1:2).
La presencia del Espíritu Santo en el Pentateuco se revela a través de tres manifestaciones:
- Sabiduría,
- Profecía y
- Liderazgo.
La primera persona descrita como teniendo al Espíritu de Dios es José (Génesis 41:38). Los tres aspectos son evidentes:
- Como profeta, recibe sueños;
- Como hombre sabio, interpreta el sueño del faraón;
- Como líder, idea un plan para salvar a su pueblo y a otras naciones afectadas por la hambruna.
En el ministerio de Josué también convergen la sabiduría, la profecía y el liderazgo.
- Está lleno del "espíritu de sabiduría" (ruaj hojmah) (Deuteronomio 34:9).
- Además, está entre los setenta ancianos que reciben al Espíritu para profetizar (Números 11:16-30).
- Finalmente en Números 27:18, Dios lo designa como un líder en quien mora el Espíritu.
A pesar de las notables habilidades que Josué desarrolló a lo largo de los años que estuvo al servicio de Moisés, su liderazgo se define en términos espirituales. Solo el liderazgo espiritual tiene sentido en el contexto de la guerra espiritual. En última instancia, las batallas que Josué fue llamado a librar pertenecían a Dios, no a el ni a Israel.
La influencia de Moisés sigue predominando en el primer capítulo, ya que su nombre se menciona diez veces, en comparación con las cuatro menciones de Josué. Josué es descrito como el asistente de Moisés, con el término mesharet ("asistente") que tiene connotaciones tanto domésticas como religiosas (cf. Génesis 39:4; Números 4:12).
A Moisés se le conoce como el "siervo del Señor" ('ebed Yhwh), un título que también recibieron Abraham, David e incluso Nabucodonosor (Génesis 26:24; 1 Reyes 8:66; Jeremías 25:9). En Isaías (cap. 42, 49, 50-53), este término adquiere un significado específico en relación con el siervo sufriente, que representa al Mesías.
Josué, sin embargo, solo recibe este título al final del libro (Josué 24:29), lo que indica que su liderazgo no solo se basaba en su nombramiento, sino en su continua obediencia a la ley de Dios.
"Josué era ahora el jefe reconocido de Israel. Se había distinguido principalmente como guerrero, y sus dones y virtudes resultaban de un valor especial en esta etapa de la historia de su pueblo. Valeroso, resuelto y perseverante, pronto para actuar, incorruptible, despreocupado de los intereses egoístas en su solicitud por aquellos encomendados a su protección y, sobre todo, inspirado por una viva fe en Dios, tal era el carácter del hombre escogido divinamente para dirigir los ejércitos de Israel en su entrada triunfal en la tierra prometida. Durante la estada en el desierto, había actuado como primer ministro de Moisés, y por su fidelidad serena y humilde, su perseverancia cuando otros flaqueaban, su firmeza para sostener la verdad en medio del peligro, había dado evidencias de su capacidad para suceder a Moisés aun antes de ser llamado a ese puesto por la voz de Dios". PP, 446.
El contraste entre las relaciones entre el Señor y Moisés, y entre Moisés y Josué, tiene importantes implicaciones teológicas.
Mientras que Moisés es descrito como el siervo del Señor, Josué es representado como el asistente de Moisés. La distinción entre Dios y los seres humanos es infinitamente mayor que la que existe entre un amo y un siervo. A pesar del destacado papel de Moisés, la superioridad de Dios supera incluso la del mayor líder de Israel. Dios demuestra su fidelidad cuando concede la Tierra Prometida a los israelitas. Él es el verdadero dueño de la Tierra y el líder supremo. Aunque actúan como sus agentes, los seres humanos deben ser plenamente conscientes de su limitado papel.
Esta verdad teológica tiene algunas implicaciones prácticas para el liderazgo de la iglesia. Los líderes que se eligen y designan mediante los procesos habituales de la iglesia merecen nuestro respeto, pero, al mismo tiempo, es a través de la fidelidad a Dios y su competencia cada vez mayor en el servicio, que también se ganan nuestra confianza.
Aunque cada líder posee una combinación única de habilidades y dones, nadie es insustituible.
La Palabra de Dios registra que, aunque Moisés tenía 120 años, "sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor" (Deuteronomio 34:7).
Humanamente hablando, no había necesidad de nombrar un nuevo líder. Sin embargo, había llegado el momento de escribir un nuevo capítulo en la historia de Israel que requería un nuevo líder. Los nuevos tiempos implican nuevos desafíos y los nuevos desafíos requieren nuevas soluciones.
Nuestra tendencia como seres humanos es a comparar a los diferentes líderes de la iglesia:
- Comparamos al antiguo líder de jóvenes con el nuevo,
- Comparamos al pastor entrante con el saliente,
- Comparamos al presidente saliente de la Asociación con el recién elegido, y así sucesivamente.
Pero no olvidemos que lo que hace valioso a un líder no son necesariamente sus habilidades aparentemente irremplazables, sino su disposición a confiar en la dirección de Dios, el líder supremo de su pueblo. El líder también debe guiar fielmente al pueblo que se le ha confiado de acuerdo con las normas de Dios.
"Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo". Éxodo 33:11.
"Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos". Números 14:6.
"Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun". Números 14:30
"Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida, de entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra". Números 14:38.
"Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él". Números 27:18.
"Excepto Caleb hijo de Jefone cenezeo, y Josué hijo de Nun, que fueron perfectos en pos de Jehová". Números 32:12.
"Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel". Deuteronomio 1:38.
"Y dio orden a Josué hijo de Nun, y dijo: Esfuérzate y anímate, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo estaré contigo". Deuteronomio 31:23.
"Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés". Deuteronomio 34:9.
¿Qué dicen estos textos sobre Josué?
La promesa de que Dios «levantaría» un profeta semejante a Moisés (Deuteronomio 18:15) no se había hecho aún realidad. Las palabras iniciales del libro de Josué recuerdan al lector esta promesa y, al mismo tiempo, crean la expectativa de verla cumplida.
Aunque muerto, Moisés sigue dominando el primer capítulo. Su nombre es mencionado allí diez veces, mientras que el de Josué solo cuatro. Moisés es llamado «siervo del Señor», mientras que Josué es el «ayudante de Moisés» (Josué 1:1). Josué necesitará toda una vida de servicio fiel y obediencia para recibir el título de «siervo del Señor» (Josué 24:29).
Aunque el primer capítulo de Josué registra la transición entre dos grandes líderes de Israel, el personaje más importante es el propio Señor, cuyas palabras dan inicio al libro y cuya conducción es el tema dominante. No hay dudas acerca de quién era el verdadero líder de Israel.
Al comienzo del libro, la pregunta principal es: ¿Aprovechará Israel esta nueva oportunidad? ¿Seguirá la receta del éxito que la generación anterior no siguió?
La historia se repite hoy. La iglesia, bajo el liderazgo de Cristo, el nuevo Josué, está llamada a avanzar hacia el cumplimiento de las promesas de Dios. El modelo del pacto permanece inalterado: Dios nos da lo que no podemos obtener por nosotros mismos y espera nuestra obediencia, que expresa nuestra confianza en su amor, sabiduría y poder.
La pregunta sigue siendo: ¿Confiará nuestra generación en la capacidad de Dios para llevar su plan "a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese?" (Filipenses 1:6, DHH)? Mientras la generación actual se encuentra en la frontera de la Canaán celestial, el llamado divino todavía resuena poderosamente: "Solamente esfuérzate y sé muy valiente" (Josué 1:7).
¿Qué principios espirituales útiles para nuestra vida podemos extraer de la experiencia de Josué a pesar de las diferencias entre nuestras circunstancias y las suyas?
¿Cómo caracterizarías a un líder espiritual hoy en día?
A lo largo de los siglos, Dios ha llamado a hombres y mujeres para dirigir a su pueblo. ¿Por qué es crucial recordar quién es el verdadero Líder invisible de la iglesia?
Para no presumir derechos, posturas y privilegios que no nos corresponden. Y para asumir los deberes y responsabilidades que el Señor manda.
III. ¡PASA! ¡POSEE! ¡REPARTE! ¡SIRVE!
"Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: 11 Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión.
12 También habló Josué a los rubenitas y gaditas y a la media tribu de Manasés, diciendo: 13 Acordaos de la palabra que Moisés, siervo de Jehová, os mandó diciendo: Jehová vuestro Dios os ha dado reposo, y os ha dado esta tierra. 14 Vuestras mujeres, vuestros niños y vuestros ganados quedarán en la tierra que Moisés os ha dado a este lado del Jordán; mas vosotros, todos los valientes y fuertes, pasaréis armados delante de vuestros hermanos, y les ayudaréis, 15 hasta tanto que Jehová haya dado reposo a vuestros hermanos como a vosotros, y que ellos también posean la tierra que Jehová vuestro Dios les da; y después volveréis vosotros a la tierra de vuestra herencia, la cual Moisés siervo de Jehová os ha dado, a este lado del Jordán hacia donde nace el sol; y entraréis en posesión de ella. 16 Entonces respondieron a Josué, diciendo: Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes. 17 De la manera que obedecimos a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti; solamente que Jehová tu Dios esté contigo, como estuvo con Moisés. 18 Cualquiera que fuere rebelde a tu mandamiento, y no obedeciere a tus palabras en todas las cosas que le mandes, que muera; solamente que te esfuerces y seas valiente". Josué 1:9-18
¿Qué podemos aprender acerca de la estructura del libro a partir de este capítulo inicial?
El primer capítulo de Josué sirve de introducción a todo el libro y comprende cuatro discursos que corresponden a las secciones principales del documento:
a. La travesía (Josué 1:2-9),
b. La conquista (Josué 1:10, 11),
c. La distribución de la tierra (Josué 1:12-15)
d. El servicio mediante la obediencia a la ley (Josué 1:16-18).
El libro de Josué puede interpretarse como una serie de iniciativas divinas en las que Dios le encomienda a Josué una tarea específica relacionada con la conquista de Canaán. Todas ellas se reconocen más adelante en el libro tras su conclusión exitosa.
Finalmente habrían de cumplirse las promesas de Dios relacionadas con la ocupación de la tierra. A partir de entonces, la responsabilidad de conservarla estaría en manos de los israelitas, y ello solo sería posible mediante la fe verdadera y la obediencia resultante de esa fe.
Las iniciativas divinas que se expresan en los verbos «pasar», «poseer» y «repartir» son adecuadamente respondidas por la obediencia del pueblo, que deriva de la iniciativa final de Dios: el servicio.
El libro de Josué consta de cuatro secciones principales, cada una caracterizada por un concepto específico que se expresa a través de la presencia dominante de una palabra hebrea:
Pasar (Josué 1:1-5:12)
Poseer (Josué 5:13-12:24)
Repartir (Josué 13:1-21:45)
Servir (Josué 22:1-24:33)
De esta manera, la estructura misma del libro transmite su mensaje principal: Las iniciativas de Dios no se realizan automáticamente, sino que requieren la respuesta fiel de su pueblo. Es decir, en vista de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, incluyendo lo que nosotros no podemos hacer, somos llamados a realizar lo que sí podemos: obedecer a Dios poniendo por obra lo que nos ordena. Esto ha sido siempre así a lo largo de la historia sagrada, y también en el presente. Por ejemplo, la representación del pueblo de Dios de los últimos tiempos en Apocalipsis 14:12 transmite la misma idea: la fe en lo que Dios ha hecho por nosotros conduce a la obediencia.
Piensa en algunas de las promesas de la Palabra de Dios que más aprecias. ¿Qué tipo de respuesta requieren de tu parte para que se hagan realidad?
IV. HEREDEROS DE LAS PROMESAS
En Josué 1:2 y 3, el Señor le dice a Josué y al pueblo que les está dando la tierra. Por otra parte, dice que ya se la ha entregado. ¿Qué significa esto?
La tierra era un regalo del Señor, su verdadero Dueño.
En Josué 1:2 y 3 se utilizan dos formas diferentes del verbo «dar» que reflejan dos aspectos significativos de la recepción de la tierra como heredad. La primera forma expresa el proceso de la concesión de la tierra. Solo los territorios de un lado del Jordán habían sido ocupados por Israel. La mayor parte de la Tierra Prometida aún no estaba en posesión de ellos.
En Josué 1:3, el verbo es utilizado en su forma perfecta, dando así la impresión de que la tierra ya les había sido entregada. Cuando Dios es el sujeto de tales acciones, la forma verbal usada se conoce como «perfecto profético», pues lo que él promete en su Palabra es un hecho garantizado en el que se puede confiar como si ya fuera una realidad presente, realizada.
Los pronombres en plural del versículo 3, «ustedes» y «su», muestran que la promesa estaba dirigida no solo a Josué, sino a todo el pueblo de Israel. La referencia a la promesa dada a Moisés transmite la continuidad del proyecto de Dios.
Por otra parte, la palabra kol, «todo», aparece numerosas veces en el primer capítulo. Su presencia reiterada expresa la totalidad y la integridad cruciales para alcanzar el objetivo puesto ante Josué. Era necesaria una alineación perfecta entre Dios, Josué y el pueblo de Israel para asegurar el éxito en la conquista de la Tierra Prometida.
Lee Josué 1:4-6 y Hebreos 6:17, 18. En aquel momento, la Tierra Prometida era exactamente eso, una promesa. Sin embargo, Dios la llama «herencia». ¿Qué significa ser herederos de las promesas de Dios?
Las promesas de Dios no tienen nada de mágico. No tienen el poder de asegurar por sí mismas su propio cumplimiento. La promesa también sugiere que habrá desafíos y oposición en el futuro, pero con la compañía de Dios, Josué podrá superarlos fácilmente.La garantía de que se harán realidad reside en la presencia de Dios, quien asegura: «Estaré contigo». De hecho, la presencia del Señor fue crucial para la supervivencia de Israel. Sin ella, no habrían sido más que una entre muchas naciones, sin un llamado, una identidad ni una misión especiales (Éxodo 33:12-16). La presencia del Señor era todo lo que Josué necesitaba para triunfar. La presencia del Señor se consideraba fundamental para la supervivencia y la identidad del pueblo de Dios. Sin ella, serían como cualquier otra nación, sin un llamado, una identidad y una misión especiales.
Josué se siente reconfortado por la presencia y la ayuda de Dios, que han sido decisivas y constantes a lo largo de la historia de Israel. La promesa de la presencia de Dios tiene un gran significado y le da a Josué todo lo que necesita para tener éxito en su misión.
Nada ha cambiado. Por eso tenemos la promesa de Jesús que se encuentra en Mateo 28:20.
Descansando en las promesas de Dios
La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió como un movimiento basado en la promesa la segunda venida de Jesús, como lo indica su nombre. El descanso divino prometido el libro de Josué a Israel se logró solo en tiempos de Salomón, siglos después de la conquista inicial. Sin embargo, incluso este descanso fue temporal. En Hebreos 11:13, leemos ejemplos de fieles que no recibieron lo prometido. A pesar de las preguntas sobre la aparente demora de Jesús, la experiencia del pueblo de Dios a lo largo de la historia ha sido la de una marcha continua hacia las promesas.
Reflexiona sobre esto: ¿Cómo pueden los ejemplos de fe de Hebreos 11 animarte a medida que continúas avanzando hacia la consumación de la bendita esperanza?
¿Cuál es la relación existente entre las promesas de Dios y nuestra obediencia a él? ¿Cómo se complementan?
El modelo del Pacto: Bendición, promesa y obediencia
Desde el primer diálogo de Dios con la humanidad, el modelo del pacto es evidente: Dios bendice (da promesas) antes de dar órdenes (Génesis 1:28).
En varios pactos posteriores, la bendición divina se manifiesta a través de las promesas de Dios de liberación, descendencia y tierra.
a. Cuando Dios llamó a Noé para que construyera el arca, mostró su compromiso de proporcionar un medio de salvación a la humanidad. Noé recibió órdenes más específicas solo después de la gran liberación de los que estaban en el arca.
b. De manera similar, Abraham obedeció la instrucción de Dios de abandonar su tierra natal solo después de escuchar las bendiciones prometidas de Dios (Génesis 12:1-3).
c. El pacto mosaico sigue un patrón similar, ya que Dios le recordó al pueblo lo que había hecho por Israel antes de dar los Diez Mandamientos en Éxodo 20.
d. Por último, en el deseo de David de construir una casa para el Señor en Jerusalén, Dios prometió construir una casa para David en su lugar (2 Samuel 7:27).
e. En el Nuevo Pacto, Dios pone su Ley en los corazones de su pueblo para que puedan obedecerle libremente (Jeremías 31:33).
Así, cualquier visión legalista de la Ley de Dios no está alineada con la visión bíblica de la obediencia. La obediencia es siempre una respuesta humana a la iniciativa divina de bendecir al pueblo de Dios. La salvación nunca dependió ni dependerá de los logros humanos. Una visión tan legalista de la ley del Antiguo Testamento distorsiona su verdadero propósito.
Hay una estrecha relación entre confiar en las promesas de Dios y obedecerle (Josué 1:6-9). La tierra que Dios le dará a su pueblo representa un desafío que requiere un valor inquebrantable por parte de Josué. Este valor proviene de su total confianza en Dios, quien le ha asegurado a Josué su presencia y apoyo continuos.
Sin embargo, este apoyo está condicionado al cumplimiento de Josué de los requisitos del Libro de la Ley. Es importante entender que confiar en las promesas de Dios y obedecer su ley no son conceptos opuestos, sino dos aspectos fundamentales de una vida de fe. Quienes consideran que la fe y la ley son opuestas no entienden nada y tienen una comprensión superficial de la teología bíblica.
Los escritores del Antiguo Testamento tenían un profundo respeto por la Ley. La consideraban:
- Una fuente de alegría (Salmos 119:70, 77),
- Un tesoro más valioso que las riquezas terrenales (Salmos 19:10; 119:72)
- Un tema de estudio y meditación constantes (Deuteronomio 6:25).
Cuando se entiende y se pone en práctica correctamente, la ley conduce a una comprensión más profunda de nuestra pecaminosidad y de la necesidad de la justicia de Cristo. (Gálatas 3:24).
Roy Gane afirma acertadamente:
Si superamos nuestro descuido de la ley bíblica, ¿no conducirá esto al legalismo? ¡No! si entendemos el propósito de la Ley de Dios. Es un estándar para actuar y pensar en armonía con el carácter de amor de Dios. No es, no puede ser, y nunca fue destinada a ser un medio para la salvación. Hacer lo correcto nunca puede redimirnos de nuestra mortalidad o pecados pasados. Solo la gracia de Dios a través del sacrificio de Cristo, recibido por fe, puede hacer eso. Los mandamientos de Dios son para personas que ya están liberadas (Leviticus, Numbers (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004), 310).
V. ¡ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE!
Lee Josué 1:7-9. ¿Por qué el Señor instó dos veces a Josué a esforzarse y ser valiente?
La tarea que Josué tenía por delante implicaba desafíos abrumadores. Las murallas de las ciudades cananeas parecían inexpugnables y la población de la tierra estaba entrenada para la guerra. A diferencia de ello, los israelitas, simples nómades, no poseían siquiera las máquinas de guerra más primitivas para enfrentarse a las murallas fortificadas. Según los registros históricos, ni siquiera Egipto, la superpotencia de aquellos tiempos, fue capaz de afianzarse en Canaán.
No obstante, el llamado a esforzarse y ser valiente no se relaciona aquí solo con la moral para la batalla o con las estrategias bélicas. El valor y la fortaleza eran necesarios para permanecer fieles a la Torá y a sus requisitos específicos, que definían el pacto de Israel con Dios.
Lee Efesios 6:10-18. Aunque hoy no se requiere de nosotros que participemos en acciones bélicas, ¿cómo podemos aplicar las palabras de aliento dadas a Josué en nuestras luchas espirituales cotidianas?
Los cristianos se enfrentan hoy a desafíos similares a los de Josué en el cumplimiento de la misión que Cristo les ha encomendado; es decir, se les exige que libren una guerra contra sus propias tendencias pecaminosas, contra los principados, potestades y gobernantes de las tinieblas de este mundo y contra las fuerzas de la maldad. Como Josué, también cuentan con la promesa tranquilizadora de la presencia de Cristo: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). Así como la presencia sustentadora del Señor fue suficiente para contrarrestar los temores de Josué, también debería serlo para desterrar nuestras dudas y ansiedades.
Nuestro desafío es conocer al Señor lo suficiente como para confiar en él y en las promesas que nos ha hecho. De allí que lo que más necesitamos es esa relación personal con él.
La literatura sapiencial del Antiguo Testamento, que comprende los libros de Job, Proverbios y Eclesiastés, y algunos salmos, explora dos temas prominentes: la Creación la Ley. Estos libros muestran cómo la Creación y la Ley deben influir en la manera en que los creyentes se relacionan con Dios y entre sí. De hecho, existe una estrecha relación entre la Ley y la sabiduría. Esta relación ya es evidente en Deuteronomio 4:6: "Guárdenlos, cúmplanlos, porque esta es su sabiduría y su inteligencia ante las naciones, que al todas estas leyes dirán: '¡Qué pueblo sabio y entendido, qué nación grande es esta!'".
La grandeza de Israel no se encontraría en la riqueza o el poder militar, sino en la sabiduría resultante de la fiel observancia de los mandamientos de Dios. Naturalmente, el éxito y la prosperidad vendrían después. Tal éxito y prosperidad se pueden ver en los resultados de la petición de sabiduría de Salomón (1 Reyes 3:13).
La sabiduría, que es el conocimiento dirigido por Dios, nos imparte la capacidad vivir bien en el contexto del temor del Señor, siendo obedientes a su voluntad y viviendo en armonía con los demás seres humanos y la naturaleza. El necio, en rebelión contra el orden creado por Dios, lo desobedece, mientras que el sabio rechaza el caos y abraza la voluntad de Dios en una vida de obediencia. Los resultados de esta elección se explican en toda la literatura sapiencial de la Biblia, que también trata de las excepciones y los absurdos que frecuentemente marcan nuestra existencia bajo el sol (ver Job y Eclesiastés)
El mismo principio se encuentra en Josué 1, en el que el líder, que encarna a toda la nación, es llamado a obedecer diligentemente toda la Ley. Israel puede escoger camino de la sabiduría y experimentar sus beneficios. Sin embargo, para hacerlo, Josué y los israelitas deben ser fuertes y muy valientes (Josué 1:7). El mismo par de imperativos ya había sido utilizado por Moisés para alentar tanto a los israelitas como a su sucesor (Deuteronomio 31:6, 7).
Más tarde, Josué se dirigiría al pueblo con las mismas palabras (Josué 10:2)
Pero ¿por qué?
La obediencia requiere confianza, y en el contexto de nuestra naturaleza humana, la confianza a menudo exige fuerza y coraje. Una vez más, la obediencia no es una transacción en la que ganamos o perdemos en función de lo que ofrecemos; la obediencia es una expresión de la confianza humana en el camino de Dios. Tiene sus raíces en una relación con el Dios vivo. Implica negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir los pasos sacrificiales de Jesús (Lucas 9:23). Este compromiso no es para los débiles de corazón.
La orden que Dios da a Josué de ser fuerte destaca la participación de Dios en las batallas en nombre de su pueblo. No se debe ver como una incitación a que luche con más fuerza, sino como una directiva a confiar y depender del Señor (Éxodo 14:13, 14). El éxito de Israel en la conquista de la tierra no radica en la fuerza o el valor del pueblo, sino en su total e inquebrantable confianza en Dios, que ya los había liberado de los egipcios y había prometido entregarles Canaán. Esta frase se menciona dos veces en el libro del Deuteronomio, una por parte de Moisés y otra por parte de Dios (Deuteronomio 31:7, 23).
En el libro de Josué, la frase se repite tres veces más en relación con el liderazgo de Josué.
- En el contexto de la obediencia a la Ley (Josué 1:7, 8),
- Al tratar con el posible desánimo y el miedo (Josué1:9),
- Finalmente en relación con la lealtad de los israelitas a Josué (Josué 1:18).
Josué se enfrenta al reto de vivir de acuerdo con la Ley, lo cual es tan difícil, si no más, como enfrentarse a las ciudades fuertemente fortificadas y a las fuerzas enemigas bien equipadas de los cananeos. El éxito de Josué en la conquista de la tierra depende igualmente de su adhesión a la Ley y de su determinación de luchar. Y la forma de permanecer fiel a los preceptos de la Palabra consistía en meditar en la ley del Señor de una manera plena, alegre y placentera.
La pregunta crucial para nosotros hoy no es diferente de la que se planteó Josué. ¿Cómo podemos permanecer fieles a lo que dice la Palabra de Dios, incluso cuando eso resulte impopular o nos saque de nuestra zona de comodidad?
Como adventistas del séptimo día hemos sido llamados a ser fuertes y valientes en los diferentes entornos que nuestra fe vive hoy ¿En cuál percibes mayores desafíos: Familia, vecindario, escuela o trabajo?
VI. LA POSESIÓN DE LA TIERRA
Uno de los conceptos principales del libro de Josué viene expresado por el verbo hebreo yarash ("tomar posesión"). Este se utiliza por primera vez en Josué 1:11, indicando un cambio significativo en la estructura social y el estilo de vida de la tierra.
Cuando Israel es el sujeto del verbo, a menudo se asocia con el favor del Señor, implicando que el pueblo de Dios toma posesión de la tierra porque Dios se la entrega (Deuteronomio 1:39; 3:20; Josué 1:15; 21:43). Tomando como referencia la literatura ugarítica, hay una conexión entre los dos términos jurídicos utilizados para la adjudicación: natan ("dar") y yarash ("tomar posesión"). Uno solo puede poseer lo que un benefactor da si se toma posesión de ello. Esta etimología sugiere que la tierra solo pertenecería realmente a los israelitas cuando respondieran al favor del Señor tomando posesión de ella.
Cuando el verbo yarash se aplica a la tierra, tiene tres significados.
1. Se refiere a recibir la tierra como un don (Levítico 20:24).
2. Supone la responsabilidad de habitar y organizar la tierra de acuerdo con lo que Dios enseñaba (Deuteronomio 6:1-3). Esto también indica que Israel no posee automáticamente la tierra después de la conquista; el pueblo debe cumplir las condiciones establecidas en el pacto. La tierra prometida y entregada podría serles arrebatada, como lo demuestra la experiencia de la primera generación (Josué 5:6). La tierra es una parte integral del pacto. Sigue siendo de Israel mientras el pueblo obedezca el pacto.
3. La forma causativa del verbo implica un cambio en la estructura de poder de la tierra, deponiendo a los gobernantes, nobles y terratenientes para establecer un nuevo orden social en ella.
El tercer significado de yarash se deriva de la combinación de los dos primeros. Para poseer el derecho de tenencia, es necesario el control de facto sobre la tierra.
En consecuencia, yarash también puede significar tomar posesión de la tierra por medio de la fuerza, arrebatándola a las naciones que ya la ocupan (Deuteronomio 6:18, 19). Esto queda claro cuando el termino se traduce como "desposeer", "ocupar", "apoderarse" y "tomar posesión de la tierra" de los residentes actuales (Deuteronomio 9:1; 19:1-3).
Dios no pretende que su pueblo actual se apodere de la sociedad por medio de la fuerza y que provoque cambios en sus sistemas y estructuras (más adelante se tratará con más detalle el tema de la violencia). Pero el plan de Dios para la iglesia era que esta creara una cultura alternativa que transformara la sociedad. Esta transformación no se produciría por medio de la fuerza externa, sino trabajando desde adentro hacia afuera, transformando a través del evangelio las vidas de los individuos que componen la sociedad.
Los cristianos lograron convertirse en una de las fuerzas sociales más influyentes del siglo I porque su énfasis en el amor, la caridad, la justicia y la comunidad atrajo a la gente en una época de incertidumbre económica y falta de apoyo social institucional. El mandato de Cristo de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:18-20) es tan válido hoy como lo fue cuando los primeros cristianos asumieron y cumplieron la abrumadora tarea. Las promesas de Dios, dadas a Josué, son igualmente efectivas hoy para todos aquellos que toman en serio su palabra. Las promesas son efectivas para aquellos que creen que cada lugar que pisan es otro escenario para compartir el evangelio y transformar la comunidad en la que viven.
Nuestro éxito hoy depende exactamente de lo mismo que en los días de Josué:
- La confianza total en las promesas de Dios,
- Una integración completa de su Palabra en nuestras vidas tanto individual como colectivamente,
- Y la voluntad de ser una fuerza positiva y transformadora a través de su poder para la salvación de los demás.
VII. PRÓSPERO Y EXITOSO
"Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. 8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. 9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas". Josué 1:7-9.
"Entonces él me respondió: Jehová, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre". Génesis 24:40.
"Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará". Salmos 1:1-3.
¿Qué significa ser próspero y tener éxito? ¿Cómo definirías el éxito desde una perspectiva bíblica? ¿Qué lugar ocupa la prosperidad en una definición cristiana del éxito?
El término hebreo tsalaj, traducido como «prosperarás» (Josué 1:8), implica el cumplimiento satisfactorio de lo planificado o un conjunto de circunstancias favorables. El verbo sakal, traducido «te saldrá bien» (Josué 1:8), pero que literalmente significa «ser sabio», puede también traducirse como «prosperar» o «tener éxito», «ser prudente» o «actuar con sabiduría». Aparece con frecuencia en Job, Proverbios y Salmos, donde la noción de éxito está estrechamente ligada al hecho de actuar con prudencia, respetando a Dios y obedeciendo su Palabra.
Según esta perspectiva, el éxito no se define necesariamente como prosperidad material, aunque no la excluye, sino que consiste en un estado de armonía con los valores y principios espirituales que constituyen el fundamento del mundo creado por Dios y que se expresan en su ley.
De hecho, la confianza en las promesas de Dios, especialmente la de la salvación solo por la fe y la de la habilitación divina para obedecer su ley, no se oponen entre sí, sino que representan los dos lados de una misma moneda.
"¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley". Romanos 3:31. ¿Qué dice este texto acerca de la relación entre la ley y la fe?
Pretender que la fe en la muerte expiatoria y sacrificial de Jesús en nuestro favor está en contra de la obediencia a la Ley de Dios es establecer una dicotomía falsa y peligrosa. La ley y la gracia siempre van juntas. Solo una comprensión superficial del papel de la ley puede llevar a percibirla como opuesta a la gracia.
Los escritores del Antiguo Testamento tenían en gran estima la ley y la consideraban una fuente de deleite (Salmos 1:2; 119:70, 77, 174). Correctamente considerada y utilizada, la ley conduce a una comprensión más profunda de la propia pecaminosidad (Romanos 7:7) y de nuestra necesidad de la justicia de Cristo (Gálatas 3:24).
Por mucho que intentes guardar la Ley de Dios mediante su gracia, ¿cómo te ha mostrado tu propia experiencia tu necesidad de la justicia de Cristo?
¿Cuáles son los peligros de hacer demasiado hincapié en la ley en detrimento de la gracia y viceversa?
CONCLUSIÓN
"Los nombres iehošúa (Jehová salva), Josué y Jesús son todos uno y el mismo. Tanto en su nombre como en su obra, Josué fue símbolo prefigurativo de Jesucristo, 'el príncipe del ejército de Yahveh (Josué 5:13-16)'" Comentario Bíblico Andrews I:407.
«En sus promesas y amonestaciones, Jesús se dirige a mí. Dios amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que, creyendo en él, yo no perezca, sino que tenga vida eterna. Lo experimentado según se relata en la Palabra de Dios ha de ser lo que yo experimente. La oración y la promesa, el precepto y la amonestación, son para mí. […] A medida que la fe recibe y se asimila así los principios de la verdad, vienen a ser parte del ser y la fuerza motriz de la vida. La Palabra de Dios, recibida en el alma, amolda los pensamientos y participa en el desarrollo del carácter» (DTG, 360).
«No hay nada que necesite ser considerado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el ser humano caído pueda hacer mérito alguno por sus propias obras, no importa cuán buenas estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús» (F&O, 22).
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